Tres


-Estas empapado. Ten, secate con esto- le dijo Rouse al volver del baño con una toalla de color blanco.

Frost se seco el rostro, la cabeza el cuello y los hombros mientras miraba aquella pequeña vivienda en la que no había absolutamente nada de valor. Los muebles eran escasos. Solo un sofá, una alfombra, una mesa dos sillas y una cocina diminuta donde apenas cabía una persona . Una escalera en forma de caracol subía a donde estaba la alcoba de la chica y con toda certeza tampoco estaba muy amueblada. Cuando Frost volvió la vista al frente, Rouse lo estaba mirando muy atentamente. Al preguntarle qué era lo que sucedía ella se encogió un poco de hombros y desvió la mirada.

-Es que...-balbuceo la chica tímidamente- Me estaba preguntando si es que traes algún atuendo encima o es que estás...o es que estás. Bueno... des-nu-do...

Frost pareció haber arqueado una ceja al mismo tiempo que la cara se le ponía un tanto roja. La respuesta a esa pregunta podía resultar un tanto embarazosa de contestar a una dama. Por suerte la muchacha, un tanto avergonzada, se disculpó y cambió de tema.

-Puedes sentarte en el sofá, yo iré a calentar un poco la sopa ¿Te gusta la sopa de pollo?- la consulta un tanto nerviosa y aunque él no contestó, ella fue directo a la cocina para escapar del bochorno que acababa de provocar con su curiosidad.

Frost acabó de secarse y se sentó en el lugar que le habían señalado. Junto al sofá habían unos libros apilados. Él nunca fue bueno para leer y no iba a comenzar en ese momento, pero estaba aburrido y tomó uno de ellos para distraerse un poco. Después de dos páginas lo devolvió al montón. Definitivamente nunca fue de leer ni nada de esas cosas intelectuales. Siempre fue astuto y oportunista, también muy hábil para fingir, pero la inteligencia académica no fue una que él desarrollara.

Rouse subió a su cuarto, para cambiarse de ropa una vez dejó calentando la sopa. Volvió solo unos minutos después usando un pantalón marrón y una camiseta de mangas largas, amplias y de color amarillo. Estaba usando solo calcetines y casi tropezó gracias a que estos la hicieron deslizarse sobre las tablas. Frost la sujetó por el brazo para evitar el accidente.

Una media hora más tarde
Rouse lo llamó a la pequeña mesa para servirle un plato de sopa caliente y un trozo de pan un poco duro. No es que hubiera estado añejo o algo así, solo era duro porque así era como se preparaba. Era popular entre las personas con menos recursos porque duraba varios días, a diferencia del pan convencional. Frost había comido bastante de eso así que sabía que todo lo que tenía que hacer era remojarlo un poco en la sopa y sería más fácil de masticar, lo que era bastante decir para alguien que era capaz de destruir la coraza de un cangrejo solo con los dientes.

Rouse se sentó del otro lado de la mesa haciéndose una pequeña cola en el cabello. Frost no le prestó atención. La sopa olía bien y era la primera comida caliente y fresca que probaba en meses. Se concentró en ella nada más sin notar que su anfitriona descansó el rostro en sus manos entrelazadas, sobre el plato de sopa, para quedarsele viendo con curiosidad. Tras la primera cucharada de caldo, Frost sintió que toda su boca fue inundada con los sabores que contenía la sopa y que su estómago,  apretado por los largos días que llevaba sin comer algo descendiente, comenzó a agitarse y extenderse recuperando su diámetro natural.

El hambre no te precipita sobre la comida, no cuando tienes todavía orgullo que defender. Frost comió despacito, un bocadito a la vez, como todo señorito de esos de la alta sociedad.Teníamos modales muy refinados, una actitud fuera del lugar en tan humilde morada, pero arraigados en él como también lo estaba esa sensación de inconformidad que lo hizo repudiar un poco aquella comida, pero no porque le supiera mal o le fuera ofrecida con arrogancia, sino simplemente porque sabía que le bastaría mover un dedo para conseguir más y no podía hacerlo, no se atrevía.

-Perdon- exclamó Rouse cuando Frost la miró a los ojos- Es que me gusta mirar a la gente comer. No sé...es solo que cuando lo hacen parecen satisfechos, felices. Es un gusto extraño que tengo...

-Es su casa y no necesita disculparse por sus hábitos- le dijo Frost con esa voz y actitud humilde que fingía, pero tenía tan naturalizada que ni siquiera se daba cuenta de que lo estaba haciendo.

Rouse se encogió de hombros y comió un poco de sopa en silencio. Fue una cena muy callada. Frost la veía cuando ella no lo miraba. Había descubierto que vivía sola. Podía dormirla de un golpe y venderla por ahí. Sacaría algo de dinero, pero acabó descartando la idea otra vez. En esa oportunidad porque considero una que le pareció mejor. Cuando la comida terminó, la muchacha levantó los platos y le dijo que no se preocupara y se fuera a descansar. Frost se fue a sentar al sofá mientras ella le decía que ese mes no pudo pagar la energía que le permitía encender la calefacción. Que por eso usaba esas lámparas largas de luz solar. Él la oía, pero nada de eso le era importante. Ella subió al segundo piso y Frost asumió que no volvería, por lo que se tendió a descansar en aquel sofá. Pero Rouse regreso, sin embargo, como él no quería hablar con ella se fingió dormido.

Rouse llevaba una almohada y una manta para él, pero al verlo tendido allí soñando no supo bien que hacer. Lo miró por largo tiempo. Frost extendió su colita hacia el piso y una pierna también. Descansó una mano en su abdomen y la otra la dobló por encima de su cabeza. Realmente parecía haberse dormido profundamente, pero no lo estaba y sus agudos sentidos le permitían saber que ocurría a su alrededor sin necesidad de tener los ojos abiertos.

-¿Hasta cuando piensas quedarte parada ahí, viéndome?- le preguntó Frost en su pensamiento.

Rouse dejó la almohada al alcance de su invitado y lo cubrió con la manta procurando que quedará bien abrigado. Él le dijo que no le molestaba el frío, pero no por eso debía exponerse a él. Volvió a su habitación despacio. Lo miró desde la mitad de la escuela, un momento, después se fue a sentar a su cama. Escondía un arma allí, bajo la almohada. La sostuvo e hizo como si apuntará a un blanco, pero enseguida la oculto en su lugar para tenderse a descansar, aunque vigilando el espacio vacío sobre la escalera.
En el sofá Frost se acomodo de costado, de cara al pasillo. Podía oír la lluvia en la techumbre y al amparo de ese murmullo se durmió. No estaba en el mejor sitio del mundo, pero si era mejor que los callejones.

Por la mañana un estruendo en la cocina lo hizo casi saltar del sofá. Por un momento Frost se pensó estaba siendo atacado y formó en su dedo un pequeño orbe de energía que extinguio cuando vio a Rouse parada ahí con un recipiente entre las manos. Parecía estar batiendo masa o algo así. Tenía puesto un atuendo muy similar al de la noche anterior, pero llevaba una venda nueva en la cabeza.

-Lo siento- se disculpó la joven- Tire unos tiestos intentando encender el horno.

Frost guardo silencio. Fue hasta la cocina para ayudarla a levantar las cacerolas y demás. Siempre y cuando ella le diera de comer no tenía problema en ser un tanto amable.

-Espero te gusten las cosas dulces- le dijo Rouse metiendo el dedo en su preparación para después llevarlo a su boca.

-Lo que quiera darme está bien- le respondió Frost agachando un poco la cabeza.

-Deja de tratarme de usted. Me haces sentir vieja.

-Lo siento...

Rouse puso esa mezcla en un molde y luego de acomodarlo bien lo metió en el horno. Había un aroma agradable en toda la casa. La puerta de atrás estaba abierta y Frost pudo ver allí un pequeño jardín. Al notarlo, Rouse lo invito a ir a ver. Cuando abrió por completo aquella puerta, Frost descubrió el jardín era pequeño, pero no había un solo espacio en que no hubieran rosas rojas, blancas, rosas y amarillas.

-Las rosas son mis favoritas. Las blancas en especial- le dijo Rouse secando sus manos en la camiseta que llevaba. Le quedaba un poco larga.

-Cultivar todo esto debe llevarle mucho trabajo y dinero también- comentó Frost.

-Dinero no tanto. Esfuerzo si. Me sería muy útil un par de manos extras- le dijo la chica poniendo las suyas a su espalda y sonriendo cándida.

-¿Me está proponiendo que me quede a..?

-Que no me trates de usted- exclamó Rouse frunciendo un poco el entrecejo- Pero si. No puedo pagarte, pero te daré un techo y comida. Si tú quieres...

La idea no se alejaba mucho de lo que él había pensado. La mujer era una persona vulgar y de un estrato social bajo. No llamaría demasiado la atención en ese lugar, junto a ella y ya no tendría que pasar hambre.

-Si...te lo agradezco mucho. Te prometo que trabajaré muy duro. No te arrepentirás- le contestó haciendo una reverencia a lo que la jóven se mostró un tanto incómoda.

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