Seis


Después de soltar esa declaración Frost no dio indicios de querer seguir sosteniendo una conversación. Callado avanzó hasta la casa y Rouse, tras quedarse pensando, fue tras él. Habiendo comido por el camino, una vez al interior de ese pequeño edificio ambos se dispusieron a descansar. Rouse arriba, en su recámara, Frost en aquel sofá. Tendido de cara al techo permaneció observando la luz que se colaba entre las tablas. Podía oír los pasos de la mujer y por medio de ellos saber, más o menos, que hacía. La oyó acostarse en la cama y supo que apagó la lámpara cuando esos destellos dorados desaparecieron. Una hora después, doblando bajo el brazo bajo la cabeza se durmió él también.

Un ruido lo despertó poco antes del alba y su primer impulso fue crear una pequeña esfera de energía en su mano, apuntando a la nada. Tuvo la impresión de que alguien había llegado a su lado con la intención de matarlo. No fue un sueño. Fue solo su miedo y el súbito ruido de una maquinaria pesada, pasando a varias calles de ahí, lo que activo su instinto. Tardo varios segundos en extinguir su ki y regresar a la oscuridad de aquella sala y lo hizo todavía temblando, sudando y sintiendo esa sensación de peligro  inminente abrazarlo desde todos lados.

Sujetando su brazo izquierdo, como si en el contuviera una herida, Frost se fue sentando en el suelo. Dejó una rodilla levantada como si hubiera querido descansar en ella su rostro, pero permaneció tieso y viendo al frente, al vacío. Tardo un par de minutos en mirar a su alrededor corroborando estaba al interior de una casa y no a la interperie. No en el mundo abierto donde estaba expuesto a sus perseguidores. Muchos eran los que estaban detrás de su cabeza. Algunos para arrancarsela del cuello, otros para ponerla en una celda. No podía decir que no se lo merecía. Hizo mucho daño. Sin embargo, no se arrepentía de nada de eso solo estaba asustado de acabar muerto o encerrado de por vida. A ratos creía que ser destruido por el señor Champa era más misericordioso que vivir víctima de la persecución. Nunca estaba tranquilo. Ni siquiera dormir en paz podía. La noche anterior a esa fue la primera jornada en que pudo descansar realmente, pero sus temores habían regresado para arrebatarle el sueño y hacerlo entrar en ese estado de alerta agobiante. 

Arriba esa mujer dormía tranquila. El lugar era tan silencioso que podía oír su respiración perfectamente. Sintió una fuerte envidia y ganas de arrebatarle ese sueño sereno solo porque él no podía tener el suyo. Para no hacer ruido subió volando hasta esa habitación y flotando a cinco centímetros del suelo, se quedó viendo a Rouse tendida en esa cama. Por la ventana, del otro lado, se colaba la luz exterior y daba sobre el abdomen descubierto de la muchacha que entre sueños rascó esa zona mientras murmuraba unas palabras que sonaron algo así como: "tengo gato con sed". A Frost no le hicieron gracias esos vocablos. Aumentaron por ella ese súbito desprecio que le había nacido solo por saber ella descansaba pacíficamente.

Rouse no tenía mucho, pero seguramente guardaba algo de dinero por ahí, entre sus cosas. Si la mataba podía llevarse todo lo que quería, quizá incluso quedarse con ese refugio para él. Y sería tan fácil acabar con la vida de Rouse, considero Frost, que creó en la punta de su dedo un diminuto orbe de ki. Algo tan insignificante como un grano de arroz. Eso sería suficiente para terminar con ella. La observó por un rato. Su pálida piel se veía más blanca a la luz de la energía que él tenía lista para dar fin a su existencia. El pantalón corto y la camiseta con tirantes dejaban ver ese frágil cuerpo bastante bien, por lo que Frost acabó apreciando ella tenía varias cicatrices. Seguramente esa mujer no había tenido una vida fácil y no es que eso a él le conmoviera, pero lo hizo desistir de sus intenciones. Rouse dormía con una mano bajo la almohada. Frost dejó la habitación sin saber que ella apretaba un arma mientras dormía.

Frost no volvió a dormir y se sentó en la escalera a comer un trozo de ese pan duro que Rouse dejó en la cocina. Allí lo encontró la muchacha cuando se levantó para ir al baño.

-¡Por favor, quítate!- le dijo la chica que casi paso volando por encima de él- Lo siento- se disculpó Rouse al cerrar la puerta tras de sí.

El pobre Frost acabo pegado a la pared para dejarla pasar. Dejó la escalera para no estorbar cuando ella saliera, pero desde el sofá pudo respirar el aroma del shampoo o acondicionador que esa mujer uso para darse un baño. Ella salió vestida de ahí, por lo que Frost no se sintió incómodo al mirarla.

-¿Sabes hacer de desayunar?- le preguntó Rouse mientras se sacudía su húmedo cabello.

-¿Yo?

Ese balbuceo fue una respuesta bastante contundente. Frost no tenía idea de esas y muchas otras cosas. Nunca tuvo que ocuparse de nimiedades como esas, pero en casa de Rouse imperaba la ley de Rouse.

-Solo echa cuatro huevos a la sartén y un poco de carne- le decía la muchacha mientras ella tostaba el pan.

Frost apretó uno de los huevos y lo rompió a la mitad provocan un desastre. Pero su segundo intento fue mucho mejor. Muchas veces comió ese tipo de alimentos, pero nunca vio como se preparaban. Por alguna razón el chillido de los huevos contra el aceite caliente le resultó satisfactorio. Lo mismo el olor de la carne y el pan tostado.

-¿Cómo sabré que esto está listo?- le preguntó sosteniendo la sartén por el mango.

-Depende de como te gusten. Yo prefiero que todo quede bien cocido- le contestó Rouse poniendo la mesa.

En esa casa no había televisión ni ningún medio de comunicación tecnológico. No había tecnología de hecho, pero la cara de Frost se mostraba en muchos sitios ofreciendo por él, o por información de su paradero, muy buenas  recompensas. En ese momento, por la ventana, él vio una nave con forma de Zeppelin enseñar su rostro en una pantalla. El vehículo volaba cerca y de ninguna manera Frost quería ella lo viera así que se precipitó hacia las cortinas para cerrarlas.

-¿Qué ocurre?- le preguntó Rouse.

-Un insecto- exclamó.

-¿Un insecto?

-Sí- afirmó Frost un tanto nervioso y parándose delante de la ventana bajo los curiosos ojos de Rouse- Era grande y de aspecto muy repulsivo...- agregó medio sonriendo.

-¿Si? Bueno...como que huele a quemado- comentó la muchacha y volteó a la estufa- ¡La sartén!- gritó al ver como el utensilio se prendía fuego.

Frost fue hacia lo que quedaba del desayuno. Todo el lugar se comenzó a llenar de un espeso humo negro que obligó a Rouse a abrir las cortinas, algo que provocó un escalofrío en la espalda de Frost que en un intento por evitar la muchacha mirara afuera, la tomó por el hombro para echarla hacia atrás y arrojó la sartén por la ventana.

-¡Frost, la había comprado hace una semana!

-Se estaba incendiado- le contestó él viendo con alivio que la nave estaba fuera de la vista de la muchacha.

-¡Mis rosas!- exclamó la chica y salió de la casa para ver su jardín permitiendo a Frost respirar aliviado.

Nada malo le pasó a las flores. Las cortinas, en cambio, terminaron medios chamuscadas porque cuando Frost arrojó el sartén una de ellas quedó envuelta en el fuego y se estuvo quemando un poco, pero nada grave. El desayuno terminó siendo más ligero de lo planeado, mas estuvo bien. Rouse saldría a vender flores apenas acabará de comer y le dijo a Frost que podía quedarse en la casa. Si quería ayudar podía regar las rosas y quitar la maleza. La tarea no le resultó muy llamativo a él, pero dijo que la haría. Una hora después la muchacha dejó la casa llevándose su cesto de rosas y cubierta por una capa color amarillo. Frost se despidió de ella de forma muy amigable, sin embargo, apenas ella se alejó lo suficiente su expresión cambio por completo.

A solas allí lo invadió una sensación helada que lo obligó a salir al jardín. Dio la llave de regado del sistema que Rouse había instalado previo a su llegada y de brazos cruzados, apoyando la espalda en la pared, se quedó viendo la cúpula de plástico sobre las flores.

-Esto es muy pacífico- se dijo, pero no verbalizo la duda que le surgió al respecto ¿Cuánto tiempo permanecería ahí?

Descuidando lo que hacía entró a la casa y comenzó a registrar el lugar en busca de algo de valor, pero terminó por confirmar sus sospechas. Rouse no tenía nada valioso. Subió al cuarto de la chica para revisar allí también y lo único interesante que encontró fue un arma bajo la almohada de la mujer. Era una pistola ordinaria que reviso con cuidado. Había visto varias de esas cuando se reunía con sus socios. Que Rouse guardara algo como eso no era tan extraño. La mujer vivía sola y no en un buen barrio, pero sentado en esa cama se puso a pensar en algo. En algo muy molesto que terminó por irritar su ánimo.

"Nunca confíes en alguien"

Esa tarde Rouse volvía a casa sonriendo, pero la tierna expresión de su rostro cambio al ver a Frost sentado contra la puerta. Sostenía el arma que ella guardaba. Él le apuntó cuando estuvo lo suficientemente cerca y lo hizo con una actitud tan helada que cualquiera hubiera creído Frost quería darle un tiro. Rouse no se mostró sorprendida o asustada, pero si un tanto curiosa. Sin miedo siguió caminando hasta llegar a dos pasos de él.

-Esa cosa no funciona- le dijo- Es solo un recuerdo- agregó extendiendo su mano hacia para que se la devolviera.

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