Quince
Frost le contó un par de historias. Al principio con cierta timidez debido a que no podía alardear de la forma en que solucionó ciertos conflictos, pues fue él quien los inició y Rouse lo sabía. Sin embargo, la ausencia de juicio de la chica lo hizo sentirse en confianza de ir presumiendo la forma en que desarrollaba todo ese proceso y otros detalles.
-Eres listo- comentó Rouse en una oportunidad y él se sintió agasajado, mas la expresión en el rostro de la chica le borró la sonrisa- Yo no tendría el valor de hacer algo como eso- le confesó- Creeme que soy una de esas personas que mejor comprende el valor del dinero y el poder, sin embargo, por obtenerlos hay cosas que nunca podría hacer. Tal vez soy demasiado optimista y todavía creo que las buenas acciones obtienen mejores recompensas, pese a que he visto y presenciado lo contrario.
Esa última parte resultó incómoda de escuchar para Frost.
-Tú eres demasiado buena- le dijo él en voz baja.
-No es verdad- rió Rouse apoyando el rostro en sus rodillas- Todos hemos hecho algo malo alguna vez. A veces por ambición, a veces por venganza, a veces por idiotas, a veces porque fue la única opción que teníamos y en otras ocasiones hacemos cosas malas por razones buenas, como hay quienes hacen cosas buenas por razones malas. No hay un color uniforme en la moral de las personas, todos tenemos matices.
Frost estaba sentado en el borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Al escuchar eso guardo silencio y retomó su historia. Pronto Rouse, aunque oía con entusiasmo, cayó dormida producto de la fatiga de su gripe. Frost la observó un instante antes de cubrirla con la manta para que no sintiera frío. Si la gente tenía o no matices le daba igual. Para él existían las personas que servían a sus propósitos y las que no. Guardaba consideración a la gente útil y el resto le era indiferente. Llegado el caso podía volverse enemigo de cualquiera. Así fue siempre todo para él que más que todo ambicionaba dinero. Dinero que haría falta si Rouse no mejoraba pronto, sin embargo, las rosas no estaban en condiciones de ser vendidas. Frost no pudo evitar preguntarse cómo sobrevivía esa mujer en invierno.
El sigilo forzado al que estuvo y se seguía sometiendose hicieron de Frost un ser en extremo silencioso. Sus pasos eran tan ligeros que no hacían rechinar las tablas bajo sus pies. Ni su respiración era audible si se lo proponía. Ningún movimiento de su cuerpo estaba fuera de lugar y su avance hasta la ventana pareció el flotar de un pompa de jabón. Hacia rato había advertido a alguien merodeando en torno a la casa. Al mirar fuera descubrió solo se trataba del mendigo de siempre, ese que se lo pasaba en la callejón antes de llegar allí. No le dio importancia, aunque algo le quedó molestando tras ver a ese tipo escarbar la basura frente a la casa. Se apartó de la ventana para volver con la muchacha que dormía indefensa en esa blanca cama. Por un momento tuvo la descabellada idea de tenderse a su lado. Unas horas antes lo hizo y acabó durmiendo gracias a la tibieza del cuerpo de la muchacha y al murmullo de su respiración.
-Que tontería- se dijo en voz baja- Será mejor que deje pronto este lugar- agregó antes de bajar la escalera.
A la mañana siguiente Rouse despertó con bastante fiebre. Se cayó de la cama cuando se levantó para ir al baño. Frost tuvo que cargarla hasta la puerta y esperó fuera por si ella necesitaba ayuda. Rouse se mojó un poco el cuello y lavo el rostro con bastante agua, pero eso no alivio su malestar. Frost la acostó en el sofá. Pensó que desde allí le sería más fácil y seguro desplazarse. Rouse no protestó. Se acomodo volviendo a dormirse.
-Que criatura tan frágil- pensó mientras se hincaba a su costado para verla mejor.
Rouse ardía en fiebre. Su piel estaba algo colorada, en especial sus mejillas y respiraba con un poco dificultad. Frost le puso la mano en la frente. El rostro de la chica se mostró aliviado al sentir sus helados dedos sobre su rostro. Él lo observó y se sintió complacido, aunque seguía resultandole un poco cómico que esa chica se sintiera tan cómoda en su presencia sabiendo quien era, como era, él realmente.
-Frost- lo llamó ella súbitamente.
-Sí ¿Necesita algo señorita Rouse?..
-Hace calor- le dijo y pegó su cuerpo al respaldo del sofá buscando algo helado.
Frost se sonrió divertido y recordó que a ella le agradaba estar a su lado porque él era frío. La muchacha se había tomado unas medicinas, pero la fiebre no había descendido ni un poco. Si seguía así pronto no habría dinero en la casa, pues era Rouse quien proveía allí. Él podía conseguir comida, mas Rouse le pidió que no robara y Frost no quería ninguna conflicto con ella. Pensando, o creyendo que eso estaba pensando, acabó acostándose detrás de la muchacha para que ella pudiera dormir más a gusto. Efectivamente su temperatura corporal la relajó.
No la tocó, solo se acostó a su espalda, aunque si experimentó algo parecido a la vergüenza al sentirse estaba actuando como un estúpido. Entre sueños, un rato después, Rouse trato de darse la vuelta. Su cuerpo chocó con el de él que hizo la tentativa de levantarse, pues creyó que ella se molestaría por su atrevida actitud. Sin embargo, la muchacha le tomó el brazo y se envolvió con él volviendo a su postura de antes. La cara de Frost de torno roja en ese momento.
-¿Señorita Rouse?- la llamó- ¿Rouse?
-El que se acostó conmigo fuiste tú. No te hagas el mojigato ahora y abrázame- le respondió la muchacha.
-Yo pensaba que...- decía, pero no acabó la frase, pues ella se giró a verle. Rouse tenía los ojos vidriosos, pero le sonrió muy bonito logrando avergonzarlo.
Si antes se sentía estúpido o ridículo en ese momento se sintió como un niño obnubilado por la belleza de una mujer mayor. Un poco imbécil, un poco torpe y sobre todo absurdo. No podía estar experimentando emociones por una mujer. Prefería creer que solo eran cosas de las circunstancias. Últimamente estaba desvalido, vulnerable y ella era la primera persona amigable que conocía. Quería creer eso realmente porque de no ser así significaba que había tocado fondo. Sentir atracción por esa chica seria la máxima manifestación de su decadencia. Pero contrario a sus pensamientos permaneció junto a ella hasta que un proyectil atravesó el cristal de la ventana, unas horas después.
Frost saltó del sofá atrapando la piedra con la mano después de esa capturo dos más. El sonido del cristal rompiéndose arrebató a Rouse de su sueño haciéndola levantarse para ir a ver qué estaba sucediendo. Frost la tomó por el codo para evitar que se acercara a esa zona, debido a que seguían lanzando piedras y solo se trataba de unos niños por lo que él consideró que no era apropiado realizar alguna acción.
-Son esos chicos otra vez- murmuró la muchacha- Frost, suéltame, sino salgo romperán todas mis ventanas y me voy a congelar aquí.
Frost no la soltó. Estiró su brazo hacia la ventana e hizo un movimiento con la mano, como si hubiera empujado algo ligeramente. Un fuerte ráfaga atravesó la ventana, arrastró un poco de nieve y empujó a los chicos tirandolos al suelo como unos insectos. Eso Fue suficiente para hacerlos correr por la nieve y desaparecer por el callejón del mendigo que los vio pasar un tanto extrañado.
-Espero que con eso no vuelvan a vandalizar esta casa- exclamó Frost bastante serio, algo que cambio cuando vio ella lo miraba. La sonrisa que Rouse le regaló lo hizo voltear a otro lado.
-Eso fue... gentil- le dijo la chica y le dio un beso en la mejilla- Gracias por no lastimarlos- agregó en voz baja mientras iba hacia la cocina- Haré un poco de sopa...y una ensalada.
-¿Está segura de que puede cocinar?- le preguntó llevándose una mano a la mejilla que ella beso.
-Me siento mucho mejor- le contestó Rouse.
Frost bajó la mirada y luego vio hacia la ventana. El viento se colaba por allí y la muchacha todavía no estaba del todo recuperada. Mientras Rouse se encargaba de la cena, él se ocupó de poner un poco del plástico que usaron para el invernadero el lugar del cristal. Fue una tarea sencilla, pero que hizo muy lentamente para poder pensar un poco y tomar algunas decisiones. Le gustaba estar allí, sin embargo, le estaba empezando a gustar demasiado la compañía de esa mujer y no quería eso. Mas era incapaz de alejarse de ella como de esa casa. La idea de volver a estar solo y perdido en esas calles le era muy desagradable.
Frost no se sentía ni perdido o asustado. Sabía que allá afuera muchos lo estaban buscando y también sabía que no estaba listo para enfrentarlos a todos, mas no tenía esa ansiedad angustiosa de ser descubierto o por tener que pelear con alguno de esos sujetos que estaban tras su cabeza. Cuando vio a Hit confiaba en que al menos sería capaces de huir de él, después de todo no era ningún debilucho y mucho menos un tonto como para no poderle hacer frente a ese tipo o alguien más. No era un ser indefenso, él era poderoso y hasta podía volver a ser lo que era antes de ese infeliz torneo si realmente se proponía hacerlo. Al llegar a esa conclusión miro de reojo a la cocina, pero cerró sus ojos inmediatamente. Su ego no permitía que le diera el crédito a esa chica por sentirse de esa manera. Más fuerte, más valiente, más capaz.
Cenaron y luego se retiraron a descansar. Rouse le dijo que por la mañana hornearía galletas y las vendería a algunos locales en el centro. Durante el invierno solía ganarse la vida de esa forma, puesto que las rosas no tenían la calidad suficiente para ser vendidas. No sabía si ese año se las comprarían, pero valía la pena intentarlo. Tenía un poco de dinero ahorrado para invertir en las materias primas. Ese día planeaba hacer algunas muestras. A Frost todo eso le sonó probable, aunque desconocía la eficacia del plan de la chica. Ella se quedaría en la cocina toda la mañana y él dijo que tenía cosas que hacer fuera. Eso fue nuevo para la muchacha, aunque siendo honesta ella no tenía idea de qué hacía él todo el día. Frost le dijo que solía cuidar de las rosas y luego iba por ahí a practicar un poco sus habilidades marciales. Sabía que él salía, pero la verdad es que los otros agentes tampoco lograban seguir todos sus movimientos.
-Volvere por la tarde- le dijo Frost al abrir la puerta. Ella se veía muy saludable así que no se sentía preocupado por dejarla sola.
-Esta bien. Ten cuidado. Y si ese tipo aparece de nuevo...
Frost se cubría en la cabeza con la capucha de su capa cuando la escuchó decir eso. Rouse no terminó sus palabras, pero él entendió a que se refería.
-No te preocupes, Hit no me atrapará otra vez con la guardia baja- le dijo y tras despedirse desapareció de la vista de la muchacha que no estuvo segura si se echó a correr o se fue volando. Un fuerte viento sacudió toda la casa después de su partida y ella tuvo que ampararse los ojos con su mano.
Snow estuvo vigilando aquella residencia a una distancia bastante prudente, pues no quería alertar a Frost de su presencia. Cuando lo vio dejar la casa él decidió ir a ella. Estaba seguro que esa mujer era importante para su ex jefe y podía usarla para sus propios propósitos.
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