Diecisiete
El fuego soltaba pequeñas chispas que Rouse miraba dándole una semejanza a estrellas fugaces en el oscuro firmamento. Frost, que estaba a su lado, veía el fuego con menos poesía. Sus ojos rojos competían con las brasas que se iban desmoronando de los maderos y quedando en el fondo del recipiente. La cabeza de Rouse cayó sobre su hombro pesadamente y él se hizo un poco hacia el costado viéndola un tanto extraño. La chica se había quedado dormida. Su respiración era serena, constante.
-Señorita Rouse- la llamó en voz baja.
-Tengo frío- murmuró la muchacha frotando su rostro contra el brazo de Frost quien con la cola la cubrió con la manta que ella se había puesto en los hombros, pero había caído.
Habló dormida y eso le sacó una sonrisa leve a Frost que no se movió para no despertarla y echo otro trozo de madera al fuego para entibiar más aquel lugar en que se vio obligado a esconderse, pero en esa ocasión no estaba oculto porque tuviera miedo (aunque si lo tenía), su motivación para estar allí tenía que ver con ella. De no tener a Rouse se hubiera largado de ese planeta y hasta tuvo una idea de como deshacerse del infeliz de Snow y de los próceres de la muerte al mismo tiempo, pero de hacerlo, ella también se vería perjudicada. Eso era lo opuesto a lo que deseaba para ella. La palabra apego o afecto no se pronuncia ni en los pensamientos de Frost, pues era algo demasiado discordante con él. Una cosa así era ridícula e innecesaria. De las emociones no se podía obtener nada que a él le importara, excepto una cosa. Algo que veía en los ojos de Rouse en ciertas ocasiones, al mirarlo.
Un ruido como el caer de un pesado objeto de metal arrebató a la muchacha de su sueño. Rouse realizó el acto inconsciente de voltear a tras buscando su almohada y el arma que escondía ahí, pero al girarse solo vio unas mantas sobre las bancas que componían el camastro. Un poco confundida miró a su alrededor y recordó no estaba en su casa.
-A veces partes de la vieja estructura se desprenden y eso crea un estruendo- le explicó Frost con calma.
-Ya veo...- murmuró Rouse apretando la manta contra ella.
-¿Dormir con esa arma te hace sentir segura?- le pregunto Frost con un rostro un tanto serio, frío.
-Un poco- admitió la muchacha temblando y algo sorprendida de que él supiera que pensó solo viendo sus movimientos. Se quedó callada un instante. Su aliento podía verse en el aire- Pero ahora estás tú y eso es más confortante que esa vieja arma- le dijo apoyando su cabeza en el hombro de él que miró al techo a penas sintió ese contacto- Oye, Frost...¿Qué quería ese hombre contigo. El llamado Snow?- le preguntó la muchacha después de un rato.
-Vengarse- exclamó él viéndola de reojo y aunque la cercanía de Rouse lo avergonzaba, sonó un poco despectivo.
-¿Le hiciste algo malo?
-Señorita Rouse...a estas alturas creo que esa pregunta queda fuera de lugar- le contestó con un tono algo irónico.
Rouse se entristeció un poco.
-¿Y qué hay de los próceres de la muerte?- le preguntó tras un momento que se tomó para pensar- Ellos... ¿sabes quiénes son?- le consultó con dificultad.
-Son un grupo de mercenarios o algo así. La verdad ellos no obedecen a nadie. Su única motivación es erradicar el mal del universo- le explicó Frost- Hace tiempo tuve la oportunidad de ver un par de ellos. Habían llegado antes al planeta al que fui llamado. Solo eran dos y acabaron con un enorme número de enemigos sin esfuerzo. Nadie quiere enfrentar a un prócer de la muerte. No son solo difíciles de derrotar también te persiguen hasta acabar contigo y tienen muchas herramientas para hacerlo.
-Suenan terribles en verdad- le dijo Rouse sonríendo.
-Yo podría derrotarlos- exclamó Frost con seguridad, sonriendo.
-Acabas de decir que nadie quiere pelear con ellos.
-Eso no quiere decir que se deba a la diferencia de poder. Existe cierta diplomacia aun entre los piratas, señorita Rouse.
-Sí, lo sé. Todo tiene reglas- exclamación balanceando los pies.
-No son reglas. Son límites establecidos por el poder, pero no me refiero al de devastar planetas- le explicó Frost arrojando otro madero al fuego- En este universo existe un imperio del crimen dividido en varias esferas de poder. El imperio en realidad son la serie de límites que han establecido estás esferas de poder y no ellas en si. Yo operaba en un determinado territorio y quiénes cruzarán esa frontera debían atenerse a las consecuencias, así mismo si yo me desplazaba más allá de mis límites debía estar preparado para ser atacado. Un conflicto entre los miembros de estos grupos es algo que nadie quiere, pues ya tienen suficiente con tener que lidiar con la ley...
-¿Honor entre ladrones?- murmuró Rouse.
-Eso sonó un poco desagradable.
-Lo siento- se disculpó la muchacha encogiendo sus hombros un poco.
-Ladrones no es el término adecuado. Cada líder hace dinero mediante algún negocio. No uno convencional, por supuesto- admitió Frost cerrando los ojos y sonriendo burlón- El que más dinero obtiene es el que tiene el poder. Si tienes dinero suficiente puedes pagar a tipos como Hit para hacer tu trabajo sucedió. Hoy puede estarme cazandome y mañana si le hago la oferta apropiada él cazara para mí.
-Sí, el dinero lo puede prácticamente todo- murmuró la muchacha haciendo que él la mirase- Esto le pasó a un amigo. Al dueño del arma. Él era policía. Tenía una buena vida, pero un día su esposa enfermo. Todo lo que necesitaba para salvar a su esposa, de esa terrible enfermedad, era dinero para su atención médica. No lo tenía así que vendió sus servicios a un líder de la mafia... acabó muerto y con él su esposa. Así que sí, el dinero es poder. Hasta hace la diferencia entre morir y vivir. Incluso dadas las circunstancias no importa de donde provenga no dudaras en usarlo. Tal y como lo dijiste esa vez..."El dinero es el verdadero poder de los mortales, lo demás es cosa de dioses."
Frost la escuchó con una sutil expresión de sorpresa. Rouse se oyó dura, fría, consciente del mundo que la rodeaba, pero todavía su mirada conservaba una cuota de ingenuidad. Lo hizo sonreír el escuchar ella hacía suyas las palabras que él pronunció.
-Y tú no eres un dios- agregó Rouse riendo y quitándole la sonrisa a Frost.
-No me interesa serlo...
-¿Por qué no? Sería una buena forma de ser admirado- le dijo Rouse.
-¿Admirado?
-Te gusta ser admirado- le indicó Rouse con una sonrisa traviesa.
-Creo que todos disfrutamos de eso- le dijo Frost.
-¿Por qué no lo admites? No hay nada de malo.
-Señorita Rouse, por favor...
Los dos siguieron hablando al respecto. Rouse reía y a Frost no se le veía a disgusto, pese a la charla que estaba sosteniendo. A Vados esos la llamó mucho la atención. Tuvo que apartar sus ojos de su cetro al oír al dios de la destrucción llamarla a gritos. Pronto lo tuvo ante su vista.
-¿Qué tantos estás haciendo ahí perdiendo el tiempo mientras me tienes aquí muriendo de hambre?
Vados frunció un poco el ceño al oír el reclamo.
-Le recuerdo, señor Champa, que fue usted quien me pidió que vigilará a Frost porque no se fiaba de él después de lo que sucedió durante el torneo de la fuerza- le recordó el ángel.
-Ah, si...lo había olvidado ¿Y qué ha estado haciendo ese cretino de Frost hasta ahora?- le preguntó el dios asomándose a ver el cetro- ¡Está con una chica!
- Así es...
-¡Maldito afortunado!- exclamó Champa- Si no fuera uno de los guerreros más fuertes de este universo hace mucho que lo hubiera borrado. Es un...- decía, pero la risita de Vados lo hizo callar.
-No es la fortuna lo que le sonríe al señor Frost, si acaso un poco de karma- dijo el ángel con una sonrisa y mirada mordaz- Esa chica es todo menos la chica ingenua que él cree. Ella es miembro de los próceres de la muerte- señaló con un oscuro regocijo.
-¿Los próceres de la muerte? ¿Y esos quienes son?- le pregunto Champa sin interés.
Vados hizo una expresión de mortificación y después de soltar un suspiro le explicó brevemente de quienes les estaba hablando.
- Ah, si ahora recuerdo. Esos sujetos nos hubieran sido muy útiles durante el torneo... sobretodo del que célebre con el imbécil de Bills ¿Por qué no los llamaste a ellos, Vados?
-Porque los próceres de la muerte dependen de tecnología y artilugios mágicos, lo que estaba prohibido en ambos torneos.
-Sí es cierto ¿Bueno y que hay de mi comida? Me estoy muriendo de hambre.
-Le lleve unos bocadillos hace menos de una hora.
-¡Pues no fueron suficientes!- le grito- ¡Me diste unas botanas de vegetales insípidos! ¡Eso no es comida de verdad!
-Señor Champa si sigue comiendo de esa manera se va a provocar un infarto...
La discusión de esos dos se llevó la atención de los dos durmientes en aquel apretado refugio. La mañana encontró a Rouse durmiendo sobre Frost que la estuvo sujetando con la cola. Ninguno recordaría bien, al despertar, como terminaron así y al abrir los ojos ninguno le dio importancia. Comieron un poco, luego él le dijo que era mejor dejar la ciudad e internarse en las estepas.
-¿Estás seguro de que es necesario?- le pregunto Rouse.
-Posiblemente los próceres de la muerte estén buscándome y Snow no está muerto. Él podría encontrarnos mucho más rápido- Frost ya le había explicado eso, pero no le importaba volver a decírselo.
Quería convencerla de que fuera con él. No le importaba si para ello debía mentirle e inventarle más peligros de los que en verdad había. Solo no queria usar la fuerza con Rouse.
-Bien...solo no quiero tener que esconderme para siempre- le dijo la muchacha al sujetar la mano de Frost que iba a cargarla en sus brazos para ir volando hasta el desierto.
Rouse rodeo le rodeó el cuello con los brazos antes de que el se elevará de forma vertical hacia el cielo verdoso de ese mundo en las mañanas. Para ella sucedió en un parpadeo. Cuando abrió los ojos estaba flotando a unos cinco mil metros de altura. Todo se veía tan pequeño desde ahí como lejano. El desierto estaba a la derecha, Rouse pudo verlo como nunca antes lo vio y quedó un poco extasiada con el paisaje.
-Tratare de volar de manera que pueda...- decía, pero el darse cuenta que ella no lo estaba oyendo lo silencio.
-Lo siento ¿Qué me estabas diciendo?- le preguntó Rouse cuando notó que él se calló.
-Nada- contestó un poco ofendido.
-No te pongas así, si te estaba oyendo- le dijo Rouse y le dio un beso en la mejilla.
-No haga eso por favor- le pidió cerrando los ojos y partió hacia el desierto de una vez.
En la ciudad Snow en su nueva cuerpo femenino, subió a la azotea de un edificio para efectuar una búsqueda desde allí. Una de sus habilidades le permitía ubicar a una determinada persona en un rango de cinco kilómetros. Conociendo a Frost sabía que se alejaría del centro así que estaba cerca de donde él estaba. Lo localizo por un breve instante, pero fue suficiente para poder seguirle el rastro. Snow mintió en todo lo que había dicho a Frost. No estaba allí porque lo hubieran hecho a un lado. Él tenía sus propios planes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top