Cinco


Aquel boulevard era un sitio muy bien iluminado. La noche parecía quedar suspendida sobre la zona como si fuera una cúpula oscura. Frost no se quedó muy cerca de Rouse debido a que su presencia podía provocar suspicacias y hacer que la gente se apartará de la muchacha. Un tipo encapuchado junto a una mujer que vende flores no era un cuadro muy llamativo.

Sentado en una banca se quedó Frost, observando el lugar, pensando en absolutamente nada. Veía sin mirar, oía sin escuchar, pero a ratos daba furtivas miradas a Rouse cuya mercancía parecía estarse vendiendo bastante. Muchas parejas u hombres solos se aproximaban a ella, pero hubo uno en particular que se quedó al lado de Rouse demasiado tiempo, pero no fue hasta que uno ese sujeto la tomó por el brazo que Frost se puso de pie, aunque no estaba muy seguro de que hacer realmente. Él prefería no llamar la atención, pero tampoco podía permitir que esa mujer resultara lastimada mientras le fuera útil. Sin embargo, no fue necesario que llevará acabó ninguna acción.

Rouse no era más alta que Frost, pero a diferencia de él tenía un cuerpo frágil que no daba a pensar que pudiera ser capaz de hacer lo que hizo. El hombre la tomó por el codo, como si hubiera querido arrastrarla hacia algún otro lugar. Rouse lo tomó por el brazo y el hombro, haciéndolo dar un giro en el aire para después dejarlo caer de espaldas sobre el pavimento. Literalmente levantó el cuerpo de un hombre casi dos veces su talla, lo paso sobre su hombro y lo tumbó. El movimiento fue rápido, hecho con una habilidad que no podía ser casualidad. El hombre se puso de pie, un tanto aturdido, para atacarla con un cuchillo en esa oportunidad, pero terminó siendo tumbado de cara al piso por un pequeño proyectil que le dió en la parte de atrás de la cabeza.

Rouse no entendió que pasó hasta que vio a Frost parado detrás del hombre, pero varios metros más allá. A él le bastó usar una pequeña piedra disparada por sus dedos para dejar fuera de combate a ese sujeto. Rouse le sonrió un poco nerviosa y tomando su cesta casi vacía, que había dejado caer, le señaló que era momento de retirarse. Muchos presenciaron lo que paso, pero nadie intervino.

Frost y Rouse se reunieron media cuadra más allá. La muchacha lucía un poquito incómoda. Él se mostró un poco curioso. Es que descubrir ella no era tan indefensa como parecía le despertó un pequeño malestar.

-¿Dónde aprendió... aprendiste a hacer eso?- le preguntó Frost con delicadeza.

Rouse se llevó la mano tras la cabeza y luego la bajo para sujetar la cesta con ambas manos, desviando un poco la mirada de él.

-No siempre viví en la pobreza- le dijo bajando la mirada a sus pies- No hace tanto gozaba de una posición un poco más privilegiada. Eso me permitió poder asistir a una buena escuela y unirme al equipo de lucha. Es que todos mis hermanos se lo pasaban peleando conmigo y como soy la más pequeña... bueno solo quería defenderme de ellos.

Frost medio que hizo un gesto de intriga, pero se quedó callado viendo a Rouse poner el cesto a su espalda con un aire de niña inocente.

-Esos eran buenos tiempos- declaró Rouse casi en un suspiro y viendo el cielo estrellado- Pero bueno eso es pasado y no volverá así que no importa ahora...

Frost la miró por debajo de su capucha sin decir nada otra vez. Poco antes de cruzar la calle, Rouse le preguntó si quería comer algo especial. Había reunido una buena cantidad de dinero y podían darse un gusto.

-No deberías desperdiciar tus ganancias- le respondió Frost con mucha seriedad- El dinero no es algo que estés en posición de despilfarrar.

-No lo estoy mal gastando, solo quiero comer algo sabroso- le contestó Rouse caminando de espaldas justo al cruzar la calle. Estuvo a centímetros de ser arrollada por un vehículo.

Frost estiró su brazo, como si  hubiera sido un resorte,
para tomarla por la ropa y halarla hacia él. Rouse se le quedó viendo a los ojos, un momento. Las pupilas de Frost tenían un color rojo brillante. Una característica propia de los seres con albinismo y obviamente él lo padecía. Sin embargo, no fue el inusual color lo que detuvo la mirada de Rouse en esos ojos. Fue la expresión. Los ojos de Frost eran tranquilos. Un poco duros, pero más que todo serenos y un poco indiferentes. No estaban poblados de desdén y orgullo, solo de indiferencia, pero de una no tan usual como se podría suponer. Un reflejo de esa apatía fue la forma en que la apartó de él. Frost la tomó por los hombros y con delicadeza la hizo a un lado. No hubo en ese gesto ninguna carga emocional.

-Se más responsable por favor- le pidió con esa voz educada y helada- Si no pones atención por dónde vas, puedes terminar teniendo un accidente.

Dicho eso Frost se acomodó la capucha y cruzo la calle con esa calma cansada que tenían la mayoría de sus acciones. Rouse se encogió de hombros y corrió tras Frost para ignorar lo que él le había dicho previamente e ir a comprar algo de comer.

No lejos de allí había un local de esos que atienden por la ventanilla. La fila no era tan larga y ellos se formaron ahí, aunque la presencia de toda esa gente incómodo a Frost que prefirió ir a esperarla a otro lugar. Cuando se estaba dando la vuelta, para alejarse, una mano enorme y gruesa lo empujó sobre Rouse que lo atrapó en sus brazos, pero teniendo que arrodillarse en el suelo para sostenerlo.

-Apartate, estorbo- le dijo aquel tipo de más de dos metros, larga melena roja y bien vestido que fue directo hacia la ventanilla para hacer su pedido. Tras él pasaron otros dos tipos.

A aquel individuo no le importó que las demás personas estuvieran allí esperando. Las hizo a un lado y exigió ser atendido pese a la negativa del dependiente a quien su supervisor regañó por no prestar servicio al recién llegado, que parecía ser una persona muy importante.

-Que hombre más desagradable- murmuró Rouse viendo aquel tipo con bastante desaprobación- ¿Estás bien?- le preguntó a Frost que se puso de pie diciendo que no había de que preocuparse.

Cuando aquel sujeto pasó de regreso, la muchacha quiso reclamarle su actitud, sin embargo, Frost no se lo permitió sujetándole la mano que ella había levantado para ganarse la atención del hombre y cruzandosele en frente para que no dijera nada.

-Sera mejor que te olvides de él- le dijo en voz baja y viendo, al tipo, de soslayo- Lo único que vas a obtener molestando a ese individuo es un montón de problemas- le advirtió.

-Que sea un tipo rico e importante no le da derecho a tratar así a las personas- le respondió Rouse.

-El que sea rico lo hace importante y el ser importante le permite actuar así- le dijo Frost- El dinero y la fama son poder.  Quienes los poseen pueden hacer lo que quieran. No importa si está bien o está mal. La riqueza es el único y verdadero poder que existe- añadió duramente.

Esas palabras sonaron oscuras y un poco resentidas. Sumergieron a Frost en una actitud resignada que mantuvo durante todo el camino de regreso a casa.  Aunque la comida y la bebida parecieran animarlo un poquito o eso creyó Rouse al verlo comer mientras volvían a su hogar. Él se ofreció a llevar las bolsas, así que usó la cola para sostener el vaso con jugo lo que le dió un aspecto un tanto tierno y cómico que sacó una sonrisa a la chica.
Era bastante tarde y no había nadie en las calles, también hacía bastante frío. A Frost el clima no le era desagradable, pero a la muchacha le estaba provocando un ligero temblor involuntario que se manifestaba en el movimiento de sus manos que apretaban un paquete de patatas fritas, con mucha salsa, del que iba tomando, una a la vez, con su boca como si estuviera jugando.

-No fue una mala noche- comentó Rouse y él solo la miró- Mañana prepararé unos deliciosos panqueques con salsa de esta fruta azul que nunca recuerdo cómo se llama. Te gustará. Es ácida y dulce a la vez.

-En realidad prefiero las cosas saladas.

-¿En serio?- le preguntó Rouse un poco decepcionada- Hmm qué tal unas tostadas con huevo y esta especie de tocino extraño que no estoy segura que sea tocino, pero sabe tocino.

-Eso es carne de un animal insectoide de un planeta cercano.

-¿Dices que he estado comiendo carne de insecto todo este tiempo?

-En teoría los insectos no tienen carne- le señaló Frost y no estuvo seguro de por qué, pero verla hacer una cara de asco le resultó muy cómico.

-¡Wacala!- exclamó Rouse.

-No llevas mucho tiempo en este planeta ¿verdad?

-No. Mi planeta natal ni siquiera está de este lado del universo- le confesó Rouse.

-Eso explica porque no me reconoces ni te sonó familiar mi nombre- pensó Frost.

-Oye Frost...¿puedo saber a qué te refieres con eso de que el dinero es el único poder que existe?

Estaban a muy pocos metros de la casa de la muchacha, pero aquella pregunta los obligó a detenerse. Frost había vaciado su vaso de refresco y lo apretó entre sus dedos comprimiéndolo tanto que lo convirtió en una bolita tan pequeña que tuvo que sostenerla con la punta de los dedos.

-El dinero es poder- reafirmo viendo hacia los altos y luminosos edificios que estaban más allá de la periferia- No importa si tienes habilidades extraordinarias o un talento único que nadie más posee. Lo único que realmente importa en este mundo y en todos los demás es cuánto dinero tienes. Ese es el verdadero poder de los mortales, todo lo demás corresponde a dioses y no somos dioses- añadió viendo al cielo nocturno sobre su cabeza hacia donde arrojó la bolita para después retomar su camino.

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