Maternidad

Miro a mi bebé con amor y tristeza. Amor porque es lo que provoca en todo mi ser. Nunca amé tanto a nadie. Tristeza porqué ya he agotado mi baja de maternidad y mis vacaciones.

Ahora debo llevar a mi hija de cinco meses con unos extraños para retomar mi trabajo, el cual con gusto dejaría por atender a mi retoño, pero debo ganar dinero de alguna forma, el cual en gran parte se irá con la puñetera guardería. Esto me frustra. Si no trabajo, no tengo con qué mantenerme. Si tomo la opción de media jornada, es insuficiente, porqué la mitad de mi sueldo se va en el parvulario. Y si trabajo todo el día, gano más pero apenas veo a María.

Es un pez que se muerde la cola. Mientras nuestro sistema social sea tan injusto con la madres (hablo de España), no saldremos de esta rueda.

Miro al otro lado de la habitación a mi gata. Tuvo a sus cachorros cuando mi niña cumplió los dos meses. Sus tres pequeños están enganchados a ella, alguno mamando, otro ya dormido pero sin soltarse. La recogí de la calle por pena hace un tiempo atrás y resultó estar preñada. Eso me dió una alegría a pesar de ser una faena. Me sentí acompañada por alguien que compartía la misma experiencia que yo. Sentir como un nuevo ser crece en tu interior y que compartes su creación con otra persona genera unos vínculos que van más allá del amor y la amistad.

Pero la envidio. Envidio a mi gata porque tiene todo el tiempo del mundo para ellos, porque su trabajo consiste en eso, criar a su prole sin restricciones.

¿Cuando perdimos ese derecho las mujeres?

Mis mayores me dicen que la culpa es nuestra, por perseguir nuestros sueños y querer hacer lo mismo que los hombres. Pero yo digo que no. En realidad, creo que las mujeres empezamos a perder este derecho con las primeras civilizaciones y, sobretodo, con el patriarcado, el cual limitó nuestras funciones. Y sigue haciéndolo, cada vez más.

Yo quise amamantar a mi pequeña. Me criticaron por eso. Ahora me sacaré leche cada día para que se la den, y volveré a ser criticada. Es mas, dudo que colaboren. Suerte del colecho, que me permite darle el pecho a mi tesoro por la noche sin perder yo mi sueño ni ella su alimento primordial, que le da lo que necesita de la forma más natural y adecuada. Así preparará bien sus defensas, dicen los médicos defensores de la leche materna, y tendrá los dientes fuertes, dicen las dulces viejas.

También sé que le daré el pecho tanto como pueda, recomiendan como mínimo un año, mejor dos, y que no cejaré en mi empeño, que no me rendiré ante la presión social que pretende desnaturalizarme de la maternidad, y que tampoco por ello dejaré de perseguir mis sueños. Quizás tarde más en conseguir algunos, pero es porque, ahora, estoy cumpliendo uno de ellos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top