3
Neji alineó el cuchillo en su muslo, respiró profundo una última vez y clavó la hoja en la carne. Gritó, pero siguió el trayecto del filo tratando de hacer el corte lo más limpio posible y acabar rápido. El dolor y su propia sangre en sus manos hicieron que la cabeza le diera vueltas, pero se tragó las ganas de vomitar y se concentró todo lo que pudo.
Su agarre se aflojó en el mango del cuchillo. Todo estaba borroso, la voz de su compañero llamándolo se escuchaba lejana y apenas entendía lo que decía. La cabeza le daba vueltas y era como si se tambaleara. No podía decir si se estaba moviendo de verdad o solo era el mareo.
Intentó concentrarse y cortó otro tramo, pero el dolor era demasiado. No quería, no tenía que quedar inconsciente. Podía sentir los brazos de Lee alrededor de sus hombros, y una superficie dura en su nuca. Más punzadas, más dolor.
Cuando dejó de sentir el movimiento del cuchillo y creyó que todo había terminado, suspiró de alivio. Sin embargo, un temblor le sacudió el cuerpo entero y jadeó de dolor ante las vibraciones que surgían de su muslo y de las horribles sensaciones que producía el contacto de los dientes del serrucho contra algún nervio. Fueron largos segundos donde luchó por la consciencia, hasta que se detuvo.
No sentía la pierna derecha, pero el muslo le dolía horrores. Los pequeños pinchazos en la zona indicaban que Rock Lee estaba terminando de hacer los puntos y de vendar el muñón.
Cuando su amigo apareció en su campo visual, llevó una mano a su rostro para limpiar las lágrimas que no había notado que derramó. Se inclinó hacia el contacto, importándole poco o nada que tuviera las manos llenas de sangre fresca. Necesitaba el calor de un cuerpo humano, un soporte que le diera la seguridad de que todo había terminado
—Ya acabó—susurró Lee, tratando de esbozar una sonrisa—. Está bien, tranquilo. Aquí estoy.
Aún jadeando por el dolor, Neji rio suavemente. La mano de su amigo acarició ahora su cabello, que había cortado en los primeros días, logrando con esas caricias que gran parte de la tensión de su cuerpo se disipara.
—Gracias—tenía la voz ronca. En contra de su voluntad, sus ojos se cerraron y cayó en un profundo sueño.
Luego de limpiar el lugar de trabajo y sus manos, Lee buscó un par de almohadas y una manta para su amigo en la habitación que había al final de un pequeño pasillo. La primera era para evitarle una contractura más tarde, y la segunda era más para tapar su mitad inferior que porque verdaderamente pensara que era necesaria. Si lo veía así, con ambas piernas (¿O pierna y media?) bajo una sábana, cualquiera podría decir que era un chico normal que estaba plácidamente dormido —dejando de lado la sangre que llenaba sus manos y su rostro—.
Tiró la pierna a la basura y luego se recostó en el gran sillón, mirando a la nada. Podía tratar de dormir, pero en caso de que ocurriera algo tanto Neji como él estarían desprotegidos.
Descansó varias horas, aprovechando el tiempo. Neji se despertó un par de veces, pero se volvió a dormir al instante, hasta la tercera vez, en la que Lee se acercó preocupado cuando trató de incorporarse con un quejido de dolor.
—No hagas movimientos bruscos, se puede reabrir la herida—le recordó, obligándolo a recostarse de nuevo ignorando sus quejas
—No nos podemos quedar en este lugar para siempre.
—Falta poco para el anochecer, así que de una u otra forma tenemos que dormir. Mañana vemos.
Neji miró con el ceño fruncido al muñón vendado, como culpándolo de todos sus males. Luego de un momento en el que estaba pensando con tanta fuerza que hasta podía ver los engranajes de su cerebro dando vueltas, suspiró cansado.
—¿Hay otro lugar más cómodo para dormir? Aprovechando que estamos en una casa... hace mucho que no dormimos en una cama de verdad.
Lee dudó un momento, pero después lo ayudó a caminar hasta la habitación. No fue fácil; los diez metros parecieron eternos y Neji aún estaba muy adolorido, por lo que, aunque Lee cargó con la mayoría de su peso, no fue fácil para ninguno de los dos. Cuando por fin estuvieron junto a la cama, luego varios tropezones y un par de caídas, Neji se dejó caer con un gemido de dolor, llevando una mano a su pierna.
—Vamos a quedarnos aquí hasta que al menos cierre la herida—al ver que su compañero iba a objetar, levantó una mano para callarlo—. No estás en condiciones de moverte, y si prestaste atención durante las clases de primeros auxilios, deberías recordar cuando dijeron que lo mejor es no moverse demasiado. Vas a empeorar y ya no podrás ni moverte, así que recuéstate y descansa hasta que al menos soportes una prótesis improvisada.
El otro iba a discutir, pero se arrepintió al ver el rostro decidido de Lee. No estaba en condiciones de pelear, y, por más que le costara admitirlo, tenía razón.
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