2
—No podemos dejarla.
—Es un peligro, Lee. Podemos contagiarnos también.
—Todavía no transmite.
—Pronto lo hará. No nos sirve mantenerla con vida si sabemos que tarde o temprano debemos matarla. Sería un desperdicio de agua y comida.
Los dos chicos discutían fuera de la camioneta. Sakura esperaba su decisión dentro, asustada. Estaba segura de que lo más probable era que la abandonarían a su suerte o la matarían antes de que se volviera una amenaza.
Si era honesta, ya empezaba a sentir los síntomas. También notaba determinadas partes de su piel cada vez más grises y verdosas. Tenía miedo de dormir y despertar como un zombie.
—¿Cuánto crees que le queda?—prestó especial atención a la respuesta a esa pregunta.
—No lo sé. Ya se nota en su piel, así que es cuestión de tiempo para que empiece a perder la conciencia. Días, máximo.
—Es inhumano que la dejemos sola cuando le queda tan poco tiempo.
Escuchó a Neji suspirar. La siguiente vez que habló, pareció decidido.
—Cuando empeore la voy a matar. No me importa lo que digas.
La puerta trasera se abrió, haciéndole dar un salto en el lugar. Lee se disculpó por haberla asustado, y le contó lo que ya había escuchado. Buscó a Neji con la mirada, pero él había subido al techo del vehículo y se quedó allí.
—Hoy nos toca dormir—le explicó el otro chico al notar como miraba confundida al techo—. Nos turnamos para quién hace la guardia y quién duerme; el que duerme maneja al día siguiente.
—Me parece lógico—Lee asintió un par de veces. Reclinó el asiento de copiloto y se acomodó, con un arma sobre el pecho. Antes de que se durmiera, hizo otra pregunta—. ¿Puedes dormir así? Digo... sabiendo que en cualquier momento pueden matarlos, ¿Aún puedes dormir?
—Por eso solemos parar en medio de la nada por las noches. Nos da más seguridad. Pero sí, puedo dormir tranquilo, confiando en que Neji nos cuidará de que no pase nada.
A la mañana siguiente, el chico bajó del techo con la primera luz del sol y despertó a su compañero, zarandeándolo suavemente y susurrando un par de palabras inentendibles en su oído. Sakura ya llevaba un rato despierta, así que solo recibió una rápida ojeada de parte de Neji.
—¿Cómo te sientes?—preguntó él, mientras organizaba un par de cosas antes de partir—. ¿Aún me entiendes?
Asintió una vez para tranquilizarlo. Miró sus manos, más verdosas que ayer, y al mirarse en el espejo retrovisor notó que sus ojos estaban hundidos en las cuencas violáceas, la piel de su rostro estaba cetrina, y se encontraba notablemente más demacrada que la última vez que se vio. Las quemaduras habían empezado a cicatrizar, y se le levantaban pedazos de piel muerta. Sus labios estaban secos y quebradizos, de un color anormal.
Neji seguía con lo suyo, mirándola con desconfianza cada tanto. Lee se desperezó y los saludó a ambos luego de un momento, restregándose los ojos para terminar de despertarse.
—Buen día—los otros dos simplemente respondieron con un murmullo. Después de beber un trago de agua, Lee ocupó el asiento de conductor y esperó a que Neji estuviera en el de copiloto para arrancar.
Hubo silencio, y solo se escuchaba el ruido del motor. Sakura agradeció la comida y el agua que le alcanzó Neji luego de un par de horas, pero no hubo mucha interacción después. Los chicos hablaban sobre cosas referentes al combustible, la comida y esas cosas, pero mayormente estaban callados. Se preguntó cuánto tiempo habían pasado en esa camioneta, sin ninguna compañía más que el otro, como para poder hablarse sin necesidad de usar palabras. Porque sí, estaba segura de que los otros dos debían estar hablando por telepatía.
Vieron a lo lejos una construcción. Era una estación de servicio. Frenaron en la entrada y miraron durante unos segundos hacia adentro, para asegurarse que no había movimiento en el interior.
—Voy a bajar—dijo Neji, con un rifle y un bolso a la espalda, un revólver en una mano y el picaporte en la otra—. Veré si hay combustible, sobre todo.
Ninguno se negó al plan. Cuando se bajó del vehículo, Lee lo acomodó de forma que hicieran más rápida la huida, de ser necesario.
Había varios tanques de gasolina. Neji llenó cuatro y los dejó en la caja de la camioneta, tapándolos con la lona para protegerlos del calor. Fue por otros tres antes de acercarse siquiera al negocio que había en la parte de atrás.
Caminó precavido, mirando a todos lados antes de dar otro paso. Se le pusieron los pelos de punta a medida que se acercaba, sin bajar el arma en ningún momento.
Empujó la puerta de vidrio y se adentró al lugar con cautela. Todo estaba extrañamente silencioso, quieto. Miró detrás de cada góndola, revisó dentro de los baños y de la puerta que decía SOLO PERSONAL AUTORIZADO, pero solo encontró cuerdas, extintores y escaleras. No había nadie, ni humano, ni zombie.
Se permitió bajar el arma y llenar el bolso con cualquier cosa comestible que encontrara. Usó gran parte de la capacidad solo en botellas de agua de distintos tamaños y la otra parte en galletas y pan de molde. No se arriesgó a las ensaladas y fiambres que refrigeraban, por miedo de encontrar algo en mal estado. También robó un par de las sogas, por si acaso.
Buscó municiones o cualquier tipo de armas, pero no había nada. Con el bolso lleno de suministros al hombro, tras echar una última ojeada al lugar, se encaminó nuevamente con sus compañeros.
Encontró a Lee mirando al asiento trasero con rostro asustado. No tardó en ver porqué.
Sakura estaba peor que cuando los había dejado. ¿Tanto podía empeorar un infectado en poco menos de media hora? La chica tenía la piel de un verde grisáceo enfermizo y los ojos desenfocados. Cuando entró, le mostró dos hileras de dientes podridos y amarillos e hizo un ruido similar a un gemido lastimero.
Su compañero tenía un arma cargada en la mano, listo para disparar en cualquier momento.
—Saquémosla del auto—dijo Lee, serio—. Con cuidado, voy a atarla.
—Déjame eso a mí—lo interrumpió—. Si me ataca, dispara.
Abrió la puerta del asiento trasero, tratando de respirar lo menos posible, a pesar del pañuelo que le cubría la nariz y la boca. Le ató las manos y pies con cautela, sin encontrar resistencia de parte de Sakura. Al sacarla del vehículo sin mucha delicadeza, tampoco hubo oposición.
Cuando la estaba arrastrando hacia una zona alejada de la camioneta, Sakura soltó otro gemido lastimero y giró la cabeza hacia atrás, poniendo sus ojos sobre él. Tenía la boca entreabierta, de la que goteaba un líquido verdoso que le erizó los pelos de la nuca.
La sostuvo contra el cemento caliente poniendo un pie en su espalda. Sacó el arma, dispuesto a acabar con su vida.
En el mismo instante que presionó el gatillo, escuchó ruidos similares a ladridos, pasos ligeros y rápidos sobre el cemento y a Lee gritándole.
Se giró y el perro ya estaba a diez metros. Retrocedió al tiempo que disparaba, fallando por poco. Esquivó al animal, evitando que sus dientes infectados se clavaran en su cuello, pero el perro cambió de dirección a una velocidad de vértigo, y antes de que pudiera levantar de nuevo el arma, gritó de dolor.
Lee disparó varias veces a la cabeza del canino. Cuando cayó inerte a un lado de Neji, se acercó corriendo a su compañero.
Su pierna tenía muy mal aspecto. Una especie de moco cubría gran parte de la carne, y estaba enrojecida e inflamada alrededor. Parecía bastante profunda y la pantorrilla entera estaba cubierta de sangre. Neji estaba más pálido que de costumbre, respirando rápidamente por la boca, al borde de un ataque de pánico. Sus ojos grises hicieron contacto con los suyos, pidiendo ayuda a gritos.
Respiró profundo, tratando de ser quien pensara con la cabeza fría en ese momento.
—Espera un segundo.
Corrió hacia la camioneta y trajo un botiquín. Con dedos torpes hizo todo lo posible por desinfectar el exterior (aunque de poco servía en estos casos) y presionó con gasas para detener el sangrado, escuchando a su compañero sisear de dolor. Vendó toda la zona de la herida, ajustando lo suficiente para seguir deteniendo la hemorragia.
—Cortemosla—levantó la vista hacia su compañero, que lo miraba trabajar. Ya parecía más calmado, pero dudó de que estuviera del todo en sus cabales—. Veamos si en el pueblo más cercano hay un hospital, y si no conseguimos varios cuchillos, vendas y un serrucho.
—¿Estás seguro?—Lee vaciló un momento, poniendo una cinta para asegurar el extremo de la venda—. Dudo que consigamos anestesia, así que va a doler...
—Eso es lo que menos me importa—lo interrumpió—. Vamos, no queda tiempo. Ayúdame a levantarme.
Hizo lo que le pidió, escuchando el gruñido de dolor y la maldición que soltó después. Se pasó el brazo derecho de Neji por los hombros y agarró su cintura, cargando con casi todo el peso que iría a su pierna herida.
Lento pero seguro, ayudó a su compañero a caminar hasta la camioneta y a sentarse en el asiento de copiloto. Cuando estuvo seguro de que estaba bien, tomó su lugar al volante. Ni siquiera miró los dos cadáveres que yacían en el cemento antes de arrancar.
Pasaron al menos dos horas hasta que llegaron a un pequeño pueblo que parecía abandonado. Revisaron varias casas, hasta encontrar una que tenía una gran variedad de cuchillos para carne y un serrucho bastante afilado en un pequeño taller. Lee ayudó a su compañero a recostarse sobre la mesa del comedor, sin nada de ropa en la parte inferior salvo sus calzoncillos. Trajo varias vendas extra, desinfectante, hijo de coser y aguja que había encontrado en la casa, los cuchillos previamente afilados y el serrucho.
—A medida que corto el músculo deber ir cerrando las arterias y venas para detener el sangrado. Cuando termine corta el hueso. No te detengas aunque grite de dolor o me desmaye.
Neji murmuró nervioso otras cosas, hasta que su amigo le puso una mano en el hombro tranquilizadoramente y le sonrió.
—Respira—obedeció, inhalando y exhalando lentamente. Sirvió para aliviar la tensión de sus músculos, pero la ansiedad seguía igual de presente.
—Bien. Vamos.
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