4. Pegarse a la espalda de la gente

Había una chica a la que le gustaba pegarse a la espalda de la gente. No sabía por qué lo hacía, pero lo hacía. Cuando caminaba por la calle y alguien andaba delante de ella, solía colocarse justo detrás de esa persona, manteniendo poca distancia de ella, e imitando sus pasos e incluso a veces sus gestos. Claro que esto no lo hacía con todo el mundo con el que se cruzaba, pero sí con muchos. Nadie la descubría, se le daba bien. Hasta que un día la pillaron.

-¿Por qué te pegas a mí?

La chica no supo cómo reaccionar. Se quedó plantada con cara de póquer, dio la vuelta y agarró otro camino hacia donde se dirigía. Pero el suceso fue suficiente para que se percatara de algo.

Al día siguiente volvió a las andadas. Caminando por la calle más concurrida de la ciudad, se pegó a todas las personas que pudo. Le puso más empeño que en otras ocasiones, pues quería comprobar lo que le había parecido percibir el día anterior. Para ello necesitaba que la pillaran de nuevo. Intuía que no podía provocarlo ella, por ejemplo, tropezando con la persona a la que se pegaba. Ésta tenía que sentirla a sus espaldas y girarse. Comenzaba a creer que tenía superpoderes.

Finalmente, una mujer de unos treinta años se dio cuenta del peculiar acoso y se giró.

-¿Qué haces? -le dijo.

La chica se volvió a quedar plantada, pero esta vez preparada para percibir y vislumbrar. Observó intensamente a la mujer a los ojos. La información voló hacia ella. Segura de sus palabras, le dijo:

-Tu amiga te va a dar plantón otra vez, no vale la pena que sigas -la mujer mostró una gran sorpresa y respondió:

-¿Cómo lo sabes?

Pero la chica ya se había dado la vuelta y marchado en busca de más víctimas de sus poderes mentales.


El hombre se giró y le dijo:

-¿Me estás siguiendo? ¿Qué quieres?

-Si vas a casa ahora mismo conocerás al instructor de tenis de tu mujer.

Unos minutos después, una anciana le increpaba:

-Muchacha, ¿qué haces? Te vas a tropezar conmigo.

-Tu nieto todavía no ha abierto el regalo que le hiciste, lo comprobarás cuando llegues.

Incluso se atrevió con un grupo de chicas adolescentes:

-¿Qué haces, niñata? -le dijo una.

-No os va a gustar la película a ninguna -se quedó pensativa unos segundos-. Bueno, a ti un poco, porque te recordará a los veranos en el pueblo de tu tía -añadió dirigiéndose a una en concreto.

A la chica le parecía divertido adivinar el futuro inmediato de la gente y advertirle sobre ello. Incluso cada vez era más capaz de provocar "ser pillada" por la persona a la que se pegaba, sin tener que tropezar con ella. Y lo hacía cerrando el espacio entre ella y sus "víctimas" hasta casi tocarlas. A estas alturas no le cabía ninguna duda de que atinaba con sus predicciones: las imágenes acudían nítidas a su mente desde ningún lugar en concreto, y las caras de asombro le confirmaban su veracidad.

Volvía a casa, dando por concluida su jornada de acoso, cuando vio a un chico caminando solo. "Venga, la última persona por hoy". Se acercó a él y voilà, a los diez segundos consiguió que el chico se apercibiera de su moscardona presencia.

-¿Quién eres, qué quieres?

Pero cuando la chica le miró a los ojos, se quedó petrificada. Esta vez no por inexperiencia, no por no saber qué hacer, sino por lo que contempló. Las palabras se le atragantaron y dio media vuelta.


A los dos minutos de caminar hacia su casa, la chica se paró en seco. "No, tengo que evitar que ocurra". Volviendo sobre sus pasos a toda prisa, consiguió dar de nuevo con el chico y le dio dos toques en el hombro.

-No hagas lo que vas a hacer.

El chico mostró una enorme sorpresa.

-¿Cómo sabes lo que voy a hacer? No te conozco.

-Eso no importa, sólo que veo lo que vas a hacer y no me gusta. Hay otras formas.

-¿Te envía ella?

-No.

El asombro que la revelación causó en él lo mantuvo, al menos, clavado al suelo. Lo cual en sí era un progreso. Ella sintió que debía seguir hablando.

-Hay más mujeres en el mundo, encontrarás a alguien mejor.

-¿Alguien como tú?

-¡No! -enseguida se dio cuenta de que había sido demasiado contundente con su negativa, especialmente delante de un suicida-. Quiero decir, quizás.

-¿Quieres salir conmigo?

-¡No! -otra vez respondió de manera espontánea y hubo de rectificar-. O sea, no nos conocemos.

-Y tú misma has dicho que eso no importa.

-¿Cómo me he metido en este lío?

-O sales conmigo o me suicido.

-Lo ibas a hacer igualmente.

-Hasta que has aparecido tú. Si no sales conmigo retomaré el plan.

-Es que no quiero salir con un suicida.

-¿Quieres tener esta muerte sobre tu conciencia?

-Mira, yo no tengo la culpa de que te vayas a suicidar. Sólo he visto que lo ibas a hacer y te he pedido que no lo hicieras, y ahora tú me estás haciendo chantaje emocional.

-Que está funcionando. Venga, sólo te pido que te tomes un café conmigo. O me mato.


Tras terminar el café, el chico dijo:

-Pues me has caído bien, de verdad quiero que seamos pareja.

-Y dale, que no.

El chico se levantó y se marchó a gran velocidad. La chica salió corriendo tras él y se pegó a sus espaldas; él se giró y ella pudo ver en sus ojos que volvía a tener intenciones reales de terminar con su vida.

-No lo hagas.

-Pues ten sexo conmigo esta noche. O mejor ahora mismo, vamos a mi casa.

Se quedó plantada pensando durante varios segundos.

-Bueno, ya está bien. Si quieres matarte, mátate. Deja de pasarme la responsabilidad de tus decisiones. No voy a acostarme contigo para que no te suicides. De hecho, casi me alegraría si lo hicieras. Ahora entiendo por qué te ha dejado tu novia.

Ambos se separaron bruscamente y reemprendieron sus respectivos caminos.


A los dos minutos, dado que la chica tenía un corazón, se detuvo en seco. "Vas a cargar con esa muerte toda tu vida, has visto que de verdad va a matarse y está en tu mano evitarlo". Se apresuró a deshacer su camino de nuevo y encontró al chico.

-No te mates.

-Ven a mi casa.

-No. Lo máximo que puedo ofrecerte es ser tu amiga, y te aseguro que tener un amigo suicida no es lo que más me apetece ahora mismo. A mí también me han dejado alguna vez, podemos compartir experiencias -tras unos segundos añadió-: Así pues, amistad y nada más que amistad. ¿Lo tomas o lo dejas?

El chico se dio la vuelta y salió corriendo hacia la calzada, por la que circulaba un tráfico abundante. Estampó su cara contra un autobús en movimiento y rebotó hacia atrás, rodando por los suelos, hasta terminar de nuevo donde la chica observaba, atónita, la escena. Allí, a sus pies, con la nariz rota chorreando sangre y un hilo de voz lastimero, el chico dijo:

-Lo tomo, lo tomo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top