17. Terminar la tesis doctoral

Estoy desesperada. Me quedan menos de tres meses para depositar mi tesis de doctorado, y aún no he conseguido darle la forma definitiva, con sentido, con coherencia, integrando todos mis estudios. No veo la manera de relacionarlos, son muy diferentes entre sí, y se me escapa la conexión que puede haber entre ellos. Dios mío, he estado cerca de un ataque de pánico varias veces en el último mes, lo he notado, estoy segura. Mi novio hace lo posible por tranquilizarme y animarme, aprecio mucho sus esfuerzos.

—Cariño, necesito que me digas cómo conectar mis artículos, no que me des ánimos —le digo a veces, pasándome de borde. Después siempre le pido que me perdone, y él lo hace porque es consciente de la situación que atravieso y la ansiedad que me produce. Me apoya moralmente y lo valoro. Me ayuda a relajarme, y, contrariamente a lo que me esperaba, disfruto mucho del sexo con él ahora. Pensaba que no podría, sintiéndome tan estresada, pero resulta que me hace olvidar por unos momentos la pregunta que me atormenta: ¿Cuál es el nexo de unión entre mis artículos? Noto que mi mente se relaja, mis conexiones neuronales son libres, y vuelvo a ser una persona que siente, en el aquí y en el ahora. Una experiencia mindfulness, donde comienzan y terminan todos los caminos.

Todo esto que me hace sentir el sexo está muy bien, pero todavía necesito una respuesta.

Mi directora de tesis tampoco me ofrece orientaciones claras. A veces pienso que ella está más perdida que yo. Consulto con mis compañeros de doctorado, y cuando les explico mi tesis entera ponen la misma cara que si les hablara en un dialecto extinguido de suajili. La respuesta tiene que nacer de mí, lo sé. Incluso la intuición me dice que, en alguna capa profunda de mi cerebro, se encuentra la respuesta, ya elaborada, pero he de cavar tan hondo que es como si tratara de recordar mis sensaciones en el útero materno.

Este último fin de semana me he sentido tan agobiada por la gran pregunta, que no soy capaz de volver al despacho el lunes. He tomado una decisión: voy a dedicarme a pasear y reflexionar durante todo el día. Dicen que los paseos ayudan a cavilar. Se lo comunico a mi directora y no tiene problema.

Paseo por toda la ciudad, por las calles, por los centros comerciales, por las plazas, por el puerto, por las avenidas, por las tiendas, por todas partes. Me pido comida para llevar en The Good Burger y me la llevo a mi parque favorito, donde la disfruto mientras observo los patos dando vueltas en círculo por el estanque, sin sentido ni propósito, una y otra vez. Es triste constatar que tengo mucho en común con esos condenados patos; si bien ellos parecen felices. Después de comer me tumbo sobre el césped y cierro los ojos. Me siento exhausta de la caminata matinal. Por supuesto, me quedo dormida. Pero doy gracias a Dios por ello (o al ente divino equivalente responsable), pues ha sido la mejor siesta que he tenido en mi vida. En realidad más que soñar he recordado, de manera distorsionada eso sí, una vez en que me reí mucho, cuando mi novio me contó cómo tomó la decisión de estudiar ingeniería industrial durante un episodio de estreñimiento agudo. Me despierto.

Por fin sé lo que tengo que hacer para responder a mi pregunta.


Estoy nerviosa ante algo que he hecho muchas veces antes; espero que eso no lo eche a perder. No le digo nada a mi novio, prefiero que actúe con naturalidad, la artificialidad ya la pongo yo. El asunto requiere poca preparación, únicamente dejo mi libretita de notas abierta por una página en blanco y un boli que funcione sobre mi mesilla de noche. Después de la cena mando señales claras a mi chico de lo que quiero. Le toco, le acaricio, le beso, en definitiva me muestro cariñosa. Él responde a mis insinuaciones con más caricias y le digo:

—Cariño, vamos a la cama.

Por suerte, mis nervios siguen sin afectar a mi sexo con él. Me resulta muy placentero, puede que incluso más que nunca, por la excitación extra de mi presentimiento acerca de lo que está a punto de suceder. No recuerdo haber tenido un orgasmo tan intenso desde hacía tiempo. Sin embargo, no puedo regodearme demasiado en las sensaciones. Ahora necesito mis pensamientos, aprovechando ese momento de experiencia mindfulness. Pienso en mi tesis en el momento álgido, mientras todos los músculos de mi cuerpo se contraen. Imprimo en mi conciencia una pregunta clara, con letras mayúsculas y fosforescentes: ¿CUÁL ES EL NEXO DE UNIÓN ENTRE MIS ARTÍCULOS?

Y la respuesta se abre camino, tímida al principio, pero imparable y luminosa como un amanecer después. Llena de esperanza, de promesas y de felicidad. Bruscamente, me aparto de mi chico y me lanzo sobre la libreta. Cojo el boli y apunto frenéticamente la idea. Es mía, y no se me va a escapar.

—Cariño, ¿qué haces?

Cuando termino de escribir, dejo la libreta y me abalanzo sobre él. Le cubro de besos y le digo, más feliz que unas castañuelas:

—Mi amor, acabo de terminar mi tesis. Y ha sido gracias a ti.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top