Deja de resistirte.
Nara
¿Qué es tenerlo todo?
Mi hermana y yo vivíamos en una casa de muchas habitaciones, teníamos la comida suficiente, estudiábamos en las mejores escuelas, vestíamos con la ropa de mejor marca. Pero estábamos lejos de tenerlo todo.
Mi madre murió cuando yo tenía catorce años, empezó a enfermar de pronto, y aunque trato de ocultar lo mal que se sentía, siempre se podía ver en su cara ojerosa y su piel reseca lo mal que se encontraba. En sus últimos días, se la paso mostrándome cosas para cuando ella no estuviera.
Me enseño hacer la mayoría de las comidas, las que ayudarían si algún día Reiko enfermaba, las que nos nutrirían más, las que le gustaban a papá.
"Es muy importante que lo hagas así para él"
No dejaba de recalcar esos detalles. También me mostro como colocarme una toalla sanitaria y un tampón, cosas que aún no necesitaba pero que las ocuparía algún día y debía de estar preparada, en cada lección me sentía más triste, pues aunque ella no lo dijera sabía que nos dejaría pronto, su mirada de melancolía mientras nos cepillaba el cabello la delataba.
Nos cantaba todas las noches antes de dormir y aunque la casa era enorme para que cada una tuviera su propia habitación siempre nos alentó a dormir juntas, a crear un vinculo y no dejaba de decirnos que solo nos teníamos la una a la otra.
"No sé si tendré tiempo de mostrarte más cosas, cada día estoy más débil, pero lo ultimo que quiero que aprendas, es a no dejar de luchar. Y Jamás, escúchalo bien. Jamás dejes de proteger a tu hermana"
A los pocos días murió.
Comencé desde ese día a hacerme cargo de la casa, que, aunque teníamos quien nos ayudara, la comida siempre la tenía que hacer yo. Llegaba de la escuela, ponía a Reiko a hacer sus deberes, mientras yo preparaba la comida conforme el menú que mi madre había dejado. Cuando nuestro padre llegaba a casa, la cena siempre estaba servida, nos hablaba poco mientras comíamos y después se iba a su oficina.
Así fue durante un tiempo, hasta que entendí el porque de las ultimas palabras de mi madre. Mi padre entro a nuestra habitación, me tomo de la muñeca sacándome de la cama y llevándome hasta su habitación, donde abuso de mi la primera vez, me resistí tanto como pude hasta que los golpes dado por ese monstruo me doblegaron. Esa misma noche me prometí que Reiko jamás pasaría por esto.
Cada cierto tiempo el hacia lo mismo. Los empleados de la casa si se habían dado cuenta de algo no decían nada, pues no podían decir nada, mi padre era alguien de mucho poder. Tuve que aprender a cubrir las marcas y fingir frente a Reiko que nada pasaba.
¿Cuánto tiempo tuvo que pasar madre así?
Ella jamás nos demostró nada malo, siempre trato de darnos una infancia feliz, su cara de terror al enterarse que enfermo cada vez tenía más explicación. Las veces que lloro durante el embarazo de Reiko al enterarse que era otra niña, incluso al enterarse que estaba embarazada. Es cruel saber que ella siempre tuvo miedo por nosotras y que sintió que no podía hacer mas que prepararnos para este monstruo.
Una de las noches más horribles de mi vida fue el día que Reiko hizo algo que le desagrado a padre, pero para evitar que ella resultara herida tuve que tomar el castigo por ella, esa noche termine en el hospital con cuatro costillas rotas.
"Deja de resistirte"
Lo dijo tantas veces hasta que creyó que había ganado.
Él creyó que por fin me había rendido, que ya no tendría que someterme más, ni amenazarme, que al fin tenia una nueva amante a la cual tener bajo su yugo.
Pero estaba muy equivocado, le prometí a mi madre que no me rendiría, y lo cumplí al pie de la letra.
Me tomo un poco de tiempo de hacerme un plan, pues aun era una niña, pero gracias a mi maestra de matemáticas pude tener algo de esperanza. Yo tenia prohibido decir cualquier cosa de casa en la escuela, si padre se enteraba de que abrí la boca, Reiko no me volvería a ver.
Pero la Señora Hwang no necesito que nadie le digiera que estaba pasando, ella pudo intuir que mi situación no era tranquila, pues no era como las demás niñas mimadas del colegio, yo no era social, no dejaba que otros compañeros me tocaran y mi cabello siempre lo llevaba suelto.
En las notas de mis cuadernos, cuando ella calificaba siempre me dejaba, ciertas frases.
"Luchar es silencio también es válido, pero a veces es bueno gritar"
Ella sabia que solo tenia a mi padre, pues el siempre asistía a las juntas, además de que era encargado de gran parte de las donaciones de la escuela, todo el mundo lo adoraba, todos menos la maestra, ella nunca lo vio con buenos ojos.
Poco tiempo después me entere que ella también paso por algo similar, pero en su caso fue su esposo y casi muere a manos de él, logro escapar quedándose con solo una cicatriz en el rostro por que "el amor de su vida" casi le saca un ojo con un cuchillo de cocina.
Como era de esperarse yo no contaba con celular propio, así que no tenía otra manera de comunicarme con ella, que no fuera a través de mis trabajos escolares. Fue mi cómplice en la discreción, entendía que no se podía hacer nada con la posición que ambas teníamos. Yo era una menor de edad y mi padre tenia a mi hermanita en sus manos.
—Tus pagos los harán en una cuenta a mi nombre, que solo tu manejaras —me anoto algunas claves que debía de aprenderme de memoria —es el último día que te ayudare así, mañana es la graduación, pero si haces todo lo que hablamos podremos contactarnos pronto.
—Mil gracias maestra, no sé qué decir.
—Me lo dirás cuando ya estén a salvo.
Me ayudo a conseguir un trabajo por fuera, empezaría ahorrar, para poder escaparme junto con Reiko a un lugar a salvo. Pero para esto debía hacer que mi padre confiara en mí, que me dejara mas libertad, demostrarle que yo no haría nada fuera de su agrado. Para esto tuve que ser la mejor mentirosa de todas.
Con repugnancia dejé de resistirme, empecé a fingir que me gustaba, era una hija ejemplar, sus amigos lo admiraban por tan buen trabajo. Poco a poco me dejo andar con mas libertad por las calles, ya no tenía a una persona vigilándome todo el tiempo. Como el trabajo era de editora de una editorial pequeña, podía trabajar desde casa sin necesidad de levantar sospechas.
Reiko tenía muy en claro las reglas que habíamos puesto, mi padre la fue dejando de tener el la mira, ella no llamaba la atención y yo seguía siendo tan complaciente como el deseaba.
Al cabo de un año ya había ahorrado lo suficiente para podernos ir, tenía dieciocho años cumplidos y se que en cuanto cumpliera la mayoría de edad aquí en corea, mi padre haría hasta lo imposible por retenernos, temía lo peor.
Pero mis planes se fueron abajo, tuvimos que improvisar...
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