Capítulo 3


 Era sábado por la noche y Alba se miraba disgustada al espejo.

-Vamos, estás hermosa –decía Lauren, su hermana.

-Claro que no, jamás me han quedado bien los vestidos y jamás lo harán.

-Vamos, Alba, hace meses que no sales a una fiesta, y poner como excusa tu vestido no va a servir. Además sabes que mamá no dejará que vaya sola, y menos sabiendo que Santiago estará allí.

-Pues yo tampoco te dejaría ir si supiera que tu novio sexualmente activo vaya a una fiesta con mi hija hormonalmente alborotada.

 Lauren entrecerró los ojos y frunció el ceño.

-Vas a acompañarme a la maldita fiesta de Irina –soltó entre dientes.

-Está bien –aceptó riendo ante su enojo-. Sólo quiero que sepas que el preservativo es el único método anticonceptivo que previene infecciones de transmisión sexual y embarazos. No quiero ser tía de nada hasta que al menos tenga 35 años.

 Lauren abrió la boca para decir algo, pero luego la cerró y soltó un pesado suspiro. Al menos su hermana había aceptado ir con ella a la fiesta.

***

 Se acomodó un poco su abrigo antes de entrar a la gran casa de Irina. Las únicas luces que había provenían de reflectores ubicados en distintas partes del lugar, la música estaba a un volumen increíblemente alto y los vasos plásticos con alcohol ya se encontraban en manos de los jóvenes que bailaban en el centro de la pista.

 Respiró hondo. El olor a humo proveniente de cigarrillos la invadió. Apenas había llegado y ya se quería ir.

-Iré a saludar a Irina, tú quédate aquí, o conoce a alguien, o haz algo...-Tan pronto como su hermana había puesto un pie en aquella casa, ya quería alejarse de ella.

 En ese momento, apareció Santiago, el chico guapo, rubio y con aires de grandeza barata que apenas él podía creérselo, fue hacia Lauren y rodeó su cintura con su brazo decorado con un reloj de oro que seguramente había comprado en uno de sus tantos viajes a Miami.

-Puedes venir con nosotros. Tengo unos amigos que...

-No es de su interés esa clase de cosas –le recordó Lauren.

-Pero también tengo unas amigas que...

-Ya lárguense –dijo en un tono un poco brusco. Y así fue como su hermana y su estúpido novio la dejaron en paz.

 Observó cómo el cuerpo de la menor se perdía entre la gente y sin nada que hacer se acercó a la barra de bebidas y pidió un vaso de agua. No tenía nada que hacer y quería llegar sobria para cuando tenga que regresar caminando a casa. Sabía que arrastrar a su hermana borracha varias calles no era un trabajo fácil, pues así terminaban la mayoría de las fiestas a las que asistían.

 Una hora después, seguía en el mismo lugar, con los asientos a sus lados completamente vacíos. Lauren bailaba con su novio y podía ver el cuerpo de Irina agitarse al compás de la música mientras intentaba conquistar a un muchacho. No muy alejado de ella, un joven hacía un esfuerzo enorme para no vomitar todo el vodka que había ingerido. Y Alba sólo miraba.

 Fue cuando escuchó aquella voz.

-¿Cómo pasamos de libros a una fiesta descontrolada y fantaseando con mujeres desnudas, Alba?

 Sorprendida, la chica giró la mirada en dirección a la voz de Jude, quien se sentó a su lado con una sonrisa en el rostro. Llevaba un vestido ceñido, un par de zapatos negros y tenía un cigarrillo encendido entre sus labios.

-Si estás fantaseando conmigo ahora mismo, podría enseñarte un poco –ofreció antes de apagar el cigarrillo en un cenicero cercano-. Pero por lo menos ten la educación de poder decirme hola –agregó divertida.

-Lo siento –sacudió la cabeza, sus mejillas se tornaron carmesí y un calor brotó de su interior-, hola.

 La rubia rio. A pesar de que los reflectores en la oscuridad de la sala no dejaban ver muy bien, pudo notar cómo las mejillas pálidas de Alba cambiaban de color.

-¿Qué haces aquí?

-Irina me invitó. Cierta vez fuimos compañeras de secundaria y somos alguna clase de amigas. Estoy acá sólo por el alcohol y las libreras bonitas.

 Asintió con la cabeza. Aún tenía calor y los reflectores no ayudaban.

-¿Acaso hay alguna otra librera aquí?

-Sólo tú –afirmó.

 Alba rio nerviosa y desvió la mirada. Sintió que una gota de sudor le caía por la frente. Necesitaba salir de allí.

-Lo siento, tengo que irme un momento –dijo mientras se alejaba de Jude.

 No quería dejarla sola, pero definitivamente necesitaba salir para tomar aire fresco. Se abrió paso entre la gente con cierta torpeza, pisando a diversas personas y viéndose obligada constantemente a pedir perdón.

 Cuando estuvo afuera respiró hondo y caminó hacia un banco algo lejano a la casa de Irina. Se sentó y se quitó el abrigo mientras miraba el cielo. Era una noche hermosa.

-Te ves hermosa a la luz de la luna.

 Giró lentamente su cabeza. La voz que había escuchado hacía meses en su librería y que volvió a escuchar esa noche la sobresaltó con aquel comentario. Su mirada se encontró con un par de ojos avellana en un rostro de hermosas facciones muy pálidas. La dueña del comentario le dedicó una pequeña sonrisa.

 Jude.

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