Capítulo 29
Entró a la librería y vio a la Luna y al Sol pintados en la pared. Ellos seguían allí. Se seguían viendo hermosos, tanto que no se notaba que la Luna se había perdido a sí misma y el Sol a una parte de él. Las apariencias engañan.
Alba pensó que no volvería a ver a Jude Foster luego de aquella noche en su departamento. La forma tan cruel en la que la había echado simbolizaba también echarla de su vida.
Y, aunque dolía, había comenzado a aceptar el hecho de que sus vidas iban en dos direcciones completamente opuestas.
Por supuesto, cruel como siempre, la vida planeaba un nuevo encuentro entre ambas almas.
***
Esa noche Alba lloró sobre los brazos de Lauren, algo que casi era una costumbre.
-Estoy cansada, Lauren –sollozó-. "¿Estás bien Jude?" –por su tono de voz era casi una burla-. Y luego nada, sólo yo sufriendo por ella.
-Tenías buenas intenciones, All, pero no hacías las preguntas correctas.
-¿Hay preguntas correctas?
-¿Cómo fuiste capaz de preguntarle a alguien con depresión si estaba bien? ¡Claramente no lo está! Sé que querías que ella te contara lo que le estaba pasando, pero Jude jamás habría admitido lo muy destruida que estaba frente a ti.
Lauren acarició sus brazos antes de proseguir. Sabía que aquello no sería fácil.
-Tal vez quería creer que te estaba ayudando de esa forma.
-Jamás noté nada, no entiendo cómo esto pasó.
-Alba, de haber estado un poco más atenta lo habrías notado a simple vista. Lamento decírtelo, pero llego a creer que tú solo esperabas mantener las esperanzas de un felices para siempre.
Aunque dolía dentro de su pecho, su hermana tenía razón.
-¿Qué crees que deba hacer?
-Búscala una vez más, y no esperes milagros. Si la amas inténtalo de nuevo.
***
Al tocar la puerta del departamento no esperó que Jude le abriera, pero estaba equivocada.
-Hola –saludó con una falsa sonrisa.
-¿Cómo sabías que...?
-Te vi entrar. Yo... estaba mirando por la terraza.
La morocha asintió sin que el hecho de que Jude mirase por la terraza le pareciera extraño y entró cuando ella comenzó a alejarse de la puerta.
-¿Qué haces aquí? –preguntó mientras se quitaba la chaqueta, dejando a la vista su camiseta blanca y las cicatrices y heridas de sus brazos.
-Quiero que hables conmigo de lo que quieras –contestó mientras se sentaba en el sillón.
-No quiero hablar.
-Necesitas hablar.
-Alba...
-No me voy a mover de aquí hasta que lo hagas, puedes negarte todo lo que quieras. No voy a dejarte, Jude.
La rubia simplemente se cruzó de brazos y se sentó en el sillón. Alba pensó que hablaría, pero cuando volteó ella estaba llorando.
-No puedo más –murmuró.
La librera no se resistió y la abrazó.
-Ya no se ni quién mierda soy.
-Jude...
-Hace unos días me miré al espejo y no hubo una sola cosa que me recordara quién había sido.
Alba no dijo nada. No era capaz de hacerlo.
-Mírame –suplicó.
Lo hizo, y tanto sus ojos como los de Jude estaban repletos de lágrimas.
-Si me miras a los ojos, ¿sabes quién soy?
Pero Alba no respondió.
***
Jude no dijo nada durante todas las horas en las que la morocha estuvo allí. Se había cerrado por completo. Aun así, Alba permaneció allí: estaba dispuesta a esperarla.
No pudo darse cuenta de que, antes de su llegada, Jude ya había tomado una dura decisión.
La morocha la esperó pacientemente mientras la chica tomaba una ducha, a la vez que hablaban de tonterías tras la puerta. La escuchó reír, y las esperanzas casi parecían haber regresado.
La mujer salió completamente desnuda, aun con algunas gotas resbalando por su piel. Se veía débil, pero sus ojos mostraban libertad.
-¿Algún motivo por el que decidieras salir desnuda? –interrogó con cierta diversión, sentada en la cama.
-Quiero tener sexo contigo, Alba.
Sus palabras eran tristes, pero parecía que tras las mismas estaba la estudiante de Letras sin pudor que suplicaba regresar.
-Tendré sexo contigo solo si prometes hablar conmigo después.
Y Jude dijo que lo haría, pero tras su espalda sus dedos se cruzaron.
***
Besó cada cicatriz y herida. Besó cada hueso sobresaliente. Besó las constelaciones que sus lunares formaban. Besó sus tatuajes. Jude jadeó bajo su cuerpo, pues se sentía tan débil ahora que ya no era la misma diosa del sexo de antes. Sus movimientos no eran como antes, y mucho menos sus miradas.
Una ráfaga de viento golpeó su cuerpo desnudo y la hizo despertar en medio de la noche. Buscó el calor de Jude con sus manos, pero ella ya no estaba a su lado. Tuvo un mal presentimiento.
Se envolvió en las sábanas que antes habían presenciado la pasión entre ambas mujeres y buscó en el baño, la cocina y cada habitación del departamento.
Jude no estaba allí.
Fue entonces cuando recordó la terraza. Se dirigió a ella aun entre las sábanas, y no estaba lista para ver el siguiente escenario. Jude estaba sentada al borde de la terraza con las piernas a la deriva y el abrigo de la morocha cubriéndola. Las miles de estrellas presenciaban el acto, pero ninguna hacía nada para ayudarla.
-¡Jude! –exclamó sin aliento mientras comenzaba a correr hacia ella.
Estaban a trece pisos del suelo, cualquier caída resultaba fatal.
-No te acerques –le advirtió con la voz rota.
Se detuvo en seco porque tuvo miedo de que Jude cometiera una locura, y su mirada destrozada bajo la luz de la luna lo aseguraba.
-¿Qué haces allí? –jadeó-. Baja, ven a dormir conmigo. No hagas esto –suplicó mientras sentía sus ojos llenarse de lágrimas.
-No quiero dormir más –le contestó tristemente-. Ya no quiero hacer nada más.
Sus palabras eran frías, crueles como la idea que recorría su cabeza sobre quitarse la vida.
-Jude, por favor. Piensa, yo...
-Ya lo sé, Alba. Lo pensé cuando mi abuela falleció, y lo pensé cuando Irina la siguió y luego mi tío. El olivo con solo tres ramas que te pedí que pintes eran ellos, una rama por cada uno. En muchas culturas ese árbol simboliza la paz, así como la que intentaba encontrar dentro de mi mente. Incluso compré uno –señaló con la cabeza la pequeña planta dentro de una maceta que decoraba la terraza-. Aun así no funcionó.
-¿Cuándo pasó todo eso?
-¿Acaso crees que la primera vez que fui a tu librería lloré por el libro? Eso solo fue una pobre excusa para llorar la muerte de mi abuela, ocurrida unas horas antes.
-¿Por qué no me lo dijiste? –ahora su voz parecía dolida.
-No quería ser la víctima de esta historia.
Las lágrimas comenzaron a resbalar por los ojos de la librera en cuanto dijo eso.
-Mi padre no murió por una enfermedad –habló con la mirada fija al suelo-. Se suicidó. Nunca entendí por qué lo hizo. Jamás se lo dije a nadie porque pensaba igual que tú, no quería ser la víctima de la historia.
-Lamento lo de tu padre, pero eso no me va a hacer cambiar de opinión.
El silencio invadió el ambiente y Alba volvió a mirar a Jude.
-Mira el cielo –habló la rubia-. Las estrellas se ven hermosas hoy, y también la luna... Y tú aquí, tuvimos sexo, y por primera vez en meses me siento realmente feliz –suspiró-...No podría haber elegido mejor noche.
La morocha se secó las lágrimas con las sábanas.
-Jude, si tú saltas yo... -intentó decir.
-¿Salto? –la estudiante-. Por favor, no hagas algo así. Bien sabes que si me dices eso no saltaré, pero no estaré viva por mí sino por ti.
-Puedes volver a ser feliz si te das la oportunidad –intentó persuadirla.
-Ya no merezco oportunidades.
Alba gruñó frustrada.
-Por favor, entiéndeme –suplicó la rubia-. He visto a muchas personas sufrir por mí, incluyéndome. No puedo vivir con esa carga. No puedo permitirme ver a los demás llorar por mí, o esperanzarse cuando yo perdí toda ilusión.
-Jude...
-Lo hago para que todos tengamos un descanso.
-Prometiste que hablarías conmigo luego de tener sexo. Prometiste que...
-Lo estoy haciendo ahora mismo, amor –se rio.
Era perturbadora la forma en la que se veía tan feliz en una situación tan triste.
-No me llames amor si vas a saltar. No lo hagas si vas a rendirte.
-Entonces no lo haré.
Jamás existieron en el mundo palabras más dolorosas.
Alba intentó acercarse nuevamente, pero Jude se dio cuenta y volteó la mirada rápidamente, fijando su vista bajo la luz de la luna y las estrellas. La librera se detuvo pensando que ella saltaría si avanzaba más.
-Luego de sacarte de mi departamento el día de nuestro reencuentro estuve mirándome al espejo del baño mientras buscaba a la chica que había sido antes, pues tú ya no me mirabas igual. Me mirabas como si fuese una persona desconocida. Fue ahí cuando descubrí que me había perdido.
Y aunque era el momento en el que la librera esperaba que la rubia saltara, ella solo siguió hablando, como queriendo aumentar la tortura.
-Oscar Wilde dijo que a veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
Jude explicaba todo con suavidad, deseando que ella entendiera. La estaba escuchando, sí, pero gran parte de sí misma solo podía pensar en la peligrosa situación en la que se encontraban.
No quería que su historia acabase tan de repente, allí, en una terraza.
-Es tiempo de concentrar mi vida en este instante y acabar con ella.
Y Alba cerró los ojos.
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