Capítulo 27

Jude estaba vestida con un beanie, una chaqueta abrochada hasta el cuello, un pantalón y zapatos, todo de color negro. También estaba usando gafas de sol.

La ropa ya no se le veía igual. Ella ya no se veía como ella.

A simple vista Alba pudo notar su piel pálida, pero en un tono casi enfermizo, sus mejillas hundidas y su extrema pérdida de peso.

La chaqueta ya no se ajustaba perfectamente a su cuerpo, sino que bailaba con este. Sus pantalones ya no sostenían a su figura, y la morocha estaba casi segura de que se había visto obligada a usar cinturón para que no se le cayeran. Los zapatos ahora parecían una incomodidad para su caminar. El beanie estaba mal colocado, y Alba estaba convencida de que las gafas eran solo un terrible intento de ocultar algo. Su postura no era erguida, y su mirada parecía haberse convertida en la mejor amiga del suelo.

No había seguridad en ella cuando se paró a un lado del atril, y no miró a nadie cuando comenzó a hablar.

-Buenas noches –saludó.

Ya no hablaba con un tono firme; ahora su voz era un pequeño, roto y frágil susurro que el viento podría llevarse cuando quisiera.

El estómago de Alba se cerró y sintió terribles ganas de llorar.

-Gracias por venir a la exposición. Estoy muy agradecida por...

Pero la morocha no escuchó sus palabras, pues estaba demasiado concentrada en sus manos temblorosas, sus labios secos, sus mejillas sin color y la visible caja de cigarrillos en el bolsillo de su chaqueta.

No había estado lista para algo así. Cuando había decidido ir a la exposición pensó que encontraría a la misma Jude de siempre. Pensó que estaría besándose con alguna chica en los baños y que le ofrecería un trío al que se negaría.

-Tal vez se pregunten qué hay detrás de esta manta –la librera volvió a prestar atención, y con los ojos vidriosos la vio señalar la obra a su derecha-. Un día la Luna se dio cuenta de que necesitaba más ejemplares de los libros de su escritor favorito, entonces fue a la librería más cercana que encontró. Fue allí donde conoció a Sol. Al principio pensó que era lindo, pero jamás creyó que algo sucedería entre ellos. Pero la Luna se equivocaba, por supuesto, porque la vida se diseñó para demostrarnos que estamos equivocados la mayor parte del tiempo. Ella lo invitó a cenar, y descubrió que él era increíble. Después de aquel encuentro, el satélite estuvo esperando para verlo durante meses, pero tenía tanto miedo a decepcionarse que no volvió a verlo hasta la fiesta de una de las nubes que tenía como amiga. Luego volvió a sentir miedo, pues jamás había pensado que alguien era lo suficientemente increíble para ella, así que temió estar cambiando, No sabía cómo explicarlo, pero una de las cosas que más amaba en esos tiempos era a sí misma, y la idea de perderse era torturante.

Hizo silencio unos momentos, y Alba pudo apreciar las pequeñas lágrimas que descendían por sus blancas mejillas. La gente no entendía por qué lloraba.

La morocha sí.

Sabía que el Sol era ella y la Luna era Jude.

-Terminó rindiéndose ante el amor, y juro que fue la mejor decisión que pudo haber tomado en su vida –y la diminuta sonrisa melancólica que apareció en su rostro fue como un pequeño recordatorio de lo que había sido-. Él aceptaba sus locuras e intentaba entenderlas. Él amaba su poco romanticismo y sus extrañas ideas. Él ignoraba su desorden y lo que había sido en el pasado... Y a cambio ella lo amaba como jamás había imaginado hacerlo. Lo amaba como solo una Luna puede amar a un Sol.

Ella volvió a detenerse, y Alba nunca supo si fue porque estaba ocupada recordando su pequeña historia de amor o porque el nudo en su garganta era muy difícil de disolver.

-Habrían sido felices de no ser por la muerte de una estrella muy querida por la Luna. Ella pensó que si le contaba sus dolores él creería que no era un buen apoyo cuando en realidad era lo único que tenía. Se lo guardó todo, pero terminó hiriéndose a sí misma.

Pero a Alba no le habría importado ayudarla. Ya estaba hecha trizas de todos modos.

-Cuando supo que su querida estrella iba a morir, la Luna se dio cuenta de que lo suyo con el Sol acabaría pronto. Supo que se convertiría en un ser demasiado afectado por la muerte como para seguir fingiendo que era feliz. También supo que tenía que marcharse si no quería romperlo tanto como a sí.

Quería gritarle que escucharía su dolor, que la besaría allí, frente a todos.

Pero se mantuvo en su sitio porque el dolor en su pecho la había paralizado.

-Sé que ha sido una explicación larga, pero necesitaba dárselas para que entendieran el significado de esta pintura, aunque yo no la haya hecho.

Y le hablaba al público como si realmente deseara que entendieran aquello.

-Desde pequeños buscamos el amor, y muy pocos verdaderamente lo encontramos.

Se sorbió la nariz y miró al público por primera vez. Y fue cuando se dio cuenta de que Alba estaba allí, llorando entre los espectadores.

A pesar de las gafas oscuras, Alba sintió que un par de ojos avellana se fijaban en ella.

-Esta exposición se trata sobre mujeres corrompidas por la sociedad, y aunque ustedes no se den cuenta, detrás de este cuadro hay dos mujeres en esa situación. Espero que todos aquí encuentren el amor, y que su historia tenga un buen final. Confío en que el Sol sepa perdonar a la Luna, pues lo único que quería hacer era salvarlo de sí misma.

Con un lento y torpe movimiento, las manos de Jude tomaron la manta para revelar lo que había debajo de esta.

-Les presento el cuadro principal de esta exposición –la tela cayó lentamente, al igual que las lágrimas de ambas-. Con ustedes: el Eclipse.

***

Era bastante tarde, así que muchos ya se habían marchado. Pero ella seguía allí, y Jude también.

Reunió el valor suficiente para mirar su propio cuadro. Era la misma pintura que decoraba el mural de la librería.

-Hola, Alba –se sobresaltó al escuchar su voz y se llevó la mano al pecho. Seguía siendo tan sigilosa como antes, pero la voz se le había distorsionado por su profunda tristeza.

-¿Cómo has estado? –fue lo primero que pudo preguntar.

-Estoy bien.

Alba no sabía hasta ese momento que "bien" siempre ha sido un sinónimo de estar destrozado.

-Jude... -intentó sujetar su brazo para sentirla no tan lejana, pero la rubia se hizo a un lado con una clara mueca de dolor.

-¿Sigues haciéndolo?

Pero no necesitó palabras para conocer la respuesta.

La estudiante tomó una gran bocanada de aire.

-Yo no me cortaba, no me corto, por el mundo. Sí, muchas injusticias suceden, pero yo no me hacía daño por eso. No odiaba al mundo, sino a mí. Yo era el mundo, Alba.

-Jude...

-Cuando Harry abusó de mí no me herí porque lo odiaba, sino porque antes había permitido que muchos otros lo hicieran. Me herí porque fui una idiota mucho tiempo, porque todo lo que yo odiaba del mundo estaba en mí.

Alba sólo pudo mirarla fijamente.

-Lo sabías –intuyó la rubia-. Sabías que me odiaba.

Su pecho se apretujó.

-Esperaba que no fuera cierto.

Pero lo fue.

-Escuché lo que dijiste sobre la pintura –habría deseado no cambiar de tema tan repentinamente, pero dolía pensar en las cosas que podría haber hecho por ella-. Y te perdoné hace bastante tiempo, Jude.

Ella solo asintió.

-El discurso fue increíble –agregó con la esperanza de que dijera algo-. El significado que le diste a nuestra historia fue...

-Real –completó con voz apagada-. Tan real como el hecho de que ya no me miras con amor, sino con lástima.

Y Alba hizo silencio, pues tal vez su ex novia decía la verdad.

-Te habría escuchado –dijo de repente, quería hacérselo saber-. Habría escuchado tus dolores y habría intentado hacerte sentir mejor. Te habría abrazado tanto como quisieras y no me habría importado que mis brazos se cansaran. Habría hecho todo por ti, Jude.

Tragó saliva y elevó la mirada.

-No quería que lo dieras todo por mí, Alba. No valgo la pena.

¿En serio era Jude Foster quien había dicho aquello? ¿Dónde estaba su enorme ego?

-Por supuesto que lo vales –sentenció mientras tomaba su mano.

-Voy a fumar afuera –tartamudeó mientras se alejaba lentamente.

-Te acompañaré.

Jude entreabrió la boca para protestar, pero luego pareció arrepentirse y caminó hacia la terraza. Se recostó contra el barandal y encendió un cigarrillo. Lo fumó en silencio mientras Alba la observaba a unos cuantos pasos.

La rubia ya no admiraba la luna y las estrellas. En realidad, parecía ignorarlas.

Era como si el mundo hubiera perdido su magia.

-¿Aún me amas? –preguntó la rubia.

Y aunque habían pasado cinco meses y el motivo por el que había aparecido allí era para olvidar, cuando se quitó las gafas y observó sus ojos avellana, supo que no podría mentirle.

-Por supuesto que sí. ¿Y tú a mí?

-Eres la única persona que amo ahora mismo.

Pero esa no era la respuesta que había deseado escuchar.

-¿Quieres salir a cenar? –preguntó, y casi parecía creer que Alba no aceptaría.

-Pensé que querías que me alejara de ti.

-Aún lo quiero –admitió mientras encendía otro cigarrillo-. Quiero que seas feliz, pero me permitiré ser un poco egoísta esta noche. Déjame ser feliz esta noche, Alba. Regálame una de tus noches felices, y prometo que no volverás a verme.

Y solo aceptó porque prefería tenerla una noche a no tenerla nunca más.

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