Capítulo 24

Al octavo mes ella se destruyó.

Lo negativo de la destrucción es que sí se anuncia, pero no con una tormenta, sino con el pasar de los meses... Y Alba había pasado por alto las señales que su relación con la rubia le había dado.

... El beanie, la chaqueta, las vendas en sus muñecas, el uso de colores.

Pasó por alto tantas cosas.

Se estaba muriendo, pero como no vieron sangre nadie se alarmó.

El día inició como lo hacían desde el mes anterior: con Alba entre los brazos de Jude.

La madre de la morocha ya no preguntaba por sus constantes ausencias, pues conocía la respuesta. Lo único que pedía la mujer era un mensaje que le confirmara que seguía respirando.

-Hora de despertar, Sol –empezó a murmurar con su ronca voz mañanera. La morocha gruñó y se volteó hasta enterrar su cabeza en la almohada.

-Sigo sin entender por qué me dices Sol –habló de mala gana.

-Porque somos muy diferentes e igual nos queremos, como el Sol y la Luna. Y tú eres el Sol porque eres una persona muy cálida.

Cuando se dio vuelta para encontrarse con los ojos de Jude, descubrió que la estaba mirando de la forma más dulce que podía hacerlo. Se restregó los ojos y vio a su novia levantarse, dando a Alba una vista privilegiada de su cuerpo desnudo.

-Bonita espalda.

-No me tomes por estúpida, All. Sé que no estás mirando mi espalda.

Tenía razón.

***

Alba Paúl llegó temprano, saludó a su tía, vendió pocos libros, dejó que Jude Foster escribiera sentada junto a ella. Fue un día normal.

Nada anunciaba lo que se acercaba.

Al terminar de comer con su novia en el mismo restaurante de siempre, le dijo a su madre que nuevamente pasaría la noche con Jude.

...Pero no fueron directamente al departamento de la rubia.

Ellas volvieron a la librería.

-¿Qué hacemos aquí? –preguntó entre susurros mientras entraban a la tienda y las luces se encendían.

-No temas, le avisé a mi tía sobre lo que haría. Es solo que creo que el mural de mi lugar de trabajo necesita un par de ajustes.

Y fue esa noche cuando la pared adquirió un Sol y una Luna en tonos de azul, el color favorito de Jude.

Eran ellas.

O mejor dicho, lo fueron.

***

Tuvieron sexo esa noche.

Jude gimió contra el cuello de Alba, quien enterró sus uñas en la pálida espalda de su novia. El orgasmo de la morocha rebotó contra las paredes, Jude presumió de sus habilidades, los roles se invirtieron... Fue una buena noche.

Una buena última noche.

-Te amo –susurró al final mientras se recostaba en el pecho de Jude.

-Lo sé –admitió-. Y yo te amo a ti.

-Lo sé –imitó.

-¿Recuerdas la primera vez que vine a tu departamento? –preguntó luego de unos momentos.

-¿Hablas de la vez en la que me desnudé?

Alba rio. Sí, hablaba de ese glorioso día.

-Te di mi abrigo esa vez, ¿aún lo conservas?

-Por supuesto –admitió-. Me abrazo a él cuando no te quedas a dormir conmigo.

-Me alegra haberte dado mi abrigo aquella noche –aceptó con un suspiro-. Me alegra porque mi abrigo ahora es tu abrigo... Y tú eres el mío.

Y como Jude era su abrigo, las próximas noches de Alba serían frías.

***

Jude no apareció el día siguiente, ni el siguiente, ni el que vino después de ese.

Tampoco contestó sus llamadas o respondió sus mensajes. No le abrió la puerta de su departamento y no llegó a las cinco a la librería.

Fue luego del día seis cuando Lauren habló con ella.

-¿Sucedió algo con Jude?

La morocha la miró con los ojos humedecidos.

-Llegas temprano a casa, no has vuelto a mirar tu celular por más de dos minutos, no sales... Incluso has llegado tarde al trabajo dos días seguidos, ¡tú! ¡La amante de la puntualidad!

La chica suspiró.

-No me ha llamado, no responde mis mensajes, no la he visto, no da señales de vida. Estoy realmente preocupada.

-¿Discutieron?

-No –se negó de inmediato-. En realidad, la última vez que estuvimos juntas todo fue perfecto.

-Pata ti.

Sus palabras la obligaron a detenerse unos segundos para mirarla fijamente a los ojos.

-¿Qué quieres decir con eso?

Lauren se sentó a su lado en la cama y tomó una de sus manos.

-¿Estás segura de que la vida era perfecta para ella?

Y recordó las vendas en sus muñecas.

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