Capítulo 2
Alba Paúl no estaba segura de cruzar la puerta de aquel restaurante de comida italiana, pero aun así lo hizo.
Quería hablar con Jude Foster.
Tenía un sentido del humor extraño y su ego no le sentaba del todo bien, pero se sentía cautivada por su belleza y su forma de ser. Jamás había conocido a una persona tan llena de confianza, que hiciera movimientos tan elegantes y con sentimientos tan enigmáticos.
Buscó a la chica con la mirada y no tardó en encontrarla, sentada justo en el centro del lugar, apoyando sus codos sobre la mesa con la vista perdida en las paredes y sus facciones inexpresivas.
Alba sintió un leve apretón en el pecho al darse cuenta de que no era la única que notaba la presencia de Jude en el lugar. Cuando por fin logró llegar al sitio que le rubia ocupaba, se sentó frente a ella, y las miradas que antes estaban puestas en Jude, se posaron también en su persona. En ese momento comprendió por qué la chica se sentaba allí: le gustaba que la admirasen. Le gustaba que los demás se dieran cuenta de su incomparable belleza.
-Sabía que vendrías –le dijo, posando sus ojos fríos sobre los de Alba-. Por eso me encargué de ordenar para ambas. Espero que no te moleste.
-No me molesta –confirmó. Las miradas seguían acosándola, aunque disminuían cada vez más. Una parte de ella pedía a gritos ir a una mesa del rincón, pero aun así, no dijo nada.
-Bien –dijo con una media sonrisa, antes de bajar la vista y acomodar los cubiertos para que queden perfectamente alineados.
-¿Trabajas en algún lugar? -preguntó Alba para matar el silencio y la incomodidad que las miradas le causaban.
-No, sólo estudio... Bueno, en realidad, en este momento me tomé un receso de esos estudios.
-¿Entonces cómo te ganas la vida?
-Mis padres son dueños de una gran empresa, ellos pagan todos mis gastos. Pero para hacerlo más refinado, voy a citar las palabras de Óscar Wilde en El Retrato de Dorian Gray: "Me dedico al grave estudio del gran arte aristocrático de no hacer absolutamente nada".
Alba rio ante su cita.
-¿Y qué estabas estudiando? –preguntó segundos después.
-Profesorado en Letras.
-¿En serio? Pensé que eras una mujer con otro tipo de... intereses –"quizás tatuadora o narcotraficante" pensó la morocha.
-Lamento haberte decepcionado.
-No lo hiciste –negó de inmediato.
-Si quieres hablar de otros tipos de intereses puedo decirte que soy una gran amante de las vaginas, no creo decepcionarte con eso...
Sus palabras hicieron que la librera se atragantara con su propia saliva.
-¿Es en serio?
-Por supuesto. Según mi madre, mi heterosexualidad se fue con mi cordón umbilical: a la basura –rio-. ¿Y qué hay de ti? ¿Qué haces además de comer con chicas rubias increíblemente sexys?
Alba decidió ignorar la última pregunta, y luego habló:
-Bueno, claramente trabajo en una librería, y no he estudiado nada porque no tengo el dinero suficiente. Mi padre falleció hace un año, y la economía familiar decayó sin él.
-Lamento eso.
-Yo también.
Un silencio incómodo invadió el aire.
-Y... -habló Jude-. ¿Penes o vaginas?
-¿Realmente me estás preguntando eso?
Enarcó las cejas sin decir nada. Hablaba en serio.
-Bueno... La mayoría de mis noviazgos fueron con mujeres –lo dijo en un tono más bajo al habitual, quizás por miedo al rechazo de la gente a su alrededor, o del mesero que se acercaba a dejar sus órdenes.
El muchacho se marchó con una cálida sonrisa en el rostro y sin decir ninguna palabra.
-Mientras comemos tal vez podrías contarme cómo te volviste librera –sugirió llevándose un trozo de comida a la boca, masticándolo lentamente, como queriendo apreciar el sabor del alimento. Alba la miró atontada. Incluso comiendo sus movimientos eran delicados y seductores, como los de un ángel incitándola a pecar con desplazamientos repletos de sutileza-. Ya hemos hablado demasiado de libros y vaginas, y viendo ese reloj puedo notar que tenemos solo veinticinco minutos.
-Bien –aceptó tragando de comida bruscamente. Ella era distinta a Jude en ese aspecto. Ella no masticaba con delicadeza percibiendo todos los sabores, ella sólo quería estar llena para sobrevivir hasta la cena-. Todo comenzó cuando era muy pequeña, mientras mi madre trabajaba todo el día, mi padre se quedaba conmigo, y para mantenerme entretenida me leía sus historias favoritas. Mi amor por los libros comenzó allí, y cada día era alimentado por sus lecturas. Luego, cuando aprendí a leer, me sentaba en el sofá a leerle a él y a mi hermana menor, que se sentaban en el suelo a escucharme. Así, gracias a mi padre, que ahorró durante años, pude comprar un lugar donde poner una librería, que era lo que más deseaba en ese entonces. Después pasó lo que pasó, y por cuestiones de la vida, mi padre dejó de estar conmigo.
-A pesar de eso, me alegro por ti, pudiste lograr lo que querías con un poco de esfuerzo.
Alba sonrió y algo que parecía ser melancolía se asomaba por entre sus ojos azules.
***
Luego de que terminaran de comer, Alba miró su reloj.
-Será mejor que me vaya.
-Déjame pagar a mí, el dinero que gano acostándome con idiotas debe servir de algo.
Alba pensó en negarse. Dejar que Jude pagara haría que aquel encuentro se convirtiera en una cita. Pero luego pensó en las últimas palabras de la oración.
-¿Que haces qué?
Los labios pintados con un labial oscuro de la rubia formaron una sonrisa y una de sus cejas se elevó.
-¿Acaso creías que ser una mantenida por mis padres me basta? A veces la gente tiene sexo con ciertas personas por dinero. Bienvenida al mundo real, linda –y le dio la espalda para entregarle el dinero de su comida al mozo que las había atendido al principio.
-Puedes llamarme si quieres –dijo cuando salieron del restaurante. Alba esperaba que después de todo, Jude simplemente siguiera su camino. Pero la chica no parecía querer hacerlo-. Aquí tienes mi número –le entregó un pedazo de papel con su nombre escrito a mano, con una letra algo incomprensible, y justo debajo estaba su número de teléfono.
-¿Sueles entregarle esto a todas las chicas con las que sales a un restaurante? –preguntó en tono de burla. Aun así, guardó la tarjeta en el bolsillo trasero de su pantalón.
-Es lo que suelo darle a las libreras bonitas que aceptan comer conmigo –reconoció encogiéndose de hombros. Alba parecía insegura y su broma no la reconfortó-. Escucha, que me acueste con las personas sólo por dinero no significa que quiera llevarte a la cama de inmediato, ni tampoco soy una prostituta. Aprovecho mi sexualidad y mi cuerpo. La diferencia entre una prostituta y yo es que yo me acuesto con gente que me atrae, aunque los que generalmente me pagan son hombres, porque son los que no me satisfacen sexualmente, entonces deben sufrir las consecuencias. Es casi divertido. Yo no tengo un negocio perverso detrás de mis acciones. Aclarado eso, creo que es hora de que nos despidamos, Alba.
-Bien... -no sabía exactamente qué decir.
-Supongo que volveremos a hablar cuando me llames... O cuando quiera otro libro.
-Está bien. Hablaremos luego.
Y lo hicieron, pero no porque Alba la llamó o porque Jude fue a comprar otro libro.
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