Chapter 11 (Hyunjin)
–Yo nunca nunca... no he intentado suicidarme.
Al escuchar aquellas palabras la mayoría de las sonrisas se desvanecieron. Nadie esperaba oír ese comentario.
Rio incómodo. «¿Cómo se le ocurre? –pensó Hyunjin– Es sólo una fiesta, ¿por qué la tensión? Yo solo quería que nos conozcamos más, saber sobre nosotros, no si alguno de los chicos que rodean esta mesa ha intentado acabar con su vida».
–¡Ey! J-hope, muy buena esa –trató de hablandar el ambiente. Estaba jugando con fuego, puesto que si lo que dijo el chico pelirrojo era verdad, él estaría burlándose de temas sensibles.
Sus compañeros se dieron cuenta de esto y rieron junto a él, confundidos.
–¡Ya estaba haciéndome ideas locas! –exclamó Yoon lleno de nervios. Él esperaba con todas sus fuerzas que lo que dijo no estuviera fuera de lugar.
–Yo igual –habló más para sí mismo Nam–. Por un instante pensé que esto era una especie de reuniones para gente con depresión y eso.
–No deberían jugar con eso –volvió a hablar Yoon apretujando su polo a la altura de su pecho.
–No estoy jugando.
Todos miraron al pelirrojo, tenía una expresión seria. Todos se reprendieron, sintieron meter la pata por haberse reído o haber comentado sin darle importancia.
De pronto, como si se tratara de una broma pesada, seis de los siete jóvenes escucharon una molodiosa y estridente risa. J-hope había estallado en contagiosos ademanes y risas.
«No me jodas» –pensó el chico de pecas mientras también se echaba a reír.
–¿Fue una broma? –Ash-B preguntó dramática– ¡Deberían avisar cuando harán una! –se quejó– Fue demasiado incómodo. Enserio pensé que has intentado suicidarte.
Hyunjin vio cómo la chica fue hasta J-hope y finjía provocarle una pelea justo ahí. Se posicionó como luchador de boxeo y comenzó a dar pequeños saltos de un lado a otro mientras pegaba en el aire, el chico le siguió el juego.
–J-hope, amigo, eres muy intenso –le dirigió la palabra Nam, todavía sin saber qué más decir.
Los chicos alrededor de la mesa rieron juntos, más por la forma en la que Nam se unió a la pelea, sus movimientos eran deformes y sin sentido. Hyunjin al instante dedució que ese chico era muy ingenuo mientras que los otros le parecían ininteligibles, excepto por J.k y el tal Vante, que le parecían más transparentes.
Entretanto los demás seguían en su chacota, decidió arriesgarse un poco, jugar sin filtros, de todos modos si alguien lo ve, nadie sabe quién es. Acercó su mano al vasito más cerca a él. Dirigió su mirada a la acción de cada joven bajo el árbol, ninguno le prestaba atención. Sonrió apenado por el recuerdo. Brindó en el aire y se tomó todo el licor.
Después de unos segundos las rondas de “Yo nunca nunca...” continuaron. Hubieron más risas, más bromas, más vasos vacíos, más confesiones, y sobre todo y más importante, más diversión.
Al llegar a su mini-departamento se tumbó en su cama. Rebotó en ella. Su cabeza le daba vueltas y más vueltas. Pensó que se había pasado de copas, aunque no podía ser porque bebió menos que cualquier fin de semana.
Y aunque lo niegue y quiera pensar en otro motivo, él sabía la repuesta:
La broma que hizo J-hope en aquel club despertó algo en él con desilusión.
Hace unos meses que se había jurado olvidarla. Olvidar lo que pasó, lo que decidió; lo que prometió y no cumplió, lo que hizo. Cuando el chico de antifaz rojo dijo lo que dijo, Hyunjin aceptó sin darse cuenta que lo que vivió desde hace seis años nunca podrá arrancarlo de su memoria. «Ella, la decisión que tomé y el futuro bebé están impregnados en mí».
–Te amo –besé sus labios repetidas veces–. Te amo demasiado.
Junté mi frente con la de ella. Acaricié su cabello, su rostro y su cuerpo. Tan suave.
–¿En serio? ¿Me amas?
Sus ojos se iluminaron. No era la primera vez que se lo decía, solo que casi nunca se lo hacía saber con palabras.
–Yo igual te amo un montón –volvió a hablar ella –por el resto de mis días te voy a amar, hasta el cansancio.
Sonreimos.
Nuestras miradas se encontraron y no quisieron separarse. Esta noche también la hice mía. Un año y medio siendo toda mía. Planeaba tenerla para toda mi vida. Es el amor de mi vida, como negarlo.
El recuerdo de cuando apenas eran dos jóvenes inmaduros lo invadió. Nadie sabe cuándo su mundo “perfecto” cambiará a algo tan imperfecto como dañino.
Hyunjin también recordó lo que pasó meses después de aquellos días llenos de promesas y placeres.
–ENTIENDE –había perdido los estribos completamente–. ¡Un bebé es demasiada responsabilidad! ¡Yo no estoy listo y tú menos!
La cogió de los hombros y la sarandeó. No sabía cómo hacer que entre en razón.
–Mi-mis padres... –ella tenía los ojos llenos de lágrimas. Su garganta le quemaba. Su pecho le dolía en demasía–, me botaron de la casa.
–¿Qué? –retrocedió asustado. Estaba perplejo. Eso significa solo una cosa: él, como futuro padre y novio de ella, tenía que hacerse cargo de todo. Su mente se nubló–. Mi amor –su actitud cambió por completo. Trató de verse seguro–, ¿Qué piensas hacer? ¿Eh? Dímelo.
Aunque no se lo haya dicho, deseaba con todas sus fuerzas que ella abortara. Su futuro dependía en si ese bebé nacía o no.
Hyunjin se puso en posición fetal y se hizo chiquito en su amplia cama. Lloró aferrándose a los buenos recuerdos, aunque ya había profundizado tanto en ellos que la oscuridad se apoderó de él. Estaba solo. No tenía escapatoria.
–¿¡A dónde se fue!? –sus ojos se abrieron como platos. «¡Ella no puede, lo prometió!», fue lo único que pudo decir en su mente.
–Ella ya no tiene nada que ver contigo –su ex suegra lo miraba con odio y repudio–. Tú la perdiste cuando renunciaste a ser papá y la obligaste a abortar. No te atrevas ni a buscarla.
–Yo no la obligué en ningún momento –sus ojos se cristalizaron pero permaneció firme–. Ella me lo propuso primero, yo solo... –sus ojos titubearon. El odio que se tenía lo estaba embargando–. Ustedes también la dejaron sola –dijo con la cabeza en alto–. Ustedes también la perdieron.
Sentía el momento exacto en donde las espinas de su garganta rozaban con su piel. Necesitaba más dolor. Ya no quería recordar más. Le dolía tanto que preferiría morirse de nuevo. Deseaba que ella supiera que él nunca quería que se separen, que sus rumbos se distorsionen y se vuelvan distantes, como desconocidos.
Ella nunca lo sabrá porque ya lo ha superado, porque ella ha seguido con su vida, porque ella ya encontró a alguien más que sí la merece, porque ella ahora es feliz.
Huele con desesperación las mantas. Anhela poder sentir su olor junto a él. Desea con desesperación abrazarla, besarla y volver a decirle cuánto la ama. Nunca a dejado de amarla.
–Dime que tú también me sigues amando –habló entre sollozos. Las mantas viejas ya no olían a ella, por más que trate de buscar esa pisca, no la encontraba–. Me lo prometiste. Vamos, dímelo.
No oyó ninguna respuesta. Golpeó su cama con todas sus fuerzas.
–¡Solo dímelo!
–Yo también te amo, mi pecas. Todo estará bien. «Nuestro bebé pronto estará con nosotros y seremos felices, los tres».
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