Comodín

Kimetsu no Yaiba no me pertenece.
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Advertencias:
-Temas fuertes-
-Ooc-
-AU-
-Letra cursiva son pensamientos.

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Eran cerca de las diez de la mañana, todos se habían levantado para realizar sus respectivas actividades y obligaciones, mientras un bostezo se escapaba de sus labios, a la vez que Makomo murmura que le prepara algo que la mantenga mas despierta, realmente le agradece tal gesto, la noche anterior no pudo dormir, reviviendo una vez más las pesadillas que la atormentaban.

Durante varios días dos escenarios revivían en su cabeza.

Tanjiro tocando alguna pieza de música en el piano. Tamayo comentando que esa melodía fue escrita por uno de sus amigos de su tierra natal, a veces, su madre les contaba como era su vida antes de conocer a Muzan. La curiosidad por parte de ellos no tarda en llegar, y le cuestionan muchas cosas, pero aquel momento es interrumpido por un Muzan serio, anunciando que Tanjiro tiene que ir a hacer una prueba. Las miradas confusas por parte de Tamayo y Nezuko no tardan en aparecer. A lo que él peli negro explica que es una tradición familiar. 

-Nos vemos, mas tarde- se despidió Tanjiro.

Tanto madre como hija tuvieron un mal presentimiento.

La cena de esa noche confirmo sus sospechas, al notar un asiento vacío.

-¿Dónde esta mi hermano?- arquea una ceja.

-Déjame a solas con Tamayo- ordeno Muzan desde su asiento. 

Dubitativa miro a su madre.

-Te alcanzare pronto- prometió la adulta, acompañándola hasta la puerta. 

Molesta y excluida abandono la sala.

Sin embargo el mal presentimiento que sentía en el pecho se volvía mas fuerte a medida que se alejaba, empero sus pasos se detuvieron al notar a un oji azul, su rostro serio era algo a lo que ya se habría acostumbrado a ver, hasta que cierto olor peculiar hizo que arrugara la nariz con evidente molestia.

-Apestas- señalo su ropa manchada con sangre.

-Ordenes de Muzan- dijo a la vez que le daba la espalda.

En aquel entonces no lo comprendió.

Pero...

La sangre impregnada en la ropa de Giyuu, no era otra que de Tanjiro.

-Aquí tiene- Makomo rápidamente la saco de sus pensamientos y por primera vez se percato de la presencia de Giyuu, no lo sintió. Se alejo en silencio de ambos.

-Tienes una nueva mascota- directo al grano.

-Las noticias vuelan- le sostiene la mirada.

Cuestionándose un sin fin de cosas.

Para empezar. 

¿Quién fue la persona que le permitió a Giyuu ver a Sanemi?.

Un monto de nombres se le vienen a la cabeza, existían un sin fin de posibilidades.

-Lo vi, no es la gran cosa-

Las amenazas por parte del albino no se hicieron esperar. A la vez veía la celda en que estaba encerrado, le recordaba a esos leones que habían en el circo, todos ellos feroces pero débiles y mansos cuando finalmente eran domesticados.

-¿Hay algo mas que quieras compartir?-

-Porque te empeñas en...

Sabia lo que iba a decir, por ello lo interrumpe de inmediato.

-No es de tu incumbencia- vuelve a beber el té, percatándose que no tenia azúcar, maldijo para si el haberse distraído unos segundos. Odiaba lo amargo.

-Lo es- recalco con obviedad.

-No por el hecho de que nos vayamos a casar, significa que tienes derecho a invadir mi privacidad- lo que menos quería en ese momento era que sus planes salieran a la luz demasiado pronto, tenia que ver la manera de solucionar ese pequeño problema sino quería que se volviera mas grande, mas adelante, seria algo muy perjudicial y perder el tiempo no era algo que estaba dispuesta a aceptar. -Respetas mis reglas como yo hare con las tuyas-

-¿Por qué debería hacerlo?-

Se acerca lo suficiente para que la muchacha de pupilas rosas, ruede los ojos, mientras se levanta de la silla.

-Porque si quieres seguir con esto- se sienta en las piernas del peli negro, siente su cuerpo es atraído hacia él, su espalda roza ligeramente su torso, a la vez que la muchacha agradece el no tenerle que ver el rostro en esa posición. Acomoda un poco de sus cabellos dejando a la vista su nuca, por unos efímeros segundos siente unos ligeros escalofríos al sentir el aliento de su medio hermano chocando contra su nuca, la idea de levantarse de golpe la tienta, sin embargo los brazos rodeando su cintura impiden su cometido. -Tienes que esforzarte-

-Podría obligarte- 

Era un hecho de que Giyuu físicamente era mas fuerte que ella, técnicamente tenia muchas cosas en su contra. 

-Lo se, pero no seria el mismo resultado- dijo sin verle la cara, a la vez que adopta un pose algo pensativa. -¿Qué prefieres?-

-¿Sobre que?- arquea una ceja.

-Quieres que grite tu nombre de placer o que te odie el resto de mis días- Giyuu frunció el ceño con molestia. -Sea cual sea tu decisión es un hecho que sucederá-

-Es inevitable- coloca una de sus manos en su vientre. -Me correré tan fuerte dentro de ti, que eso creara una nueva vida- la sola idea de que llegara a suceder algo como eso hacia que sus intestinos se le resuelvan, repugnancia, asco y un sin fin de emociones desagradables invadieron su ser. 

La sola idea de por si, era descabellada.

-Bromeas. ¿Verdad?- cuestiona sin atreverse a mirarlo de frente.

Quiere creer que al menos alguien de esa familia todavía tenia algo de cordura.

Si quiera un poco.

-No lo hago- menciona sin soltarla.

Aunque se trate de una sola persona.

-Es tarde- dijo la joven levantando la vista y viendo que el reloj ya marcaba la una de la tarde.

-No olvides lo que hablamos- dijo soltándola.

-Por supuesto- que no lo haría, todavía sentía como el estomago se le revolvía, se sintió mas ligera cuando pudo alejarse, avanzo lo suficiente, cuando una vez mas cayo en cuanta que si quería huir, era mejor conseguir aliados, no ganaba nada quedándose de brazos cruzados sino tomaba acción.

Suspiro al caer en cuenta que solo una persona podía llegar a cumplir ese papel. Se dio la vuelta al mirar la puerta roja de una de las tantas salas de tortura que tenían en casa.

-Recuerda que el fin justifica los medios- habló para si, a la vez que se adentraba a aquel lugar.  No había por resaltar, a la vez que una mueca se formaba al caer en cuenta que él huésped la miraba como una intrusa, de cierta manera era así. 

-Tan aburrida estas que vienes a joder- declaro con hastió él de hebras blancas al notar que la muchacha colocaba un mano en su mentón.

-Algo así- le sostiene la mirada.

-¿Que mierda quieres?. Kibutsuji-

-Desde ahora serás mi nuevo comodín, Sanemi- declara determinada.

Ella utilizaría los medios necesarios para huir de aquel lugar.

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