Castigo

Kimetsu no Yaiba no me pertenece.
Prohibido copiar.
Advertencias:
-Temas fuertes-
-Ooc-
-AU-
-Letra cursiva son pensamientos.
....._.....= Salto de escenario.


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Ume.

Permanecía en silencio.

Viéndose una y otra vez frente a aquel espejo. Desde muy pequeña su madre le advirtió que lo único que tenia a su favor era su belleza como su inteligencia y que debía hacer lo que fuera necesario para sobrevivir en aquel infierno, no solo por ella, sino por él hermano que pronto iba a nacer, ella como la mayor tenia esa obligación.

Ume le prometió que daría lo mejor de si y comenzó a sentir que la cálida sonrisa iba desvaneciéndose, el apretón que le brindaba su adorada madre perdía fuerza.

Con rapidez busco a Yushiro, quien solo nego con la cabeza a la vez que le decia que tenia que ser fuerte, dejándola sola, a la vez que unas lagrimas salían de sus ojos. Una fuerte opresión se apodero de su pecho a caer en cuenta de que su madre no volvería. Nunca pudo conocer a su hermano.

Todo porque él se negó a cumplir las demandas de sus enemigos.

Ninguno tuvo piedad cuando el vientre de su madre fue atravesado por varias e espadas a pesar de que intentó con todas sus fuerzas proteger su vientre, aún así nada fue suficiente, porque la vida de su madre como la del bebe que iba a nacer, perecieron en un abrir y cerrar de ojos.

-Gyutaro- era el nombre que iba a tener su hermano y los sueños con los que llegó a soñar nunca llegaron a pasar.

Con tan solo cuatro años de edad, conoció lo cruel que podía ser el mundo.

Él lo decidió así.

Prefirió mil veces estar presente en el nacimiento de Nezuko, apoyando a Tamayo en vez de mandar ayuda en el rescate de su madre, mientras ellas desprendian alegría, tanto su adorada madre como su hermano la dejaron sola.

Cuando no lo soportó mas.

Le reclamó su ausencia.

Su progenitor respondió algo que la dejo sin palabras.

《Quien me asegura que esa deformidad era mi hijo》.

Cerró el puño con fuerza, mientras esa ira crecía dentro de sí.

-Señorita Ume- habló Murata detrás de la puerta. -Él señor Muzan quiere que vaya a verlo a su despacho-

-No creí que las noticias volaran tan rápido- hablo para sí, mientras formaba una mueca de desagrado en su rostro.

Permaneció unos minutos en silencio, causando intriga en Murata, miles de ideas vinieron a la cabeza, cada una menos sensata que la otra.

-¿Señorita Ume?- preguntó arqueando una ceja.

-¿Fue Nezuko quien se lo dijo a padre?- se cuestionó abandonando su habitación.

-No fue ella- respondió de inmediato y guiándola por los extensos pasillos.

-¿Quién?- se la paso de chismoso.

-No sabría decirlo- duda a pesar de que siente de que algo no cuadra. -Todos la escuchamos gritar- llevo una mano a su mentón. -Cuando llegamos la encontramos sola desangrándose en el jardín-

Muchos de los que trabajaban para Muzan, sabían que era común ver a los hijos de su jefe peleando entre sí.

Sabrán las veces en las que Douma fue envenenado por Shinobu, mas este sobrevivía, para desgracia de muchos, entre estos destacaban Inosuke, Kanae y Akaza, quienes decían que Douma había hecho algún tipo de pacto con el diablo y es que nadie podría sobrevivir tanto así.

Los mas sabios solían decir, hierba mala nunca muere.

-De no ser por Yushiro-san, usted hubiera pasado a mejor vida-

-Sabes Murata, no existe nada que nos asegure que el día de mañana estemos aquí- su experiencia le permitió llegar a esa conclusión.

-Nadie tiene la vida comprada- era una verdad absoluta.

-Así es...-

-Entonces. ¿Por qué se empeña en odiar a la señorita Nezuko?-

-Porque el día en el que ella nació yo perdí-

-Aún así, ustedes se parecen- dudo unos escasos segundos, empero al sentir una penetrante mirada en su nuca continuo. -No es que usted no se halla dado cuenta, solo que se niega a aceptarlo- se rasca ligeramente la nunca. -Ambas perdieron a quienes mas querían- no era secreto.

-No es así- aclaro de inmediato. -Gyutaro murió antes de que yo lo llegara a conocer y Tanjiro tuvo la oportunidad de hacer las cosas bien, pero no lo hizo, todo porque se le ocurrió ayudar al enemigo, si el no hubiera tomado esa decisión, estoy segura de que a estas alturas él seguiría vivo. Nezuko no odiaría a Giyuu, cada quien con lo suyo, pero como a ese idiota se le ocurrió actuar como héroe, ahora él perece-

Murata la vio en silencio.

-Él se merecía ese castigo- hablo para si.

Unos breves aplausos se escucharon en los amplios pasillos.

-Muy buenas palabras, Ume- sonrió, mientras que Murata los dejaba a solas.

-¿Estas lista para tu castigo?-

Conocía el dolor físico, el mental, el espiritual. ¿Qué mas podía perder?. La respuesta llego antes de lo esperado.

Nada.

Una persona que lo perdió todo, no puede perder nada, era así de simple.

-Como no tienes idea, Kibutsuji Muzan-

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