XXXVI
El parque se llenaba desde sus primeras horas de apertura hasta el final de estas. La inauguración de un pequeño espacio con mesas daba la oportunidad a las familias de comer tranquilamente en el recinto, ayudando a duplicar e incluso triplicar la cantidad de tiempo que pasaban allí. Todo Fantasma había precisado pequeñas obras, reparaciones y ampliaciones, ejecutadas a la vez que el aforo no disminuia. Las representaciones también disponían de un renovado amplio repertorio, y el circo estaba en auge. Estos factores contribuian a dejar al trío administrativo necesitados de días con más de veinticuatro horas. También una clara necesidad de una ampliación del personal. Guardas, cocineros, gente de mantenimiento, actores, cantantes, magos, limpiadores... toda mano hábil se veía bajo oferta y demanda.
Fantasma había comenzado un programa de ayuda a las escuelas y orfanatos locales, organizando visitas gratuitas para los más jóvenes, actividades al aire libre, y talleres de todo tipo.La idea había nacido del dueño tras una conversación con su amada sobre la señora Peterson, directora del orfelinato, una buena amiga de su madre. Esta llevaba una larga temporada en pelea con la orden religiosa que patrocinaba, por decirlo de una manera bonita, el mantenimiento del edificio y la manutención mínima de los niños. El problema era tan simple como que el número de huérfanos sobrepasaba las capacidades del centro, y la iglesia, practicando la religión del puño cerrado, no pensaba proveer ni un céntimo extra. Los chiquillos mayores de seis años resultaban complicados de colocar en familias, por lo que debían quedarse en la orden hasta que alcanzaran la edad mínima. Esto trajo una idea al buen corazón del enmascarado, dos veces por semana el parque sería el encargado de los chavales, entreteniendoles y alimentandoles, incluso acampando si a la jornada siguiente era día de cierre. En similar medida, ofrecerian una serie de talleres para los colegios que desearan realizar la excursión.
La noticia fue un completo boom, titular en los periódicos antes y después de su implementación. El programa con las escuelas se desarrolló sin problemas. Y el del orfanato parecía desarrollarse de la misma manera. Kiannah, persona nada dada a los niños, se había ofrecido para echar una mano con lo que hiciera falta, pero no con tanto entusiasmo como el bueno de Nadir.
Con la llegada de la tarde, los juegos empezaban en una de las áreas verdes de Fantasma. Competiciones similares a las celebradas en la fiesta de verano de la compañía, también fueron un éxito con los menores. Al menos con casi todos.
Mientras la joven recogía los materiales una voz por encima de su cabeza le sobresaltó. Un niño subido hábilmente a uno de los árboles le ofrecía su ayuda. Desde el suelo no pudo verlo claramente, pero cuando este bajó, su corazón sufrió un pequeño paro. Entre las largas melenas del chico se apreciaba una cara peculiar.
-¿Como puedo ayudarla?
-Pon las pelotas que encuentres en esta cesta, por favor.
-Sin problema.
-Se te da bien escalar, eh. ¿Llevas mucho ahí arriba?
-Desde que los juegos empezaron.
-Oh, ¿no te gustan los deportes?
-Si, pero el resto de chicos no me quieren en sus equipos. Así que prefiero observar.
-Ellos se lo pierden. ¿Tienes un juego favorito?
-Badminton, ¿el suyo?
-El bádminton es de mis favoritos, y por favor, tuteame. No hay necesidad de formalidades.
-La señora Peterson nos castiga si no tratamos de usted a los adultos.
-Bueno, pues si te dice algo, que venga a hablar conmigo. Por cierto, se me ha olvidado presentarme, me llamo Kiannah.
-Encantado, soy Christopher. Pero...
-¿Si? Dime, sin miedos.
-Prefiero que me llamen Kit.
-Kit entonces. ¿Te llaman así tus amigos?
-No tengo amigos -respondió tímidamente.
-¿Son el resto de niños crueles contigo?
-Si.
-Entiendo el sentimiento, las niñas eran terribles conmigo.
-¿Por que? Tu cara es normal y eres muy amable.
-El simple hecho de ser diferente. Mi personalidad e ideas siempre han sido inaceptadas por los grupitos y la sociedad que construyen. Pero no ser lo que ellos consideran normal no es malo. Yo lo considero fantástico.
-Si todo el mundo pensara eso.
-Aquí en Fantasma todos pensamos así. Aquí ser único es bien valorado. Por eso me encanta vivir y trabajar en el parque.
-¿En qué trabajas?
-Soy la jefa de finanzas, me ocupo de todo lo que tiene que ver con el dinero.
-Ese es un puesto importante.
-Sin duda.
-No conocía a ninguna mujer con tal cargo. Me parece injusto lo desigual que se trata a las chicas.
-¿Verdad? Me gusta como piensas. Y si te digo la verdad, de no ser por que el dueño vio talento en mi, no estaríamos hablando.
-Mr.Destler.
-El mismo.
-Todos dicen que es un hombre muy serio. La señora Peterson le tiene miedo.
-Es serio, eso no se puede negar.
-¿Trabaja con él?
-Claro, en la oficina somos tres. Mr.Destler, Mr.Khann, y yo.
-¿Y no le da miedo?
-Ni lo más mínimo. Es una persona interesantísima, un genio como nunca antes se ha visto, y tiene un gran corazón. Pero tiene una fachada muy densa, y sin esfuerzo y paciencia, conocerle de verdad es tarea imposible.
-¿Es verdad que lleva una máscara?
-En efecto, lo verás por ti mismo esta noche en la acampada.
-Oh.
-Iba a ayudar a preparar el campamento en cuanto tuviera la oportunidad. Es un hombre muy ocupado.
Terminaron de recoger unos pocos minutos después, dirigiéndose juntos a la zona donde las tiendas de campaña estaban a punto de construirse. En el breve camino intercambiaron una tranquila conversación, intercambiando gustos, aprendiendo el uno sobre el otro. Kit tenía casi diez años, llevaba desde los cuatro en el orfanato, era un niño inteligente y bien educado. Según iba aprendiendo sobre él, Kiannah vio claro que la única razón por la que no había sido adoptado era su rostro. Una pena y una línea común que le ligaba cada vez más a la experiencia de una persona muy querida para ella.
En el campamento se despidieron pues la joven tenía que repartir los indispensables a todos los niños. Los cuales jugaban alegres creando una masa de ruido que se rompio con la llegada de dos caballeros. Todos miraban curiosos al oriental acompañado del misterioso enmascarado.
Erik les dio la bienvenida rápidamente, procediendo a enseñar como montar las tiendas. Una vez dado el ejemplo, se dedicó junto con Nadir a ayudar a los chiquillos en la tarea.
A la hora de la cena hubo nuevamente paz. Dando la ocasión a los adultos de tomarse un respiro. Kit comido deprisa para poder trasladarse a su hogar provisional, desde el cual pudo ver a Mr.Destler terminado los preparativos. No muy lejos estaba Kiannah, asegurándose de que cada individuo disponía de una manta. El caballero trajeado no tardó en dirigir su atención a ella. A pesar de llevar una máscara , Kit podía leer su rostro casi a la perfección. Sus ojos color fuego brillaban mientras admiraba a la joven. Esta se acercó a él con una cálida sonrisa a la vez que el vuelo de su vestido rosa super claro ondeaba a su paso. El chico se había fijado en su vestido desde el principio, la confección de prendas siempre le había interesado más que nada. Se recibieron con un abrazo seguido de un ligero beso, dejándole claro que eran más que compañeros de trabajo. Sus dos suposiciones había resultado correctas, Kiannah tenía dinero y su relación con el jefe no era estrictamente profesional. La clave de estas, el color del vestido y como había hablado de Mr.Destler.
El cierre al público permitió a los empleados del parque la oportunidad de pasarse a entretener a los niños, con representaciones improvisadas y payasos por todas partes. Esto último fue demasiado para la señorita, quien acompañada de su amor, se retiró a dar un paseo al muelle. Una vez allí se sorprendieron al ver la silueta de un chaval sentado en el borde. Al llegar a él Kiannah le reconoció de inmediato.
-Me alegro de verte de nuevo Kit.
-Lo siento por haberme ido sin decir nada.
-No te preocupes, Fantasma es más que seguro, igualmente, no es buena idea que deambules por ahí solo.
-Lo siento de todas formas.
-Disculpas aceptadas, deja que te presente, Kit, este es el dueño del parque, Mr.Destler.
-Es un placer conocerle Mr.Destler, gracias por organizar esta salida.
-El placer es mio. ¿Que te están pareciendo mis dominios?
-Increibles, son los sueños de un niño hechos realidad. Atracciones, entretenimiento, comida, dulces, espacios verdes, mar. La casa negra a lo lejos parece preciosa. Y la gente es realmente amable.
-Me llenan de gloria y satisfacción tus palabras. Este es el resultado de muchos años de trabajo.
-Ha creado usted un mundo aparte, Kiannah no exageraba al decir que es un genio y un artista.
-Ese es el objetivo, crear un lugar donde la gente diferente se sienta segura, libre y querida.
-Tiene que ser maravilloso vivir aquí.
-Es un hogar que respeta y no rechaza. Comparado con el orfanato, esto debe de ser un sueño, ¿no?
-Cualquier cosa es mejor que ese lugar. Aquí nadie se metería conmigo, nadie se reiría de mi, ¿verdad?
-No en mi propiedad. El rostro que disimulas bajo el cabello no es nada de lo sentirse avergonzado. No te acostumbres a esconderlo, o llegará el día en que como yo, todo lo que sepan de ti es que te escondes tras una máscara.
-¿Es su rostro como el mio? Si no le ofende que le pregunte.
-No me ofende, mi cara me ha traído innumerables problemas desde mi nacimiento. Por lo que puedes deducir que lo tuyo no es tan grave. Incluso me atrevo a decir que con un tratamiento adecuado podría disminuir y curar.
-¿Como? Los medicos nunca han sido capaces.
-Hay que saber un poco más que de medicina actual como para curar lo que los doctores no pueden.
-Oí decir a la señora Peterson que esto es lo único que impide a la familias adoptarme.
Un minuto de pesado silencio se cernia sobre ellos, Erik maquinaba mentalmente y Kiannah no sabía por dónde iban a salir los tiros. Quería ayudar a ese chico a tener una mejor vida. Igual ellos podrían ser los ángeles guardianes que Erik tanto habría agradecido.
-¿Hay algún oficio que se te de bien?
-Coser, aprendí a usar una aguja antes que a leer.
-¿Era tu madre costurera?
-Mi padre era zapatero. Mi madre nos abandonó cuando tenía tres años.
-Aja, ¿y qué te parecería vivir aquí, estudiar, y ayudar con el vestuario para el teatro?
-Sería un sueño, Mr.Destler. ¿Pero cómo sería eso posible?
-Tu deja los asuntos legales a mi cargo. Quedarías bajo mi tutela.
-¿Kiannah y usted pasarian a ser mis padres?
-Oh, cielo, él y yo no estamos casados.
-¿No? Parece que os quereis tanto...
-Buen observador, nos queremos mucho, pero casarse no es necesario para validar ese hecho. Legalmente, él seria tu tutor. Extraoficialmente, yo también. ¿Qué opinas?
-No hay nada que desee más que lo que se me está ofreciendo.
-Perfecto, volvamos, he de hablar con esa tal señora Peterson de inmediato. -declaró Erik.
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La directora del orfanato estaba extrañada y agradecidamente sorprendida por la demanda del dueño. Nada le proporcionaba más felicidad que emplazar a los chavales en buenas casas, y para ser sinceros, no había mejor lugar para Christopher que Fantasma. Conocía a Kiannah desde que era una cría y sabía de buena mano que tenía buen corazón e intención, aunque nunca le hubieran gustado demasiado los niños. Mientras tanto, desconocía por completo a Mr.Destler, quien le infundía una mezcla de miedo y respeto, pero el sexto sentido que había desarrollado tras tantos años en su trabajo le indicaba que iba a ser un buen padre. Normalmente los tramites se llevaban a cabo en unas tres sesiones, sin embargo en esta ocasión se resumió a la firma del papel simple y directo. A la mañan siguiente Kit no tendría que volver con el resto, pues su nuevo hogar era oficial.
El dúo se retiró tras el papeleo a la mansión Fantasma, con las cabezas ocupadas y las piernas cansadas.
-La habitación de invitados pasará a ser la de Kit, ¿no?
-En efecto, necesitará un par de cambios.
-Lo cual quiere decir que ahora si o si tenemos que compartir cama cada vez que me quede aquí.
-No veo el problema.
-Porque todavía no te has enfrentado a la croqueta robamantas que soy.
-Es un sacrificio que estoy dispuesto a afrontar con gusto.
-Ya veremos si piensas igual cuando te levantes de madrugada con el culo frio porque yo he cogido toda la sabana.
-Si eso significa que al amanecer te tengo a mi lado, yo feliz.
-Me vas a matar con tanta dulzura.
-Y yo que te iba a preparar un baño.
-¿Insinuas que huelo mal? -bromeo entre risas.
-Creo que te vendría bien para quitar todo el cansancio y estrés del día. Se que los niños no son lo tuyo, y que la cantidad de trabajo solo aumenta.
-Si es que eres todo un detallista. Quien me diria a mi que iba a acabar con un hombre tan bueno.
-Muchos te discutirán lo último.
-Porque no te conocen, o no saben de lo bueno que hay en ti, amor.
Erik se retiró a preparar el prometido baño, asegurándose de dejarlo perfecto. A su vez la joven se iba retirando los pendientes, anillos y zapatos.
Un suave agradable aroma se extendía por la habitación.
-Todo suyo madame.
-Muchas gracias querido.
Dejando el acceso medio abierto se quitó el vestido con habilidad al igual que los bloomers y el delicado brasier de encaje, insertando sus cansados pies en el agua. Tan pronto como estuvo colocada, el piano comenzó a sonar y continuó largo tiempo.
Sus dedos eran pasas cuando decidió finalizar su descanso acuático, cuando se dio cuenta de que le faltaba la ropa de noche.
-Erik, ¿me haces un favor, porfa?
-Dime.
-Me he olvidado la ropa de noche, ¿me la podrias traer?
-Por supuesto, dame un momento.
-Sin prisa, gracias.
Tardó poco en encontrar la prenda. Al empujar la puerta el calor se apoderó de su cuerpo, entre el verano, el vaho, y la señorita. Kiannah descansaba en la bañera sumergida hasta casi alcanzar las clavículas, con dos largas y elegantes piernas colocadas una encima de otra en el borde. Su pelo recogido en una especie de montaña en lo alto de su cabeza le daba un aspecto desenfadado, y sus largas pestañas mojadas realzaban sus ojos. En el suelo estaba su anterior atuendo, dejando las prendas íntimas de lino y encaje a la vista. Erik no sabia donde o a que mirar, solo sentía calor intenso y sus mejillas enrojecer.
-Oh, gracias de nuevo. He de tener la cabeza en las nubes o algo.
-No te preocupes, ha sido un día muy largo.
-Desde luego, pero nada que ocho horas de sueño no puedan solucionar.
-Es una buena forma de verlo -contestó en un tono tímido y bajo.
-Tienes la cara roja, y me imagino que es culpa mia.
-Simplemente no acostumbro a verte así.
-Apuesto lo que quieras a que bajo las sábanas no vas a tener ni un punto de timidez.
La respuesta fue primeramente una expresión de sorpresa que se transformó rápidamente en una de sus sonrisas pícaras y desafiantes. Ambos parecían coincidir en que Erik tenía una faceta en sí de gran amante.
-De todas maneras, creo firmemente que lo de ir vestido por la vida está sobrevalorado, en casa o se está en culos o se está en pijama, pero no en ropa de calle.
-Es el raciocinio más Kiannah que he podido oir en la vida. Cien por cien tú.
-Y lo que te queda por oir. Todavía te quedan de ver muchas de mis emociones.
-¿Como cuales?
-Euforia, ira, por ejemplo. Una Kiannah eufórica perdida es algo incontrolable, no hay manera de amansar mi espíritu hasta que no me da el bajón.
-¿Y qué me dices de la ira?
-Que no quieres verme así, de verdad que no.
-Te he visto cabreada, si dices que mis ojos son fuego los tuyos se vuelven un arma asesina.
-¿Cuando?
-Con tu hermana en la tienda una vez hace mucho tiempo.
-Mi hermana es experta en sacarme de mis casillas.
-Comprensible. La familia tiene una forma especial de hacernos sentir, sea daño, alegría, odio, o repulsión.
-No te olvides de decepción.
-También, pero centrémonos en el ahora.
-Si, como no salga del agua me voy a acabar transformando en pez.
-Una sirena quizas.
-Oh no, para eso tendría que saber cantar. Y saber seducir gente. Mira por donde, te pega más a ti.
La joven se desternillaba ante la visión de "Erik la sirenita", el pez más conocido bajo el mar.
Este como venganza se acercó rápidamente a la bañera y con un ágil movimiento salpicó un poco de agua a la cara de ella. Tras una exagerada mueca de indignación, la señorita se lo devolvió sin mucho éxito. Él regresaba a la carga cuando Kiannah consiguió atrapar su muñeca, atrayéndolo hacia su rostro con escondidas intenciones. En lugar de un beso, una mano empapada se restregó por su mejilla y pelo. En acto reflejo se irguió instantáneamente, llevándose consigo a la damisela. Casi frente con frente, y las respiraciones agitadas, sus miradas se entrelazaron en un intenso baile.
-Ya que estas, podrias pasarme la toalla.
-Al diablo con la toalla -susurró.
Sin disponer de un segundo para responder, el caballero inició un apasionado beso, llevando poco a poco sus brazos alrededor del cuerpo desnudo. Kiannah no dudó en someterse a la oleada de pasión, bajo el especial hechizo de Erik.
Se separaron por la necesidad de obtener un poco de aire, sin perder ojo el uno del otro. Meneando ligeramente la cabeza, rompió el contacto visual para agarrar la toalla y envolver con maestría a su amada en ella. Está inició otro beso, menos duradero pero con toneladas de sentimientos.
-Creo que hace falta otra para ti. Estás calado.
-No se de donde sacas esa idea.
-Ironías y sarcasmos a parte. Tenía razón. No tienes un punto de timidez.
-Tenía razón. Eres una obra de arte bajo cualquier luz, forma, o situación.
Le dio un beso afectuoso en la frente con una ligera sonrisa de victoria, saliendo del aseo sin cerrar la puerta tras de sí, encaminado a cambiar su empapada ropa. Una vez sola, la joven negaba y reía recreando en su mente los acontecimientos. Sin prisa se secó, sin importarle lo más mínimo estar a plena vista. Con el cepillo en mano se dirigió al cuarto contiguo donde el espejo no estaba empañado. Mientras se disponía a peinarse su pareja aparecio por detras, arrebatando el cepillo para hacer él el trabajo. Kiannah le observaba en el reflejo, por primera vez le veía realmente en ropa de noche, un atuendo totalmente diferente a los pijamas habituales para hombre. En lugar del ciertamente gracioso mono de lana, un set de dos piezas de magnífica seda de importación, un pantalón ni ancho ni pegado y una especie de camisa abotonada, ambos, no sorpresivamente, negros. Obviamente hecho a medida cuidadosamente.
Para cuando termino de peinarla, Kiannah estaba ya en estado de paz, preparada para pegar la cara a la almohada.
Él apagaba las velas, mientras que ella se lanzaba, literalmente, a la cama con un gruñido medio suspirado. Erik se reía afectuosamente ante la mujer rodando por su cama, deteniéndose en el lado derecho, boca arriba con los brazos abiertos y una expresión alegre. ¡Que afortunado se sentía de estar enamorado perdidamente y ser correspondido con la misma intensidad! Finalmente un pedazo de felicidad en su oscura historia.
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