XXXIV


Los periódicos dieron en lo cierto con sus predicciones meteorológicas, ocupando todas las cabeceras. Una oleada de calor de unas tres jornadas de duración se cernía sobre su localidad. Las temperaturas alcanzarian rangos cercanos a la sauna, y salir de casa desde el mediodía hasta casi las seis de la tarde, era pedir la muerte. Con poco descenso en el termómetro en la noche, la actividad fuera de los hogares estuvo prácticamente cancelada. Incluso algunas fábricas se vieron forzadas a parar la actividad en el día más cálido. Fantasma cerraba sus puertas por preocupación hacia el bienestar del staff, ya que fueron varias las personas que sufrieron insolaciones según se acercaba el temporal.

Tras una soleada tarde que superó la barrera de los treinta y cinco grados, las horas posteriores al atardecer supusieron la oportunidad para la pareja para reunirse en la modesta playa detrás de la mansión fantasma. Donde una noche oscura se cernía sobre ellos.

Sentados en las escaleras que daban acceso a la entrada trasera, Kiannah sintió unas ganas terribles de meter las piernas en el agua, el mar le daba mucho respeto, y a la vez le encantaba. Se quitó las zapatos rápidamente, levantándose para ofrecerle la mano al hombre sin máscara. Este dudó confuso, pero aceptó de todas maneras. En la orilla se detuvo, mientras que la señorita sonreía para sí misma entrando al agua. Él le observaba como aquel que contempla una obra de arte. El ligero vestido de encaje blanco que llevaba tenía una composición curiosa, dos tiras anchas por escote en pronunciado pico, unidos a una falda tubo con cierta translucidez, acompañado por una blusa de media manga y cuello alto transparente con un estático patrón de detalles. La prenda quedaba con gracia un poco por debajo de las rodillas, y aun así ella lo recogió todo lo que pudo para no mojarlo. Su pelo recogido descuidadamente dejaba en claro que necesitaba un corte.

Erik esperaba a una distancia prudente del agua capaz de estropear sus caros zapatos.

-De haber sabido que el agua estaría tan ideal, me hubiera traído el bañador.

-Estamos a tiempo de que vayas a por el.

-Uff, mucho esfuerzo, si quisiera meterme tanto, sólo tendría que prescindir del vestido.

La reacción del caballero le provocó una fuerte carcajada.

-Que sencillo es escandalizarte, querido.

-Con qué facilidad bromeas con tales ideas.

-Hablo totalmente en serio. Ya deberías de saber que soy una persona capaz de hacer lo que me dé la gana, -le guiño el ojo con una sonrisa burlesca- cuando me dé la gana.

Erik se mordió la lengua, si hablaba entraría en su juego. Mejor idea era cambiar de tema.

-¿Solías ir a la playa en Inglaterra?

-Cuando a mi padre le era posible, bajabamos a Hastings, o Brighton, a pasar el día.

-Una niña de papá.

-Puede, simplemente me es más fácil hablar calidamente de mi padre. No quiere decir que mi madre sea mala. Ambos han hecho lo que han podido como han sabido.

-Es una mujer amable, en la boutique siempre me trata de buena mano.

-Me alegro de que tenga la tienda. Sabes, su sueño era diseñar su propia línea de ropa.

-¿Que se lo impide?

-La cosas que diseña están por delante de nuestra época, me temo. A mi me gustan, pero el público busca la moda del momento, las sensaciones europeas.

-¿Como cuales?

-Este vestido por ejemplo.

-Es un trabajo encantador, pero veo lo que dices. Las damiselas de por aquí no serían capaces de vivir en un mundo sin corsé y tres capas de bulto.

-Ugh, tengo una relación amor odio con los corset.

-No sueles llevarlo.

-¡Qué bien te fijas, eh!

-Imposible no admirar tu belleza, amada mia.

-Debe de ser difícil, con todo este atractivo -añadió gesticulando divertida con los brazos.

-Irresistible.

-¿Si?

Él asintió, mientras tanto Kianna avanzaba hasta su posición, quedando a un paso justo de distancia. Su expresión desafiante y sus ojos brillosos anunciaban problemas, buenos, pero seguramente una causa probable para un ataque al corazón de Erik.

-¿Qué te traes entre manos?

-Nada... solo una pequeña petición.

-Pide.

-Da un paso.

-¿Un paso?

-Ajá. Sencillo, ¿no?

-¿Con qué intención?

-Tú confía en mi, amor.

Listo, la palabra calve para hacerle avanzar sin pensarlo dos veces. Sin importar el agua salada que amenazaba sus zapatos.

La distancia entre ambos se había reducido a centímetros, ella se alzó dándole a pensar que iba a recibir un beso en la mejilla, pero no sucedió así. Una vez a la altura perfecta, la joven sonrio desviando el camino para juntar brevemente sus labios.

Erik tardó en salir de su estado de shock, pero cuando lo hizo tenía fuego por ojos y pasión recorriendo su sistema nervioso. Ella apenas articulaba palabra, cortada en su intento por un beso en condiciones. Se separaron respirando a ritmos entrecortados, sin perder contacto visual.

-Enhorabuena, acabas de dar el paso que cambia la amistad por el romance.

-Solo he seguido lo que tú habías empezado.

-Ves, lo que quiero, cuando quiero -insinuaba triunfante- volvamos antes de que se te mojen los pies.

-Los tuyos se van a llenar de área.

-No lo había pensado.

-Por suerte, yo si.

-Es de esperar con esa mente brillante tuya.

-Deja que te lleve.

-Oh, no, no, no voy a hacer que cargues conmigo.

-Lo lamento, pero esta vez decido yo.

Antes de que pudiera predecir sus movimientos, se encontró atrapada y portada como un saco de patatas en su hombro. Al alcanzar el porche trasero, fue dejada cuidadosamente en en el banco-columpio. Pieza no originalmente planeada en el diseño de la casa, pero que tras la sugerencia de la joven, él lo había construido e instalado.

Erik se sentó en el lado contrario, desatando su calzado cubierto en arena, siendo interrumpido por la joven que ágilmente posó su cabeza en su regazo, tumbada como pudo en el espacio que quedaba disponible para su cuerpo. Él se congeló sin saber cómo reaccionar, así que le proporcionó una ayudita, dirigiendo su mano izquierda a su pelo y la derecha para unirla con la suya.

-Una pequeña información personal, me encanta que me acaricien el pelo, es mejor que ningún calmante. Nunca falla en ponerme en estado de paz.

-Me será un conocimiento útil. ¿Algo más que deba saber?

-Lo iras descubriendo. No soy una persona precisamente cariñosa, pero de vez en cuando me gusta recibir un poco.

Permanecieron en aquella posición cerca de diez minutos, luego entraron en el agradable fresco del interior, extraño en una construcción bajo una fachada negra.

Se trasladaron a la cocina para hacer una modesta cena. Kiannah estaba a punto de sentarse en la única pieza de encimera que no tenía una alacena por encima, cuando el caballero se chocó accidentalmente con ella, despistado entre su mente y la realidad. Un duelo de miradas terminó en un beso seguido de otros tantos.

El episodio se repitio de continuo, haciendo cada vez más difícil separarse. Intentando contenerse a sí mismos pero las defensas fallaban cuando sus ojos revelaban la verdad. No querían parar, pero seguir tampoco era una opción. <Paso a paso>, acordaron ambos internamente.

Las dos de la madrugada fue la hora tope, llevandoles por los tuneles secretos hasta el bloque de apartamentos.

-Esto es lo que me gusta del verano, mira la hora que es, y aun asi me siento tan viva como si acabara de despertar. ¿No te sientes igual?

-No sabría definir como me siento.

-¿Contento, vivo, como si tuvieras un fuego por dentro?

-Feliz, me haces sentir el hombre más feliz del mundo.

-¿Yo? ¿Como?

-Una persona tan impresionante como tú, sintiendo afecto por mi. Besandome.

-Repitelo cuantas veces quieras si eso te hace creerlo. Por que no es solo afecto, querido mío, esto va en vía directa al amor, solo dale tiempo.

Alcanzaron la trampilla, despidiéndose con dificultad. Un beso final seguido por unO en la frente que Kianna le otorgó deseándole dulces sueños. Era consciente de que Erik no iba a pegar ojo, pero para ser justos, ella tampoco.

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