XXX
El mes que prometía la llegada de la florida primavera era el peor del año para Kiannah. Durante esos treinta y un días, su mente no descansaba, su humor se perdía en fantasmas del pasado, y mirarse en el espejo era contemplar el vacío.
Pequeños demonios bailaban bromistas ante sus ojos, quitando placer a observar su alrededor. Su apetito desaparecia por completo, sustituido por el constante deseo de permanecer tumbada en la cama a oscuras.
Curiosamente, este efecto demoledor residia camuflado, pues para no preocupar a nadie, su sistema de defensa le hacía sonreír más que nunca. Sonrisas frías, sin verdad alguna, que dolían más que una puñalada.
De nuevo, sus ojos eran su forma de ser descubierta, las negras ojeras no abandonaban el contorno de estos. El marrón de su iris oscurecía.
Su actitud levantaba sospechas, y la dificultad de esconder su tembloroso pulso aumentaba.
La única razón que tenía para levantarse en la mañana era ir al trabajo, donde encontraba suficiente ocupación para no prestar atención a su problemática cabeza.
Ambos caballeros habían notado como, según los días avanzaban, su estado iba empeorando. Se sentian inútiles en sus intentos de traer luz a su vida, obteniendo esas dichosas sonrisas que de sobra sabían ser falsas.
La jornada del nueve trajo respuestas a las preguntas sin resolver. En la oficina apareció una joven con el cabello rizado rojo, sus ojos esmeralda anunciaban su nombre. Fue Nadir quien le recibió.
-Buenos días y perdone la molestia, caballero. ¿Es aquí donde trabaja Kiannah?
-Buenos días joven, si, aquí es. ¿Que asuntos necesita acudir con ella?
-Soy Esmeralda, su mejor amiga, esperaba hablar con ella.
-Oh, pues me temo que hoy tiene el día libre.
Antes de que pudiera proceder a contestar, Erik salió del despacho movido por la curiosidad.
-Bienvenida a Fantasma, señorita Esmeralda.
-Gracias, usted debe de ser Mr.Destler.
-Correcto, he oído que busca a su amiga. ¿Va todo bien?
-Si, hace tiempo que no tengo noticia suya y... ¿puedo hacerles una pregunta?
-Adelante.
-¿Cómo está el humor de Kiannah? ¿Notan algo extraño?
-Sí -contestó el persa- no parece estar en su mejor momento. Nos tiene preocupados.
-Marzo tiene ese efecto en ella. Me temo que este es un mes complicado. El peor del año.
-¿Es algo anual?
-Generalmente.
-¿Qué ocurre? ¿Hay algo que podamos hacer?
-Esto lleva pasando desde antes de conocernos, y he de admitir que yo no he sido de mucha ayuda. En dos días es su cumpleaños, por eso quería venir e invitarla a unas pequeñas vacaciones para celebrarlo. Esta fecha es para ella difícil, muy difícil. Pero deben entender que si la ven triste no es por algo que hayan hecho o dicho, su problema es consigo misma. Con los años he adquirido la impresión de que durante las semanas que rodean su nacimiento, las cosas suelen irle mal, y ella se siente infeliz haga lo que haga.
-¿Conoce el motivo?
-Tengo mis teorías, pero no es algo que pueda compartir. Su confianza es extremadamente difícil de ganar, ya he estado a punto de perderla antes, y no pienso arriesgarme ahora. Si perdiera a Kiannah, sería peor que perder a una madre.
-Naturalmente, como sus amigos queremos ayudar, no causar problemas.
-Mr.Destler.
-¿Si?
-Ella le tiene en gran aprecio y admiración, dice que usted le entiende. Por lo que si alguien puede estar ahí a su lado y escuchar lo que tiene que decir, es usted.
-¿Yo?
-Se sorprendería al saber con la pasión con la que habla de usted, de su vida aquí, y el amor que le tiene a Fantasma. Admito que me mostré escéptica al principio con todo el tema, sin embargo desde hace tiempo tengo claro que este sitio le ha dado un motivo más para vivir. La carta que me mandó en enero, hablando sobre su viaje juntos, podía notar felicidad brotar de las letras. Creo que ni yo misma podría ahora ser de tan ayuda como usted.
-La señorita tiene razón, buen amigo.
-Iré sin falta a su encuentro, no deseo más que volver a verla bien.
-Antes de que marche, por favor, dele esto de mi parte, es su regalo.
Le entregó un estuche de terciopelo negro adornado con un lazo rojo. Se despidieron apresuradamente, tomando caminos opuestos, Esmeralda salia a la calle mientras que el enmascarado entraba al despacho para emplear uno de sus pasadizos.
La joven apenas había abandonado la cama desde el amanecer. No encontraba fuerzas para tareas simples como bañarse, comer o limpiar.
El piso era un autentico desastre, el polvo se acumulaba veloz, los vasos sin lavar se amontonaban, y de la mesa caían cascadas de papel finalmente repartidos por el suelo.
El desorden de la habitación representaba el de su mente sin hacerle completa justicia. El caos en su cabeza no tenía nombre conocido. El ruido se amontonaba dentro su mente, incapacitando de tener un momento de paz.
Esta era su primera jornada libre en una temporada, pues a menudo se negaba a tomarlas, especialmente cuando necesitaba sumergirse en el trabajo.
Si se levantaba acababa por sentarse en el suelo frente al espejo de cuerpo entero que descansaba en una esquina de la sala. Allí se miraba fijamente a los ojos durante un tiempo que no se veía capacitada de medir.
No esperaba ni deseaba visitas, y con la locura a un paso de distancia, había olvidado por completo cerrar la puerta con llave.
Sumida en un trance, no escuchó el "tock, tock" ni la puerta abrirse momentos después.
Erik contuvo la respiración ante la escena, el desorden no fue la causa, ya que el mismo dejaba su hogar en tales condiciones de vez en cuando. Lo que arraño su alma con fuerza fue ver a aquella señorita tan fuerte al punto de ruptura.
Sentada con las piernas cruzadas analizaba sus propios ojos, atenta a su reflejo con expresiones cambiantes, desde dolor a risa. Hasta que cayó la primera lágrima, seguida de un llanto silencioso.
Las similitud de la escena con las de su propio pasado le causaron un intenso dolor en el pecho, capaz de tirarle abajo si no se mantenía equilibrado. No aguantaba permanecer pasivo otro segundo, por lo que se precipitó hacia ella con sigilo pero urgencia. Kiannah no reaccionó hasta que notó unas manos en sus hombros. Con su ayuda se puso en pie, hablando con la voz rota.
-¿Erik? ¿Qué haces aquí?
-He venido a asegurarme de que estabas bien.
-Estoy divinamente, nunca me he sentido mejor.
-Si, yo tambien me vuelvo a la ironía cuando me siento mal.
-¿Qué quieres que te diga?
-Nada, nada en absoluto, quiero prestarte mi compañía. No tienes que hablar, ni seré una molestia, pues se bien como convertirme en una sombra.
-No quiero que seas una sombra.
-Lo que necesites que sea.
Tras unos momentos de indecisión Kiannah llegó a la conclusión de que no tenía nada que perder, y que dijera lo que dijese, él no se iba a rendir.
-Un abrazo, ¿me puedes dar un abrazo?
La petición le pilló por sorpresa, asintiendo tan pronto como pudo, recibiendola en sus brazos. En cuanto sintió la calidez del enlace, ella comenzó a llorar silenciosa como si su respiración fuese a molestar a alguien. Perdido ante este tipo de situaciones, Erik vio oportuno actuar como le hubiera gustado a él haber recibido en el pasado. Cansado de mantenerlos en pie se sentó en la cama, lo más cercano, sin romper la unión.
Sin mayor ruido que alguna respiración ahogada típica del llanto, pasaron un largo tiempo así. Con la cabeza escondida en algún lugar entre el cuello y hombro del caballero, ella se agarraba con fuerza a partes de la camisa, al haber deslizado sus brazos entre la americana. Él acariciaba su pelo con cuidado, pensando que hacer una vez las lágrimas cesasen.
.,.
La luz exterior había perdido la mayor parte de su fuerza cuando Kiannah se vio capaz de levantar cabeza. Con las manos eliminó torpemente el agua salada de su rostro, estabilizando su respiración.
-Gracias, y lo siento por todo el show, no me veo muy capaz de mantener una postura muy serena.
-No son necesarias las disculpas. Ni mantener la compostura. Deja salir eso que te está haciendo daño.
-Lo haría con gusto, haría lo que fuera para sacar de mi este veneno, pero no puedo siquiera vocalizarlo, no he sido capaz en años.
-No te fuerces, poco a poco.
La señorita soltó un suspiro desesperado. Erik se quitó la chaqueta para ponersela por encima. Luego se levantó. Ella le lanzó una mirada a modo de pregunta.
-Voy a prepararte un baño, luego algo para comer. Estas tensa y probablemente no hayas probado bocado en horas.
No hubo queja o replica, no que fuera a aceptar una de todas maneras.
Mientras ella se bañaba puso un poco de orden en el apartamento, deteniéndose a leer alguno de los papeles que recogía. Estaban todos escritos a mano, en una mala y veloz letra, repletos de tachones y correcciones en los márgenes. Uno llamó su atención sobre el resto.
<Llevaba conmigo un vacío, dentro de mi, reemplazado el caos que debería haber, drenado mi esencia para suplantarla por esta basta indiferencia.
Era un saco de huesos con un abrigo de piel, sin nada por dentro, más allá de los restos de un fuego, y los cristales rotos ahora hechos hielo.
Tanto tenía que decir, y qué poco importante parecía a la hora de verbalizarlo, total, quién iba a escuchar a la pared sin aparentes sentimientos. El muro infranqueable, gato dentro de la caja, la persona seca y austera que se disfraza de de paisano mientras vive como las copias de su alrededor.
Ya nada veía el pobre saquito de huesos, todo le parecía lo mismo, ya daba todo igual, su vacío e indiferencia eran su mar y barco. La pared, él mismo. Quizás por eso descargaba su ira con el muro, quizás buscaba hacerse reaccionar. Pobre alma en pena, pobre triste esencia, los días le pasaban monótonos y la soledad era su única compañera.
Cómo pesaba su existencia cuando en verdad, no era más que piel, hueso, vacío e indiferencia. No quedaba nada, para sus mismos ojos, no era más que decepcionante e inútil. Un mal resultado de la vida. Una broma estúpida.
Un barco navegando sin ganas y sin rumbo, con suerte, hacia el fin de su mundo>.
Justo terminaba de preparar la sencilla cena cuando Kiannah salía del baño, aun en pijama pero al menos era uno nuevo. Sus ojeras eran imposibles de ignorar, tanto así como el dolor en sus ojos. Se detuvo a contemplar el montón de papeles ahora recogidos en una esquina.
-¿Los has leido?
No había malicia alguna en su tono, ni intención, solo curiosidad.
-Un par de ellos.
-Son todos muy esperanzadores, ¿no crees? -añadió con ironía- Lo gracioso es que cuando necesito escribir para desahogarme, como estos días, no me sale.
-Es difícil leerlos sin que cada frase se te marque por dentro. Tienes un don para las palabras.
-Mi intención es revolver cada sentimiento humano dentro de quien lea. Quiero que sufran, que rían, que se enamoren, que se les rompa el corazón, que odien a un personaje, que idolatren a otro, que prueben la pérdida, la muerte... todo. En ese punto se cruzan mi ambición y mi estupidez.
-Con la historia adecuada puedes conseguirlo.
-La historia trata de un humano, que vino al mundo sin pedirlo. Quiero que el lector crezca con el, que se produzca una simbiosis y sientan cada escena como si les estuviera pasando a ellos. Quiero que vean lo que es no tener una vida facil, padres complicados, amigos inexistentes. Quiero que sean capaces de entender cada vez que algo rompa al personaje por dentro, Que poco a poco vean lo que es estar roto, lo que te hace la infelicidad, como te consume el vacío. Deseo provocar su dolor y empatía, para que la próxima vez que se crucen con alguien, consideren la repercusión de sus palabras y actos. Porque ser educado y tener un gesto amable no es complicado. Y el mundo anda muy falto de sensibilidad.
Tomaban asiento con un plato delante de cada uno.
-Una auténtica locura. Cinco años de mi vida intentando traer a la vida algo imposible.
-Creo que lo que deseas es muy posible, cuentas con las herramientas y el tiempo. Una obra maestra no se construye más de una vez en la vida.
-Quien sabe, ahora no estoy en condiciones ni de plantearme salir de estas cuatro paredes.
-¿Las de la habitación o las de tu propia mente?
-De una se sale por una puerta, de la otra solo se cae a un abismo.
-Dime, ¿cuántos años lleva sucediendo esto?
-Ocho.
-¿Solo ocurre en marzo?
-No, me pasa a menudo, pero este mes es el peor, las semanas antes y después de mi cumpleaños son siempre desafortunadas.
-Pensé que la gente adoraba cumplir años y celebrar sus vidas.
-No veo motivo de celebración en haber nacido yo. Ni en haber vivido hasta ahora.
-¿Te arrepientes de ello?
-No se si sentir orgullo en que siga respirando. No hay nada en mi que el vacío y la infelicidad no hayan tocado o conquistado. He desperdiciado tantos años de mi vida. Sentada, esperando a que las cosas cambiasen, desempeñando el papel protagonista en mi propia mentira. Este mes solo sirve para recordarme lo que soy. Kiannah, decepcionante e inútil.
Con esta declaración las lágrimas regresaron, resultando en el apretón para el gatillo en la cabeza de Erik, quien, abriendo una de sus incontables heridas, intercambio oscuros pensamientos que nunca había osado vocalizar.
Pasaron la noche compartiendo dolor, sentimientos de almas torturadas. Él nunca recibió una respuesta clara respecto al bajón anual de la señorita, pero tal y como había dicho Esmeralda, tenía sus teorías.
Tan mala situación les otorgó la oportunidad de derribar una pocas barreras entre ellos, aprendiendo Kiannah al fin pequeños fragmentos del pasado del enmascarado. Su madre no le quiso nunca, la gente tomó provecho de él, había sido torturado física y mentalmente, vivido en un jaula, rechazado, tratado como monstruo. La lista no terminaba, y no fallaba en sorprenderla el hecho de que nunca hubiera tratado de acabar con todo y suicidarse. Admirada también el proceso de cambio que debía de haber sufrido hasta llegar a ser un empresario querido y envidiado por tantos.
Erik se removía en igual admiración por ella, sus experiencias eran muy diferentes, desde luego, pero había que ser inhumanamente fuerte para sobrevivir a cualquiera de sus dos trayectorias.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top