XXIX


El invierno no planeaba hacer su salida, pues todavía a mediados de febrero el frío se mostraba implacable. Por suerte, esto no afectaba al negocio de Mr.Destler, la necesidad del público de ser entretenidos no cesaba, ni parecía hacerlo desde la reapertura en enero.

El entusiasmo de los empleados se había visto recargado en las vacaciones, encantados con la idea de hacer de este año mejor que el anterior. Confiando, con cierta fe ciega, en su empleo y las tres cabezas al frente de Fantasma. Habían crecido por admirar, no solo a los caballeros, sino también, y con fuerza, a la señorita. Su ya no tan nueva vecina que no les mostraba nunca una mala cara, ayudaba en todo lo que podía, y se mantiene centrada en su trabajo.

Corrían todo tipo de rumores sobre aquel trío, dentro y fuera de la empresa. Ninguno especialmente malévolo, solo meros cuentos sobre lo que pasaba dentro de la oficina. Nunca se tiraban por suelo sus nombres, ya que, mayormente, eran vistos como pequeños héroes. Especialmente Kiannah, después de lo ocurrido la semana anterior disponía de gran respeto, y una base de mujeres que la admiraban.

El incidente se desarrolló por la tarde en la oficina, y su repercusión había sido trascendental.

La estrella del show, Anna, llevaba una temporada tomando por compañía un hombre americano, obviamente rico y aburrido. Un total cerdo que disfrutaba mirar lascivamente a cualquier mujer con piernas.

La semilla del problema se plantó en el mismo momento en el que aquel hombre decidió que Kiannah debía ser su siguiente trofeo.

Durante sus visitas a Fantasma empleaba cada oportunidad para acercarse a ella e intentar ganar su afecto. Siempre se chocaba con un no por respuesta, y aun así persistía en su peligroso intento.

Con tal situación, el desenlace formaba claro camino. La joven lo aviso desde el principio, tenía muy poca paciencia, un mal temperamento, y un odio a la insistencia. Los reactivos estaban preparados, como bala en la pistola, para saltar al apretar el gatillo.

En la sala contigua, el despacho privado, se encontraban Erik, Nadir y Anna, arreglando unos asuntos relacionados con el nuevo número que debía ensayar para llevar a escena con el comienzo de la temporada de primavera.

Su acompañante, Matthew Cook, aprovechaba para volver a la carga cuando la señorita entró en la sala.

Al cabo de unos intentos, recibió, como de costumbre un no. Pero sin conformarse acorraló a su presa en la pared, haciéndole tirar en el proceso la carpeta que cargaba. Esto fue la gota que colmó el vaso para ella, y la llamada de atención para los finos oídos de Erik.

En el instante en el que se abrió la puerta lo suficiente para dejarles ver, todo ocurrió muy deprisa.

Matthew no había escuchado los pasos hacia ellos, por lo que no sospechaba siquiera que hubiera movimiento en la otra habitación.

Antes de que ninguno de los caballero pudiera actuar, Kiannah realizó una maniobra que conocía bien. Romper un candado humano no era muy complicado.

Con fuerza golpeó la flexura del codo derecho del hombre, con su codo izquierdo. Seguido le propinó un rodillazo en las costillar izquierdo, haciéndole perder el equilibrio lo suficiente para agarrar su antebrazo y retorcerlo tras su espalda.

Ella tenía la posición dominante.

-¡Suelta mujer! ¡¿Como te atreves!? ¡Bruja endemoniada!

-¿No ha tenido suficiente, señor Cook?

Sin dar lugar a respuesta, dirigió otro rodillazo, esta vez a una zona mucho más delicada, la entrepierna. Cualquier hombre que haya tenido la experiencia de recibir una pata en sus partes desde atrás, conocerá el dolor que trae consigo.

Sujeto solo por la pared y el agarre de Kiannah, permania maldiciendo sin pausa.

-Tiene usted un tono de voz muy irritante. Casi tanto como su persistencia en flirtear conmigo.

-¡Maldita mujer! ¡Debería de halagarte mi atención! ¡Un hombre de mi clase no se consigue fácilmente!

-¿Un hombre de su clase? Querido, escoria como usted se encuentra fácilmente. No hace falta ir a un establo para encontrar semejante cerdo.

-¿Escúcheme bien condenada...

Kiannah le clavó las uñas con profundidad en la piel, haciéndole gritar como animal.

-No, no, estoy cansada de escucharle. Ahora es su turno, y por su propio bien le aconsejo que no me haga repetirme. ¿Claro?

Un profundo asentimiento, fue seguido de otro quejido de dolor al ser aplastado con mayor intensidad en la pared.

-Conozco bien a los de su clase, gente, hombres con dinero y mucho tiempo libre. Os creeis los dueños del mundo, que tenéis el poder de hacer lo que os plazca en vuestras manos. Nos tomáis a las mujeres por objeto sexual, juguete a vuestra merced, orden y disposición. Pues grave esto bien en su minúsculo cerebro, ninguna mujer es pertenencia de nadie que no sea ella misma. Un no es un no, y lo acepta usted o se larga, pero no toma por la fuerza lo que no es suyo. Ningún hombre tiene derecho a ponerle una mano encima a una mujer, y mucho menos a mi. He tenido suficiente paciencia, y de gracias al dios en el que crea de que no quiera condenar mi vida por acabar con la de un bastardo ricachon. Porque si le vuelvo a ver, cerca de Fantasma o de la señorita Anna, me asegurare con gusto de cortarle lo que no es capaz de guardar en sus pantalones. ¿Entendido?

El hombre volvió a asentir, no contenta con ello, no le soltó hasta recibir un sí verbal.

-Un placer haber tratado con usted, querido Matthew Cook. Confío en que sepa donde se encuentra la salida.

El sujeto salió del despacho sin cesar en insultos y maldiciones.

Cuando estaba ella segura de que se había ido por completo, dirigió su atención a las tres personas que le miraban estupefactos.

Erik montado en cólera había tratado de ir a por el hombre y acabar su mísera existencia, pero Nadir le cortó el paso esperando el mejor momento para actuar. Este no llegó, pues la joven sola fue capaz de solucionar el problema.

-¡Oh, Kiannah, es usted mi heroína! ¡Gracias! ¡Gracias! ¿Cómo ha podido ganar sobre semejante hombre?

-Lo único grandioso en ese engendro es su ego, el cual le va a doler muuucho tiempo.

-Solo pensar lo que ese bastardo me podría haber hecho... yo no soy tan fuerte como usted. Sin protección...

-Yo no necesito que me protejan. Se cuidarme muy bien. Esta no es la primera vez que me encuentro con semejante ejemplar. Demasiados hombre se han creído con el derecho a ponerme una mano encima, y todos viven para desear no haberlo hecho. En cuanto a usted, señorita Anna, tengo un regalo que hacerle.

Levantando el lateral derecho de su falda hasta la altura de la rodilla extrajo un pequeño cuchillo de algo más arriba

-Llévelo consigo para sentirse segura. Porteló en un ligero elástico y resistente a medio muslo. Si se encuentra en la situación, no dude en sacarlo, no es necesario que lo use, el simple hecho de añadir un cuchillo a una amenaza lo hace más efectivo.

-¡Oh gracias! ¡Mil gracias! ¿Me enseñaría la maniobra que ha empleado?

-Puede, por ahora vaya a casa y descanse. Suficiente ajetreo por un día.

-Tiene razón, le estoy en deuda Kiannah, en profunda deuda.

Ella mantuvo una sonrisa hasta que la estrella el show abandonó la sala.

-Lo que has hecho hoy demuestra gran fuerza y valor. En mis casi sesenta años de vida, jamás he presenciado tal acontecimiento. ¿Dónde has aprendido a defenderte de tal manera?

-Desde niña he visto la crueldad de los hombre hacia las mujeres, nos creen inferiores y nos usan como trapos sin valor, como fabricas de bebes con patas. Un mero entretenimiento con el complacerse entre embarazo y embarazo. Solo pensar la cantidad de grandes mentes, músicas, inventoras, escritoras, lo que sea, han sido silenciadas y olvidadas a lo largo de la historia. Por el simple hecho de ser mujeres.

Sus ojos ardían en rabia y tristeza, sobretodo profunda ira.

-Al poco de llegar a este país sucedió un primer incidente. Un chico unos años mayor consideró que mis educados "no" significaban más bien poco. Una mañana me esperó a la salida de casa, cuando iba a hacer recados. Aprovechó el factor sorpresa para empujarme a un callejón cercano. Mientras intentaba desatar mi vestido, cuando bajó la guardia, le golpee en la entrepierna con fuerza suficiente para hacerle ver las estrellas. ¡Y vaya si las vio! Esa fue la lección número uno que me dio mi padre desde niña, si un chico se pasa de la raya, le das donde le duele. Porque toda esa tontería de "boys will be boys" es solo una cubierta para todo aquel que se cree en poder de tomar a una mujer a la fuerza. Volví a casa corriendo, y al contar lo sucedido, mi padre le pido a un amigo policía que me enseñase a defenderme.

-¿Y el cuchillo?

-Oh, un regalo por mi dieciocho cumpleaños. Aprendí dónde y cómo utilizarlo según cual fuera mi intención. También sé disparar un arma de fuego, lamentablemente mi puntería es horrible.

-¿No lo echarás en falta?

-Tengo otro, obsequio de Esmeralda, ella recibió las lecciones de defensa propia conmigo.

-¿Y si no puede usarlo, ni golpear en una zona inferior?

-Hunde los dedos en el espacio de la garganta, entre las clavículas, encima del esternón. O sino un golpe seco en la tráquea. Hay alternativas, pero qué le voy a decir yo a un daroga que ya no sepa.

La joven se apoyada en el escritorio, dejando ver su dedos cubiertos en sangre que antes habían pasado por desapercibidos. Fue Erik el primero en reaccionar, avanzando hacia ella preocupado.

-Estás herida. No se como no he podido ver la sangre antes.

-No es mía, me encuentro perfectamente, bueno, cansada y con un dolor de cabeza naciente. Pero bien.

-¿No es tuya?

-No, el señor Cook se acordará de mí cada vez que mire su antebrazo, la marca de mis uñas en su carne, no se irá pronto. Siempre es útil llevarlas afiladas, nunca sabes cuando vas a necesitar abrir un paquete, o marcar a un capullo.

-¿Has considerado qué pasará si va a la policía? -inquirio el persa.

Ella se rio friamente.

-Lo dudo, buen amigo. No hay cosa más fácil de romper, más débil, que el ego, el orgullo de un hombre. Ir a la policía y contar lo sucedido sería una humillación para su "masculinidad". Y si busca venganza, digamos que no va a llegar muy lejos. Es difícil deshacerse de mi, mala hierba nunca muere.

-Puede dar por seguro que si le veo por Fantasma, será la última vez que respire.

La amenaza del enmascarado dio fin a la conversación. Nadir quería replicar, sin embargo se sorprendió a sí mismo haciendo la misma promesa internamente, no iba a permitir que la señorita volviera a pasar por tal situación. Pues no solo era una amiga a la que tenía mucho cariño. Era como una hija. Y con el tiempo le estaba siendo imposible no ver las semejanzas que compartía con Erik, rota por dentro, desconfiada del género humano.

Esa misma noche comenzaron los rumores, a la mañana siguiente todos conocían lo ocurrido gracias a Anna, quien no dudaba en contar la historia que le había vuelto una admiradora de por vida de su heroína.

Esta faceta de Kiannah, que se revelaba bajo tales condiciones, provocó una extraña sensación en Mr.Destler. No, ella no necesitaba ser protegida. No, ella no era débil en absoluto. Si, se veía reflejado en ella más de lo que le gustaría haberse dado cuenta.                                                    Cuantos recuerdos dolorosos le ocuparon la mente aquellos días. Junto con una revelación clara de sus sentimientos que no estaba preparado para admitir.

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