IX
Nadir notaba algo raro desde el momento en el que puso un pie en la oficina. Su amigo trabajaba con el despacho abierto, y casi semejaba estar esperando algo.
Se sentó en su escritorio y comenzó a manejar el papeleo pendiente, ese era un día sin mucha actividad en el parque y los empleados podrian disfrutar de un descanso.
Fantasma, su negocio, solo cerraba los lunes por completo. Los martes y miércoles su horario variaba poco, antes de las tres de la tarde el acceso se cerraba y se invitaba a los asistentes a tomar la salida. El resto de días el trabajo era a jornada completa, especialmente los fines de semana que apenas les daban un respiro.
Al pensar esto se dio cuenta de que estaba esperando su compañero. Y si así era, aparecería de un momento a otro.
La mañana de reparto estaba siendo un suplicio para Kiannah, si bien la fiebre de las compras había cesado, la gran mayoría de señoras adineradas exigian el envío a casa, especialmente las viudas que no se veían con muchas fuerzas. A ella le daba igual en verdad, era dinero para su familia, pero hacer el trabajo de tres sola no. La idea original consistía en que ambas hermanas iban a hacerse cargo de ello, pero tan pronto como fue mejor que su hermana, esta dimitió. Y sus padres se lo permitieron, claro.
Tomando uso de recien nacida costumbre, dejó los paquetes de Mr.Destler para el final. Si la suerte ponía sus ojos en ella, podría charlar un poco con el.
El persa que ahora entendía el extraño comportamiento de su viejo amigo, no podía evitar sino una sonrisilla burlona. Cada vez que alguien llamaba a la puerta Erik miraba furtivamente sobre sus papeles expectante. Esto provocaba el gesto de Nadir, contento de verle con ganas de interacción humana. Ya que únicamente hablaba con él o con los empleados que le necesitaban. Desde su estancia en Paris, había pedido todo gusto por hablar, y tras un corazón roto, se mantenía sumido en una profunda oscuridad.
<Tock, tock> los dos caballeros levantaron cabeza y casi a la vez invitaron a quien fuera a entrar.
La chica de pelo corto abrió la puerta con habilidad, demasiada para venir cargada con cinco cajas que debían hacerle ver delante suyo muy complicado.
-Buen día caballeros.
-Me alegra volver a verla señorita Kiannah, deje que le ayude.
-Oh, no se preocupe Nadir, no es nada. Solo digame donde ponerlo.
-En la mesa de siempre.
-Buenos días -intervino Erik saliendo del despacho- Lamento haberla cargado tanto señorita.
-No se disculpe, es mucho bulto y poco peso. Lo temible son los encargos de la señora Johnson, suelen ser mínimo diez cajas.
Al dejar la carga sus manos se hicieron visibles, sobresaltando a los empresarios.
-¿Que le sucede en la mano?¿Ha tenido algún accidente?
-Ah, esto, un simple corte, nada grave.
-¿Como se ha cortado?
-Verá, soy un poco patosa, al arreglar el toldo de la boutique ayer, no vi un hierro que sobresalía y me corté el dorsal de la mano.
-¿Y aun asi le hacen llevar los paquetes?
-Nadie más lo puede hacer. Además, no es profundo, ni duele, nada que no pueda soportar.
Erik se acercó a ella y le cogió la mano vendada con delicadeza.
-¿Puedo verlo?
-Claro, solo está cubierta para que no se infecte con todo el traqueteo.
-Tiene cierta profundidad, debería de tener cuidado o la herida podría seguir expandiéndose.
-¿También posee conocimientos en medicina? Cuenta usted con gran inteligencia, Mr.Destler. Pero no se preocupe por mi, no es la primera vez que pasa.
-Señorita Kiannah es usted bastante testaruda, ¿no?
-Cabezota redomada, como mi padre. Lo tengo en la sangre.
Nadir reía ante el comentario, mientras que Erik colocaba la venda de nuevo en su sitio.
-Gracias Mr.Destler.
-Si me permite la pregunta, ¿porque arreglaba usted el toldo? ¿no tiene un joven de mantenimiento para esas cosas?
-Vi que estaba algo suelto, noté que tenía fácil arreglo y lo hice por mi cuenta. El señorito Smith viene normalmente a asistir estas necesidades, pero no encontré necesario llamarle.
-Su tono hacia él no suena muy apreciativo. ¿Es un mal chico?
-No, pero su presencia no me agrada.
-¿Es descortes?
-Me persigue como un mosquito muerto para que salga a cenar con él desde empece a trabajar en la tienda. No entiende lo que es un no.
-Es normal, es usted una joven hermosa.
-Llamativa. -Le corigio sería- Atractiva en todo caso. La belleza convencional no va conmigo. Ni pretendo que lo haga.
-Ciertamente es usted diferente.
Kiannah se encogió de hombros, volviendo su atención a las cajas.
-Traigo los vestidos, el pantalón y la gabardina... oh, y el traje por supuesto. Madre ha añadido un pañuelo de bolsillo con él, a modo de agradecimiento por su lealtad.
-Dele las gracias de mi parte.
-¿Necesitabas una gabardina nueva?
-Es para ti, Nadir.
-Eres todo un detallista Erik.
-Solo es un gesto de amabilidad a mi buen amigo.
-Paseme la caja, por favor señorita.
Así lo hizo, contemplando como la expresión del persa seguía creciendo en alegría al sacar la prenda.
-¿Has elegido tu el modelo?
-Con ayuda una dependienta eficaz.
-Vaya, gracias a usted también señorita Kiannah.
Conversaron un rato más hasta se vieron interrumpidos por un aviso de fuera "Fantasma cierra sus puertas por la jornada de hoy, gracias por venir". La joven se dio cuenta entonces de cuánto tiempo llevaba ahí.
-Me temo que he perdido la noción del tiempo, debería de volver a la boutique.
-Que inconsiderado por nuestra parte, sus padres deben de estar preocupado por usted.
-Lo dudo, saben que se cuidarme por mi misma.
-De todas maneras, será mejor que vaya a casa y descanse señorita, parece usted cansada. Además se le habrá pasado la hora de comer.
-En eso tiene razón, Nadir. Disculpen entonces caballeros. Ha sido un placer charlar con ustedes.
-Siempre es una alegría verla. Sabe, deberia venir un día a disfrutar de Fantasma, ¿ha estado alguna vez?
-Solo para hacer repartos.
-Venga el domingo, seguro que le encanta.
-Agradezco la invitación, pero me parece que el domingo será complicado.
-¿Tiene ya una cita?
-No, se que el parque se llena los domingos, y sinceramente, las masas grandes de gente me producen ansiedad. No creo que pudiera disfrutar de la ocasión.
-Entonces permítame decirle que es bienvenida cuando quiera.
-Se lo agradezco, es usted muy amable.
-No es solo idea mía, mi compañero aqui silencioso fue el primero en sugerirlo.
-Gracias Mr.Destler.
-Tenga un regreso seguro señorita.
Con esto Erik volvió a su oficina sin más palabras, cerrando la puerta tras de sí. Necesitaba pensar, silencio, y tocar su piano.
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