II
Alejando la vista de Francia, el lugar que observar se presenta al otro lado del charco, un tiempo indeterminado más tarde.
Con la mejora de la calidad de vida el mundo ahora se podía permitir el ocio, la pregunta ya no era "¿tendre hoy para comer?" sino "¿Donde quedamos el sábado por la tarde, o la mañana del domingo?".
La importancia y demanda del entretenimiento se alzaba triunfante. Los parques de atracciones nunca fueron, valga la redundancia, más atractivos. El negocio del misterioso señor Destler se mantenia número uno en la lista de favoritos por tercer mes consecutivo, dando un aire de triunfo al no muy sonriente dueño tras todo el esfuerzo invertido.
Nadie sabía realmente quién era, como había llegado allí, o cuáles eran sus motivaciones. Lo cual actuaba de imán para los curiosos y los celosos emprendedores. Su parque, ahora a menudo en los periódicos, contaba con no solo norias y montañas rusas, sino con un gran teatro cuyas producciones, desde cómicas a dramáticas, atraían al cautivado público.
La gran estrella de las puestas en escena era una ambiciosa joven rubia, que movida por una extraña codicia de poder, pasaba de hombre en hombre cuando no podía seguir extrayendo de ellos. Nada que se le pudiera recriminar en un mundo que claramente se movía por y para el dinero. La opinión general se posicionaba en que era una señorita elegante y digna de respeto.
El lugar contaba con extensas fuentes de diversión, tomando por ejemplo un circo propio, que parecía componerse por todo lo rechazado por la sociedad.
El dueño, conocido y tratado por Mr.Destler, era profundamente querido y respetado por sus empleados. Él les había dado una oportunidad, una mano de ayuda, la buena mejilla cuando el mundo les daba la espalda. Eso sí, con toda cantidad de respeto venía un sentido de miedo hacia su figura, y es que el hombre imponía.
El caballero siempre vestido en sus mejores galas nunca se dejaba ver sin la mitad de su cara cubierta por una máscara, provocando que sus ya resaltables ojos se mostraran de un irreal tono fuego. Sus modales admirables, sólo se veían nublados por sus ocasionales repentinos cambios de humor. Desde luego, un hombre de carácter.
Al frente del negocio estaba él, sin embargo tras el sistema de seguridad y mantenimiento, la cabeza al mando se trataba del amable persa. Amigo fiel de Mr.Destler, ambos aparecidos de la nada, sin mayores pertenencias que dos maletas, y seguidos de un sirviente.
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