Capítulo 56
Mis clases terminaron hace una hora, la profesora que mi padre contrató ya se había ido, lo ayudaba con temas de la empresa para aprender más sobre cómo sobrellevar el negocio. Él aún no confiaba mucho en mí, lo noté porque antes me daba trabajos más importantes que los que me da ahora.
—He terminado con lo que me asignó, padre —dije dándole los documentos, sin levantar la mirada.
—Bien. Ahora lo revisaré para corroborar que todo esté en orden.
Asentí sin más. Planeaba irme, pues ya no me dio nada qué hacer, pero su voz me hizo detenerme de nuevo y volver a prestar atención.
—Madeline, es tiempo de que te diga algo importante. No quise decírtelo antes para que no hicieras otro escándalo, no quiero que llores porque eso no sirve ahora. Acéptalo.
—¿Qué ocurre, padre? —pregunté.
—Tu madre se ha ido, dijo que ya no quería hacerse cargo de todos tus dramas, así que juntó sus cosas y se largó de aquí.
Lo soltó tan de golpe que ni siquiera me dio tiempo a procesar bien la información. No podía creerlo... mamá... ella no haría eso, ¿cierto? Ella dijo que me protegería, que me ama y me cuidaría todo el tiempo.
—No empieces con tus lágrimas. ¿Ves? Es por esto por lo que no quiero confiarte nada, eres demasiado sentimental y eso nos traerá debilidad a la empresa.
—Mamá... ¿en serio se fue?
—Sí, así es.
—¿A... A dónde? —pregunté tragándome las lágrimas.
—No lo sé, no tiene caso que preguntes, solo tienes que saberlo para no esperar por ella despierta hasta tarde y no dormir nada. Estando cansada tampoco me sirves de mucho, debes superarlo lo antes posible, o jamás volveré a llamarte mi hija.
Tragué con dificultad, cerré los ojos y me concentré en aguantar. Al volver a abrirlos, hice una reverencia y me despedí de mi padre, me alejé y al salir de la oficina limpié mi rostro rápidamente. Debía de aguantar, el que mamá se haya ido no debe ser otra razón para deprimirme... Aún tengo a papá, él solo quiere que sea más fuerte. Sí, debo serlo. Solo así heredaré la empresa.
—¿A dónde va, señorita? —preguntan los guardias al verme avanzar.
—A mi habitación, ¿a dónde más?
Cerré los ojos con frustración y seguí mi camino con ellos detrás de mí. No puedo creer que necesite guardaespaldas en mi propia casa, papá realmente no confía en mí para nada.
Mi celular empezó a vibrar en ese momento, lo agarré para ver de quién se trataba -aunque no tenía muchas opciones- pero de inmediato los guardaespaldas me lo arrebataron.
—¡Oigan! —exclamé.
Ambos miran de quien es el número de la pantalla y asienten estando de acuerdo que no era nadie que me comprometiera. Me regresan mi celular y yo se lo arrebaté molesta, suspiré calmándome y respondí a Jenny antes de que se colgara la llamada. Llegué a mi habitación hablando con ella y cerrando la puerta con seguro antes de que ellos entraran aquí.
—Joder, amiga. Eso se oye espantoso.
—Lo es —suspiré—. Ya no sé qué hacer... Siento que estoy en una especie de cárcel VIP pero de la que quiero escapar igualmente.
—Lo sé, ¿pero y tu madre? ¿Ella no puede intentar convencer a tu padre de sacarte?
—Ella... se fue, Jen —mi tono de voz disminuyó—. Dijo que no quería soportarme más y se marchó.
—Eso... Eso es terrible. Lo siento, Ellie. No creí que fuera capaz de hacer algo así.
—Yo tampoco, pero así son las cosas —me dejé caer acostada en mi cama y mirando al techo.
Jen y yo duramos hablando unas horas más antes de colgar. Ya era de noche y Ritha vino a avisarme de que la cena estaba lista y que mi padre me estaba esperando. La cena fue tan silenciosa y vacía de emociones, se sentía la falta de mi madre, veía mi plato de comida y no me apetecía comer.
—Iré a estudiar, con permiso, padre.
—Bien, ve. Asegúrense de que sea así —le habla igualmente a los guardias.
Estos asienten mientras yo evitaba rodar los ojos, me levanté y me alejé del comedor pero de nuevo con los guardaespaldas detrás de mí hasta llegar a mi habitación, quise cerrar la puerta de nuevo con ellos fuera pero esta vez no me lo permitieron.
—¿Qué?
—Lo lamento, señorita, pero las órdenes de su padre fueron asegurarnos de que de verdad estudiará.
—¡Joder...! —espeté—. Estudiaré, no se preocupen.
—No podemos asegurarlo.
Fruncí los labios y apreté los puños pero finalmente cedí. Dejé la puerta abierta y me senté en mi escritorio para estudiar, ellos se mantuvieron cerca y observando que estudie en verdad. Incomodaba, claro que sí, pero no había nada que pudiera hacer para que se fueran y mi padre tampoco iba a ceder.
No puedo creer aún que mis ultimas semanas de clase las pase dándolas en casa. Se supone que debía graduarme junto a Jen, Theo y... Aspen... Recibir mi título de egresada de la escuela con ellos, con mi madre presente, pero ahora me toca estudiar en casa y solo ir a tomar exámenes en el ministerio para conseguir ese dichoso título que ya no deseo obtener, no así.
Miré mi celular y lo agarré queriendo escribirle de nuevo a Aspen, pero se me fue arrebatado de las manos y con frustración apreté los puños.
—Debe estudiar, señorita.
—Solo quieto mandar un mensaje —espeté molesta.
—¿Para quién sería ese mensaje? —cuestiona el otro guardia.
—No les incumbe.
—Su padre...
—¡El solo quiere evitar que me vaya de puta con otros hombres, ya dame mi maldito celular! —solté de golpe ya harta.
—Madeline.
La dura voz de mi padre llama nuestra atención, fruncí los labios maldiciendo en mi cabeza mientras mantenía la mirada en el suelo. Él se acercó y de repente abofeteó mi mejilla hasta hacerme girar el rostro, agarró mi celular de la mano del guardia y volvió a mirarme con molestia.
—Una mujer no debe hablar de esa forma. Debes aprender a controlarte y administrar tu enojo.
—Sí, padre. Lo lamento.
—Estás castigada. Mantendré tu celular conmigo hasta que sepas cómo se comporta una verdadera mujer... lo que me lleva a presentarte a alguien —a la habitación entra una mujer realmente anciana con un bastón para ayudarla a caminar—. Ella es Teresa Valcoutter, será tu maestra para que aprendas a comportarte.
—Es un placer, jovencita —la anciana inclina la cabeza.
—Padre... no creo que esto sea necesario —me atreví a decir.
—Ya he visto que lo es —él me mira con severidad—. No seas maleducada y responde a quien te ha saludado.
Suspiré profundo y volví mi vista hacia la anciana Teresa. Ella me ve como si pensara en que tendría mucho trabajo conmigo, me levanté de mi silla y me incliné levemente.
—Igualmente es un placer, señora Teresa.
—Mejor —expresa papá—. Ahora, ve a dormir, mañana empiezan tus lecciones.
Todos salieron de mi habitación dejándome sola finalmente. Me tiré en mi cama y miré el techo, este hubiera sido un perfecto momento para hablar con Jen o escribirle a Aspen, pero... ya sin mi celular solo es un silencio aburrido y quizás también abrumador. Mire mi computadora que ahora es inútil, pues mi padre se ha encargado de bloquear toda aplicación que me dejara comunicarme con cualquier otro desde allí. Sin mi celular estaba completamente desconectada... y también me dolía el rostro.
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