Capítulo 39
Salté de mi lugar en el sofá cuando apareció una escena muy molesta en el anime que estábamos viendo con Aspen, en su casa, con unos tragos cada uno, aunque yo ya iba por el quinto vaso... me sentía bien, solo más confianzuda pero estaba bien. Bufé y volví a sentarme cruzándome de brazos y haciéndolo reír a él.
—Son tan idiotas, no los tolero —comenté.
—Quizás un poco. Tienes razón —mencionó—. No puedo creer que cincuenta episodios y aún no pase nada.
—Se tardan tanto para algo tan obvio que terminará pasando sí o sí, ¡me estresa!
Aspen ríe un momento mientras yo volvía mi atención a la pantalla, pero no pasó ni dos segundos cuando Aspen apoya su mano en mi mejilla para hacerme voltear hacia él por sorpresa.
—¿Y nosotros qué estamos haciendo entonces? —su pregunta me dejó con los ojos bien abiertos mientras él acariciaba mi mejilla con su pulgar—. Me gustaría... adelantar unos episodios contigo.
Parpadeé un par de veces y sinceramente pensé en dejar que se acercara pero ¿y si podía escuchar mi corazón acelerado? Entré en pánico por los nervios y me levanté para huir, de nuevo.
—D..Debo ir al baño.
—Ambos sabemos que solo estás huyendo, princesa, pero está bien... te dejaré ir por esta vez —me mira con una sonrisa depredadora que me hizo salir casi corriendo como una verdadera presa.
Fui al baño y lavé mi rostro con agua fría para intentar bajar el sonrojo en mis mejillas. Me miré en el espejo y suspiré profundo tratando de calmarme, volví a salir al cabo de unos minutos largos allí dentro, justo cuando Rose llegó a la sala junto a Aspen.
—Joven Aspen, le debo de aplicar el ungüento antes de irme —comentó ella.
—Yo puedo hacerlo —llamé la atención de ambos—. Digo, si estás de acuerdo, Aspen.
Él cierra los ojos y sonríe fingiendo pensarlo demasiado apoyando su cabeza contra el respaldo del sofá.
—¿Tener las manos de Maddie sobre mí? Claro que no me molest... ¡au! —se queja por un golpe que Rose le había dado— ¡Oye!
—No piense en cochinadas, joven. Así no es como se debe expresar de una mujer, mucho menos en frente de ella —lo regaña Rose haciéndome reír.
—No se preocupe, Rose.
Ella me entrega el ungüento, se despide de nosotros y se va dejándonos solos en esta gran casa. Me acerqué a Aspen quien ya se estaba quitando la remera y se acostó boca hacia abajo en el sofá, yo me senté un poco en el borde y vi su espalda, sintiéndome entre aliviada y preocupada aun así.
—Se está curando, este ungüento funciona de verdad —mencioné abriendo este y aplicándolo primero en mi mano antes de llevarlo a su espalda.
—¿Ah si? Con razón pude jugar ayer, no me había dado cuenta —mencionó con la cabeza apoyada de un lado sobre sus manos y sonriendo con los ojos cerrados.
—Sí...
Había visto como Rose lo hizo aquella vez, intenté imitarla. Esparcí el ungüento por toda su espalda, podía sentir los relieves por las heridas y eso me causaba un poco de estremecimiento por la sensación no tan agradable. Lo apliqué lo mejor posible hasta acabar y cerrar el ungüento.
—Listo.
—¿Ya? Joder... —Aspen se queja como un niño haciéndome reír, dejé el ungüento sobre la mesa y él se sentó—. Quería que durara más tiempo. Deberé hacer que mi abuelo vuelva a golpearme para que tú vuelvas a ayudarme.
Aspen me mira de reojo, viéndome reír ligeramente pero al momento en que cerró los ojos para suspirar, yo tuve una idea que... sería algo atrevida. Bebí de mi trago para darme valor y luego lo hice solamente.
—¿Hm? —Aspen abre los ojos cuando siente que me deslizaba sobre él hasta sentarme en su regazo y con mis manos en su pecho desnudo.
—No necesitas dejar que tu abuelo te golpee... aún debes ponerte el ungüento y yo puedo hacerlo —acerqué mi rostro al suyo y rocé nuestros labios.
En aquel momento me sentí verdaderamente poderosa, pues podía sentir a Aspen agarrar mi cintura suavemente y queriendo unir nuestros labios pero yo retrocedía la cabeza, solo un poco, para jugar con él y hacerlo desesperar.
—Pero además... aunque no necesites más de ese ungüento... puedo ayudarte con lo que quieres —deslicé mi mano hacia abajo pudiendo sentir sus abdominales, él dejó escapar un jadeo suave en mi boca.
—Maddie... te lo advierto, lo que estás haciendo ahora es peligroso para ti...
—¿Pero no es lo que querías? —volví mis manos a su pecho—. Sentir mis manos acariciarte... No... También quieres sentirme de otras maneras, ¿cierto?
Acerqué mis labios a su oreja, pude sentir sus manos apretar mi cintura y eso me hizo jadear con mis labios rozando su piel.
—Tú en realidad quieres sentir mis labios... mi lengua... mi cuello, mi pecho. Tú quieres sentir la calidez de mi apretado interior, quieres robarle a Carsson lo que no pudo conseguir en esa fiesta y burlarte de él cuando tú lo consigas...
—Te has vuelto arrogante, princesa —sonríe— ¿Quién te ha dicho que quiero todo eso?
—Lo sé... porque o sino no estarías con las ganas desbordando por besarme —di vuelta su rostro, acerqué mis labios a los suyos pero me hice a un lado en el último milímetro— ¿Lo ves?
—Quizás tengas razón en eso... pero te equivocas en algo —suspiró—. No me burlaría de Carsson por haberme acostado contigo, porque eso sería usarte como un trofeo y tú eres más que eso... Tú eres mucho más, princesa.
Sonreí enternecida por sus palabras.
Era por esto por lo que sabía que Aspen era el indicado, pues me trataba mucho mejor que Carsson, me hacía sentir que valía algo más que solo por ser una virgen a la que los hombres quieren usar y desechar.
—Me parece bien que lo digas, porque eso me hace reforzar mi confianza... y así poder... hacer esto...
Uní nuestros labios apenas acabé de decirlo. Aspen ni siquiera se vio sorprendido, solo lo esperaba con ansias. Me besó con intensidad y gran necesidad, sus manos me acercaron más a él haciéndome jadear en su boca. Podía saber con certeza gracias a este beso la experiencia que Aspen tenía, era demasiada, mientras que yo apenas podía seguirle el ritmo.
De repente, Aspen se enderezó aún sentado, haciéndome ser más consciente de nuestra diferencia de altura, me sujetó por las piernas y la espalda para evitar que cayera o que me separara. Enredé mis brazos por su cuello mientras el beso continuaba con gran fiereza y sensualidad hasta que bajó a mi cuello.
Incliné la cabeza hacia atrás, dejándole un mejor acceso. Jadeé por sus besos y mordidas hasta que me estremecí por su lengua cruzando desde mi clavícula hasta mi barbilla. Nunca creí que podría sentir tanto con algo así. Cuando Carsson me besó por primera vez, no había sentido nada, ahora siento que no quiero que esto se termine. Quiero más.
—Aspen... —solté en un jadeo al volver a conectar nuestras miradas pero él volvió a unir nuestros labios.
Esta vez dejé escapar un gemido ahogado en su boca cuando su lengua se abrió paso hasta la mía y así empezar a acariciarla de una forma realmente deliciosa. Sus manos se deslizaron por mis piernas, acariciando mis muslos hasta llegar a mi trasero pero se detuvo de golpe... Noté cuando intentó quitarlas de allí pero mi instinto fue más rápido que mi cordura, agarré sus manos y volví a apoyarlas apretando mi trasero de nuevo.
—Así como tú... yo también deseo que tus manos me toquen donde quieras hacerlo.
—Madeline... —suelta con la voz ronca, como si fuera un gruñido gutural y de frustración—. No quiero sentir que me aprovecho de ti... Estás ebria.
—¿Y eso qué? ¿No es mejor así? No causo tantos problemas, no me gana la vergüenza y el miedo... —volví a besar sus labios mientras frotaba mi intimidad con la suya endurecida—. Puedes hacerme todo lo que hiciste o no hiciste con las otras chicas.
—Madeline —repite al mismo tiempo en que me tumba sobre el sofá, colocándose sobre mí y apretando mis muñecas para que me detuviera—. No sabes las ganas que tengo de hacerlo... de verdad que lo que más deseo ahora es tenerte revuelta entre mis mantas disfrutando del placer que yo quiero darte.
—Suena bien —extendí mi cuello hasta atrapar con mi boca la cadena en su cuello y jalarlo a mí hasta alcanzar su piel y lamer su cuello—. Me gustaría que lo hicieras...
—No puedo. No cuando sé que puedes arrepentirte al día siguiente, porque realmente sé que lo harás.
Bufé rodando los ojos, dejé de insistir pues el momento acabó desde que Aspen no quiso seguirme el último beso. Él se levanta y agarra mi trago junto al suyo.
—Creo que ya ha sido suficiente.
—Aspen —lo llamé haciendo que se diera vuelta pero enseguida cerró los ojos y apartó la mirada.
—¡Joder! Madeline, vístete.
—¿Por qué no me miras? —dejé caer mi ropa al suelo, quedando únicamente en mis bragas y sostén, entonces me acerqué a él— ¿A caso no te parezco atractiva?
—¿Cómo puedes pensar eso? —me miró un segundo y noté su esfuerzo por no bajar la mirada antes de darse vuelta y apoyarse en el marco de la puerta.
—Porque al parecer es verdad lo que dijiste en la biblioteca esa vez —suspiré molesta estando tras de él, podía ver cada una de sus cicatrices— ¿O es por mis cicatrices?
—¿Qué dices? Por supuesto que no —finalmente me mira de nuevo—. Madeline, si no lo hago no tiene nada que ver con tu cuerpo. Si no te miro es porque sé que aún no estás preparada para que realmente te vea de esa forma.
—¡De nuevo haces lo mismo! —espeté cansada—. De nuevo crees que sabes cómo me siento o cómo me sentiré cuando esté sobria, ¿no crees que esto es lo que quiero en verdad? Solo tomé para ser más valiente y así decírtelo.
—Pero yo no quiero que necesites del alcohol para ser valiente estando conmigo.
Me quedé en silencio mientras Aspen se cubría el rostro con una mano y maldecía por lo bajo. Volvió a mirarme y suspiró profundo antes de volver a hablar, pero yo lo hice primero.
—Solo dime que no me quieres de esa forma, después de todo es mejor decir la verdad aunque duela —aparté la mirada queriendo evitar que viera mis ojos cristalizado, me sujeté de un brazo creyéndome una estúpida por todo esto.
—Joder, Madeline. Las cosas no son así —soltó pareciendo desesperado—. Si no quiero hacerlo contigo ahora, es porque quiero hacerlo cuando no tengas ni una sola gota de alcohol en tu sistema y puedas decirme lo que quieres sin miedo. Quiero tener tu completa seguridad y tener la certeza de que no saldrás corriendo a la mañana siguiente por haberte arrepentido. ¿Lo entiendes ahora?
Lo miré sorprendida mientras él respiraba algo agitado, calmó su respiración agachando la cabeza y suspirando.
—Me gustas demasiado como para lastimarte así. Me odiaría a mí mismo si llegara a aprovecharme de ti ahora. No puedo hacerlo, y tampoco quiero...
—Espera... ¿T..Te gusto?
—¿Es lo único que se te quedó? —ríe con algo de incredulidad—. Sí, Madeline. Me gustas. Creí que era algo obvio.
—Pues no... yo... no me di cuenta. O quizás lo negaba porque creía que me detestabas o que solo querías acostarte conmigo. Después de todo... Carsson pensaba así —bajé la mirada pero enseguida me hizo volver a subirla.
—¿Me comparas con ese idiota? —me mira con una sonrisa amarga—. Eso realmente me dolió, princesa. No soy ese idiota y aborrezco que me compares con él.
—Lo siento...
—No te disculpes. Después de todo nunca supiste que esa clase de sujetos existía y es normal desconfiar del resto cuando nadie pudo guiarte...
—¿Me saldrás con eso de que "tú no eres como los demás"?
—Por supuesto que no. Soy exactamente igual a todos ellos... —de repente me acorraló contra la pared y tomó mi rostro con una mano—. Pero siendo igual a ellos tú me hiciste querer ser mejor, quererte solo para mí pero no para follarte como Carsson quería.
Hice una mueca pero Aspen sonríe y se acerca a mi oreja para suspirar contra mi piel.
—A mí me gustaría mimarte... besarte... acariciarte como se debe tocar a una escultura de cristal —va hasta mi otra oreja—. Quiero adorarte, apreciarte todos los días y protegerte de toda esa mierda en tu vida —Aspen se agacha hasta mis labios pero no me besa, su mano en mi muslo acaricia mis cicatrices y me hace levantar mi pierna hasta envolverla en su cintura—. Quiero ser la causa de tus sonrisas, el alivio de tu llanto y el que derrote a todos tus demonios para darte la mejor vida, que es lo que mereces.
Solté un suspiro ya sin cómo calmar los acelerados latidos de mi corazón, el cual estaba a punto de estallar con cada palabra y cada caricia de Aspen.
—Así que no me vengas con esa tontería de que no te quiero como dices porque lo hago, de todas las maneras posibles. ¿Te ha quedado claro?
Asentí con las lágrimas a punto de desbordarse de mis ojos, suspiré profundo y abracé a Aspen para sentir la calidez de su torso desnudo. Él me envolvió entre sus brazos y besó mi cabeza con ternura.
—Ahora, ¿te importaría vestirte? No quisiera que todo lo que dije hasta ahora valiera mierda.
—¿Tienes poco aguante, Donnovan? —me burlé con una leve risa.
—¿Qué puedo decir? Eres irresistible, princesa.
—Pero has resistido bien —suspiré cansada—. Tengo sueño...
Lo escuché resoplar antes de reír apenas audible. Repentinamente me carga en brazos y me lleva escaleras arriba hasta su habitación, me dejó en la cama y se puso a buscar una de sus remeras en su armario. Yo me acomodé hasta que lo vi regresar.
—Esto es una tortura... y ni siquiera eres consciente de esto —comentó acercándose y ayudándome a colocarme su remera—. Mejor... Iré a dormir en la...
Agarré su mano haciéndolo detenerse cuando se levantó. Aspen me mira y yo intenté jalarlo.
—Ven... no quisiera robarte tu cama.
—Está bien, princesa... te la doy.
—¡Pf! Donnovan, quiero que duermas conmigo, ¿no entiendes?
Estaba harta. ¡Si no íbamos a tener sexo al menos quiero dormir con él! Aspen me mira sorprendido por mi repentino ataque de confianza, él deja escapar una limpia carcajada antes de acercarse a su armario y cambiarse a unos shorts más cómodos que los jeans que traía. Volvió a acercarse a mí y nos metió bajo las mantas.
—Está bien, como la princesa ordene.
—Exacto, que bueno que ya lo entiendes —sonreí por haberlo hecho reír.
Me acomodé a su lado, apoyando mi cabeza en su pecho y rodeando su cintura con un brazo, además de entrelazar nuestras piernas. Aspen me rodea con sus brazos y suspira profundo.
—Ojalá mañana recuerdes todo.
—Lo haré, no te preocupes —hablé adormilada.
—Sí, claro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top