Capítulo 29
Narra Aspen
Nunca creí que me quedaría hasta la madrugada viendo una película con una chica tan increíble como Madeline hasta caer dormida... Creía que no estaba bien hacerlo porque todas las chicas que me han gustado en verdad, y que en realidad no fueron muchas, no han sido del agrado de mis abuelos quienes me han obligado a terminar con ellas porque o sino ellos se harían cargo. Realmente aceptaba sus amenazas por lo que le han hecho a la familia de una de ellas... hicieron que lo perdieran todo y ella me culpó por lo que pasó mientras lloraba. Nunca pude olvidarlo...
Gracias a eso fue cuando decidí que si no tenía a la chica que quería a mi lado, no haría que mis abuelos conocieran a la "indicada" para mí. A todas las demás que ellos me presentaron como candidatas yo hice que cambiaran de idea. Las hice enojar tanto que mostraron su verdadero ser, ni a mí ni a mis abuelos les terminó gustando ninguna de ellas... pero esta vez fue diferente, porque Madeline... su verdadera personalidad es hermosa, es de las que me gustan por completo...
Escuché pisadas rápidas de patas perrunas y enseguida Nina, Ares y Ragnar aparecieron corriendo y con ganas de jugar. Madeline se removió junto a mí y tuve miedo de que la hubieran despertado. Hice detener a los perros y que guardaran silencio, Nina se acercó a ella con intenciones de lamerle el brazo pero tuve que detenerla al recordar sus alergias. Todo esto se me hizo difícil pues ella aún estaba recostada contra mí, no quería moverme demasiado para no despertarla y Nina no estaba muy bien entrenada que digamos.
—¿No pueden ayudarme? —miré a mis perros que ladearon la cabeza antes de levantarse de nuevo e ir hacia Nina.
Ares agarra su colla y la estira, Ragnar se coloca en frente de ella y la empuja hasta que ella salió corriendo al patio. Suspiré aliviado y miré a mis perros con una sonrisa agradecido de que sepan entenderme. Pero de pronto Ares se sube en el sofá y olfatea las piernas de Madeline... unas bellas piernas, entiendo a mi perro.
—Ares, alto —ordené suave y en susurros. Él me miró y dejó escapar un leve gruñido agudo en protesta y yo enarqué la ceja.
Ares se posiciona como si quisiera jugar, bajando la cabeza y subiendo la cola. Ragnar se le acerca y de igual forma se sube al sofá. Suspiré frustrado pero con diversión a la vez.
—Calmados —pedí.
Ambos parecen bufar. Ares se acuesta a los pies de Madeline con su cabeza sobre sus tobillos y me mira pidiendo quedarse, rodé los ojos y ya no dije nada más. Ragnar decidió pasarse de confianza y se acercó hasta mí para acostarse en el espacio que dejábamos Maddie y yo entre ambos.
—Bien, pero si le dan alergias esto no volverá a ocurrir —advertí.
Ambos agachan la cabeza para acomodarse y se disponen a dormir. Suspiré y volví la mirada hasta Madeline que parecía sonreír lentamente. De repente su mano se movió y la apoyó sobre el cuerpo de Ragnar, suspiró un poco y volvió a acomodarse con su cabeza en mi hombro. Apoyé mi cabeza sobre la suya y bajé el volumen de la televisión, cerré los ojos... quería descansar la vista al menos un momento.
Pero no conté con que me quedaría dormido toda la noche. Me había sentido tan cómodo que me dejé llevar, nunca me había ocurrido eso. Fue cuando Madeline se movió que empecé a despertar y escuché lengüetazos de mis perros.
—Joder... —maldije por lo bajo—. Te han lamido, ¿no?
—Sí, pero no te enfades con ellos —la vi acunar el rostro de Ragnar entre sus manos para acariciarlo—. Siempre cargo conmigo mis medicamentos, están en mi bolso, arriba.
—Te lo traeré, ve a lavarte. El baño más cercano es el de invitados.
—Sí, señor —bromea ella.
Ambos nos levantamos y yo miré con advertencia a mis perros quienes agacharon la cabeza y se escondieron tras Madeline. Rodé los ojos y negué con la cabeza.
—Que teatro, Dios. Actúan como si alguna vez los hubiera golpeado —bufé.
—¿No lo has hecho?
—Por supuesto que no. Sé de sobra que golpearlos no funciona y solo los hace más agresivos.
—¿Te comparas con tus perros? Bueno pues... sí se te nota agresivo, eres como uno de ellos o más bien un Rottweiler —la fulminé con la mirada mientras ella reía. A decir verdad, cuando ella bromea con esto... me hace gracia.
—¿Sabes qué? Esconderé tus medicamentos. Veamos cómo te pones sin ellos.
Me di vuelta y empecé a caminar hacia las escaleras mientras ella chillaba.
—¡No! ¡No me expongas así!
—Ahá, es que me dio curiosidad.
—¡Aspen!
—Mejor ve a limpiarte ya, princesa. No vaya a ser que sea peor.
Ella deja escapar un jadeo de sorpresa y sale corriendo para lavarse. Empecé a reír mientras iba a mi habitación y buscaba su bolso, al tenerlo en mis manos dudé en sí abrirlo o mejor sería llevárselo completo. Rose una vez me dijo que en las pertenencias de una mujer no se curiosea. Supongo que le haré caso para no arruinar esto, no quiero saber si tiene un arma o peor.
Fui a la cocina a por un vaso con agua y luego llegué hasta el baño de visitas que tenía la puerta abierta, al entrar noté a ambos perros tras Madeline viendo como ella se limpia.
—Creí que te daban miedo —mencioné cruzándome de brazos y recostándome por el marco de la puerta.
—Eso es si a la que gruñen y amenazan de muerte es a mí, pero si no lo hacen, todo bien. Son adorables.
Ambos perros me miran enseguida como si me estuvieran diciendo "sí que lo somos" o "ella nos agrada". No lo sé, en mi mente mis perros tienen voces distintas. Empecé a reír y le dejé el bolso y el agua a un lado cuando ella empezó a secarse.
—¿No los ibas a esconder? —preguntó.
—Tuve un momento de buena voluntad y solidaridad con el prójimo. Me iluminó el espíritu Santo —bromeé.
—Ajá sí —ríe ella y agarra su bolso, pero me mira cautelosa, enarcando una ceja— ¿No lo abriste?
—No, no es lo correcto si no me lo pides directamente.
—Que caballero —sonríe—. Rose te dijo eso, ¿no?
—Así es... ella era la única que contradecía a mis abuelos, aunque fuera a escondidas.
—Me agrada, es muy tierna, amable y cocina muy delicioso.
Asentí dándole la razón, pues la cocina de Rose era lo que siempre me alegraba los días y cuando mi abuelo me dejaba sin comer era un verdadero castigo solo porque no me gustaba no comer lo que Rose preparaba.
Ella saca sus medicamentos y se toma la pastilla con el agua, suspira aliviada y yo me llevé el vaso hasta la cocina. Al regresar la vi sentada en el sofá con Ares y Ragnar a sus lados pero ella veía su celular con el ceño fruncido y arrugando la nariz.
—¿Qué ocurre? —me senté en el sofá junto al de ella.
—Al parecer... Carsson había bloqueado a Jen desde mi celular, ¿cómo pudo ingresar? No tengo ni idea... —bufó—. Era por esto por lo que no supe nada de ella... intentó avisarme sobre el plan de Carsson anoche, al parecer él y su equipo golpearon a Theo luego de que él lo golpeara por lo que me tenía planeado. Me llamó tanto durante la noche... no me imagino lo preocupada que ha de estar ahora.
—Llámala. Seguramente está con el celular a un lado esperando a que lo hagas.
Ella asiente y luego de marcar el número se puso el celular junto a la oreja. No pasó ni el primer tono cuando hasta yo pude escuchar la voz preocupada de Jennifer. Me levanté para darles privacidad mientras ella le explicaba todo lo que había ocurrido. Fui hasta el patio, busqué en el escondite que había hecho y saqué una cajetilla de cigarros y un encendedor. Me di cuenta de que ya solo me quedaba uno de estos.
Lo encendí y aspiré el humo con sabor sintiendo como llenaba mis pulmones antes de exhalarlo. De repente todo mi cuerpo se sintió en paz y pude olvidarme de todo sobre ayer por un momento.
—Fumar da cáncer y eso te mata, ¿no lo sabías? —después de un tiempo, Maddie aparece junto a mí.
—Pero también desestresa y calma los nervios —sonreí y soplé el humo hacia ella haciéndola toser.
—¡Oye! —me reclama y yo empecé a reír—. Aun así... no está bien, ¿desde cuándo lo haces?
—Los trece, creo... Lo he olvidado. Cuando encuentras un método para desestresarte y escape de tu realidad olvidas muchas cosas... lo que está bien o mal, por ejemplo.
La miré de reojo de pies a cabeza, ella comprende mis palabras y asiente dándome la razón, volví a darle una calada al cigarrillo y a exhalarlo, esta vez cuidando de no hacerlo hacia ella.
—Lo sé... Aun cuando me dan ataques de pánico lo único que consigo hacer es rascar mis brazos. No me ayuda a sentirme mejor, en realidad me siento peor cada vez que lo hago, pero ese dolor físico me hace olvidar el emocional.
—Recuerdo eso —mencioné—. Cuando llegaste a la escuela después del fin de semana posterior a mi pelea con Carsson. Tenías vendajes en los brazos.
—Sí, bueno... nunca había sido tan malo, a veces con unas banditas bastaban —respondió—. Pero esa vez mi papá le dijo a mi madre que yo merecía que me golpeara como castigo.
La miré enseguida con los ojos bien abiertos y frunciendo los labios. ¿Qué es lo que le pasa a su padre?
—Fue la peor pelea que tuvieron así que... no sabía cómo más reaccionar.
—Lo entiendo —suspiré.
Miré mi cigarrillo y luego le mostré la cajetilla vacía.
—Este ha sido el último. Ya no me queda ninguna cajetilla... —apagué el cigarrillo al presionarlo sobre la mesa de aquí afuera para luego tirarlo a la basura—. Hagamos algo... tú dejas de hacerte daño y yo dejaré el cigarrillo.
—¿Y si ninguno puede hacerlo? Sé que dejar un vicio es... muy difícil.
—Lo es si no tienes la motivación correcta —sonreí de lado—. Si yo no puedo hacerlo y caigo de nuevo... haré lo que digas por un mes, no importa lo que sea. Si me dices que salga desnudo a la calle tendré que hacerlo.
Empezó a reír por seguramente su imaginación mientras a la vez se sonrojaba por completo.
—Y lo mismo si tú no puedes. Tendrás que hacerme caso en todo lo que te diga por un mes... —me acerqué a ella hasta acorralarla por la mesa y acercarme a su oreja para fastidiarla—. Y créeme que no tendré piedad sobre ti... Tengo tantas ideas para hacerte hacer...
—¡E..Eres un pervertido! —suelta cubriendo su rostro y haciéndome reír. Aunque en realidad no pensaba en hacerle nada de lo que ella creía, pero funcionaba que lo creyera para que se lo tome en serio.
—Pero bien que funciona para motivarte a no hacerte daño otra vez. ¿Qué dices? ¿Trato, princesa?
Le tendí la mano y ella duda un segundo pero termina estrechándola con la suya.
—Trato. Veremos quién cae primero, Donnovan, y estoy segura de que serás tú.
—Eso ya lo sabremos más adelante, Lennor.
Ambos sonreímos ampliamente aceptando el desafío propuesto pero entonces su celular vibra de nuevo y su sonrisa desapareció a medias.
—Es mi mamá. Pregunta dónde estoy y cuándo voy a volver —comentó.
—Se preocupa por ti... —sonreí ligeramente—. Tu ropa seguramente ya está seca, puedes cambiarte, yo te llevaré a tu casa.
Pasé por su lado pero me detuve en seco cuando tomó mi mano, la volteé a ver pero ella mantenía su cabeza agachada. Su mano temblaba un poco así que la sujeté con firmeza y ella me abrazó por sorpresa.
—Gracias, Aspen... por todo.
Podía sentir como mi corazón se aceleraba con tan solo tenerla así de cerca y agradeciéndome por esto. Sonreí leve y la estreché entre mis brazos.
—No fue nada, Maddie...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top