Capítulo 22

Narra Aspen

Finalmente pude estacionar el auto frente a mi casa, pero no salí enseguida de este. Apoyé mi cabeza contra el respaldo del asiento mientras dejaba que la música terminara, "The Loneliest" de Måneskin. ¿Por qué siento tanto esta canción? Hace que se sienta como si me identificara de alguna manera, es absurdo. Aún así, no puedo evitarlo... me gusta.

Apagué el motor cuando la canción terminó y salí del auto por fin, siendo recibido por mis perros que fueron la causa de que me saliera una sonrisa genuina por primera vez en el día.

—Hey... —me agaché hasta su altura y los acaricié con ánimos—. Hola...

Ellos lamen mi rostro además de intentar tumbarme al suelo, me hicieron sonreír aún más hasta que escuché pasos conocidos tras de mí, y esa sonrisa flaquea. Los pasos se acercan y yo me levanté del suelo, mi sonrisa ya había desaparecido para cuando los tuve a solo unos pocos pasos de distancia.

—No deberías dejar que esos perros se acerquen a tu rostro —suspiré con pesadez agarrándome el puente de la nariz.

No necesito esto ahora...

—¿Qué pasará si de repente se vuelven locos y te atacan? Hemos visto casos en los que esos perros desfiguran el rostro de las personas, no importa si son sus dueños.

—Eso no pasará, abuela... —aseguré dándome la vuelta hacia ellos—. Mis perros no son como dices, están bien entrenados.

Con una seña distintiva, ambos perros se sentaron enseguida para demostrarle a mis abuelos que estaban equivocados pero ninguno iba a escucharme. Por supuesto que no.

—No importa qué tanto entrenes a un perro, si no lo corriges seguirá portándose mal —mi abuelo me mira como si me lo dijera directamente a mí en lugar de tratarse de perros reales. Dejé escapar una risa amarga y sarcástica.

—¿Entonces lo de la otra vez solo fuiste tú corrigiéndome porque me he portado mal? ¿Debo estar agradecido acaso?

—Por supuesto. Un hombre de nuestra familia que heredará todos nuestros bienes no puede involucrarse así en una pelea, mucho menos terminar en la estación de policía.

—Y además por una chica... ¿Qué tiene de especial ella por eso te lanzaste a los golpes sin pensar en las consecuencias? —mi abuela niega con la cabeza, aún sin poder creerse lo que hice—. Se nota que a ella sus padres no la educaron bien, por eso permite que sucedan estas cosas tan denigrantes.

—Tsk —chasqueé la lengua con molestia.

No quería seguir escuchando sus regaños y sermones, caminé hacia la entrada de casa, pero al pasar junto a ellos, mi abuelo sujeta mi hombro con fuerza.

—No te atrevas a insultarnos de tal forma. Al parecer debo corregirte de nuevo porque se nota que no has aprendido nada.

Ambos nos miramos de manera retadora, intentando intimidar al otro, o al menos no dejarse intimidar por el otro, mis perros ladran y gruñen con amenaza hacia mi abuelo al sentir la tensión. Mi abuela se estaba volviendo loca por el miedo que les tiene al escuchar sus gruñidos, pedía que los detuviera a gritos. La mirada de mi abuelo terminó pudiendo conmigo... bajé la cabeza y silbé para calmar a ambos perros.

—Ares, Ragnar. Silencio.

Ambos me hicieron caso al instante y dejaron de gruñir y ladrar. Mi abuelo me suelta y sonríe satisfecho por conseguir doblegarme de nuevo.

—Bien. Ahora vete a tu habitación, no cenarás hoy por esta ofensa.

—Como sea.

Les di la espalda y me fui hasta dentro de la casa con mis perros detrás. Apenas crucé la puerta fui recibido por Vic y mi sonrisa genuina reaparece siendo la segunda en el día, y contando.

—¡Aspen, has vuelto!

Ella corre hasta mí y me abraza efusivamente, sonreí aliviado de tenerla en mi vida mientras le devolvía el abrazo con cariño.

—Creí que te irías al departamento —mencionó al separarse—. No te preocupes, les di de comer a Ares y Ragnar y también me encargué de mimarlos por ti.

—Gracias, enana... Y vine porque aún no quiero separarme de ti —besé su cabeza—, y porque tengo que recoger algunas cosas para cuando vuelva allá.

Ella asiente comprendiendo y se separa para acariciar a mis perros. En ese momento mis padres entraron a la sala y al verme mamá quiso abrazarme. Lo permití solo porque mis abuelos estaban mirando, pero no respondí a su abrazo como los demás esperaban.

—Cariño, estás en casa. Qué gusto me da verte aquí.

—Sí... —aparté la mirada y me alejé de ella con disimulo para no hacer un escándalo—. Iré a mi habitación.

—¿N..No cenarás? —pregunta mamá tratando de ocultar su dolor por mi rechazo.

—Los cocineros hicieron tu comida favorita —le sigue papá con una sonrisa nerviosa, colocándose a un lado de ella para apoyarse mutuamente.

—No, gracias, padres... No tengo hambre —lo dije mirando directamente a mi abuelo, quien asintió aprobando mi respuesta—. Pero por favor, disfruten sin preocuparse. No mandaré a mis perros a cagarles o mearles en los zapatos esta vez.

Victoria dejó escapar una risa leve pero se cubrió la boca al instante y miró a los demás para ver sus reacciones. Le guiñé un ojo con diversión pero mi abuelo se acerca unos pasos a mí.

—¡Aspen vete, ahora!

—Seguro, te haré caso esta vez... no vaya a ser que te canses de golpearme con la hebilla del cinturón y prefieras golpearme con el fierro para la leña de la chimenea.

—¡Ahora, Aspen!

—Adiós familia, siempre es tan satisfactorio verlos a todos —mi amargura fue evidente a pesar de las sonrisas.

Subí las escaleras, aunque estando a la mitad me encontré con Rose, mi nana y cuidadora desde que tengo memoria. Le pedí ayuda con lo que ella ya sabía y la fui a esperar a mi habitación. Me miré en el espejo cuando me quité la remera y traté de ver por encima del hombro hasta mi espalda, pero en ese momento entró Rose.
Me tumbé en mi cama y ella empezó a aplicarme el ungüento para cicatrizar las heridas aún abiertas.

—¡J..Joder...! —solté adolorido mientras me aferraba a las mantas.

—Joven Aspen, debe dejar de provocar a su abuelo así... su espalda ya no podrá soportar más heridas.

—Ja... Si tan solo le vieras al rostro cuando se enfada, Rose... es tan divertido verlo perder los tornillos que de por sí ya le hacen falta.

—Jamás entenderé su forma de divertirse, lo mismo hizo con la señorita Madeline Lennor ¿por qué le divierte tanto verla enojada? —su pregunta me hizo sonreír inconscientemente.

—Porque hace un gesto con la nariz que la hace verse tan tierna, es lindo. Deberías verlo.

—Ay joven...

Ella vuelve a aplicar más del ungüento con algo de brusquedad para castigarme por mi retorcida forma de divertirme. Solté otra maldición a causa de eso. Rose acaba de colocarme el ungüento y ambos nos levantamos.

—Gracias, Rose.

—No es nada, joven Aspen... ¿Tiene hambre? ¿Puedo traerle algo de lo que prepararon los cocineros?

—Tranquila. No me gustaría involucrarte con mi abuelo. Está bien, Rose... no es la primera vez que ese anciano me deja sin comer. Una vez aguanté toda una semana, ¿sabes?

Ella me mira con lástima al recordarlo, pues ella estuvo allí. Recuerdo que intentó darme comida a escondidas y mi abuelo casi la deja en la calle por eso, tuve que rogarle que no lo hiciera mientras lloraba y prometía que no volvería a aceptar la ayuda de nadie, pues solo era un niño de diez años que amaba más a su Nana que a sus propios padres y si ella se iba, yo no hubiera tenido razones para seguir aguantando esto.
Rose niega con la cabeza y se va dejándome solo en mi habitación. Miré a todos lados y suspiré profundo a la vez que me sentaba en mi cama. Mi celular se iluminó por un mensaje y vi que se trataba del grupo del proyecto.

Ellie:
Ya casi está todo listo.
Solo faltaría la última parte del Marco teórico. 8:15 p.m.

Carsson:
Uy, linda... no puedo hacerla.
Estoy con el equipo. Hazla tú, mejor, ya que te diste cuenta. 10:34 p.m.

Ellie:
Ya veo.
Está bien. 10:35 p.m.

Aspen:

Yo puedo hacerla. 

No tengo problemas. 10:36 p.m.

Ellie:

Sería de gran ayuda.

Gracias. 10:36 p.m.

Aspen:

No es nada, princesa...

Me quedé pensando un segundo antes de mandar mensaje, decidí eliminar la última parte, pues era lo mejor.

Aspen:

No es nada, Madeline. 10:37 p.m.

Nadie más habló en aquel grupo. Apagué mi celular y me puse frente a mi computadora para ver sobre aquella parte del proyecto que aún faltaba. No pienso en reclamarle a Madeline por qué no hace esta parte ella misma pues además de hacer su parte también hizo la gran mayoría de la de Carsson... así que prácticamente hizo casi todo el proyecto ella sola.

—Pft... Madeline... ¿Por qué eres tan ciega, princesa? —resoplé.

Negué con la cabeza, mis perros se acostaron a mis pies mientras yo terminaba el trabajo quedándome despierto hasta altas horas de la madrugada con el estómago vacío y a punto de caer inconsciente sobre el teclado. Pero lo hice... pude terminar de hacer el proyecto.

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