XIV.
Despertó asustado al escuchar los repetidos toquidos en la puerta de su departamento, no supo en que momento se quedo dormido, observó que en su regazo dormitaba Masaki.
Un fuerte golpe en la puerta lo sobresaltó, se preocupo por su había despertado al pelirrojo, soltó un suspiro de alivio al notar que seguía volando en el mundo de los sueños.
Cargó al bebé cuidadosamente, camino con cuidado con su habilidad activada, sabía que estaba mal salir con un bebé en la noche, sin embargo, era peor dejar al niñato acostado en el sofá sin supervisción.
Bostezo cansado, estirandose un poco antes de dignarse a caminar, sus pasos eran pasados y su aura emitía cansancio.
Nunca iba a ser padre, eso era seguro, un día como niñero y, mientras que, el pelirrojo lucía fresco y radiante, él parecía un zombie al que le succionaron el alma.
«Un zombie no, un vampiro, parezco una vampiro que chupa sangre, eso por lo pálido que estoy y porque escupo sangre.»
Rió de su propio chiste, sintiéndose mal inmediatamente, era la peor comparación que pudo hacer. ¿En qué carajos estaba pensando? Era una parafilia que parecía haber sido hecha por el hombre tigre para mofarse de él.
Malditos preferidos que podía tener el universo, los dioses, los astros, los ancestros o cualquier ser inexistente con el poder para mover los hilos del destino correspondientes a las personas.
La puerta parecía comenzar a ser forzada, era eso o el ritmo hermético de la puerta delante hacia atrás.
—¡Ya voy!, ¡ya voy! —Arrulló delicadamente emitiendo un murmullo reconfortante a Masaki al sentir como se removía en sus brazos como si quisiera despertar; acomodo correctamente su cabecita en su hombro evitando que se incomodara. Ahora no necesitaba de sus travesuras.
Hizo que Rashōmōn cubriera el cuerpo del bebé no dejándolo a la vista, abrió la puerta de una sola con un temple frío y desalmado.
Sus ojos metálicos se abrieron como dos ventanas a la brisa de un fuerte viento.
Chūya estaba vestido con una playera blanca, sobre de ella, una camisa azul rey abierta sin mangas, unos jeans de mezclilla con leves roturas en las rodillas, teniss blancos con una franja roja atravesandolos; como siempre, su casual gargantilla de cuero y su elegante sombrero negro con una cadena plateada colgando.
—Ya era hora. —Masculló con deje de molestia, sus cabellos jengibre contrastaban con el manto nocturno acompañado de la luz lunar y el panorama de estrellas.
—Lamento la tardanza. —Realizo una ligera reverencia de cortesía antes de hacerse a un lado para dejarle pasar, se asomó un poco afuera de lo que le permitía la entrada del departamento, anhelaba qué una figura alta envuelta en vendas y de cabellos castaños estuviera aguardando a que lo invitará a pasar.
No sucedió, no había nadie más esperando.
Cerró la puerta desilusionado y se puso firme frente a su superior, aún con una relación más amistosa mantenía sus regimes de respeto y educación frente al mayor.
Chūya pasó con elegancia, admiro levemente el interior del recibidor, se giró a ver al dueño de la morada, este mismo tenía su cara sin emociones reflejadas en ella.
—¿Y mi hijo? —Cuestionó mirando el techo, notando leves huellas húmedas de diminutos pies.
Akutagawa desactivo su habilidad, dejando al descubierto el cuerpo de Masaki, parecía dormir tan cómodo en el pecho del oji-gris, se podía notar en la diminuta sonrisa que decoraba sus labios hechos fresa.
El ojiazul admiro la figura de su hijo tan sumergido en el mundo de los sueños, eran pocas las veces que lo veía tan tranquilo; su espaldita subía y bajaba tan compasiva, sus mejillas rosadas daban la ilusión de ser un muñeco de porcelana tradicional.
—¿Puedes cargarlo de una vez, creo que está babeando mi abrigo? —Inquirio frunciendo su ceño, causa del asco que le daba imaginar su abrigo cubierto de ese fluido viscoso.
Con delicadeza, el pelirrojo mayor tomó el cuerpo del niño, lo arrulló con delicadeza para que no despertará, Masaki bostezo entre sueños, se acomodo en los brazos en forma de cuenca de Chūya, como si quisiera esconder su rostro en su pecho.
El ojiazul sonrió de manera inconsciente, acarició con su dedo índice la mejilla al aire de su hijo sintiendo el calor que emanaba.
—¿Cuánto lleva dormido? —Cuestionó mirando como Masaki sonreía.
Las mejillas de Akutagawa se tronaron un poco de rojo, no podía decirle que se había quedado dormido como si nada. Sacó el celular del bolsillo de su abrigo, habían pasado al rededor de una hora y media desde que tenía consciencia.
—Como hora y media. —Mencionó sin dar a notar su nerviosismo.
La mirada azulina del mayor se fijo ahora en las cajas apiladas en una esquina de la entrada; enarcó una ceja, sabía que Ryūnosuke no era fan de las cosas dulces, las toleraba, pero hasta cierto punto. Era fácil de empalgar.
—¿Y eso? —Cuestionó tratando de interpretar los dibujos que trataban de decir de que sabor eran.
—Nada... Se me antojaron. —No tuvo el valor de decir la verdadera razón, ¿qué pensaría? Su imagen de mafioso temeroso e imparable se vería reducida a la de un joven adulto sin nada mejor que hacer que comer golosinas hasta una diabetes.
—¿A ti?, la última vez que Gin y yo te preparamos pay de fresas no te lo quisiste comer debido al "exceso de azúcar". —Dejaba al descubierto su incredulidad.
—Pero esto no es pay, son galletas. Además, ese pay era prácticamente azúcar congelada, ¡podía notar los pedazos de azúcar cristalizados!
Se cruzó de brazos indignado; para el ojiazul parecía un infante realizando una rabieta, Chūya blanqueo sus ojos, la preocupación de tener que lidiar en un futuro con un Masaki en esa etapa de la vida le hizo reflexionar el arduo trabajo que le faltaba.
—¿Cuántas galletas hay allí?, parece haber como treinta. —Preguntó intrigado, eran demasiadas solo para Akutagawa.
—Veintisiete, en realidad —Corrigió guiando al pelirrojo a la sala —. Bueno, veintiseis; tu hijo comé como si fuera camión de carga.
Ante lo dicho, Chūya frunció el ceño, observó la caja de bombones totalmente vacía en el sillón, luego miró al menor y sonrió burlón.
—Tu boca esta manchada de borunas. —Señaló con el mentón la mandíbula, el de tez pálida se tocó la cara, sacudiendo los restos del postre de su rostro.
Una ligera risa brotó de sus labios, se sentó en un sillón libre, afuera comenzaba a hacer algo de frío y las ventanas comenzaban a empañarse.
Akutagawa se sentó en el sillón donde había estado antes, no sin antes dejar la caja vacía de bombones en la mesa de centro. Frunciendo el ceño al ver como estaba hecha un desastre con los vasos vacíos y demás recipientes; el suelo de la sala no era diferente, los juguetes que le había comprado al oji-café estaban regados en el piso.
Y pensar que su cuarto estaba igual hecha un asco con la ropa de Masaki regada por el colchón. Pobre de su baño qué probablemente apeste a humedad.
Tendrá que limpiar exhaustivamente, lo peor de todo es que él odia limpiar.
—¿Va a venir Dazai-san? —No hubo disimulo en sus ganas de ver al castaño, tanto trabajo debía llevar su recompensa.
Chūya torció los ojos con molestia, suspiro cansado de tanta insistencia; por lo que, decidió hablar del tema que parecía ser el favorito de Ryūnosuke.
—Hablé con él —El azabache sintió una corriente eléctrica recorrer su columna vertebral, sus manos temblaron levemente y la saliva se le trabó en algún punto —; dijo que me alcanzaría aquí, tal parece que el tal Kunikida lo detuvo sin escapatoria para realizar el papeleo correspondiente a la misión.
Akutagawa sintió la espina de la decepción presionar su corazón punzante, suspiro cansino, debió suponerlo.
—Bueno, supongo que va a demorar.
—Sí, supongo que le van a poner a hacer papeleo atrasado. —Dijo acariciando las hebras cobre de su pequeño.
—Bueno. —Soltó una risa nasal por lo cómica que le parecía la escena, como si fueran dos personas normales con distintos trabajos conversando de lo plácida que es la vida de un civil común; tal vez como padre, Nakahara deseaba un estilo de vida "normal".
Uno donde Masaki no corra riesgo por la identidad de uno de sus progenitores, porque, a pesar de que Dazai había sido un mafioso, él tenía su registro limpio, Chūya y él no, el pelirrojo seguía luchando por continuar viviendo el día a día a costa del alma de otros para poder regresar y seguir viendo crecer ese niño. Él sólo luchaba por una aprobación y la superioridad que le causaba el tener más poder.
—Tengo más de veinte cajas con bombones, ¿gustas comer algunos a compañía de un té o café? —Masculló levantándose de un salto.
Chūya sonrió, cenar algo dulce sin necesidad de que lo haga; a decir verdad, le encantaban los dulces.
—Té. —Pidió amablemente.
—Tengo varios, pide uno en especifico. —Frunció el ceño.
—No lo sé, ¿jazmín?
—Agh, siempre tan sofisticado. —Rodó los ojos, se dio la vuelta y camino a la cocina dispuesto a preparar la infusión de jazmín para ambos, tal vez ponga un poco más, si llegaba Dazai tendría que ser totalmente servicial.
Sonrió disimuladamente, era extraño tener visitas, casi nunca las tenías, a nomer por las pocas visitas de Chūya y Gin.
Ya en la cocina, verifico que la cafetera tuviera agua y no tuviera granos de café. En el apartado donde iban las infusiones puso la correspondiente a la de jazmín; la prendió y se recargo en la barra de la cocina esperando que el té estuviera listo.
El aroma a jazmín comenzó a inundar el ambiente en un dulce y relajante aroma; podía escuchar leves risas del lado de la sala, probablemente Masaki ya habría despertado y estaría jugueteando con Chūya.
Bueno, al menos ya no tendría que preocuparse por cuidar de ese mocoso.
La cafetera emitió un chillido de que la bebida caliente ya estaba preparada, sacó la jarra de su plataforma y se encargo de servir la infusión en dos tazas; junto con una cucharada de azúcar en la que correspondería a Chūya.
La de él no la necesitaba, tantas galletas le habían empalagado, sin embargo, aún así no podía dejar un té sin un postre de acompañamiento.
La fina cerámica con el decorado de un velero navegar a través de las olas espumosas del mar. Regalo de cumpleaños de Kōyō-san, esa mujer siempre manteniendo una imagen elegante; le hacía competencia a las geishas más finas y bellas, pero era la asesina más eficaz qué había conocido.
Regresó a la sala con las dos tazas humeantes, y tal como supuso; Chūya levantaba a Masaki por debajo de sus axilas y lo meneaba ligeramente.
El oji-café reía con fuerza gracias a los jugueteos de su progenitor, este mismo igual sonreía, de una manera tierna por ver como su hijo se divertía.
—Aquí está —El de hebras jengibre detuvo su juego con el infante para sentar Masaki en sus piernas, tomó la taza tratando de evitar que quedara al alcance del bebé —. Lo endulce con una cucharada de azúcar, sé que no te gusta el té muy dulce. —Se sentó en el sillón de al lado, dió un ligero sorbo a su propia taza.
—Gracias —Masaki balbuceo y estiró sus manitas como si quisiera alcanzar la taza, siendo evitado rápidamente por el mayor —. No niño. —Regañó en tono dulce, dirigió la bebida caliente a sus labios.
—¿Qué tal la misión? —Abrió un paquete de bombones rellenos de frambuesa, los colocó en la mesa de centro para que los dos adultos pudieran tomar galletas libremente.
—Nada fuera de lo común; un cargamento de joyas de exportación para la Port Mafia. —Agarró un bombón para darle un mordisco, el infante en sus piernas gorgueo dando a entender que quería un poco.
Chūya suspiro un poco antes de darle una diminuta porción al bebé, ya era tarde para que Masaki comiera dulces y estaba la posibilidad de que ya habría comido y podría recargarse del estómago.
—Cuando te llamé habían disparos. —Recordó el azabache frunciendo el ceño.
—Sí bueno, por eso estaba allí. Se mintió con el vendedor haciendo parecer que éramos un pequeño negocio blanco de joyería fina. Sabríamos qué algún imbécil trataría de robarnos al vernos como "un blanco débil", fue como una estrategia para hacer recordar nuestra presencia y que seguimos manteniendo un estatus fuerte.
—¿Tanto por unas joyas? —Era incrédulo en que Mori mostrará tanto interés en unas simples baratijas como lo eran las piedras preciosas, sabía que como jefe de la mafia podía darse lujos caros; sin embargo, no entendía la afición por esas baratijas en alguien como su jefe.
—No dió una razón especifica; solo dijo que los ejecutivos podíamos tomar una pieza que fuera de nuestro agrado de la mercancía. —Arrugó su nariz al saber que se había agotado todo el día por algo tan mundano como lo era evitar un robo. Cualquier miembro de la organización pudo evitar algo tan simple.
—¿Qué elegiste tú? —Interrogó con digna curiosidad.
Chūya sonrió orgulloso, retomó su porte retador; dejó la taza con cuidado en la mesa, y con la misma, rebuscó en uno de los bolsillos de su pantalón.
Masaki balbuceaba pensado que estaban jugando.
Cuando encontró lo que buscaba lo arrojó al contrario, procurando que no cayera y se perdiera.
Akutagawa lo atrapó con facilidad, vió sin mucho interés el pin en solapa para traje en sus manos; el adorno estaba hecho de lo que parecía ser un granate naranja, este mismo, moldeado y pulido para dar la forma de orquídeas; el resto del broche estaba bañado en oro rosado.
—¿Es para ti? —Pregunto no muy convencido de que ese adorno concuerde con los gustos del mayor; nunca se había inclinado por el naranja.
—No —Respondió simple, sus orbes marinos captaron la imagen de su bebé, el mencionado jugaba con los botones de la camisa abierta de quien lo traía cargando; parecía haber notado su mirada porque volteo deprisa, logrando así, que sus miradas colindaran —; es para él —Acercó su cara a la del menor, las hebras jengibre y cobrizas se mezclaron; el oji-café rió entretenido por la acción —. Se lo dejaré como regalo cuando se gradué de la universidad, para que se convierta en un hombre de bien y no tenga que mancharse las manos nunca para poder llevar una buena vida.
Dijo apaciguado la tormenta qué se desatada en su interior, el miedo constante que le calaba la nuca desde que se enteró de su embarazo; un pánico al futuro, este mismo siempre tan impredecible e incierto.
O eso fue lo que captó Ryūnosuke en tan apagado comentario, sin un trasfondo que de una exploración a tan desalentador y conmovedor mensaje.
—Hablas como si fueras a morir. —Mordió su lengua para evitar decir algo más.
Chūya hizo una mueca, le recordó a esas que hace Dazai para fingir una sonrisa antes de soltar una explicación.
—No soy un buen ejemplo a seguir, no me arrepiento de mis actos ni de las batallas en las que he estado —Sonrió amargamente —. Pero este trabajo no es algo fácil de sobrellevar, veo a Hirotsu-san y llegar a su edad se ve como la gloria para mi; antes no me importaba lo que pasara conmigo, mi deber era ganar cada pelea...
Acunó a Masaki en sus brazos, el de iris avellana hacía mojines de que tenía sueño, aún así, luchaba por mantener sus ojos abiertos y seguir contemplando la embelasante figura de su madre ante a él.
—Pero —Su voz se ahogo en el abismo de los malos pensamientos —, ahora con él es distinto, saber que depende de mí y tengo alguien por quien velar su bienestar y guiarlo por la vida... Es raro... No quiero que termine como yo...
Akutagawa pareció meditar lo dicho, ciertamente no comprendía las preocupaciones de un padre, sin embargo, como ser humano, comprendía la situación. —Te da miedo dejarlo solo y sin una guía estable.
Chūya asintió en silencio, acariciando la mejilla derecha de Masaki mientras este caía en los brazos de Morfeo.
—Dazai cumple un buen papel de padre en lo que llevamos; pero sé que si yo llego a faltar él se desmoronaría, me da miedo eso; dejarlos a ellos solos y que vaguen en el mundo. No quiero dejar a mi hijo sin un rumbo fijo.
—... ¿Te arrepientes de estar aquí? —El pelirrojo lo miró espectante —. En la mafia, ¿te arrepientes de seguir con ese estilo de vida?
El ojiazul negó calmado —. Ahí conseguí un círculo al que pertenecer, una familia que me cuida las espaldas donde no soy solo un arma más a la que mantener activa. Supe lo que es tener un verdadero sentido de pertenencia.
—¿Qué cambió? —Lucía como un gato cauteloso y curioso por esos cambios.
—Supongo que la familia —Contestó en tono pasmado —. Recuerdo que el haberme casado fue un cambio radical en mi vida, la unión con una persona que amas da una vuelta en ti; la llegada de un bebé es otro giro aún más intenso porque ya no solo una persona depende de ti, sino dos.
«Masaki es una razón para ambos de seguir adelante, no detenerse en la marcha y guiarlo. Es algo magnífico en nuestra vida que nos hace sentir maravillados por haber sido algo que nosotros creamos... y es por eso que de alguna manera me avergüenza de donde provengo.
El menor apenas y deslumbro la pequeña perla salada qué recorrió la mejilla de Chūya antes de que este mismo la limpiará con rapidez brusca.
—No quiero que sienta horror por mí, saber que la persona que lo trajo a este mundo y lo ama tanto es también la que arrebata vidas como sino fuera humano. —Ahogó sus lamentos en un sonido gutural.
—... Puedo notar que ese mocoso te ama, supongo que el amor de un hijo hacia un padre es incondicional y desinteresado; no tienes que sentir pena por tu pasado cuando no has fallado como progenitor.
—... No quiero que me tenga miedo.
Akutagawa se sentó a un lado suyo, acarició su hombro con confort, logrando sacar una ligera risa nerviosa de Chūya al ser la primera vez que se veía débil ante alguien que no era Dazai; suponía que era la primera vez que el de orbes grises consolaba a otro.
Lo estaba haciendo bien, desde su punto de vista.
—Creo que sería imposible que te tenga miedo con el amor tan empalagoso que le tienes.
El mayor golpeó sin fuerzas el pecho contrario; ambos rieron por la situación.
—¿Le diste de cenar? —Preguntó al ver como el bebé chupaba su puñito.
—No, lo maté de hambre. —Respondió serio.
Se ganó un pisotón con un poco más fuerza que el anterior golpe.
—Me peleé con jinko. —Decidió explicar de una vez el pleito que había tenido en la tarde, era mejor a que en algún punto el ojiazul comenzará con un sermón.
—¿Y ahora por qué, emo idiota?
✨No puedo creer que ya casi termina esta historia. 😭✨
✨Papi Dazai aparece en el próximo episodio. 💕✨
✨¡Gracias por leer! 💙💎✨
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