IV


Tardaron al rededor de 30 minutos en terminar de comer. Ahora Akutagawa caminaba con Masaki en brazos, con ayuda de Rashōmōn llevaba las pertenencias del bebé.

Masaki analizaba el exterior con detalle, sus ojitos marrones iban de un lado a otro.

Por otra parte, Akutagawa seguía su andar a su departamento. Aprovecharía que tenía el día libre gracias a Chūya.

——¡Ta! —Se detuvo cuando Masaki grito, le dio su atención al niño para saber que quería. —¡Ta! —El pelirrojo señalaba una tienda de jueguetes, en el aparador que daba a la calle, se dejaba mostrar un gran oso de peluche café claro sentado; acaparaba casi completamente el ventanal.

Inmediatamente captó la idea del niño.

—No. —Respondió antes de continuar su caminata.

Al ver como se alejaban del gigantesco peluche, el bebé comenzó a sollozar. No tardó mucho en estallar en llanto, obligando a Ryūnosuke a detenerse.

El mayor lo tomo por debajo de las axilas y lo puso frente a él.

—¿Qué? —Pregunto hastiado.

La manita del niño señalaba a la misma dirección.

—Ya te dije que no.

Ese solo comentario ánimo al bebé a llorar con más fuerte. La gente les empezó a prestarle atención, algunos murmuraban, sin problema, el azabache no los podía escuchar, las lágrimas de Masaki le nublaban el juicio.

"Que mal padre."

"Pobre niño."

Podría activar a Rashōmōn para ahuyentar a la diminuta multitud, pero eso armaría un escándalo, lo más seguro era que llamarían a la policía, y al tratarse de él, probablemente sea la Agencia de Detectives la que se haga cargo; y por lógica eso conllevaría a Dazai.

Dazai.

¡Dazai!

Dazai era el padre de ese mocoso. ¡Lo mataría de la manera más horrible si se entera que hizo llorar a su hijo!

El solo pensamiento le recorrió la columna vertebral y provocó un ligero temblor en sus manos.

Con la poca estabilidad que tenía cargo correctamente a Masaki, regreso por sus mismos pasos e ingreso a la tienda.

Después de entrar, cerro deprisa la puerta tras de él.

Un suspiro de alivio se despidió de sus labios. Se recargo lentamente en la misma entrada, con los ojos cerrados; solo sentía los —ahora— leves quejidos de Masaki.

Dejo de usar su habilidad, causando que las cosas se cayeran.

Abrió sin prisa sus párpados, bajó sus iris al neonato, hallandolo tallando sus ojitos con su puñito.

Sus mejillas estaban rojas, asemejando a una fresa madura, sus risos jengibre revoloteaban por debajo de su gorro.

«Se parece a Chūya.»

Chasqueo la lengua irritado.

—Ya viste a tu horrendo oso de juguete, ahora vamonos, mocoso.

Su respuesta fue un estornudo, algunas gotas de saliva aterrizaron en su camisa. Formó una mueca de horror.

—¡Que asco! —Bajo con cuidado al bebé y lo puso en el suelo. Se giro a donde había quedado la pañalera y buscó un paño limpio.

Cuando lo encontró, no tardó demasiado en restregarlo contra su camisa y parte de su abrigo.

Se calmó cuando la mancha ya no estaba, ahora se volteo a donde dejo al bebé.

Sin embargo, ya no estaba.

—¿Masaki? —Volteo varias veces, busco por el piso y cerca, pero no lo encontraban.

—¡¿Masaki?! —No lo encontraba por ninguna parte.

Se puso de pie y lo busco por los pasillos.

La tienda era algo extensa, llena de pasillos y aparadores con juguetes.

Maldecía en mil idiomas su descuido, revisaba hasta los estantes sin excepción.

Fue cuando unos ligeros toquesitos en su hombro lo hicieron detenerse.

—Buen día, bienvenido, ¿buscaba algo en especial? —Cuestionó un chico de cabello castaño y ojos grises, traía puesto un mandil azul marino con una etiqueta con su nombre.

—Buscó a un bebé. —Respondió a prisa y con los nervios en la garganta.

—Claro, tenemos muchos —Dijo relajado y con una sonrisa —. Sígame por aquí, por favor.

¡¿Qué clase de tienda tenía a bebés?! ¡¿Era una especie de orfanato o qué?!

Aún así siguió con desconfianza al trabajador.

—Tome el que más le guste. —Le mostró un pasillo llenos de bebés de juguete, de distintos tamaños y con diversos accesorios.

Frunció el ceño, apretó sus dientes, retuvo las inmensas ganas qué tenía de asesinar al vendedor.

Su paciencia comenzaba a agotarse.

—No me refería a un muñeco, estoy hablando de un bebé de carne y hueso.

El rostro del castaño se deformó y mostró pánico.

—¡¿Perdió a un bebé en la tienda?!

Exclamó con terror, sus manos comenzaban sudar de los nervios. ¡Su jefe lo iba a despedir si se enterara!

Akutagawa le cubrió la boca antes de que siguiera en su ataque de pánico.

—¡Cierra la boca, imbécil! —Respiró lentamente —. No necesito que te pongas de esa manera; solo quiero que me ayudes a encontrarlo, sin hacer alboroto.

Alejo despacio su mano del empleado.

—Pero, señor, ¿cómo pudo perder a un bebé?

Un tic le llego a sus ojos, apretó sus puños hasta el punto de volver blancos sus nudillos.

—¿Sabes qué? No necesito ayuda de un incompetente como tú; solo quedate callado y no me estorbes.

Se dio la vuelta dispuesto a avanzar, aunque el hombre le hizo frente.

—Le ayudaré; ¿cómo es el niño?

Ryūnosuke enarco una ceja, sin embargo, no tenía de otra si quería encontrar a Masaki.

—Es... Algo enano, creo que no pasa de un año... Es pelirrojo, como color jengibre... tiene ojos marrones... Y trae puesto un mameluco de oveja.

El empleado asintió despacio, caminaron en direcciones distintas.

Akutagawa buscaba con algo deprisa.

Chūya lo iba a matar. A no ser que el bebé se lo pueda decir, y hasta el momento Masaki no mostraba señales de poder hablar.

Eso le daba algo de alivio, nadie debía de enterarse que perdió a un bebé en solo cinco minutos. Además, es algo que a todos los padres les pasaba.

Completamente natural.

Nada hubiera pasado si tan solo Masaki no hubiera llorado que quería volver por ese maldito oso.

Volver.

¡El oso!

Corrió lo más que podía en el espacio reducido de la tienda, esquivaba a niños y padres con precaución.

En su ida se reencuentro con el castaño.

—¿Lo encontró?

—¡Hazte a un lado! —Lo apartó sin mucho cuidado.

Llego al ventanal que contenía el gran peluche. Movió una de las patas del juguete y fue como lo encontró.

Masaki se hallaba sentado frente al juguete, con sus manitas presionaba la pequeña estrella que tenía como botón el oso para tocar una tenue melodía. Reía cada que la estrella brillaba.

—Aquí estás, condenado enano. —Lo cargo con cuidado, Masaki río moviendo sus manos en dirección al oso.

—Uff, menos mal; por un momento creí que no lo encontraríamos.

El azabache frunció el ceño por el comentario del castaño, cargo de manera correcta. El pelirrojo instintivamente se acurrucó en su pecho.

—Gracias por no estorbar.

Ese fue el agradecimiento más extraño que el chico había resivido, el empleado torció su boca con desagrado, se limitó a hacer una reverencia formal.

Akutagawa suspiro cansado, Kōyō seguramente le reclamaría por sus pocos modales y lo mal que se veía.

—Lo mejor que podemos hacer es retirarnos —Con un asentimiento contrario fue a la misma puerta por la que entró —. Cuando este mocoso sepa hablar, lo obligare a disculparse contigo por todas las molestias que te causó.

Sentía a Masaki removerse en sus brazos, sus llantos se renovaron aunque con menos intensidad.

De nuevo lo puso frente a él.

—Si sigues molestando te terminaré dejando frente a la puerta de alguna iglesia o algo así.

Los ojos grises del castaño se abrieron al límite. Por otra parte, el bebé no le importo y continuó.

—Ta-tal vez solo quiere un juguete, señor.

El oji-gris rodó los ojos, ¿Quién demonios se creía ese trabajador?

—No voy a consentirlo cuando me está armando un berrinche solo para que le compre un maldito oso de peluche.

Caminó a donde estaban la mochila y la pañalera tirada, justo en el mismo lugar donde la había tirado.

El oji-café lloraba a todo pulmón, parecía que con cada momento se hacía más fuerte los sollozos.

—¡Le haré 10% de descuento si lo compra!

Ignoro el  comentario del chico, niño tonto.

—¡15% de descuento, solo lléveselo para que se calle por favor!







































—Eres un enano consentido, tus padres te deben de consentir mucho, eres el bebé más caprichoso que puede existir en el mundo. Me hiciste comprarte un maldito oso de peluche, el cual no te va a servir de nada solo por un capricho tuyo; y para colmo un gusano con ruedas y un horrible conejo azul.

Ambos caminaban por la acera, Rashōmōn llevaba las bolsas con las nuevas adquisiciones del bebé junto a su cuna y mochila. Con un brazo cargaba al pelirrojo, con el otro llevaba del cuello al oso.

Masaki ignoraba sus reclamos, solo iba con una sonrisa de oreja a oreja mientras observaba sus nuevos juguetes.

Su atención era más desviada al gigantesco peluche, mantenía sus mejillas algo rosadas y su gorro había abandonado su cabeza, dejando al descubierto sus alborotados risos cobrizos.

Se acurrucó en el pecho del mayor; sintiendo como este subía y bajaba por la respiración y cuando hablaba.























































✨Poniendo mi sueño frustrado de tener un oso gigante de peluche.

✨¿No hay días en los que sienten que la vida ya no vale nada y que su sola existencia es miserable? ¡Pues yo me siento así!, supongo que ha de ser estrés post fin de parcial. 💚✨

✨Gracias por seguir leyendo y el apoyo a la historia, espero que les haya gustado el capítulo de hoy. (◍●◡ु‹◍)☆ 💙🌻✨






















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