Capítulo 9

"Penas, culpas y recuerdos"

Adira.

Esos momentos en los que empiezas a oír todo hueco, como si el mundo a tu alrededor se escuchara desde muy lejos... Eso me estaba pasando.

Me habían disparado. La bala había estado a nada de herir a mi hermano y me interpuse, al impactarme, lo escuché gritar. Apenas pude procesar lo que sucedía cuando sentí cómo me subían apresuradamente a un coche.

Un zumbido constante llenaba mis oídos.

Estaba en el asiento trasero, con Alex a mi lado, presionando mi herida con algo. Bastian manejaba como un loco, y Jonathan iba en el asiento del copiloto, diciendo cosas que no alcanzaba a entender.

- ¡Ey, ey!- la voz de Alex me trajo de vuelta, me sostenía el rostro entre sus manos, forzándome a mirarlo.-Tranquila, te dispararon, pero vas a estar bien.

Bajé la mirada hacia mis manos. Estaban manchadas de sangre. Mi sangre. Miré a Alex; él también tenía las manos cubiertas con mi sangre.

Los recuerdos irrumpieron de golpe, brutales y vívidos. Veia mis manos, pero no era mi sangre, estaban manchadas, con la sangre de alguien más. Cerré los ojos con fuerza, como si pudiera desterrar ese pasado de mi mente. Pero era inútil.

Sangre. Dolor. Muerte.

Entre el zumbido y los ecos del pasado, pude captar a Alex hablándome, aunque no entendía lo que decía. Lo escuché discutir con Jonathan mientras seguía haciendo presión sobre la herida.

Sangre. Sangre. Sangre.

Alex no dejaba de hablarme, pero yo seguía atrapada en mi mente. Mi cabeza regresaba una y otra vez al momento en el que me lance para recibir aquella bala.

Me dolía, dolía como la mierda, pero más dolía aceptar de quien venía aquella bala.

Había tardado en reconocer a quien estaba detrás del arma, pero fue inconfundible. Aquellos ojos verdes eran únicos... El dolor era horrible.

- ¡Joder! Hay que llevarla a un hospital o algo.- escuché decir a mi hermano, con tono desesperado.

Aquella palabra hizo clic en mi cerebro. Hospital. Volví a la realidad.

- ¿¡Bromeas!? ¡Ni se te ocurra! Seguro tienen los hospitales rodeados.- respondió Jonathan, cortante.

- ¡Le disparon, pedazo de idiota!- replicó Alex, furioso.

Bala. Hospital.

- ¡No vamos a llevarla a un hospital! Iremos hacia el avión y nos largaremos.

Me removí en el asiento y puse mi mano sobre la de Alex. Sintió el gesto y dejó de discutir con Jonathan para mirarme.

Hice presión sobre mi propia herida y murmuré:

- Jonathan tiene razón...- hable con la voz algo débil.- No podemos ir a un hospital. Deben estar esperándonos ahí.

- Te vas a desangrar si no te tratamos rápido.

El dolor era insoportable. La bala había impactado cerca de mi pecho, en el lado derecho, justo bajo el hombro. Si hubiera sido en el izquierdo, probablemente habría atravesado mi corazón.

- Puedo aguantar hasta llegar al avión.- le aseguré.

Bastian aceleró aun más, llegar antes de que me desangrara era lo primordial.

- Alex, fíjate si tengo orificio de salida.- le indiqué con la respiración hecha un desastre.

Con cuidado, me revisó.

- Parece que sí. La bala salió.

- Eso es bueno.- murmuré entre dientes, el dolor punzándome.- Si no, tendríamos que sacarla. Necesitamos coser la herida y tratarla... antes de que pierda más sangre.

- Hay que buscar alguna farmacia.- agrego Alex.

- ¡No tenemos tiempo para eso!- empezó a discutir Jonathan, pero se calló cuando Bastian le gritó.

- ¡Cierra la boca, imbécil! Está así por tu culpa. Esa bala iba para ti, pero te moviste. Casi golpea a Alex, y ella se metió en medio.

Alex, e incluso yo nos quedamos sorprendidos, es claro que Bastian detesta a Jonathan, pero jamás lo había visto hablarle de esa manera. Después de todo, Jonathan sigue siendo alguien importante dentro de la mafia.

Por un instante creí que Jonathan enloqueceria, como siempre. Pero en lugar de responder ante las palabras de Bastian, giró la cabeza hacia atrás y, con una sonrisa sarcástica, comentó:

- ¿La recibiste por mi culpa? Pues un aplauso para el que disparó.- aplaude descaradamente.

Aquello me dio aún más rabia.

- Eres un...

- Déjalo, Alex.- lo interrumpí, agotada.- No vale la pena.

Jonathan río amargamente, y me límite a poner los ojos en blanco mientras seguía haciendo presión sobre mi herida.

- Bastian, solo conduce lo más rápido que puedas.- le pedí.- No hay tiempo para ir a algún lugar, y el hospital no es opción, me las arreglaré en la aeronave, allí hay todo para curarme.

- ¿Qué tan grave es?- preguntó, sin apartar la vista del camino.

- No deja de perder sangre.- respondió Alex, con voz apretada, aún presionando la herida.- Si no la tratamos pronto...

Antes de que pudiera terminar, la radio del coche sonó. El ruido agudo hizo que Bastian girara rápidamente hacia el dispositivo.

- Tenemos todo listo.- dijo una voz desde el otro lado.

Viktor.

Me sorprendía que no se hubiera marchado ya, aunque después de todo dejarnos a nuestra suerte era condenarse a sí mismo porque técnicamente estabamos aqui por su culpa, ya que fue el quien hizo que hicieramos el estupido negocio con Thiago.

- El avión está preparado para sacarnos del país, pero tienen que moverse ya. No queda mucho tiempo.

- Entendido. Adira esta herida, prepárense para despegar ni bien llegamos. Llevo a Alex y a Jonathan conmigo.

Jonathan lo miró de mala gana, señalandose a sí mismo.

- Em ¿Hola? Yo también estoy herido, y soy mucho más importante.

Como lo odiaba, realmente lo hacía. Si no estuviera perdiendo sangre, ya lo estaría ahorcando con mis propias manos.

- ¿Crees que puedes aguantar?- preguntó Alex, mirandome, asentí aún con dolor.

Yo respiraba con dificultad pero hacia de todo para mantenerme con fuerza.

Jonathan, desde el asiento delantero, sonrió con su típico desdén.

- Vaya, no se muere tan fácil.- comentó, con decepción.- Que pena.

Lo miré con furia contenida antes de murmurar algo.

- Desearía que me hubieran disparado en la cabeza. Así no tendría que escucharte ni un segundo más.

El trayecto fue corto, pero se sintió eterno. Apenas lograba percibir lo que ocurría a mi alrededor; los sonidos se mezclaban en un zumbido constante, como un eco lejano. Alex no dejaba de presionar mi hombro, murmurando palabras tranquilizadoras que llegaban a mis oídos como susurros apagados.

Mi cabeza solo pensaba pensaba algo, o mejor dicho, en alguien.

Luke. Luke. Luke.

Todo había pasado tan rápido, no me esperaba aquella emboscada, no esperaba verlo de aquella manera. Fue doloroso, tener que pelear con él fue perder parte de mi alma.

Quería explicarle lo que hacía, y que todo era mentira, quería decirle que lo sentía, y que estaba luchando por mantenerlos a todos a salvo. Quería decirle que lo seguía amando.

Pero no podía. No podía hacerlo.

El coche se detuvo de repente, y entendí que finalmente habiamos llegado, la pista estaba iluminada por las luces de un avión esperando con los motores encendidos.

- ¡Subanla!- ordenó Bastian, bajando del auto con rapidez. Alex no perdió tiempo. Me levantó con cuidado, sosteniéndome firme para evitar que me golpeara.

- Vamos, aguanta un poco más.- susurró, su voz tensa. El avión estaba a unos pasos, pero cada movimiento mío parecía un esfuerzo titánico.

El rugido de los motores era ensordecedor mientras subíamos por la rampa, el viento cortante del despegue agitando nuestras ropas. Bastian y Jonathan subieron detrás de nosotros, cerrando la compuerta con un estruendo.

- ¿Estás lista para despegar?- preguntó Jonathan, con tono burlón, acomodándose en su asiento.

- ¡Calla!- gruñó Alex, colocandome en el asiento y asegurandome el cinturón.

Verlo tan preocupado por mí me daba un poco de gracia. Normalmente soy yo quien lo cuida y lo protege; soy la mayor, siempre he sido una especie de mamá osa.

- ¡Mantén la presión en la herida!- gritó Bastian, su voz apenas audible por el rugido de los motores.

No podían atenderme todavía. El avión tenía que estabilizarse primero, y el despegue era demasiado brusco para que se arriesgaran.

La aeronave comenzó a sacudirse al acelerar por la pista improvisada. A mi lado, Alex me sostenía la mano con fuerza, como si temiera soltarme. Cuando giré la cabeza hacia él, su rostro reflejaba una mezcla de pánico contenido y determinación.

- Alex...- murmuré, apenas audible.

- No hables. No te esfuerces.- respondió de inmediato. Sus ojos esquivaron los míos, como si temiera que pudiera leer todo lo que sentía en ese momento.

Lo conozco demasiado bien. Está aterrado y hace todo lo posible por transmitirme calma. El Alex que conocí hace tiempo no era así. Era alguien muy distinto al joven que ahora me cuida como si su vida dependiera de ello.

En aquel entonces, solía caminar con la cabeza gacha, temeroso de todo y de todos. Apenas hablaba, salvo con Bastian. Me observaba desde lejos, como si intentara descifrarme, estudiándome en silencio. Era como un cachorro asustado.

Durante un tiempo, busqué señales de que podría ser igual a Sara o Sebastian, pero la diferencia era evidente. Alex no confiaba en nadie, igual que yo.

Supe que era un ser de luz cuando lo vi tratar a los empleados de Smith, personas rotas por culpa de La Sombra Negra. Y entendí que él también era una víctima cuando vi las marcas en sus brazos y espalda, cicatrices que contaban historias que nadie debería vivir.

Alex nunca tuvo a nadie que lo quisiera, nadie que lo protegiera. Me aseguré de cambiar eso. Le ofrecí confianza, cariño y un lugar donde pertenecer. Lo adoro, y aunque me pesa saber que soportó tanto dolor en soledad, me enorgullece ver en quién se ha convertido. Es lo único bueno que hicieron Sara y Sebastian.

Cuando lo conocí, no tenía ganas de vivir. Era solo una sombra, alguien que había renunciado a todo, incluso a sí mismo. Pero ahora... ahora me atrevo a decir que, aunque no sepa luchar ni manejar armas, es quien más está peleando para destruir a Smith y su mundo podrido. Su fuerza no está en sus puños ni en su habilidad con las armas; está en su voluntad, en su corazón inquebrantable y en su inteligencia.

Hoy veo a un Alex diferente: alguien con más confianza, que conoce su valor y sabe que, mientras esté conmigo y con nuestra gente, nadie podrá amenazarlo. Sabe que lo cuido como un tesoro, porque lo es. Aun así, entiendo que las únicas personas en quienes confía realmente somos Bastian y yo.

Soy la única con la que se ríe, la única con quien se permite hacer chistes. Y ahora, mientras me aferra con desesperación para evitar que me desvanezca, me doy cuenta de lo mucho que odio a Sebastian por ser un padre de mierda que no supo valorar el pedazo de hijo que tuvo.

El avión tomó velocidad y comenzó a elevarse, sacudiéndose violentamente en el proceso. Sentí cómo Alex apretaba los dientes, concentrado en mantener la presión sobre mi herida mientras el avión ascendía.

Después de unos minutos que se sintieron eternos, el vuelo se estabilizó. El rugido de los motores seguía retumbando en mis oídos, pero el vaivén del despegue finalmente se detuvo. Con cada segundo que pasaba, me sentía aún más débil. Ya había perdido demasiada sangre.

-¡Ahora!- escuché la voz firme de Bastian acercándose. Sonaba urgente, pero controlado.- Necesitamos coserla antes de que pierda más sangre.

Alex retiró lentamente las gasas empapadas de mi hombro derecho. Sentí cómo el aire frío tocaba la piel inflamada y cubierta de sangre seca. Mi respiración se aceleró, pero me obligué a mantenerme inmóvil.

- Tranquila. Vamos a arreglar esto.- murmuró Alex con una voz suave, pero firme.

Me ayudaron a levantarme con cuidado y me llevaron hacia uno de los asientos largos al final del pasillo. Me acostaron allí, alejándome un poco del resto.

Bastian abrió el kit de sutura y sacó unas pinzas, mirando a Alex de reojo.

- Primero hay que desinfectar. Sujétala bien. Esto va a doler.

Un nudo se formó en mi estómago. Quería negarme, odiaba que alguien más me tocara, que sintieran mi sangre. Siempre había curado mis propias heridas, sin importar lo difíciles que fueran. Las cicatrices en mi piel eran testigos de ello.

Alex lo notó. Me conocía demasiado bien. Con un gesto suave, tomó mi mano.

- Survis, recuerda.- dijo en voz baja.- Debemos curarte, Adira.

En otro momento, habría rechazado cualquier ayuda. Habría peleado, habría amenazado a cualquiera que intentara acercarse. Pero esta vez no. Ellos no eran extraños y, para mi desgracia, no me quedaba opción. Tragué mi orgullo y dejé que se acercaran.

- Tal vez deberías hacerlo tú.- propuso Bastian, viendo mi resistencia.- Así ella estará más tranquila.

Alex asintió, serio mientras Bastian me sujetaba con firmeza para evitar que me moviera, Alex comenzó a limpiar la herida con solución salina. El ardor fue insoportable, pero me mordí la mejilla para no gritar.

- Casi terminamos.- dijo con firmeza mientras comenzaba a suturar. Sus manos se movían con precisión, cada punto cerrando la herida lentamente. La sangre seguía manchando sus dedos, pero el flujo comenzó a disminuir.

En silencio, agradecí haberle obligado a aprender lo básico: desinfectar, suturar, vendar. Yo le había enseñado todo lo que sabía, cosas que aprendí en la Agencia, por si algún día lo necesitaba. Y Alex, como siempre, había absorbido cada paso a la perfección.

Mientras él trabajaba, mi mente divagó y, sin querer, pensé en Jayson. Si él estuviera aquí, sería el primero en acercarse para curarme, ignorando mis protestas. Lo vi en mi memoria, con esa mirada que me dirigió en el almacén, llena de reproches y decepción.

El dolor en mi pecho creció aún más, y ya no podía distinguir si era por la herida o por mis sentimientos.

Finalmente, Alex cubrió la herida con gasas limpias y aseguró el vendaje con cuidado.

- Listo. Al menos no te nos vas a desangrar en el aire.- dijo, dejando escapar un suspiro de alivio.

Se limpió las manos y luego pasó una de ellas por mi frente, apartando un mechón de cabello sudado que se me había pegado.

- Aguantaste, ¿ves?- añadió Bastian con un atisbo de alivio en su voz.

Apenas pude asentir, sintiendo cómo el dolor se transformaba en un calor sordo que me envolvía.

- Pues claro, tienes en frente a la mismísima Dama de Acero.- comentó Alex, intentando sacarme una sonrisa. Lo logró. Fue débil, pero real.

Al cabo de unos minutos, Alex me ayudó a regresar al asiento más adelante. Me sentó con cuidado y ajustó el cinturón de seguridad. No se apartó, y en ese momento, agradecí su presencia más que nunca.

Cerré los ojos un momento, agotada. Al abrirlos, noté la mirada de Jonathan desde su asiento. Una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro, mezcla de burla y desprecio.

- Un vuelo emocionante, ¿eh? Al menos no murió en el despegue.- soltó con sarcasmo.

Ya desearía que me muriera, su vida sería más fácil.

- Tranquilo, Johny, aún me quedan vidas y tiempo para seguir atormentandote.- le sonreí falsamente.

El solo soltó una risa sarcástica, como si lo que dijera hubiera sido el mejor chiste de su vida. Yo lo odiaba, y el a mi, eso era claro. Ambos nos poníamos felices cada que el otro sufría, el tenía en mente eliminarme, y yo igual.

Mis ojos se detuvieron en la venda alrededor de su brazo, y me pregunté en qué momento lo habían atendido. Sonreí un poco al imaginar el momento en el habrá sido herido, ojalá hubiera sido yo quien le disparará.

Alex no se apartó de mi lado, vigilándome de cerca. Mi palidez seguía evidente, pero mi respiración ya se había estabilizado. Por ahora, estábamos a salvo.

El sonido del motor seguía rugiendo mientras el avión se elevaba hacia el horizonte. Brasil comenzó a quedar atrás, y el cansancio me obligó a quedarme dormida el resto del viaje.

****

Luke.

Yo había jalado el gatillo. Yo.

Había disparado y herido a la mujer que había protegido desde que éramos solo unos niños.

Me quedé estático, incrédulo. La vi sangrar, y ella me vio a mí. No quería herirla, no de verdad, pero fue ella quien recibió el disparo. Se interpuso.

No sé qué dolía más: si haberla herido o ser consciente de que se lanzó a sacrificarse por esa gente. Aquello fue otra confirmación de que todo lo que me habia dicho y prometido, era falso, y que realmente había elegido el bando equivocado.

Pero eso no apagaba la culpa que ardía en mi pecho. Pude jurar que vi el dolor en sus ojos cuando disparé, un dolor que me persiguió incluso después de que todo se detuviera.

La vi ser subida a un coche antes de que arrancaran a toda velocidad. Uno de nuestros móviles intentó seguirlos, pero fue inútil. No sé qué pasó, ni cómo lograron escapar, porque mi cerebro se bloqueó por completo al verla desangrarse.

Di órdenes de rodear el perímetro y asegurar la vigilancia en todos los hospitales de Brasil, con la esperanza de que se arriesgaran a llevarla allí. Aunque sabía que era casi imposible; ir a un hospital era condenarse a ser atrapados. También ordené que vigilaran los aeropuertos y cualquier indicio de salida.

Pero, en el fondo, una parte de mí deseaba que lograran escapar. Que Adira se salvara. Que no muriera desangrada.

Lo que me pasaba con ella era tan complicado. Por un lado, le tenia rencor, estaba de enojo, y tenía el deseo de hacerle pagar por todas sus mentiras. Pero por otro lado... la extrañaba. Aún guardaba la absurda esperanza de que todo lo que decían de ella fuera falso, de recuperarla y tenerla a mi lado como siempre lo había querido.

Sin embargo, esas esperanzas iban desapareciendo poco a poco, convirtiéndose en una ilusión estúpida.

Casi media hora después, llegó la noticia de que una aeronave había sido vista alejándose. Se rumoraba en la ASPA, pero nadie sabía si Adira estaba viva o no.

Cuando me enteré de que estaba en Brasil y que una emboscada sería llevada a cabo, sentí satisfacción, no voy a negarlo. La oportunidad de tenerla cara a cara y descargar todo mi enojo parecía el destino perfecto. Quería mirarla y preguntarle ¿por qué? ¿Por qué había elegido ese camino? ¿Por qué nos traicionó? ¿Por qué me hirió?

Pero claro, era Adira. Ella siempre tenía un plan para todo. Nunca me esperé que esas armas explotaran en las manos de los hombres de Souza. Me tomó desprevenido. Y, en ese breve instante, incluso admiré su capacidad.

Thiago Souza fue arrestado en el acto, junto con sus hombres. Fueron llevados al hospital, la mayoría fueron gravemente heridos en las manos e incluso en el rostro por la explosión de las armas.

- ¿Qué hago aquí?- preguntó el portugués, sentado frente a mí en una de las salas de interrogación, esposado.- Creí que ya estaría en libertad. Ese fue el trato.

Lo observé con frialdad. Miré su mano, estaba vendada y según me había dicho mi madre, la explosión había dañado permanentemente dos de sus dedos.

- Nunca dije que serías libre.- respondí con calma.- Dije que te recompensaríamos si nos dabas el paradero de la mafia francesa.

- Y eso hice.- contestó con arrogancia.- No es mi problema que hayan fallado.

Era cierto, en parte. Pero no pensaba negociar con un criminal como él.

- Te entregué a Adira. Ahora quiero mi libertad.

Me incliné ligeramente hacia adelante.

- La tendrás.- lo vi sonreír, pero le arrebaté esa mueca en el instante siguiente.- Cuando cumplas tu condena. Créeme, será muy larga. Tal vez salgas antes de cumplir los setenta.

Me levanté de la silla. Thiago me fulminó con la mirada.

- ¡Rata asquerosa!- gritó, perdiendo los estribos.- ¡El trato era ella por mi libertad!

Le dediqué una sonrisa fría.

- Sí, bueno... ¿qué te puedo decir?- me encogí de hombros.- No me gusta que me pongan condiciones. Prefiero hacer lo que me dé la gana.

Caminé hasta la puerta y golpeé para dar la señal. Dos soldados entraron para llevárselo.

- ¿De verdad creías que iba a perdonarle los delitos a un criminal solo por entregarme a otro?- dije con satisfacción.- No soy ese tipo de persona.

Thiago salió hecho una furia, arrastrado por los soldados.

Me quedé solo en la sala, atrapado en el abrumador silencio. El eco de mis pasos al alejarme de Thiago aún resonaba en mi cabeza, pero no era suficiente para acallar la única imagen que me consumía: Adira desangrándose frente a mis ojos.

Había apretado el gatillo. Yo. Y aunque intentaba justificarlo, la verdad era ineludible: ella había saltado para proteger a alguien más. No por mí. No por los ideales que creíamos compartir. Su lealtad estaba con ellos.

Sacudí la cabeza, intentando apartar esos pensamientos. Me obligué a espabilar, a salir de aquella sala antes de perderme más en mi propia culpa. Al doblar un pasillo, me encontré con Zhang, quien me esperaba con un informe en las manos.

- Aquí tiene lo que pidió, señor.- dijo, entregándome la carpeta con precisión militar.

Tomé los documentos sin detenerme, hojeándolos mientras caminábamos juntos hacia mi oficina.

- El que estaba bloqueando a Black era Alexander Smith Jones.- comenzó a explicar Zhang mientras entrábamos.- Como sabe, él es el encargado de la seguridad tecnológica de la mafia francesa.

Me dejé caer en el asiento detrás de mi escritorio, frotándome las sienes.

- Ese hijo de perra nos bloqueó casi por completo.- examiné las hojas con detenimiento, mis ojos enfocándose en cada detalle.

- Alexander tiene fama de ser débil.- continuó Zhang.- No tiene conocimiento en combate, su fortaleza está en la tecnología. Si logramos atraparlo, la mafia perderá gran parte de su ventaja estratégica.

Asentí, aún repasando las palabras de Zhang, hasta que añadió algo que me hizo alzar la mirada.

Para nada me sorprendía que el medio hermano de Adira fuera tan inteligente.

- Sobre todo porque parece que Adira lo estima mucho. Eso fue bastante notorio esta noche.

Fruncí el ceño.

- ¿Qué estás diciendo?

- El hermano de Adira estuvo allí. Fue a quien usted detuvo. Hay una foto de él en el informe.- señaló la carpeta.

Pasé la página con rapidez, y ahí estaba su rostro. Lo reconocí de inmediato. Mismos ojos intensos, el mismo cabello azabache, las mismas facciones definidas. La única diferencia era que Adira tenía la piel más clara, salpicada de pecas que él no compartía.

- Amenazó a su hermano, señor. Por eso se volvió loca al verlo en peligro. Está claro que él es su debilidad.

Cerré la carpeta con un golpe seco y me recosté en mi silla, dejando escapar un suspiro pesado. Ahora tenía sentido. Cuando lo vi junto a ella, no le presté demasiada atención. Estaba enfocado en Adira, en su traición, en todo lo que quería decirle y hacerle pagar.

Pero al disparar, apunté a Jonathan. Fue él quien se movió en el último segundo, dejando a Alexander en mi línea de fuego. No lo pensé dos veces. Disparé.

Sin pensar que Adira se iba a interponer para protegerlo.

El era su debilidad.

Me sentí patético en ese momento, porque cuando vi cómo ella se preocupaba por el, un sentimiento desesperado se presentó en mi pecho. Celos.

Había sentido celos por el cariño notorio de ella hacia él. Que patético, sentí celos de su hermano. Más patético aun, me afecto la acción de una mujer que me había traicionado.

Suspiré. Si Adira estaba dispuesta a sacrificarse por Alexander, ¿qué significaba eso para los demás? ¿También se arriesgaría por Sebastián? ¿Por Jonathan? ¿Por Sara?

Otro indicio de que formaba parte de esa gente. Un sentimiento amargo invadió mi cuerpo.

Sacudí la cabeza y cambié de tema.

- ¿Qué hay de las armas que vendía la mafia francesa? ¿Las revisaron ya?

- Están en ello, señor. Torres las está examinando ahora mismo. Está claro que Adira alteró el sistema para provocar la explosión.- Zhang hizo una pausa antes de continuar.- El Director está interrogando a varios de los prisioneros, aprovechando que no solo atrapamos a los hombres de Souza. También logramos apresar a algunos aliados de Jones y Smith.

- No hablarán. Conozco a esos malditos.- la frustración se apoderó de mí, y apreté los puños sobre el escritorio.

Estos hombres preferían morir antes que traicionar a su organización, especialmente a alguien como Smith.

- De cualquier manera, infórmame de cualquier avance.- añadí, tratando de mantener la compostura.- Y dile a Torres que me notifique en cuanto termine de inspeccionar las armas.

Zhang asintió y se retiró con un gesto respetuoso. La oficina quedó en silencio una vez más. Me recliné en la silla, observando la carpeta aún sobre el escritorio.

Todo esto había sido un desastre. Thiago estaba tras las rejas, Smith estaba fuera de nuestro alcance. Jonathan aún respiraba. Y Adira seguía en libertad.

Sin embargo, otra parte de mí -la que no quería admitirlo- esperaba que ella estuviera a salvo. Que no hubiera muerto desangrada.

Apoyé los codos en el escritorio, cerrando los ojos por un instante. No sabía cuánto más podría soportar este juego, donde cada movimiento parecía costarme una parte de mí mismo.

───── »◦✿◦« ─────

Holaa, una disculpa por la tardanza, estuve obsesionada con una serie nueva.

Tengo dos cosas para decir, una es mencionar el paralelo entre Adira y Luke, diciendo que odian que otros curen sus heridas, es que hasta separados están conectados.

Y otra, es que adoro la hermandad entre Adira y Alex, por cierto "Survis" significa sobrevive en Francés.

Adira y Alex se suelen decir aquello siempre que están en peligro, es como una manera de decirse que tienen prohibido morirse, y que deben regresar a salvo.

Se vienen partes donde Luke se debate entre el dolor y el enojo, él está en un período en el que aún no puede aceptar lo que eligió Adira, llegará el momento donde se vuelvan a reencontrar y ella deba explicarle todo, solo paciencia con eso.

En fin, nos vemos pronto. Besosss.

Lour.

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