Capítulo 7
"El peso del amor"
Narrador omnisciente..
El coche se detuvo frente a la majestuosa mansión, cuya brillante fachada resplandecía bajo la luz tenue de los faros. Desde el exterior, se percibía el lujo que irradiaba: columnas imponentes, y una fila de invitados elegantemente vestidos que aguardaban su turno para ingresar, mientras los guardias revisaban meticulosam8ente cada invitación. Trajes impecables, vestidos deslumbrantes y joyas relucientes dominaban el ambiente.
Sin embargo, detrás de esa opulenta fachada, algo mucho más oscuro se gestaba.
Adira ajustó su postura en el asiento, observando con atención el entorno a través de la ventana. A simple vista, encajaba perfectamente en el ambiente; su vestido rojo, ajustado y sofisticado, con brillos. Su cabello semirecogido con suaves ondas y pequeñas trenzas enmarcaba su rostro, destacando los pendientes y el collar de oro blanco que llevaba. Pero lo que la mantenía tensa no era la presión del momento, sino la figura a su lado.
Jonathan, siempre tan seguro de sí mismo, irradiaba arrogancia. Su sonrisa, tan imperturbable como molesta, parecía casi burlarse de ella. Adira suspiró imperceptiblemente mientras se ajustaba el cabello y apartaba la mirada. "Debo mantener la compostura" se recordó.
Jonathan, impecable en su esmoquin negro, le abrió la puerta y le ofreció su brazo. A regañadientes, Adira lo tomó, consciente de que todas las miradas estaban puestas en ellos. Cuando ambos descendieron del coche, el aire pareció cargarse. Adira caminó con elegancia, dejando que su cabello se moviera con cada movimiento de ella.
- Quién lo hubiera dicho.- murmuró Jonathan con esa ironía que siempre la exasperaba.-Tú y yo, caminando juntos, como la pareja perfecta.
Adira le dirigió una mirada de reojo, su expresión apenas mostrando el desprecio que sentía. Luego sonrió con frialdad, controlando cada detalle de su postura.
- Ni en mis peores pesadillas lo habría imaginado.- respondió, con su tono seco pero perfectamente calculado.
Jonathan soltó una risa suave, más para provocarla que por auténtico humor.
- Aunque... pudo haber sucedido, si hubieras aceptado casarte conmigo como tu padre quería.
Adira dejó escapar una carcajada falsa, observando brevemente a las personas que esperaban en la fila frente a ellos. Aunque no era la primera vez que Jonathan tocaba ese tema, no dejaba de irritarla.
- Primero muerta que pasar mi vida contigo.- contestó con una honestidad implacable.
Jonathan, divertido, inclinó la cabeza mientras respondía.
- Podríamos haber sido imparables. Tú y yo, juntos, seríamos la pareja más poderosa que este lugar haya visto.
Se detuvo, obligándola a hacer lo mismo. La tensión entre ellos creció de forma palpable.
- Mira cómo nos observan.- añadió, señalando discretamente a los invitados cercanos.
Adira miró a su alrededor. Las miradas eran inevitables; juntos proyectaban una imagen tan poderosa como intimidante. Pero lejos de sentirse halagada, Adira sentía el peso de la mentira que representaban.
- Ese es el problema.- dijo ella, con una voz cargada de una seguridad helada.- Tú me necesitabas a mí para ser relevante. Yo nunca necesité a nadie, y mucho menos a ti. Porque sola, soy el triple de poderosa de lo que tú jamás podrías ser.
Por un instante, Jonathan pareció perder su aplomo, pero recuperó su sonrisa, esa que ocultaba todo lo que realmente sentía.
- Es hora de entrar al show.- murmuró, dejando el tema atrás. Le ofreció nuevamente el brazo como si nada hubiera pasado, y tras una breve pausa, Adira lo tomó con visible desdén.
Cuando finalmente llegaron a la entrada, Jonathan extendió las invitaciones al guardia.
- Disfruten de la noche, señor y señora Costa.- dijo el hombre con un tono firme.
El intercambio de miradas entre ellos fue fugaz pero significativo. Adira y Jonathan ingresaron al lugar, preparados para lo que les aguardaba en esa noche.
Mientras ambos se mezclaban con los demás invitados, caminando entre las mesas y los grupos de personas, la voz de Alex se escuchó clara a través de los auriculares, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.
- Adira, Jonathan.- una voz inundó sus oídos desde los auriculares.- Beatriz Monteiro está en la barra.- dijo Alex en un tono calmado pero urgente.- Estén atentos. Deben acercarse y mezclarse entre la gente. Hagan que parezca natural.
Beatriz era la hija de un brasileño que coleccionaba piezas exclusivas. Su padre, un hombre poderoso y bien conectado, era uno de los principales financiadores de la subasta. Y Beatriz, como organizadora de estos eventos, poseía una de las tarjetas de acceso a los salones privados donde se encontraban las joyas más valiosas.
Thiago ya les había proporcionado esa información, y ni bien Adira vio el rostro de Beatriz entre la multitud, la reconoció. Ella estaba elegante, rodeada de un pequeño grupo de personas cerca de la barra, riendo y conversando.
Jonathan, al notar que Adira había localizado a Beatriz, le hizo un gesto con la cabeza, indicándole que se acercara.
- Vamos.- dijo Jonathan en voz baja, y ambos empezaron a moverse hacia la barra, acercándose a los círculos de conversación sin hacer ruido, sus pasos sincronizados y sus expresiones calculadas.
En el camino, Adira no pudo evitar notar lo bien que se movía Jonathan entre la multitud, adoptando una postura que le permitía observar sin ser vista. Él la seguía con la misma destreza, su mirada fija en su objetivo. A medida que se acercaban a la barra, la conversación entre los invitados se volvía más animada.
En ese instante, Beatriz giró rápidamente y Adira aprovechó la oportunidad, fingiendo tropezar ligeramente con ella cuando alguien pasó cerca.
- ¡Oh! Perdón, no te vi.- dijo Adira, sonriendo con cortesía mientras se enderezaba rápidamente, mostrando una sonrisa inocente.
Beatriz, ligeramente sorprendida, la observó de arriba abajo y sonrió educadamente al ver a una mujer tan elegante en un evento como ese.
- No te preocupes.- respondió Beatriz, riendo suavemente mientras tomaba su copa con gracia.- Es fácil tropezar entre tanta gente, ¿verdad?
Adira asintió, aprovechando el momento para entrar en la conversación.
- Sí, claro, todo aquí es... tan impresionante.- comentó, mirando alrededor.- Soy Isabela Costa, y él es mi esposo Gabriel Costa.- dijo, tomando del brazo a Jonathan.
Beatriz sonrió, al parecer disfrutando de la cordialidad de la situación, y sin perder el ritmo, respondió.
- Un placer, Isabela. Yo soy Beatriz. Y este es mi padre, el señor Monteiro.- dijo, señalando a un hombre corpulento y elegante que se encontraba a su lado.
Jonathan, que había estado observando la interacción, dio un paso adelante con la misma sonrisa confiada que siempre utilizaba para presentarse ante personas de alto rango. Su tono era amigable, pero tenía una sutileza que solo los más observadores notarían.
- Un placer.- dijo Jonathan, extendiendo la mano con elegancia hacia ella y luego hacia su padre.
El padre de Beatriz lo miró brevemente, evaluándolo antes de estrecharle la mano con firmeza, mientras Beatriz observaba la escena con interés.
- ¡Vaya, qué manera de presentarse!- agregó Jonathan con cierta diversión.- ¿Se han dado cuenta de que aquí no se puede mover ni un dedo sin que alguien se estrelle contigo?
Aquello hizo que Beatriz y su padre soltaran una leve risa.
- Es cierto, parece que todos aquí están demasiado ocupados en lucir sus mejores trajes y no miran por dónde caminan.- agregó Beatriz.
Desde ese momento, Jonathan se enfocó en conversar con Pedro Monteiro, distrayéndolo de las dos mujeres que conversaban detrás de ellos.
Adira, por su parte, mantuvo su enfoque en Beatriz, prestando atención a cada detalle. La conversación comenzó a fluir con naturalidad mientras Jonathan se dedicaba a hablar con el padre de Beatriz, un hombre robusto y de expresión seria, sobre temas clásicos: trabajo, inversiones, el interés de Jonathan en asistir a la subasta, carros, lujos y dinero. Jonathan sabía cómo mantenerlo ocupado, haciendo preguntas y respondiendo con un tono de complicidad que disimulaba perfectamente sus intenciones.
Mientras tanto, Adira y Beatriz, ahora alejadas de los hombres, comenzaban a charlar de manera más relajada, pero igualmente calculada. Beatriz, con una copa de vino en la mano, la observaba con curiosidad, notando la elegancia de Adira, su postura segura y el brillo sutil de las joyas que adornaban su cuello y orejas.
- Entonces, ¿de dónde eres, Isabela?- preguntó Beatriz, aparentemente intrigada.
Adira sonrió y aprovechó la oportunidad para dar una respuesta general.
- Soy de São Paulo. He estado viajando mucho por negocios últimamente, pero ahora me encuentro de vuelta en Brasil.- respondió, buscando no dar demasiados detalles. Lo último que quería era que Beatriz profundizara demasiado.
Beatriz asintió, su mirada relajada y amigable. Los dos hombres seguían conversando a lo lejos, y Adira aprovechó la distracción. Fue en ese momento cuando Bastian apareció desde un costado con una bandeja de tragos. Él avanzó hacia la barra, no sin antes hacer un gesto sutil a Adira, quien lo observó y asintió ligeramente.
Bastian ofreció un trago más a Beatriz, quien aceptó sin dudarlo. Cuando Bastian se inclinó para colocar la copa en la mesa, Adira aprovechó la cercanía para robar rápidamente la tarjeta de acceso que descansaba en el bolso de Beatriz, justo cuando la mujer estaba distraída por la conversación.
Sin embargo, el sigilo de Adira no duró mucho. Para no levantar sospechas, dejó caer su copa de champán sobre la mesa con un pequeño movimiento brusco, haciendo que el líquido dorado se desbordara y cayera en un charco sobre sus propios zapatos. Los murmullos a su alrededor se apagaron por un instante, mientras todos miraban la escena con sorpresa.
- ¡Oh, lo siento!- exclamó Adira, fingiéndose torpe mientras se agachaba rápidamente a recoger la copa.- Qué desastre. No quería ser tan torpe.
Beatriz se levantó inmediatamente, dispuesta a ayudar, con una expresión preocupada.
- No te preocupes, Isabela.- dijo Beatriz, mirándola con una sonrisa amistosa.- Debes tener cuidado, esos zapatos son hermosos, no quiero que los dañes.
Adira levantó la vista, sonriendo de forma apurada.
- Lo sé, lo siento mucho. Creo que me los he arruinado.- dijo, mirando hacia sus zapatos con falsa desesperación.- Tal vez debería ir al baño a limpiarme.
Beatriz dudó por un segundo, pero al final se ofreció a acompañarla.
- ¿Quieres que te acompañe?- preguntó con amabilidad.
Adira, sin perder la compostura, negó rápidamente.
- No, no es necesario.- respondió con firmeza.- Estoy segura de que estaré bien, solo necesito unos minutos. Tal vez incluso cambiarme los zapatos, tengo unos de repuesto en mi coche. No es el mejor momento para lucirlos, parece que el alcohol los ha arruinado.
Beatriz, aunque un poco contrariada, asintió. A pesar de su oferta de compañía, vio que Adira parecía decidida a ir por su cuenta.
- De acuerdo, si necesitas algo, no dudes en llamarme.- dijo sonriendo mientras se sentaba nuevamente.
Adira se despidió de Beatriz con un gesto y comenzó a caminar hacia el pasillo, dejándola atrás mientras fingía estar más preocupada por los zapatos que por la misión que acababa de cumplir. A medida que se alejaba, sentía la adrenalina recorrerle el cuerpo. Había obtenido lo que quería: la tarjeta de acceso.
A través de los auriculares, la voz de Alex se escuchó nítida, su tono habitual de calma y concentración.
- Adira, ¿ya tienes la tarjeta?- preguntó Alex.
- Sí, la tengo. Ya está todo listo.- respondió Adira en voz baja, observando a su alrededor para asegurarse de que nadie la estuviera vigilando.
- Bien. Dirígete hacia el pasillo a la izquierda, pasando las paredes de los espejos. Ahí te encontrarás con Viktor. Él tiene las joyas falsas. Juntos se dirigirán al almacén para hacer el intercambio.
Adira asintió discretamente y comenzó a caminar, moviéndose entre la multitud con paso firme, pero manteniendo una postura relajada, como si fuera una simple invitada más. Sin embargo, algo en su estómago le indicaba que algo no estaba bien. A medida que avanzaba hacia el pasillo, la inquietud aumentaba.
Cuando llegó al pasillo de los espejos, la sensación de estar siendo observada la hizo estremecer. Aprovechó los reflejos fragmentados en las paredes para revisar a su alrededor. Allí, vio a una mujer caminando detrás de ella, una mirada que no dejaba de seguirla. Aunque su instinto le decía que algo no era normal, la mujer aumentó el paso, sobrepasándola y continuando su camino sin prestarle mayor atención. Adira respiró aliviada.
Avanzó por el pasillo, buscando a Viktor. Después de unos minutos esperando, la impaciencia comenzó a calarla. Otros invitados pasaban sin cesar, pero no lograba ver al alemán.
- ¿Dónde demonios está?- murmuró Adira, sin dejar de observar.
En ese momento, Viktor apareció, empujando una mesa del servicio, cubierta con platos y copas de vino, pero al correr el mantel, Adira vio lo que realmente escondía: un bolso repleto de joyas falsas.
- ¿Por qué tardaste tanto?- preguntó Adira, levantando una ceja.
- No sabes lo difícil que es fingir ser parte del servicio. Tuve que entregar un montón de bebidas antes de escapar.- se quejó Viktor, pasando a su lado.- Vamos, tengo lo que necesitas.
Desde su escondite en una camioneta cercana, Alex revisaba las cámaras una vez más. En cuanto vio que Viktor y Adira se movían hacia el almacén, les indicó que siguieran avanzando, ya casi al alcance del objetivo.
Adira iba unos pasos adelante, con Viktor empujando la mesa detrás de ella, cuando, justo antes de doblar la esquina hacia el almacén, vio a un hombre de seguridad en la entrada del pasillo.
Sin pensarlo, retrocedió inmediatamente y hizo un gesto a Viktor para que se detuviera. No se suponía que hubiera nadie allí.
El ruido de las ruedas de la mesa de Viktor llamó la atención del guardia, quien giró la cabeza hacia la esquina en su dirección.
- Oh mierda.- murmuró Alex, viendo la situación desde la camioneta.
El hombre se acercaba lentamente, y justo cuando Viktor estaba a punto de improvisar una excusa sobre haberse perdido buscando la cocina, Alex reaccionó. Tecleó rápidamente en su computadora y manipuló el sistema de intercomunicación del edificio.
Un sonido de estática interrumpió la conversación entre los guardias. Uno de ellos frunció el ceño y miró su radio, desconcertado.
- ¿Sí?- preguntó, pero solo se escuchó el zumbido de la estática.
- Probablemente sea un fallo.- se dijo el guardia, escaneando el pasillo con la mirada.
De repente, la estática se intensificó, y el guardia volvió a mirar la radio. Su incertidumbre creció.
Sin saber si debía quedarse o ir a investigar, optó por alejarse.
Alex, aprovechando el momento, sobrecargó la señal del sistema, distorsionando la comunicación y haciendo que el guardia creyera que su radio no estaba funcionando correctamente. De esta forma, el hombre decidió abandonar su puesto para solucionar el problema.
- La puerta está despejada. Ahora es su oportunidad.- dijo Alex, su voz firme y rápida.- No hay mucho tiempo, la subasta está por comenzar. Necesitan reemplazar los artículos.
Adira suspiró con alivio cuando el clic de la cerradura confirmó que la puerta del almacén estaba abierta. Deslizó la tarjeta de acceso con rapidez y, sin perder tiempo, cruzó al interior seguida de Viktor. Se quitó la máscara que llevaba, y observó el lugar, el cual era vasto y silencioso. La penumbra apenas era interrumpida por luces parpadeantes que creaban sombras inquietantes en las paredes.
Mientras tanto, Alex, desde su camioneta, revisaba las cámaras de seguridad. Su voz, cargada de entusiasmo, llegó a través del auricular.
- ¿Ya entraron?
Adira avanzó unos pasos, sus tacones resonando suavemente contra el suelo. Pero algo no encajaba. Las vitrinas que esperaban encontrar llenas de joyas brillantes estaban vacías. Polvo acumulado en los estantes parecía indicar que hacía tiempo que nadie usaba ese lugar.
Adira intercambió una mirada con Viktor. Él frunció el ceño, su mano aún sujetando el bolso con las joyas falsas. La incomodidad entre ambos era evidente. No había vitrinas llenas. Ni joyas. Solo un vacío inquietante.
Su respiración se volvió más pesada, y una sensación de alerta recorrió su cuerpo.
- Aquí no hay nada.- dijo, llevando una mano al auricular mientras sus ojos escaneaban el lugar en busca de alguna señal.- El almacén está vacío.
- ¿Qué?- La incredulidad en la voz de Alex era palpable.- Eso no puede ser. Las cámaras muestran vitrinas llenas. Joyas, diamantes... todo está ahí.
Adira se detuvo en seco, su cuerpo tensándose.
- Pero aquí no hay nada...- repitió.
- Alex, verifica las cámaras otra vez.- ordenó Viktor, su voz contenida, pero con un tinte de urgencia.
El silencio de Alex del otro lado de la línea los hizo dudar por un segundo, hasta que finalmente respondió.
- Carajo.
Adira murmuró la misma maldición al mismo tiempo, como si ambos hubieran llegado a la misma conclusión: no estaban en el almacén correcto.
Las luces volvieron a parpadear, esta vez con mayor intensidad, y un sonido metálico resonó en el lugar. Frente a ellos, una puerta se abrió de par en par, dejando ver figuras en la penumbra.
No estaban solos.
El auricular de Adira emitió un chasquido y luego cayó en silencio. El equipo estaba incomunicado. Viktor, con una mezcla de tensión y alerta, llevó la mano a su arma, pero un leve gesto de Adira lo detuvo. Las figuras comenzaron a moverse, sus pasos resonando como advertencias en la oscuridad.
En otro punto fuera del edificio, Bastian miró su reloj, irritado por el retraso. Jonathan estaba igual, impaciente. Se suponía que Thiago ya debía haber extraído a Adira y Viktor. Intentó comunicarse con Alex, pero solo obtuvo un pitido de estática. Algo no estaba bien.
Los ojos de Jonathan recorrieron a los hombres que lo acompañaban, y notó el sutil cambio en sus actitudes: movimientos tensos, miradas evasivas, manos que se deslizaban hacia las armas en sus cinturones.
- ¿Todo bien? -preguntó Jonathan con calma, como si no percibiera el peligro.- ¿Cuándo llega tu jefe? -añadió casualmente, sus ojos fijos en uno de los hombres.
El silencio fue su respuesta. Actuando con rapidez, escaneó la situación. Entre los presentes, estaban los hombres de Thiago y algunos de los que trabajaban directamente con Adira y Jonathan.
- Debió suceder algo. Por eso no responden. -dijo Bastian, con su voz firme pero tranquila, en un intento de mostrar calma.
Pero sus palabras apenas salieron de su boca cuando el sonido de seguros de armas llenó el aire. Los hombres de Thiago los apuntaban. Los leales a Adira intentaron reaccionar, pero un gesto rápido de Bastian les indicó que se detuvieran, Jonathan hizo lo mismo con los suyos.
- Bien pensado.- comentó uno de los traidores con una sonrisa ladeada, con su tono burlón.
Mientras tanto, en el almacén, Adira se encontró cara a cara con Thiago, flanqueado por un grupo armado. La rabia en sus ojos era palpable al ver que empuñaban armas fabricadas por ella misma. Viktor se movió a su lado, preparado para cualquier movimiento.
En la camioneta, Alex golpeó el tablero con frustración. El sistema estaba completamente comprometido, y una notificación en la pantalla mostró que alguien más había tomado control total del edificio.
Entonces él escuchó pasos acercándose. Giró la cabeza hacia el retrovisor y vio a varios uniformados acercándose con armas en mano.
- Oh mierda, oh mierda.
Sin pensarlo dos veces, Alex activó los seguros del vehículo. Las balas rebotaron contra los vidrios blindados mientras encendía el motor y pisaba el acelerador. El rugido del motor llenó el aire mientras esquivaba a los atacantes, buscando una salida desesperada.
El caos reinaba en todos los frentes. Adira y Viktor estaban rodeados; Bastian y Jonathan acorralados; Alex luchando por escapar. El aire en el almacén era sofocante, cargado de tensión y de un peligro que parecía latente en cada esquina.
Adira mantenía la mirada fija en Thiago, la furia contenida brillaba en sus ojos.
- Supongo que ya quedó claro que esto es una emboscada.- Thiago sonrió con una calma venenosa.
- Hijo de puta.- las palabras de Adira escaparon con desprecio absoluto, aunque su voz tembló apenas al ver más allá de él.
El golpe fue fulminante. Reconoció a quienes levantaban sus armas contra ella: no eran extraños, eran sus antiguos compañeros. Entre ellos, Jayson, su hermano. Sintió cómo el mundo se desmoronaba bajo sus pies, pero no podía permitirse vacilar.
- ¿Por qué no me das las gracias primero? Te he reunido con tus viejos amigos.- Thiago la observaba con una sonrisa cruel, disfrutando de su dolor.
Adira desvió la mirada de Jayson, evitando el tormento que sus ojos cargaban.
- ¿Cómo un criminal como tú termina trabajando con la ASPA?- preguntó con frialdad, intentando ganar tiempo.
Pero la respuesta llegó desde una voz que la atravesó como una bala.
- De la misma manera en que una agente se vende a la mafia.- contestó con plena frialdad.- O mejor dicho, de la misma manera en la que una criminal se infiltra en la Agencia.
Adira giró y lo vio.
Allí estaba, con su arma levantada y su mirada fija en ella, con esos ojos verdes que destacaban su rostro definido. Esos mismos ojos que seguían dejando embelesada a Adira.
Por un instante, el mundo se detuvo. No había ruido, no había caos, solo ellos dos, atrapados en un abismo de emociones encontradas. Su cerebro no pudo evitar regresarla al momento en el que se reencontraron en el bar de él, hace apenas casi tres años.
Aquella vez cuando lo miró a los ojos, se encontró con alguien diferente, y ahora sucedía exactamente lo mismo, él la observaba con tal frialdad que la dejo debilitada.
Los años de ausencia no habían preparado a ninguno para este momento. Luke, desgarrado entre el odio y el amor, luchaba por no dejar que su mano dejara caer el arma y rogaba porque Adira se lo hiciera facil, y se entregará, ya que apretar el gatillo era lo último que él quería. Adira, por su parte, se obligaba a fingir que verlo ahí, frente a ella, no la destrozaba por dentro.
- No te busqué por las joyas, Adira. Te busqué porque necesitaba mi libertad.- la voz de Thiago interrumpió la tensión como una bofetada.
Era evidente: la había usado como carnada. Ella era el precio que Thiago había pagado por su libertad.
Mientras tanto, Alex peleaba contra el sistema de seguridad del almacén. Luchar contra la Capitana Ada Black no era nada fácil, pero una vez que había logrado esquivar a sus perseguidores gracias a que su desconfianza lo había llevado a investigar otras rutas en caso de que algo saliera mal, y ahora trabajaba frenéticamente para recuperar el control de la propiedad. Sabía que no tenía mucho tiempo.
En otro rincón, Bastian y Jonathan intercambiaban miradas. Ambos sabían que debían trabajar juntos para escapar, un movimiento bien calculado les permitió tomar el control por unos segundos: Jonathan aprovechó una distracción para desarmar a uno de sus captores, mientras Bastian aprovechaba la distracción para oprimir el botón en su reloj, el cual enviaba una señal a Adira.
Adira sintió la vibración. El momento había llegado.
- Tienes potencial, Adira. Es una pena que hayas confiado en la persona equivocada.- pronunció Thiago.- Tanto esfuerzo, solo para terminar acorralada por tus propias armas. Ironías del destino.
Una sonrisa despreocupada se dibujo en el rostro de Adira.
- ¿De verdad crees que no pensé en esto cuando las diseñé?- dijo con frialdad.
Sin previo aviso se llevó las manos al colgante de oro que llevaba el cual había sido admirado más de una vez en la noche, pero que en realidad no era más que una fachada para ocultar el botón que se encontraba allí.
Un "clic" eléctrico resonó en la sala,
Thiago frunció el ceño, desconcertado, justo cuando la primera detonación sonó. El rifle en sus manos explota, lanzándolo hacia atrás. Su equipo no tiene tiempo de reaccionar antes de que sus propias armas hagan lo mismo, dejando caos y confusión en el almacén.
Los agentes de la ASPA, desorientados y confundidos, intentan disparar y detener a Adira, pero es demasiado tarde. Alex consigue recuperar la seguridad, y activa los aspersores, desatando una cortina de humo denso en la sala.
Los aspersores del techo se activaron, liberando una nube de humo que cubrió la sala. En medio de la confusión, Alex logró abrir las puertas dándole el escape a su hermana y Viktor.
Mientras el aire se llena de niebla, la subasta sigue su curso, ajena al caos que se está desarrollando. Viktor y Adira se deslizan por los pasillos, fusionándose con la multitud para dificultar los disparos de los agentes de la ASPA. Saben que cualquier intento de disparo podría poner en riesgo a los civiles, y no pueden permitirlo.
Pero justo cuando creían haber encontrado un respiro, la multitud en la subasta se transformó en algo mucho más peligroso. Varios de los invitados comenzaron a desenfundar armas ocultas bajo sus trajes. Eran agentes encubiertos de la ASPA, que se habían infiltrado como parte del operativo.
- ¡Ahí están, deténgan a los fugitivos!- gritó Luke mientras las balas comenzaban a volar.
Adira y Viktor esquivaron los disparos, abriéndose paso entre los invitados que ahora corrían en pánico. Cada movimiento era calculado, cada esquina, un riesgo. Las balas silbaban a su alrededor mientras los agentes intentaban acorralarlos.
- ¡Maldita sea, Alex, necesitamos una salida ya!- gritó Adira al comunicador, mientras empujaba a Viktor hacia una columna para cubrirse de los disparos.
- ¡Estoy en eso, solo unos segundos más!
- respondió Alex, con los dedos volando sobre el teclado.- ¡Hay alguien que me bloquea!
Mientras tanto, la señal activada por Adira también afectaba a las armas automáticas que mantenían a Jonathan y Bastian acorralados. Las ametralladoras empiezan a fallar, chisporroteando antes de apagarse por completo, dejando a los enemigos vulnerables. Jonathan y Bastian y sus hombres no pierden tiempo: usando sus propias armas, eliminan a los pocos que quedan y se preparan para escapar, con la esperanza de reunirse con el resto del equipo.
- ¡Tenemos que sacarlos de allí!- gritó Bastian, subiéndose a un vehículo.
- ¿Qué pasó con las armas de ellos?- preguntó Jonathan, aún sorprendido.
- Adira pasó.- contestó con cierto orgullo.
Y mientras Adira corría, Alex trabajaba a toda velocidad para sacarla de allí, Bastian y Jonathan se dirigían rápidamente hacia su ubicación.
Luke, por otro lado, no podía dejar de pensar en lo que estaba sucediendo. Cada decisión, cada movimiento, parecía estar llevando a la captura de la mujer que había amado durante tanto tiempo.
Lo único que deseaba era despertar de esa pesadilla, que Adira nunca hubiera caído en las redes de Smith, que siguiera siendo la persona que había conocido en su infancia, antes de que todo cambiara.
Sin embargo, en su dolor y confusión,
Luke no sabía que Adira seguía siendo esa misma persona, que cada paso que daba, cada acción que parecía traicionarlo, no era más que una fachada, una jugada calculada para destruir a Smith y proteger a Luke, el mismo hombre por el que ella siempre había luchado en silencio.
Él no tenía idea de que todo lo que Adira hacia, era soportar el peso de su amor por él.
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Holaa ¿Cómo se encuentran?
Nueva actualización, como lo prometí (Al fin se reencuentran) se que no de la mejor manera pero, paciencia kakskaj.
Tardé en escribir este capítulo, fue todo un desafío así que espero que les haya gustado y dejado con ganas de más capítulos. No olviden dejar sus votos y comentarios.
Seguro se preguntaran que paso con las armas, Adira siempre que diseña armas, agrega un sistema en ellas, las cuales sirven para estos casos, también son rastreables, así ella evita cualquier problema. Las armas contenían un mecanismo interno que responde a una señal, cuando ella apretó el collar, activo la señal, las balas se atascaron en el cañón y explotaron.
Nos vemos pronto, besos.
Lour.
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