Capítulo 3
"Lo que no puedo dejar atrás."
Luke.
Me siento en una banca bajo un árbol, observando el río y escuchando el sonido del agua. Desde lejos, soy solo otro tipo más tomando un descanso. La brisa fresca acaricia mi rostro mientras observo a las familias y los niños disfrutar del día. Es irónico: los parques deberían ser lugares de paz, no de terror. Pero hoy, este parque es el escenario de algo oscuro.
Llevamos semanas tras la pista de una red de tráfico de menores. Tras una intensa investigación con la Capitana Black y Zhang, descubrimos que estos niños son vendidos en una página de mercado negro. La denuncia de un niño desaparecido nos condujo aquí, y la ASPA logró tenderles una trampa: los engañamos, ofreciéndoles una cantidad exorbitante de dinero para el intercambio de un niño.
Respiro hondo, repasando los detalles que estudié al pie de la letra. El secuestrador es un tipo meticuloso, uno que sabe cómo moverse sin dejar huellas. Hoy no hay un solo rincón sin vigilancia, aunque a cualquier observador le parezca que soy solo uno más entre los paseantes.
Entonces lo veo. Un hombre con una expresión tensa, disfrazado de visitante casual. Él también actúa como si estuviera disfrutando de la mañana, pero mi equipo, camuflado entre las familias y parejas, está alerta, con los ojos fijos en él.
- Objetivo en movimiento. Va hacia el puente peatonal.- alerto en voz baja a mi equipo.- Wood, ponte en posición.
Inclino la cabeza, fingiendo revisar mi teléfono cuando el hombre pasa frente a mí.
- Tengo a la mujer en la mira.- informa Torres.- Vestida de negro, empujando un carrito de bebé. Está cruzando la calle, acercándose al callejón frente al parque.
- Espera a que deje al niño allí y asegúrate de no levantar sospechas. No arriesguemos la seguridad del menor.
- Entendido.- me responde Torres.
Aprovecho que el hombre pasa junto a mí y lo sigo, manteniendo la distancia. Me detengo junto a unos arbustos, echando un vistazo para confirmar la posición de mis agentes. Jay está en una banca al otro lado, con una sudadera roja y un pantalón gris, completamente encubierto.
- Wood, el sospechoso está a unos pasos de ti.- la voz de Black suena en mi auricular.- Haz que vea la bolsa junto al contenedor de basura a tu derecha.
- Entendido.- responde Jay, depositando la bolsa negra junto al contenedor.
El hombre observa sus alrededores antes de abrir la bolsa, revisando el dinero. Después, saca su teléfono y da la señal a su cómplice.
- La mujer dejó al niño y se dirige hacia un coche.- informa Torres.- Estoy con el niño, esta a salvo.
- Mendes, Wood.- digo.- Intercepten a la mujer. Yo voy tras el hombre.
Cloe y Jay deben abordar a la mujer, quien intenta llegar hasta el hombre para recogerlo al salir del parque. Él, nervioso, comienza a caminar apresurado, observando con recelo a su alrededor. Intentamos mantener la calma y no causar pánico entre las familias.
Caminé por el otro lado de la vereda, sin perderlo de vista. Facci, disfrazado de vendedor de globos, y Russo, vestida de payaso, logran interceptarlo y distraerlo con globos y preguntas absurdas. Él los esquiva, frustrado, hasta que logra salir de la zona de juegos.
- Cierrenle el paso.- ordeno en cuanto se aleja de la multitud. Al escuchar el rechinar de neumáticos de la patrulla de Cloe, el hombre voltea y me ve a mí. Sin pensarlo, rompe en una carrera desesperada hacia la salida.
La adrenalina me golpea, y corro tras él. Acelera el paso y comienza a escalar la cerca. Al ver su intento de escape, me comunico por la radio.
- Atención a todas las unidades.- digo rápidamente.- El sospechoso se dirige hacia la avenida. ¡Quiero móviles atentos!
- Entendido, Comandante. Cerramos la calle de inmediato.- responde Zhang.
El hombre salta la cerca, y yo lo sigo de cerca. En cuanto toma una curva, una patrulla aparece cerrándole el paso. Sin escapatoria, toma otra dirección, pero estoy detrás de él en un instante. Aprovecho el momento y lo agarro de la capucha, tirándolo al suelo.
Rodamos por el pavimento, y entre el forcejeo mi cabeza choca contra el suelo, provocando un fuerte golpe que me deja mareado, pero reacciono rápido cuando el hombre saca una navaja. La tensión en el aire se vuelve densa. La hoja brilla en el sol, y él la balancea en mi dirección. Siento el aire cortado cuando la hoja pasa cerca de mi rostro.
Intenta apuñalarme de nuevo, y esquivo con rapidez, pero su rodillazo golpea mi estómago, dejándome sin aire. Mientras trato de recuperar el aliento, me lanza otro corte, que roza mi costado. El dolor es agudo, pero no me detiene. Rodamos una vez más, hasta que logro sujetar su muñeca y empujarla contra el suelo con toda mi fuerza.
- ¡Suelta la navaja!- le grito, apretando su muñeca hasta que finalmente cede y la suelta.
Antes de que intente otra maniobra, lo inmovilizo, presionándolo contra el pavimento. Estoy encima de él, mi arma desenfundada y apuntando a su rostro, con mi mirada cargada de furia.
- Se acabó.- gruño, y lo esposo sin más resistencia.
Mis compañeros llegan, Zhang y Russo se lo llevan mientras otros oficiales esposan a la mujer. Al ver a Torres llevándose al niño en brazos hacia sus padres que lo reciben entre jadeos y sollozos, respiro aliviado, sabiendo que estará seguro.
- Comandante...- escucho la voz de un soldado a mi lado. Al voltear, veo su expresión de horror.
Sigo su mirada y veo la mancha roja que empapa mi camisa.
Ah, maldita sea. El desgraciado sí me alcanzó.
Me llevo la mano a la herida y siento el calor de la sangre. El golpe en la cabeza también empieza a pasar factura, y cierro los ojos un momento, tambaleándome.
El soldado me sujeta antes de que pierda el equilibrio, Jay y los paramédicos corren hacia mí con una camilla.
- ¿En serio?- me burlo.- No pienso subirme a eso, puedo caminar.- intentó alejar al soldado que aún me sostiene.
- No seas terco, estás herido y te ves pálido.- insiste Jay mientras intento apartarme.
Con la camisa empapada y las manos ensangrentadas, finalmente camino hacia la ambulancia. Jay sigue lanzándome miradas reprobatorias, pero lo ignoro mientras los paramédicos me examinan.
La herida no es grave, pero me insisten en ir al hospital para revisar el golpe en la cabeza, y finalmente cedo, dejándome llevar.
****
Estoy siendo atendido por un enfermero. El golpe en la cabeza no es más que eso, un golpe, y la herida en el abdomen tampoco es grave. Perdí algo de sangre, pero no lo suficiente para alarmarse. Solo necesito tres puntos.
Detesto el olor a los hospitales, siempre lo he hecho. Y más detesto estar sentado mei tras me cosen las heridas, es algo que tranquilamente puedo hacer yo mismo.
El enfermero comienza a limpiar la herida, toma la aguja e hilo y empieza a suturar, pero rápidamente lo detengo, sujetándole la muñeca.
- Puedes irte.- digo con voz fría.
- Déjeme terminar de suturar.- insiste.
- No, márchate.
- La herida podría abrirse si no recibe el cuidado adecuado, por favor, permítame que...
El hombre calla cuando me pongo de pie, dejando claro que no aceptaré otra palabra. Mi altura y postura consiguen intimidarlo, y retrocede un paso involuntariamente.
No estoy para tonterías ahora mismo.
- Lárgate si no quieres amanecer sin trabajo.
El enfermero traga saliva, y en ese momento, mi madre aparece en el umbral de la habitación.
- Puedes marcharte.- le dice al enfermero.
Sin pensarlo dos veces, el hombre se va, dejando todos los materiales. Me siento en la camilla y recojo lo necesario para terminar la sutura.
- Deberías dejarte ayudar.- dice mi madre, acercándose.
- No me gusta que otros toquen mis heridas. Tampoco mi sangre.- giró hacia la bandeja, dispuesto a curarme yo mismo.
Pero rápidamente siento como ella se aproxima a mi y me quita los instrumentos de la mano antes de que pueda objetar.
- ¿Ni siquiera yo, que soy tu madre?- pregunta con seriedad.- ¿O tampoco confías en mí?
Aparto la mirada, sintiéndome como un niño regañado.
- Sabes que eres de las pocas en las que confío.- murmuro.
Mi madre me toma del mentón, sus ojos dulces conectándose con los míos en un recordatorio silencioso de que siempre estará ahí. Sin decir más, comienza a suturarme con calma y precisión, mientras siento una mezcla de familiaridad en su mirada.
A los pocos minutos, termina su trabajo. Me entrega una sudadera limpia, mis pertenecias y ambos salimos de la habitación.
Apenas abrimos la puerta, veo a la familia del niño esperándome en el pasillo. Los padres me miran con una mezcla de alivio y agradecimiento profundo.
- Estaban aquí cuando vine.- susurra mi madre, colocando una mano en mi espalda.- Te estaban esperando.
La madre lleva al niño en brazos; su carita aún está enrojecida y las lágrimas le caen por las mejillas. Parece asustado todavía. La mujer da un paso adelante y me dedica una sonrisa temblorosa.
- Gracias, Comandante. Ya le hemos agradecido a todos, pero nos faltaba usted. No sabe lo que significa para nosotros tener a nuestro hijo de vuelta.- dice el padre, extendiéndome la mano.
La estrecho firmemente y asiento.
- Solo cumplo con mi deber.- respondo, manteniendo la voz firme, aunque no puedo evitar sentir una chispa de satisfacción al verlos a salvo.
Mi mirada se dirige al niño, que sigue llorando suavemente en brazos de su madre.
- Eh, pequeñito, ya pasó todo. Estás a salvo.- me inclino un poco para estar a su altura.- Ya estás con tus papás.
El niño se queda quieto un instante, mirándome con curiosidad, como si intentara comprender quién soy. Es apenas un bebé, de poco más de un año, pero para mi sorpresa, se calma, sus lágrimas cesan, y extiende una pequeña mano hacia mí. Su manita envuelve uno de mis dedos, y noto un brillo en sus ojos, como si entendiera que todo peligro ha quedado atrás.
- Le agradas.- dice su madre, esbozando una sonrisa.- Él también está agradecido.
Les devuelvo una sonrisa breve, casi imperceptible, mientras los padres me observan, visiblemente emocionados.
El padre me dedica una última sonrisa antes de alejarse con su esposa y el niño.
- Gracias otra vez, Comandante.
Asiento, mirándolos alejarse. Cuando el pasillo queda vacío, exhalo profundamente, liberando la tensión acumulada de la noche. Ha sido un día largo.
- Mi valiente muchacho.- dice mi madre, colocando una mano en mi hombro.- Es hora de irnos. Los demás te esperan en la cafetería.
Caminamos juntos hacia la cafetería del hospital, y en una de las mesas encuentro a Jay y Cloe con un café en la mano.
- Te esperábamos.- dice Jay al verme.- Pero alguien te esperaba aún más.
- ¿Dónde está?- pregunto ansioso.
Cloe hace una seña hacia atrás, me volteo y encuentro a quien tanto buscaba.
En cuanto me ve, su expresión seria se transforma en una enorme sonrisa, sus ojos brillan, y me contagia su alegría. Extiendo los brazos y corre hacia mí, llenándome de una alegría indescriptible.
Ya en mis brazos, le cubro la cara de besos, haciendo que su risa resuene como la mejor melodía en mis oídos.
- Estaba deseando verte.- dice la mujer frente a mí.- No paraba de llamarte.
Ella me entrega un paquete de chocolate que traía en la mano.
- ¿Dónde estabas?- le hago cosquillas.- ¿Fuiste por comida en lugar de esperarme, eh?
Se ríe, con esa risa que solo tiene conmigo, y le entrego el paquete de chocolate que toma con emoción.
- ¿Estás bien, papi?- pregunta con su vocecita, mientras lo bajo y tomo su mano.
- Estoy bien, no me pasó nada, campeón.- miro el chocolate en su mano.- ¿Dulces? ¿Qué te dije sobre los dulces, Marc?- digo en tono serio, aunque su mirada de cachorro pronto me desarma.
- Dijiste que puedo comerlos cuando estoy triste... y ahora lo estaba porque te extrañaba.- contesta en voz baja.
Oigo una risa suave de la mujer que lo acompañaba, y me agacho para besar su regordeta mejilla, incapaz de negarle su chocolate.
Sin más, salimos del hospital. Cloe y Jay se despiden de mi madre, de mí, y de mi hijo, que no suelta mi mano en ningún momento.
- La abuela se va a casa, ¿sí? Pero nos veremos mañana.- dice mi madre mientras lo alza y lo coloca en su asiento, ajustando el cinturón.
Él asiente con una pequeña sonrisa y le da un beso de despedida.
- ¿No quieres que te lleve a casa, madre?- le pregunto.
- No, hijo. Ve y descansa. Llámame cuando lleguen a casa.- me responde, dándome un abrazo fuerte antes de despedirse de la mujer que nos acompaña.
Cierro la puerta tras mi hijo y me acerco a la mujer que me observa.
- ¿Todo bien? ¿No fue grave la herida?- pregunta.
- Solo un rasguño, nada serio.
Ella se mira las manos, algo nerviosa, antes de volver a mirarme a los ojos. Decido cortar el silencio que se forma de repente.
- Gracias por cuidarlo y entretenerlo mientras no estaba.
- No hay de qué. Aunque, sinceramente, creo que no le agrado tanto. Es un niño bastante serio...
Me rasco la nuca algo apenado.
- No es que no le agrades, es que es así con todos.- intento explicar.
Asiente con una sonrisa tímida.
- ¿Tienes cómo volver a casa?- pregunto, viendo una leve sorpresa en su rostro.- Puedo pedir a mis oficiales que te acompañen.
- No es necesario, tengo cómo regresar.- responde con una sonrisa agradecida.
- De acuerdo. Adiós, soldado.- digo, rodeando el auto hacia el asiento del piloto.
Me despide con la mano y yo arranco el coche rumbo a casa.
Escucho el ruido del paquete de chocolate en las manos de Marcus.
- ¿Necesitas ayuda con eso, campeón?- pregunto.
Me lo pasa para que lo abra, y con una sonrisa me dice:
- Papi, el tío Jay dijo que te lastimaste hoy... ¿todavía te duele?
Su vocecita tierna me hace sonreír.
- Solo un poquito, pero sanará muy pronto.
A través del retrovisor lo veo pensativo, y después de unos minutos, finalmente llegamos a casa. La seguridad abre el portón para nosotros, y bajo a Marcus del auto mientras lo llevan a la cochera.
Le pido a una de las sirvientas que prepare la cena mientras llevo a Marcus a darse un baño.
Como siempre, se queja un poco, ya que no le agrada la hora del baño, pero al final consigo convencerlo con la promesa de ver su película favorita de Cars después.
Es un niño serio y tímido, pero cuando está conmigo, se vuelve conversador y curioso, y siempre le respondo con cariño cada una de sus preguntas.
La casa en la que vivimos ahora es muchísimo más grande que la anterior, aquella que vendí poco después de que... bueno, después de que dejara de sentirme a gusto en un lugar donde los recuerdos de cierta persona me perseguían. Aunque esos recuerdos siguen presentes, la presencia de Marcus ha hecho que se sientan menos dolorosos; tenerlo conmigo le da a mis días un sentido más llevadero.
Aun cuando no siempre puedo pasar todo el día con mi hijo, trato de aprovechar cada momento. A veces lo llevo al Comando, y mientras trabajo en mi oficina, él se queda jugando con sus juguetes a mi lado. Otras veces lo dejo con mi madre o con Jay y Cloe, en quienes confía y se siente cómodo. Es un niño muy reservado y no le agrada estar rodeado de desconocidos, por lo que el círculo de personas con las que interactúa es bastante limitado.
Recientemente, le conseguí una especie de niñera: Lucrecia Dilaurentis, una oficial de la Agencia, me ha hecho el favor de cuidarlo en algunas ocasiones en que no he tenido otra opción. Aunque no habla mucho con ella, parece sentirse seguro; al menos, no llora cuando lo dejo a su cuidado. Hoy estuvo con Lucrecia, y sé que mi madre pasó a buscar a ambos para llevarlos al hospital, ya que Marcus no dejaba de preguntar por mí.
Marcus tiene un poco más de dos años, y desde que llegó a mi vida ha sanado un poco las heridas de mi corazón. Le encanta la idea de los superhéroes, así que, si alguien le pregunta a qué me dedico, él siempre contesta con orgullo que soy un "superhéroe".
Después de su baño, lo envuelvo en su bata y lo llevo a la habitación. Lo dejo en la cama mientras escojo su pijama. Lo observo, sus pies pequeños colgando al borde, esperando pacientemente. Mientras lo visto, noto en su mirada que tiene algo en mente.
- Papi.- dice, muy serio mirandome con esos ojos marrones casi negros.- Creo que sé por qué te lastimaste hoy.
- ¿Ah, sí? ¿Y por qué?- le pregunto, intrigado.
- Porque olvidaste tu collar de la suerte.
Sus palabras me toman por sorpresa, y por un momento me quedo inmóvil.
- No deberías quitártelo nunca, así no te lastimas.- añade con una inocencia que me deja sin palabras.
Un nudo se forma en mi garganta, y todo mi cuerpo se tensa al saber a que se refiere. Hago el intento de actuar normal como si aquello que acaba de decir, no me afectará.
- Tienes razón, campeón, se me olvidó ponérmelo.- le digo, fingiendo tranquilidad.
Termino de vestirlo, y cuando me mira de nuevo, continúa.
- ¿Te lo pondrás ahora para que no te lastimes otra vez?
Sonrió, como si nada pasara.
- Así es.- respondo, y le doy un beso en la coronilla.
Una empleada viene a avisar que la comida está lista. Le pido a Marcus que baje con ella; al principio, se resiste, pero finalmente accede.
Las palabras de mi hijo resuenan en mi cabeza. Marcus siempre me ha visto con el collar que alguna vez compartí con la mujer de mi vida, un amuleto del cual nunca he podido deshacerme. Excepto hoy, cuando decidí dejarlo en casa, pensando que quizás así podría liberarme de su recuerdo, aunque fuera por un día.
Marcus siempre ha tenido curiosidad por el, dice que le encanta el color, y siempre me pide que se lo preste, le encanta observarlo.
He llegado a decirle que es un collar de la suerte el cual te protege de las cosas malas, y que esa es la razón del porque lo uso siempre. Ya que me es imposible revelarle que en realidad lo llevo conmigo porque me recuerda a una persona.
Me dirijo al cajón de mi habitación y busco el collar. Al sostenerlo, una sonrisa triste cruza mi rostro.
Cada vez que lo sostengo entre mis manos, el color azul me recuerda a sus ojos y me veo atrapado en ellos, esos ojos que aún me persiguen en mis sueños, hasta el día de hoy.
A veces, en la quietud de la noche, me pregunto si podré escapar de su influencia. Si alguna vez podré dejar de lado el dolor que su ausencia ha sembrado en mí. La respuesta siempre es la misma: Adira está ahí, incluso cuando trato de seguir adelante.
Me lo pongo de nuevo alrededor del cuello, sabiendo que no puedo borrar el pasado, pero que al menos puedo aprender a vivir con él.
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Holaa, se que en sus cabezas están pensando "¡¿Un hijo?!"
Si mi gente. Un hijo.
(No se alteren jeje ustedes van amar la relación de Marc y Luke)
Quiero hacer una mención a como Luke y Adira se sueñan y siguen conservando los collares.
Pero nada, hasta acá este capitulo y nos vemos pronto
Besos.
Lour
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