Capítulo 2
"Adira Smith"
Adira.
Las noches son frías, oscuras, y el insomnio me acompaña como una sombra constante. La vida que tuve que asumir no solo me atormenta durante el día; también invade mis sueños. Cada noche, las pesadillas se encargan de recordarme lo que soy y lo que he hecho. A veces, se confunden con recuerdos y fragmentos de una vida que alguna vez fue feliz y que ahora parece tan lejana.
Durante el día, estoy rodeada de poder, dinero y joyas. Pero al cerrar los ojos, encuentro la única riqueza que todavía me consuela: unos ojos verdes que, casi tres años atrás, eran todo lo que necesitaba para mantenerme fuerte. Hoy son solo una sombra distante, un susurro en mis sueños.
Cuando los primeros rayos de sol atraviesan la ventana, me levanto. Me calzo, me lavo el rostro, y tomo una ducha tratando de borrar las huellas de la noche. El espejo empañado a causa de la temperatura del agua, me devuelve un reflejo apenas visible. Al deslizar la mano sobre el vidrio, me encuentro con una mirada agotada. Respiro hondo y me repito: un día más, un día menos. Así es como escondo lo que llevo dentro, detrás de una máscara fría.
A pesar de todo lo que tengo, siento que muero un poco más cada día. Pero sigo adelante, convencida de que el dolor que soporté debe tener un propósito.
Me llaman Adira Smith, la futura dueña de Francia. Al principio odiaba ese apellido, pero aprendí a familiarizarme con él. Porque decidí darle un significado diferente. Todo lo que Smith construyó, pienso destruirlo.
La pieza que llevo en el cuello sigue conmigo. Es un amuleto, una reliquia del pasado, y en los momentos de mayor angustia, la busco como si en ella estuviera todo lo que perdí. En mi cuello, en mi muñeca o incluso en el bolsillo de mi chaqueta, siempre me acompaña. Fue lo único que llevé conmigo al dejar mi antigua vida.
El día que me fui, dejé pruebas incriminatorias: archivos, un "diario" de palabras que nunca pensé ni pronuncié. Dejé todo, menos el collar compartido con el hombre que una vez fue mi fortaleza.
Los rostros de mi familia y amigos... incluso el de mi madre, aquel que solo veía en fotos... intento recordarlos en dibujos que mantengo escondidos. Solo conservo, una foto de mi pasado, una que alguien me devolvió, donde Sam aparece rodeándome los hombros en un fuerte y cálido abrazo, ambas sonriendo.
A pesar de verse agotada, ella mantenía una radiante sonrisa, recordé que esa foto fue tomada, el día en que enfermó "repentinamente" y que luego descubrimos que lo que tenía en realidad, era cáncer, el cual ya llevaba un tiempo en ella.
Ni siquiera recordaba ese momento, pero haber recuperado esa foto, fue un rayo de fuerza en medio de la tormenta, y un ejemplo, porque a pesar de que ella estaba muriendo, nunca dejó de brillar.
Miré una última vez la foto en mi mano antes de guardarla en el bolsillo de mi cartera. Me dirigí hacia el armario, buscando algo adecuado para el día. Opté por un pantalón de vestir negro y una camisa blanca de botones dorados, que combiné con un blazer negro de bolsillo.
Mientras bajo las escaleras, siento el peso del día aplastándome, como si estuviera atrapada en una jaula invisible. Al acercarme al salón principal, veo a Smith esperándome junto a la puerta. La mirada fría en su rostro me advierte que esta conversación no traerá nada bueno. Camino hacia él con paso firme, decidida a no mostrar ninguna señal de incomodidad.
- Adira, justo a quien buscaba.- dice, con esa sonrisa calculadora que siempre me pone en alerta.- Hoy tengo una tarea especial para ti.
Cruzo los brazos y sostengo su mirada, impasible.
- ¿Qué necesitas?
Smith se toma su tiempo, saboreando el momento.
- Marsella. Parece que alguien ha empezado a vender mercancía a un precio más bajo que el nuestro. Están robándonos clientes, y eso es inaceptable. Además, han surgido reportes de desapariciones en la zona. No hemos sido nosotros, porque no estamos reclutando nuevos esclavos últimamente.- dice, como si hablara de cualquier negocio legítimo.
Su indiferencia ante el valor de las personas me repugna, pero me obligo a mantener una expresión neutral.
Smith me entrega una carpeta con detalles del caso.
- Aquí tienes. El lugar, los nombres, y las caras de quienes parecen estar a cargo. Uno de ellos es alguien de adentro, un traidor.
Francia es su reino y el de la Sombra Negra; se extienden por todo el país, controlando el contrabando y comprando lealtades, incluso dentro de la policía. Nadie puede competir sin pagar el precio.
- Quiero que le hagas una visita y dejes claro lo que pasa cuando alguien intenta robarnos el negocio.
Intento que mi frustración no se note. Esta es justo el tipo de "tarea" que consume mi tiempo y aleja cualquier posibilidad de avanzar en mis propios planes.
- ¿Quieres que los amenace o...?
- Haz lo que consideres necesario.- Smith se inclina hacia mí, con los ojos brillando de satisfacción.- No te detengas en detalles. Solo asegúrate de que entiendan que no habrá una segunda oportunidad.
Asiento, conteniéndome para no mostrar emoción alguna.
- Estaré ocupada todo el día con esto. ¿Algo más?
Smith parece satisfecho y se retira con una sonrisa triunfal.
- No, Adira. Esto será suficiente. No regreses hasta que esté hecho.
Respiro hondo, sin opciones, y pido que alisten mi McLaren negro. Le doy instrucciones a Bastian para que prepare un equipo y, una vez listo, me entrega las llaves.
- Esto nos hará perder tiempo.- mascullo mientras tomo las llaves.
- Tranquila. Llegaremos al búnker a tiempo.- me asegura Bastian, su voz en un susurro para que nadie más lo oiga.- Alex ya sabe qué hacer. Nosotros solo tenemos que aparecer.
Me monto en el coche y arranco, frustrada. Este "trabajo" me mantendrá ocupada varias horas, retrasando los planes que teníamos para hoy. Desde hace un tiempo, Alex, Bastian y yo hemos empezado algo más grande de lo que cualquiera podría imaginar, y nada ni siquiera Smith, impedirá que terminemos lo que empezamos.
Un auto de nuestros hombres avanza primero y se estaciona cerca del bar. Tres de ellos entran y se sientan en una esquina, junto a la ventana que da hacia afuera, desde donde vigilan la entrada.
Espero unos segundos antes de aparcar y bajar del coche, con Bastian siguiéndome de cerca al entrar. El bar está abarrotado y tiene un aire rústico, decorado con cabezas de animales disecados, como si hubiera sido diseñado bajo una temática de vaqueros del desierto. Varios hombres levantan la vista para mirarme cuando ingreso, pues mi atuendo desentona completamente en este ambiente.
Uno de los hombres en la barra, con una sonrisa torva, alza su copa en mi dirección.
- ¿Qué tal un trago, preciosa?- me dice, con una voz y mirada perturbadoras.- Y lo mismo para tu amigo.- añade, levantando su copa hacia Bastian.
En el lugar, varias meseras con ropa ajustada y escotada llevan cervezas de una mesa a otra, aguantando toqueteos y miradas indecentes.
Fuerzo una sonrisa y asiento, consciente de que cada segundo cuenta en esta fachada. Me acerco a la barra y tomo asiento, permitiendo que la tensión crezca. El hombre nos sirve un licor oscuro, y lo acepto, llevándolo a mis labios sin apartar la mirada de él.
Intenta acercarse a mí, pero Bastian se interpone, situándose en medio y bebiendo de su propio vaso.
- ¿Cuánto quieres por ella?- le oigo murmurar a Bastian mientras le da una palmada en el hombro.- No cualquiera tiene la dicha de poseer una mujer como ella.
- No los molestes.- interviene el barman.- Déjalos en paz.
El hombre resopla molesto y se aleja, volviendo a su trago.
- No suelo ver caras nuevas por aquí.- comenta el barman, mirándome desde el otro lado de la barra.- ¿Qué los trae por aquí?
Miro a Bastian, quien sabe exactamente qué hacer.
- Vinimos por... algo de esto.- dice, deslizando una pequeña bolsa vacía sobre la barra.- Nos dijeron que aquí podíamos conseguirlo.
El barman sonríe de medio lado.
- Parece que el negocio se está volviendo famoso.- chasquea los dedos y le hace una señal a una joven de escote pronunciado.- Llama al jefe, diles que lo buscan.
Bastian y yo intercambiamos una mirada. Me giro, quedando de espaldas a la barra, y observo cómo otro grupo de nuestros hombres entra en el bar, simulando no conocerme.
- ¿Eres famosa o algo?- pregunta el barman.- Alguien con tu aspecto o es famosa, o viene de familia adinerada.
Me vuelvo hacia él y sonrío.
- Digamos que soy ambas.
Después de cinco minutos, el hombre que estábamos esperando finalmente aparece.
- ¿Qué sucede? ¿Quién me buscaba?- pregunta un sujeto de vaqueros y camisa al acercarse.
- Sabía que podría encontrarte aquí, Pierre.
Reconoce mi voz y su expresión pasa de la sorpresa al miedo en un instante. El barman se da cuenta rápidamente.
- Creo que olvidé presentarme.-le digo en un tono frío.- Mucho gusto, soy Adira Smith.
Pierre intenta reaccionar y sacar su arma, pero es demasiado tarde. Bastian y nuestros hombres revelan sus propias armas, y otros veinte cruzan el umbral del bar, alzándolas.
- Así que decidiste abrir tu propio negocio y traicionarnos.-comento, apurando el último sorbo de mi copa.
- No... no es lo que usted cree...-balbucea, pálido.
- ¿Me estás diciendo que no nos estás haciendo competencia ni robando nuestros clientes?- pregunto con una ceja arqueada.
Pierre se queda sin palabras, al igual que el barman, y noto que algunos clientes consideran hacer algo estúpido. Les dedico una sonrisa fría y me levanto, dejando la copa en la barra. Dos de mis acompañantes avanzan hasta la caja y vacían el dinero rápidamente.
El resto de los presentes intentan poner resistencia pero al ver la cantidad de hombres que los rodean, rápidamente se quedan en sus lugares sin decir o hacer algo, mientras las mujeres se mantienen con las manos arriba.
Saco mi arma y me divierto apuntando hacia el hombre frente a mí, que no hace más que mirarme con temor.
- Imagino que esto no es todo lo que tienes.- digo, sacudiendo el arma en su direccion. Luego me giro hacia la muchacha que antes llamó al jefe.- Tú, ¿sabes dónde guardan el resto del dinero y la mercancía?
Ella asiente, levantando las manos.
- Llévame hasta allí.
Antes de seguirla, doy una última orden a mis hombres.
- Asegurense de que nadie tenga ningun arma o dispositivo. Si alguien intenta algo, disparen.
La mujer me lleva hasta una oficina, donde me indica que hay una caja fuerte.
- Allí guardan todo. No conozco la clave.
- No será un problema.
Me acerco a la caja y, en cuestión de segundos, uso una técnica rápida para abrirla. Bingo. Dentro, hay fajos de dinero, joyas y varios paquetes de droga.
- Tráeme una bolsa y ayúdame a meter todo esto.- le ordeno a la joven.
Ella, visiblemente nerviosa, obedece y, tras completar la tarea, alza las manos, temblando.
- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?- le pregunto, calmadamente.
- Por favor, no me haga daño. Yo no tengo nada que ver con ellos.
Al ver su miedo, guardo mi arma y levanto las manos en señal de que no le haré daño.
- ¿Cuánto tiempo llevas aquí? -insisto.
- Un mes...- responde, vacilante.- Mataron a mi hermano y me trajeron aquí. No tengo a nadie...
- ¿Cuántas mujeres son aquí?
- Trece.- contesta con voz temblorosa.- Nos trajeron para servir a los clientes, pero algunas no duraron mucho... los hombres aquí son crueles.
La escucho en silencio mientras sigo guardando el contenido de la caja fuerte en la bolsa. Con cada palabra que dice, el asco y la rabia crecen en mi interior. Este sitio es una muestra de la podredumbre que he jurado limpiar, una vida de la que, por circunstancias, ahora también formo parte.
- Escucha.- le digo, manteniendo un tono calmado pero firme.- Hoy vas a salir de aquí, tú y las demás. No me interesa que hagan con este lugar después, pero nadie más va a tocarlas.
Su expresión se transforma de temor a incredulidad, y luego a esperanza. Ella asiente, con lágrimas contenidas, duda pero finalmente me sigue hasta donde están los demás. Le entrego las bolsas a Bastian, quien las carga en uno de los coches.
Pierre, en el otro extremo, sigue inmovilizado, me observa con una mezcla de ira y desesperación.
- Estoy muy decepcionada de ti, Pierre. Creí que eras un hombre más inteligente.
Sin dejarle tiempo para responder, levanto el arma y disparo, terminando con su vida de un solo tiro. Sin mostrar emoción, me giro hacia el resto del grupo.
- Quiero a todos los hombres aquí detenidos.- ordeno a mis hombres.- Revisen sus identidades y antecedentes. Si han estado involucrados en algo, ya saben qué hacer. No quiero dejar ni un solo parásito suelto. Empezando por él.- señalo al hombre junto a la barra, el mismo que intentó "comprarme".
Observo sin parpadear cómo le disparan, dejando su cuerpo tirado en medio del lugar, mientras toman al resto como prisioneros.
- Yo solo vine a pasar el rato...-se atreve a decir uno de ellos.- No tengo nada que ver con esto. Ni siquiera compré drogas, solo alcohol.
Camino hacia él y me detengo frente a su cara, observando su nerviosismo.
-¿No sabías que aquí vendían drogas?- le pregunto. El hombre niega con la cabeza.- Pero sí sabías que traficaban mujeres, ¿verdad?
- Solo quería algo de compañía, lo juro...
Sin más, levanto el arma y le disparo tres veces en el pecho. Su cuerpo cae al suelo. Al mirar al resto, ninguno se atreve a hablar.
- Una palabra más, y los fusilo a todos.- advierte mi voz, helada.
Nadie osa replicar.
- Ya sabes qué hacer.- le digo a Bastian.- Al que no nos sirva, elimínalo.
Mientras mis hombres llevan a los prisioneros, me acerco a las mujeres, que nos miran aterrorizadas.
- Tranquilas, no tienen de qué temer.- dejo mi arma a un lado y las observo con firmeza.- Ustedes volverán con sus familias. A las que no tengan a dónde ir, les ofrezco un lugar conmigo. Nadie volverá a tratarlas como mercancía.
Las mujeres se miran entre sí, algunas con esperanza en los ojos.
- ¿No se supone que eres la hija de un criminal?- pregunta una muchacha joven, que apenas parece tener quince años.
Le sonrío y me acerco despacio.
- Lo soy. Pero uso mi poder para ayudar a personas como ustedes. ¿Quieren mi ayuda o no?
Sin dudar, todas dan un paso al frente, comenzando por la muchacha con la que hablé antes. Asiento y rápidamente les pido que salgan del lugar.
En menos de una hora, las veo subir a un convoy que mis hombres consiguieron y el cual las llevará con sus familias y, a las que no tienen un lugar al que volver, se quedan conmigo, esperando a ir a la propiedad que les servirá de refugio.
Mis órdenes finales son claras: que eliminen a cada uno de esos hombres. Son basura, y nadie los extrañará. Al final, las cosas resultaron incluso mejor de lo que esperaba.
Envio a un grupo de mis hombres a informarle a Smith que el trabajo ya esta hecho, pero que no llegaré hasta el día siguiente debido a que debo arreglar cosas sobre la siguiente venta que tendremos en unos días.
Eso me da tiempo suficiente para que Bastian y yo vayamos al bunker donde Alex nos espera.
Me acerco para cerrar la puerta del vehículo que transporta a cinco de las mujeres que decidieron quedarse conmigo y seguirme en esta misión. Sus rostros reflejan mezcla de miedo y esperanza; para ellas, este es el primer paso hacia una vida nueva, lejos del infierno que apenas dejaron atrás.
- ¿A dónde vamos?- pregunta una de ellas, con voz temblorosa.
- A casa.- respondo, manteniendo el tono firme.
La joven que me ayudó en la oficina se queda en silencio, pero noto un destello de esperanza en sus ojos. Algunas de ellas han perdido a sus familias, otras han sido usadas y desechadas por los hombres de Smith. Este lugar representa algo que nunca tuvieron: seguridad.
Desde que llegué, algunos en la mafia creen en mi fachada de lealtad a Smith, pero otros conocen la verdad y guardan mi secreto. No todos le son fieles; muchos han sido esclavizados por deudas o amenazas, atrapados sin salida. Entre ellos, Bastian y su padre, Rousseau, se han convertido en piezas esenciales. Así como ellos, he reclutado a otros dispuestos a ayudarme, personas que se han convertido en mis ojos y oídos en este mundo oscuro.
Durante el primer año, me concentré en sobrevivir y estudiar cada detalle de quienes me rodeaban, de Smith y su organización. No confiaba en nadie. Aunque me proclamó como su heredera, siempre tenía a alguien vigilándome. Fue en esa época, cuando Bastian se convirtió en mi escolta, que me atreví a confiar en él y en Rousseau, quien me había cuidado cuando era una niña.
Después de doblegar a los miembros de la mafia francesa, decidí crear algo más grande.
Formé una red de personas que, como yo, quieren destruir las mafias desde dentro. Alex ha sido clave en esto; él construyó una fortaleza en un lugar secreto y oculto de Smith y sus hombres. Lo llamamos "El Búnker", poco original, pero encaja con lo que somos.
La noche había llegado. Estacioné frente a la vieja propiedad que, vista desde fuera, parecía uno de tantos lugares abandonados. Las luces de las casas cercanas apenas se asomaban; esta zona solía ser bulliciosa, pero con el tiempo se deterioró. Algunos habitantes todavía permanecen aquí, ciudadanos que trabajan para mí y custodian el área.
Desde el exterior, el escondite se camufla a la perfección como una construcción deteriorada y olvidada. Pero una vez que las puertas de acero se abren, el contraste es abrumador. Cámaras y sensores rastrean cada movimiento, y un sistema de seguridad escanea los alrededores en tiempo real. Varias de las mujeres bajan con paso vacilante, observando con cautela el interior; algunas aún lloran en silencio.
Las guío hacia el refugio, y al ver sus miradas desorientadas, hablo con calma, buscando que mis palabras les transmitan la seguridad que necesitan.
- Este lugar es seguro.- les digo, buscando los ojos de cada una.- Aquí nadie podrá hacerles daño. He traído a muchas personas antes, y todos están aquí para ayudar, no para juzgar. Sé que han pasado por mucho, pero ahora están a salvo.
Las mujeres intercambian miradas de alivio. Les hago una seña hacia la puerta que lleva a las instalaciones principales.
- Quédense el tiempo que necesiten.- continuo.- Tendrán alimentos, ropa, y podrán descansar. Si alguna de ustedes decide quedarse para ayudarnos, será bienvenida; si desean irse, las ayudaremos a encontrar un lugar seguro.
Alex y yo hemos construido algo más que una base de operaciones. Aquí, hay habitaciones, servicios médicos, un sistema de educación para los más jóvenes y ayuda psicológica. Hay salas de entrenamiento e instructores preparados.
La mayoría de mis aliados son mujeres, sobrevivientes que al llegar eran vulnerables y hoy son las personas más fuertes que conozco. Bastian y Rousseau se encargan de reclutar a los hombres, evaluando cuidadosamente a aquellos en quienes podemos confiar.
El corazón de la propiedad, es un búnker, donde Alex, Bastian y yo planeamos nuestras operaciones, es lo que da vida a nuestra misión. Coloco mi mano en una pantalla de seguridad; el escáner me da acceso al ascensor que desciende hasta el nivel más seguro.
Las luces se encienden con una tonalidad verde suave cuando entro en la sala de control. Pantallas táctiles cubren las paredes, mostrando en tiempo real las cámaras de vigilancia y los movimientos de nuestros enemigos. Este es el cerebro de nuestra red; aquí coordinamos las infiltraciones y las intervenciones.
Estanterías metálicas guardan un arsenal de armas y tecnología de última generación. Cada arma está cuidadosamente catalogada; algunas han sido modificadas por Alex y por mí para adaptarse a misiones específicas.
Descubrí que no solo soy buena usando armas, también lo soy para crearlas y mejorarlas.
Un área de entrenamiento ocupa una sección del búnker, equipada con sacos de boxeo, pesas y un cuadrilátero de combate.
En el fondo, una pequeña estación tecnológica muestra las huellas del trabajo minucioso de Alex, quien organiza servidores dedicados a rastrear objetivos. Alex y Bastian están frente a una de las computadoras.
- ¿Qué tenemos hoy?- pregunto, acercándome a la pantalla.
Alex sonríe con una chispa de complicidad.
- Todo está listo. Ya tenemos nuestro próximo movimiento. Nuestro equipo logró infiltrarse entre los hombres del Alemán, tal como pediste.
- Perfecto, era justo lo que necesitábamos para avanzar.
Alex asiente, y Bastian añade con voz gélida:
- Para desmantelar al rey, primero hay que derribar a sus súbditos.
La caída de Smith estaba cada vez más cerca, pero primero teníamos que sembrar la duda y la desconfianza entre sus filas. Para eso, ya tenía muchas ideas.
Pronto, Smith desaparecería. Y en el legado de su imperio solo quedaríamos Alex y yo. Cuando eso sucediera, limpiaré mi nombre, y finalmente, todos seremos libres del poder de la Mafia Francesa.
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La canción es todo lo que representa a Adira, así que va dedicada para ella ♡
Para ella que ha caído muchas veces pero nunca ha parado de pelear.
Hasta pronto. Besos.
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