Capitulo 57
"Au revor"
Adira.
Noveno día en el hospital.
- Tus heridas han mejorado considerablemente.- dijo el doctor con una sonrisa.- Adira está mostrando un progreso notable. Su mano casi ha sanado por completo, y los moretones y marcas han disminuido. Aunque tardarán un poco más en desaparecer del todo.
- ¿Escuchaste eso? Quizás ya no te veas tan fea con esos golpes.- bromeó Jay.
- Ja, ja, muy gracioso -respondí con sarcasmo.- Sabemos que incluso con cicatrices me sigo viendo bonita.
Mis padres soltaron una carcajada, y el doctor sonrió divertido.
- Las costillas rotas tardarán un poco más en curarse, pero si descansa adecuadamente, sanarán pronto. La paciente ha mostrado muchas ganas de mejorar, así que ya está lista para irse a casa.
Una sonrisa se asomó en mis labios al oír la noticia. Ya me estaba cansando de estar aquí; no quería volver a pisar un hospital en mucho tiempo.
- Eso sí, debe continuar con el reposo durante algunas semanas más -advirtió el médico, firme.
- No se preocupe, doctor. La cuidaremos muy bien.- respondió mi madre con seguridad.
- La doctora Rhee continuará con su caso y hará las visitas diarias a su domicilio. Así no tendrá que desplazarse y su recuperación será más cómoda.
- Muchas gracias, doctor.- le dije con gratitud.
Él asintió y se despidió, dejándonos a solas con mis padres y Jay.
- Felicidades, cariño.- mi padre acarició suavemente mi cabello.- Pronto estarás de vuelta en casa.
- Voy a preparar todo para tu regreso.- anunció mi madre, visiblemente emocionada.- También pediré que organicen tu habitación para que te sea más fácil moverte. Te quedarás con nosotros.
- Mamá, no es necesario. Puedo quedarme en mi departamento.
- De eso nada.- replicó con firmeza-. Esta vez te cuidaremos personalmente. No voy a dejarte sola.- su voz tembló por un momento.
Pude sentir cómo su necesidad de estar a mi lado era más fuerte que nunca.
- ¿Será como en los viejos tiempos, entonces?- le pregunté con una sonrisa nostálgica.- Cuando me enfermaba y te instalabas junto a mi cama hasta que mejorara.
- Exactamente así será -me besó la frente con ternura, y el gesto me reconfortó.
- Voy a avisar a Cloe y Luke que hoy te dan de alta.- dijo Jay, sacando su teléfono.- Tengo como mil llamadas y mensajes suyos. Me volverán loco si no les digo pronto. Vuelvo en un momento.
Se levantó y salió de la habitación, dejándonos en una tranquilidad que, después de todo lo vivido, se sentía como un pequeño respiro.
- Voy a llamar a los guardias para que preparen el móvil y asegurarme de que todo esté listo para el traslado a casa. Regreso en unos minutos, cuando todo esté en orden.- dijo mi padre, besando mi mejilla antes de besar suavemente a mi madre y salir de la habitación.
- Qué felicidad, cariño. Pronto estarás completamente recuperada -me animó mi madre con una sonrisa cálida.
- Extraño mucho mi rutina de antes.- suspiré, añorando mi vida antes de todo esto.
- Pronto volverás, lo sé. Pero por ahora, es momento de asearte.
Me llevó al baño, aún necesitaba algo de ayuda, aunque menos que antes. Los movimientos bruscos seguían haciéndome sentir el dolor en mis costillas, un recordatorio de mi fragilidad. Lo que más me costaba era lavarme el cabello. Mis brazos se agotaban rápidamente, y cada vez que los levantaba, el dolor se intensificaba. Así que, como de costumbre, mi madre me ayudó a terminar.
Una vez bañada, me puse una bata y mi madre me secó el cabello con cuidado.
- Olvidé traerte la ropa.- dijo de pronto.- La dejé en el coche, vuelvo enseguida.
Asentí mientras ella salía de la habitación, dejándome sola. Me senté en la cama, mirando la luz del sol que entraba por la ventana. Esa luz me reconfortaba, como si al tocarme me recordara que el mundo fuera de este hospital aún existía. Cerré los ojos por un momento, imaginando lo que sería volver a mi vida normal, a mi cama, a mi libertad.
El suave clic de la puerta al abrirse interrumpió mis pensamientos. Me giré, esperando ver a mi madre con la ropa.
- No puedo esperar a...- empecé a decir, pero me detuve en seco.
No era mi madre. Un doctor entró en la habitación, sus pasos lentos y medidos, y algo en su presencia me puso en alerta inmediata. No lo había visto antes, y su silencio, aunque aparentemente profesional, tenía una carga extraña que no lograba identificar.
- ¿Sucedió algo, doctor?- pregunté, tratando de mantener la calma.
Él no respondió de inmediato. Llevaba una bata blanca impecable, un estetoscopio colgando del cuello y una mascarilla que cubría la mayor parte de su rostro. Pero algo en su manera de moverse me resultaba familiar, inquietantemente familiar.
- Solo venía a ver cómo estabas.- dijo, pero su voz no tenía el tono tranquilizador que esperaba. Era baja, calculada.
- Estoy bien, gracias.- sonreí, intentando romper la tensión que de repente se había instalado en el aire.- Con muchas ganas de volver a casa.
El doctor se acercó un poco más. Sentí una ligera opresión en el pecho, una sensación de peligro latente, aunque no entendía por qué. Y entonces, lo dijo.
- Debo decir que lo lamento mucho.- murmuró, casi con una tristeza forzada.
Fruncí el ceño, desconcertada. No entendía a qué se refería ni por qué lo decía de esa manera. Fue entonces cuando sus manos, con una calma aterradora, se alzaron hacia la mascarilla. La bajó lentamente, como si supiera que ese gesto cambiaría todo en la habitación.
Cuando vi su rostro, el mundo se detuvo.
Era él.
- No tenía idea de que te odiaban tanto como para golpearte así.- dijo, su voz ahora más familiar, más escalofriante.
Mis labios se separaron, pero ninguna palabra salió. Un frío terrible recorrió mi cuerpo mientras lo observaba, paralizada, intentando negar lo que mis ojos veían. Mis pensamientos se agolparon, buscando una salida lógica a lo imposible.
- Smith...- conseguí susurrar, con mi voz apenas audible.
Había visto su rostro en fotos, en informes, pero nada me había preparado para este momento. Ahora, cara a cara, la verdad se hacía innegable. No era solo su presencia lo que me aterraba, sino algo mucho más personal, algo que no había querido aceptar hasta ahora. Lo observé de pies a cabeza, intentando encontrar diferencias, algo que me apartara de esa realidad.
Pero lo que encontré me hizo estremecer.
Sus ojos... eran exactamente como los míos. Esa misma intensidad oscura. No era solo eso; cada línea, cada facción de su rostro reflejaba las mías. La mandíbula, la curva de los pómulos... éramos iguales. Demasiado parecidos.
Todo encajó en un solo y devastador instante. Ahora entendía las miradas de miedo que otros me lanzaban, los susurros a mis espaldas. No era solo por lo que había hecho o lo que representaba. Era porque, sin duda alguna, yo parecía su hija.
El parecido era espantoso.
Y en ese momento, la última barrera de mi negación se desmoronó.
Smith sonrió, una sonrisa helada que no alcanzó sus ojos.
En ese momento, me incorporé bruscamente, pero el dolor punzante en las costillas me obligó a doblarme sobre mí misma, ahogando un jadeo. Smith observó mi gesto con una sonrisa maliciosa.
- Cuidado, no querrás empeorar tus heridas.- bromeó con sarcasmo.
Su amenaza flotaba en el aire. Sabía que si hubiera querido matarme, no lo haría en ese instante. ¿Pero qué estaba planeando? La idea de gritar cruzó mi mente, pero él lo percibió al instante.
- Ni lo pienses.- dijo con calma, levantando un dedo.- A menos que quieras que tu hermanito y tus padres sufran las consecuencias.
Mi corazón se detuvo. Con un gesto casual, sacó un móvil de su bata y lo sostuvo frente a mí. En la pantalla, un video mostraba a mi padre en el estacionamiento, completamente ajeno al peligro.
- Mis hombres están por todo el hospital. Uno de ellos está charlando ahora mismo con tu hermano, y tu madre... bueno, digamos que está "atrapada" en el ascensor. ¿Qué crees que le pasará si cae en picado?- la sonrisa de satisfacción en su rostro era insostenible.- ¿Podrías soportar perderla?
Cada músculo en mi cuerpo se tensó.
- ¿Qué demonios quieres?- espeté entre dientes, con todo el odio que pude reunir.
- Vamos, Adira. Sabes muy bien lo que quiero.- su voz era fría, calculada.- Debo admitir que me sorprendiste. Nunca imaginé que mi propia hija pudiera derribar a Jonathan.
Mi risa fue amarga.
- Debe doler, ¿no? Saber que la niña a la que abandonaste debilitó a tu preciosa organización.
Su rostro se endureció al escuchar mis palabras.
- No fue solo eso, ¿verdad?- continué, disfrutando del momento.- También capturé al hombre que moldeaste a tu imagen. Al que elegiste como tu sucesor.
Sus ojos brillaron con ira contenida, pero se mantuvo imperturbable.
- Es curioso, a pesar de todo, sigues siendo como yo.- dijo, avanzando un paso.- Esa ferocidad, esa letalidad... es nuestra sangre, Adira.
Una oleada de repulsión me invadió. Sentir que compartía algo con él era lo peor que podía imaginar. Pero, en el fondo, había algo, no sé qué, pero algo me decia que él tenía razón, que había una parte oscura en mí. Y era aterrador cuánto nos parecíamos, no solo físicamente, sino en nuestra capacidad para destruir.
- No soy como tú.- dije con una voz tan firme que casi me sorprendió.- Jamás lo seré.
Él soltó una risita.
- Dime de una vez, ¿qué quieres?
- Encarcelaste a mi heredero. Creo que es momento de que lo arregles. Tú lo metiste ahí, ahora tú lo sacarás de prisión.
- Jonathan me dijo exactamente lo mismo.- sonreí irónicamente.- Que si lo ayudaba a escapar, se encargaría de que la Mafia Francesa nunca me buscara. ¿Eso es lo que me ofrecerás tú?- pregunte con ironía.
- Oh no, mis ofertas no son tan básicas como las de él.
- Pondría en riesgo mi puesto si te ayudo a liberarlo. La ASPA lo descubriría.
- Un puesto que no volverás a necesitar.- dijo con seriedad.- Ningún miembro de la Mafia Francesa necesita un puesto en la Agencia.
- ¿De qué hablas?- tuve que retroceder cuando el dio dos pasos hacia donde yo estaba.
- Tú sacarás a Jonathan de prisión y te unirás a mí. Me ayudarás a conseguir el heredero que Francia tanto exige.
- Estás loco si crees que...
- Si no lo aceptas, mataré a todos los que amas, comenzando por el General y su esposa... y luego por su hijo, por tus amigos y... por ese joven al que tanto amas. ¿Cómo era su nombre?- fingió pensar.- Ah si, Luke.
Mi cuerpo se tensó completamente; los puños se cerraron con tanta fuerza que mis uñas se clavaron en la piel, y sentí el sabor a sangre en mi boca al morderme la mejilla, tratando de contener la ira.
- Tú bien lo dijiste: pondrías en riesgo tu puesto. Ellos descubrirían que fuiste tú, y no tardarían en castigarte de por vida. Borrarán tus logros, tus méritos, y serás una simple criminal que ayudó a los enemigos. ¿Eso es lo que quieres? Convertirte en un cero a la izquierda, cuando puedes ser la villana que han estado esperando.
Un silencio mortal se apoderó de la habitación, mis pensamientos eran un torbellino. Sabía que Smith estaba dispuesto a hacer todo lo que decía. Y, por primera vez, la idea de traicionar a la Agencia parecía ser la única opción, me maldije a mi misma por haber llevado tanto tiempo considerando la idea, parecía que lo había manifestado yo misma.
Estaba atrapada, y las consecuencias serían devastadoras, sin importar mi elección.
- No te engañes, Adira.- continuó con una voz suave, casi paternal.- Ellos nunca te aceptarán como una de los suyos. Mi sangre, tu sangre.- me señaló.- Siempre pesará más que cualquier otra cosa. Siempre encontrarán una razón para despreciarte, para hacerte sentir menos. Ningún mérito será suficiente. Pero si te unes a mí, te daré algo que aquí nunca tendrás: Respeto y poder.
- Mis padres nunca creerían que me uní a la mafia así de repente. Jamás permitirían que mi nombre fuera manchado.
- ¿Estás segura de eso?- preguntó.- ¿Segura de que nunca se han preguntado si podrías traicionarlos?
Sabía lo que intentaba. Quería sembrar la duda en mi mente, hacerme tambalear. Pero aunque lo veía claro, también sabía que si no hacía lo que él quería, todos mis seres queridos estarían condenados.
- No repitas los errores de tu madre. Ella se negó a unirse a mí, y fue quien más sufrió. Yo podría haberte querido como a una hija, si ella hubiera aceptado servirme. Era una mujer increíblemente fuerte, peligrosa incluso, pero prefirió morir que aceptarme. No he visto algo así... hasta ahora.
- Si ella se hubiera unido a ti, la habrías matado tarde o temprano. Tú siempre buscarías un heredero, un varón, y ella te habría estorbado. A mí y a Sam nos habrías encerrado. Nada habría sido diferente.
- Te equivocas.- respondió, mirándome con frialdad.- Yo la habría perdonado por su traición. Y a ti y a tu hermana las habría moldeado para ser grandes en la mafia. ¿O acaso olvidas que intenté hacerte fuerte?
- ¿Cómo podría olvidar lo que nos hiciste presenciar?
- Tu hermana era débil, jamás podría haber sido como yo. Pero tú... tú eras distinta. Tenías una resistencia que ella no tenía. Podrías haber sido muy poderosa. Ahora tienes el deber de arreglar lo que ella no pudo.
En ese instante, mi teléfono vibró. Antes de que pudiera reaccionar, él lo tomó y contestó la llamada. Escuchó en silencio, su mirada fija en mí, y luego colgó.
- Te guste o no, formarás parte de la mafia francesa. Pero te daré la opción de decirlo. ¿Aceptas, o prefieres perder a todos los que amas?- dijo mientras se ajustaba el cubrebocas.
Las palabras se atoraron en mi garganta. Solo sentía odio e impotencia. Sabía que tenía razón. Aquí siempre sería vista con desconfianza, y si ayudaba a Jonathan, lo perdería todo. Pero si no lo hacía, pondría en peligro a mi familia.
No tuve que pensarlo más. La decisión estaba tomada. Y eso me destrozaba por dentro.
[....]
- ¿Estás bien, cariño?- preguntó mi madre con dulzura.- Has estado muy callada desde que saliste del hospital.
- Lo siento... solo estoy un poco cansada.- respondí, intentando sonreír.
De vuelta en la casa de mis padres, en lugar de sentir alivio, lo único que me invadía era la culpa.
- Tal vez extrañes el hospital después de todo.- bromeó mi hermano, buscando animarme.
Sonreí, pero sin la energía habitual.
- Iré a descansar un rato.
- Por supuesto, cariño.- dijo mi padre con una sonrisa cálida.- Seguro extrañas tu cama.
Jay me ofreció su brazo, pero lo miré mal.
- Vamos, anciana, déjame ayudarte.
- Puedo caminar perfectamente bien.
- El doctor dijo que nada de esfuerzos, así que te ayudo y punto.- insistió, y tuve que ceder.
Aunque dolía cuando hacía movimientos bruscos, caminar hasta el ascensor no era un gran desafío. Aun así, Jay se empeñó en acompañarme hasta mi habitación. Cuando finalmente me quité las zapatillas y me dejé caer en la cama, sentí un alivio profundo, como si el peso del mundo se desvaneciera por un momento. Jay me cubrió con la manta.
- ¿Quieres que te encienda el televisor?- ofreció con suavidad.
- No, gracias. Solo quiero dormir.
- Bien. Te despertaré para la cena. Cloe y Luke vendrán pronto.
Asentí sin muchas ganas.
Jay me conocía demasiado bien. Lo vi en sus ojos; sabía que algo no andaba bien. Pero supongo que decidió atribuirlo al cansancio, porque no dijo nada más y salió de la habitación.
Suspiré cuando la puerta se cerró. Los amaba a todos. A mi familia, a mis amigos... incluso a Luke. Amarlos era lo único que me mantenía en pie, pero sabía que mi sacrificio era necesario. La única forma de protegerlos era que me creyeran una traidora, que me odiaran si hacía falta. Smith me lo había dejado claro: si alguno se interponía en su camino, no dudaría en destruirlos.
Sabía que el día se acercaba, el día en que tendría que sellar esa traición.
Apretando los dientes, tomé mi celular y la computadora. Tenía poco tiempo para sembrar las dudas necesarias y dejar un rastro convincente de mi caída. Debía hacer lo que fuera necesario para protegerlos.
Cinco días después...
El dolor físico había disminuido, y hacía tres días que había comenzado a ejercitarme de nuevo, aunque no al nivel de antes. Madisson me visitaba a diario, revisando mis heridas, pero sus palabras de que necesitaba más tiempo de recuperación ya no importaban. No tenía una semana más; tenía solo un par de horas.
Fingí emoción cuando me dijo que pronto estaría lista para regresar al trabajo, aunque sabía que no volvería a la ASPA nunca más. La última vez que estuve allí, salí golpeada, rota, al borde de la muerte. Y ahora me preparaba para mi última traición.
Había comenzado a distanciarme de todos, evitando sus visitas o fingiendo estar demasiado cansada como para conversar con alguien. Incluso cuando Jennifer vino a verme, desbordando la alegría que siempre cargaba con ella, queriendo llevarme a no se donde, me negué rotundamente siendo más brusca de lo que habría sido. Excusándome con que hace tan solo unas semanas había sido atacada, y que como se le ocurriría que yo querría ponerme en riesgo yendo a un lugar publico, a lo que ella simplemente se disculpo conmigo.
Incluso a la hora de estar con mis padres y mi hermano, simplemente no decía nada, solo comía y una vez terminado el plato, volvía a mi habitación, y cada vez que alguien me preguntaba algo, me limitaba a contestarles mal o ignorarlos. En tan solo cinco días me había convertido en alguien distinto.
- Adira...- la voz de Luke me sacó de mis pensamientos.
No sabía cuánto tiempo había estado perdida en mis propios demonios. Cuando lo vi, tenía su brazo alrededor de mi hombro, como siempre. A pesar de haber intentado alejarlo, Luke siempre volvía y nunca dejaba de tenerme paciencia.
- ¿Estás bien?- preguntó con preocupación.- Llevo un rato hablándote y no me respondes.
Intenté recordar lo que me había dicho, pero no tenía idea. Fallé al intentar fingir interés.
- Lo siento... no recuerdo de qué hablabas.
- Sobre el domingo.- respondió, con un rastro de decepción.- Te preguntaba si querías salir a cenar o hacer algo especial.
¿Domingo? No tenía ni idea de qué estaba hablando. Luke continuaba, entusiamado.
- Tengo en mente algo para ti, pero preguntó solo por si quieres algo en específico. Puedo reservar en ese restaurante que te encanta o hacer algo más tranquilo. ¿Qué te parece una noche de cine, solo nosotros dos? Podría pedir que nos dejen la sala para nosotros solos o tal vez puedo...-su voz se apagó cuando notó mi indiferencia.- ¿Me estás escuchando?
- Sí, lo que quieras estará bien.- respondí.
Luke emitió un gruñido, apartando su brazo con frustración. Se puso de pie, recogiendo sus cosas rápidamente.
- Si no tienes interés en nuestro cumplemes, solo dilo. No me tengas aquí como un idiota.
Me quedé en silencio, y entonces se giró hacia mí, con el dolor visible en sus ojos.
- Lo olvidaste, ¿verdad?
Carajo. Había olvidado que en dos días sería siete de octubre, nuestro aniversario de dos meses. ¿Cómo pude olvidarlo? Pero la verdad era que no estaríamos juntos ese domingo. Mañana sería el juicio de Jonathan, su escape... y mi traición.
Miré a Luke y, en lugar de disculparme, supe que debía empezar a sembrar el odio que necesitaría de él.
Tomé mi celular y lo ignoré, mientras él seguía allí, de pie.
- ¿No vas a decir nada?- preguntó Luke, con su voz llena de dolor.- ¿No vas a negarlo?
- ¿Para qué?- respondí fríamente.- Lo olvidé. Punto.
- Llevas días actuando distante.- insistió Luke.- ¿Qué demonios te pasa? ¿Te he hecho algo?
Me puse de pie, pasé a su lado sin mirarlo, con cada palabra sintiendo que me estaba destruyendo por dentro.
- No todo se trata de ti, Luke. Es solo un día, no tienes por qué hacer tanto escándalo.
Luke retrocedió, herido.
- Reserva el restaurante si quieres. No busques tantos problemas, es solo un jodido día.
- ¿Un jodido día?- repitió con incredulidad.- Es el día en que nos besamos por primera vez.- avanzo dos pasos hacia mí.- Es el día en que tú me besaste por primera vez hace cuatro años.- estampó su dedo índice contra mi pecho mientras me miraba a mi ojos.- El día en que pusimos nombre a esto que tenemos. No es solo un "jodido día."
- Dios... no sabía que fueras tan sensible.- era incapaz de sostenerle la mirada.
- ¡Estás actuando como una idiota!- gritó.- Esto no es solo un día, es el día en que por fin dimos sentido a lo que tenemos. ¿Cómo puedes decir que no importa?
Sus palabras me atravesaron, pero no podía ceder.
- ¡Es solo un maldito día, Luke!.- grité, deseando que me odiara, porque sabía que el dolor que le causaba ahora sería menor al que vendría.
Luke retrocedió, como si mis palabras lo hubieran golpeado.
- Tienes razón.- murmuró finalmente.
Luke suspiró con un dolor palpable y recogió sus cosas. Pasó junto a mí y se dirigió hasta la puerta.
- Llámame cuando dejes de ser esta versión de ti que no reconozco.
Y con eso, se fue, dejándome en una habitación que se sentía más fría que nunca.
El portazo resonó con fuerza, como si también me hubiera destrozado por dentro. Las lágrimas brotaron al instante, y me precipité hacia la puerta, mi mano temblorosa en la perilla, deseando correr tras él. Quería detenerlo, decirle que lo sentía, que todo lo que había dicho no era verdad. Decirle que lo amaba, que lamentaba haber olvidado nuestro día, que ninguna de mis palabras había sido real.
Pero no lo hice. No abrí la puerta. No corrí tras él. En lugar de eso, me dejé caer contra la madera fría, deslizándome hasta el suelo, ahogándome en lágrimas que se filtraban entre mis labios, dejando un rastro amargo de tristeza. Rogué al universo por despertar de esta pesadilla, deseando que nada de esto fuera real.
El dolor me invadía con fuerza, pero lo peor era saber que esto solo era el comienzo de lo que venía. El siete de Junio, hace cuatro años, fue la primera vez que besé a Luke. Recuerdo cómo su cálido aliento se fusionó con el mío, cómo su boca me atrapó de una forma adictiva. Desde entonces, el número siete me persigue, apareciendo en momentos claves de mi vida. No es coincidencia que el día en que Luke y yo nos sinceramos por completo, y el día en que decidimos formalizar nuestra relación, también fue un siete, esta vez de agosto.
Este domingo cumpliríamos dos meses juntos. Quizá hubiera planeado un día perfecto para él, pero mi mente estaba ocupada con tantas otras cosas que lo olvidé por completo. Y ahora, después de todo lo que dije, lo que más me dolerá será recordar cómo me miró, devastado, mientras lo lastimaba con cada palabra.
Sabía que, después de mañana, no volvería a verlo. O peor aún, tal vez volveríamos a vernos algún día, pero él ya no me miraría con el mismo amor con el que me miraba antes.
Me duele no poder ser lo que él necesita, no poder ser la persona llena de luz que merece tener a su lado, me arde en el alma tener que arruinar todo. Porque Luke es alguien tan perfecto ante mis ojos, alguien que merece el mundo y me encantaría poder dárselo, pero en éste momento todo lo que puedo hacer por él, es alejarme. Él está lleno de cosas buenas, sé que grandes cosas lo esperan, tiene una carrera y un puesto bueno, un futuro por delante, y yo... yo nací condenada, y por más que intente cambiarlo, nunca lo lograré.
¿Lo amaba? Sí, más de lo que podía expresar. Pero el amor también duele. Era un arma de doble filo, y tenía miedo de que al final, yo lo lastimara
Me espera una vida tan llena de dolor y miseria, que ni siquiera puedo imaginar el dolor que tendré que soportar al no poder estar a su lado y tener que vivir intentando que me odié.
───── »◦✿◦« ─────
Holaa, no puedo creer que haya llegado esta parte (sufrí escribiendolo) desde el principio siempre supe que esta sería una parte crucial para la historia, una parte a la que quería llegar y a la vez no.
Ahora se vienen los capítulos más importantes, estén atentos.
pd: la canción es exactamente lo que siente Adira :(
"Au revoir" es una expresión en francés que significa "adiós" o "hasta luego."
Nos vemos pronto, besos.
Lour.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top