Capítulo 53

"Una luz que yo jamás
podría tener"

Adira.

Estaba sentada frente a la pantalla, con los ojos todavía nublados por las lágrimas, atrapada en una sensación de desconcierto que me consumía mientras pasaba una a una cada foto y video.

Las primeras imágenes eran felices... mi madre riendo con sus amigas, con el uniforme de la Agencia, o de pequeña, junto a Ada. Algunas de esas fotos las reconocía, otras no las había visto jamás.

Había videos en los que mi madre hablaba y reía, mirando directamente a la cámara. Supongo que los había grabado Jack. Su risa era tan jodidamente contagiosa que no pude evitar sonreír, incluso entre lágrimas.

Luego, vi fotos de Jack y ella junto a los padres de Luke. Mi madre estaba junto a Madisson, tocándole la pequeña barriga, probablemente ya embarazada de Luke. Sus parejas estaban a su lado, todos sonriendo a la cámara.

Había fotos de mi madre besando a Jack mientras sostenía un ramo de jazmines.

"Jazmines..." pensé. Sus flores favoritas.

No podía creer lo que estaba viendo: el tío de Luke sonriendo mientras miraba a mi madre con un brillo en los ojos que nunca le había visto, una sonrisa tan deslumbrante que gritaba "te amo". Solo podía imaginar el dolor de haberla perdido, porque del hombre de las fotos no quedaba ni rastro en el Jack que yo conocía ahora.

Siempre me han dicho que tengo la sonrisa de mi madre, pero ahora me parecía mentira. Esa sonrisa era única, llena de una luz que yo jamás podría tener.

Pasé a los videos en los que entrenaban juntos. Jack la ayudaba a mejorar, como Luke había hecho conmigo tantas veces. Mi madre...ella era feliz, de verdad. Y de repente, todo se desmoronó.

Su mundo se vino abajo por culpa de Smith. Ver estas fotos y videos solo hacía que el odio que sentía por él ardiera con más fuerza. De niña, le temía... pero con el tiempo, ese miedo se había transformado en puro desprecio y rabia.

Sentía los ojos hinchados de tanto llorar, la nariz me ardía, y el pecho me quemaba. La oscuridad comenzaba a filtrarse en mi corazón. Solo podía pensar en la tortura que había sufrido mi madre, y aun así, nunca traicionó a su gente. Sin embargo, ellos la abandonaron como si no valiera nada.

Y, entonces, la duda me golpeó con una fuerza arrolladora. ¿Me abandonarían a mí igual de fácil?

Mis manos temblaban sobre el teclado.

¿Esto es lo que me espera? me pregunté con horror. ¿La traición y el abandono de aquellos por los que luché tanto?

Las palabras de Jack resonaban en mi mente: "Te pareces más a tu madre de lo que crees."

Sentí un nudo en el estómago. La conexión entre lo que le había pasado a mi madre y lo que podría sucederme a mí se volvía más clara, más inevitable. Todo parecía empujarme hacia la misma trampa.

"Si te crees capaz de engañarlos, de condenarlos, y de destruirlos, hazlo."

Esas palabras me perseguían. Era como si estuviera destinada a seguir los mismos pasos, atrapada en una red de la que no había escapatoria.

Mi madre había arriesgado todo al intentar infiltrarse y destruir a Smith, y por un breve tiempo lo había logrado. Quizás, si hubiera jugado el juego, si hubiera aceptado unirse a él, habría sobrevivido. Pero no lo hizo, y eso la mató.

Yo, sin embargo, puedo cambiar esa parte de la historia. La opción de fingir, de jugar a ser parte de la mafia, comenzó a rondar mi mente con más fuerza. Era una idea peligrosa, una que mis padres no habían aprobado.

¿Podría engañarlos y sobrevivir? ¿O terminaría como mi madre, rota por dentro y traicionada por aquellos en quienes más confiaba?

Esa noche fue un verdadero tormento. El sueño se me escapaba y las ideas confusas no dejaban de rondar por mi mente. La idea de infiltrarme en la mafia, algo que había logrado alejar por un tiempo, volvía a apoderarse de mis pensamientos con más fuerza. No importaba cuánto lo intentara, esa opción me seguía sin parar.

Lo que Jack me confesó había sido un golpe inesperado. Me dejó sin rumbo, sin saber qué decisión tomar o hacia dónde ir.

La mañana no fue mucho mejor. Me quedé mirando el techo, atrapada en esa maraña de pensamientos, hasta que el despertador sonó. Aunque no había logrado pegar un ojo, me obligué a levantarme. Tomé una taza de café esperando que el cansancio se disipara, pero no fue suficiente.

De camino al trabajo, paré en una cafetería y pedí otra taza, intentando mantenerme despierta. Fue ahí, mientras esperaba, cuando me invadió una extraña sensación. Me sentí observada, como si alguien me vigilara desde algún lugar. Miré a mi alrededor, tratando de identificar algo sospechoso, pero no vi nada fuera de lo normal.

¿Era real, o solo el cansancio y el estrés comenzaban a volverme loca?

Mientras avanzaba por los pasillos de la Agencia con mi segundo café del día, el peso de la inquietud seguía apretándome el pecho. La sensación de ser observada no me dejaba en paz. Tal vez la falta de sueño estaba jugando con mi mente, pero algo en el ambiente se sentía fuera de lugar, como si hubiera ojos invisibles sobre mí.

Al llegar a mi escritorio, encendí la computadora, tratando de concentrarme en la rutina, pero un mensaje anónimo apareció en la pantalla, sobresaltándome. No había remitente. Lo abrí con cautela, esperando que fuera un error. Pero en cuanto leí las palabras, mi sangre se heló.

"Qué triste es saber que no aceptaste mi propuesta. Supongo que estás lista para que la mafia te obligue a convertirte en lo que ellos quieran... qué lástima. Pudimos haber trabajado bien juntos."

Una oleada de escalofríos recorrió mi espalda.

"Jonathan..." pensé de inmediato, mientras rastreaba la procedencia del mensaje. Mis dedos volaban sobre el teclado, y el resultado fue un golpe directo: el mensaje había sido enviado desde la misma Agencia.

Dejé todo lo que estaba haciendo y me dirigí de inmediato a las celdas de los prisioneros. ¿Cómo demonios había logrado enviar ese mensaje? Jonathan Jones estaba encerrado, sin acceso a ningún dispositivo. ¿Quién le había proporcionado los medios para contactarme?

Al llegar, mostré mi placa con firmeza a los guardias de seguridad.

- Agente Kiervan.- dije, mi voz firme.- Necesito ver al prisionero Jones.

El hombre me estudió con una ceja levantada.

- ¿Con qué fin? No hay ningún interrogatorio programado.

Lo fulminé con la mirada. No hacía falta decir más. Eso fue suficiente para que abriera el paso sin más objeciones.

Jonathan estaba en una sección apartada, donde mantenían a los criminales más peligrosos, aquellos aún pendientes de juicio, pero con delitos graves. Su sentencia sería anunciada pronto, pero mientras tanto, lo mantenían bajo vigilancia estricta. O al menos eso creía.

- Lo llamaremos para una conferencia privada.- ofreció uno de los guardias.

- No hace falta.- los detuve, sin dejar espacio a discusión.- Solo quiero verificar algo.

Lo observé a través del vidrio de seguridad, sentado en la sala común junto a otros prisioneros durante la hora del almuerzo. Jonathan se mantenía apartado, como si los demás no existieran, con una expresión impenetrable. Fría. Calculadora. Esa tranquilidad, esa calma que irradiaba, me inquietaba profundamente. Era como si estuviera tramando algo, y ese pensamiento me helaba los huesos.

No planeaba hablar con él. No iba a darle el placer de saber que sus palabras lograban afectarme. Pero el simple hecho de que hubiera conseguido enviarme un mensaje desde dentro significaba que tenía acceso a recursos que no debería tener.

- Quiero un informe detallado de cada acción de Jones.- demandé a los oficiales de seguridad.- Cada movimiento, cada conversación con los prisioneros o los oficiales. Quiero todo. Y revisen su celda de nuevo. No quiero que quede ningún cabo suelto.

Sin esperar respuesta, me marché, dejando mis órdenes claras. El eco de mis pasos resonaba en los pasillos mientras mi mente seguía dando vueltas. ¿Cómo lo había hecho? Los prisioneros como Jonathan siempre encontraban maneras, eso era cierto, pero la cuestión era, ¿a quién había manipulado esta vez?

Una cosa estaba clara: Jonathan no había terminado conmigo, y lo que sea que estuviera planeando, lo había puesto en marcha.

Quisiera poder decir que el resto de mi día fue sencillo, pero por supuesto, no lo fue. Mientras tomaba un descanso, después de dirigirme al baño, sentí las miradas extrañas de varias mujeres clavadas en mí. "Genial, todo volvió a la normalidad", pensé con sarcasmo. Las miradas de devoción que había recibido el día anterior se habían esfumado, dando paso a las habituales miradas juzgonas.

Entonces, de repente, alguien me agarró del brazo, tirando de mí con fuerza hacia un cuarto de limpieza por el que acababa de pasar. Los dedos se cerraron firmemente sobre mi piel, y no fue hasta que me enfrenté a la persona que supe de quién se trataba.

- ¡Joder, me asustaste!- exclamé.

Era Jayson, con una expresión tensa y preocupada.

- ¿Qué demonios fuiste a hacer al pabellón de los prisioneros?- me espetó sin rodeos.

- ¿Me estás espiando?- repliqué, entre incrédula y molesta.

- Claro que no.- Titubeó y luego suspiró.- Bueno, sí. Cloe escuchó a algunos compañeros murmurar sobre eso y me lo contó. Luego lo confirmé cuando revisé el registro de las últimas entradas del día. ¿Qué estás planeando?

- Nada, solo quise asegurarme de que todo estuviera bien.

- ¿Por qué ordenaste revisar la celda de Jones? Cuando llegué, los soldados me lo mencionaron. ¿Fue nuestro padre quien te lo pidió?

- No, simplemente pensé que era mejor vigilarlo más de cerca.

Jayson me miraba con escepticismo, claramente no convencido.

- Como sea, mantente alejada de él.

- ¿Por qué?

- No lo sé, simplemente no me gusta la idea de que estés cerca de Jones. La última vez que hablaron no me quedé tranquilo. Además... están diciendo cosas.

- ¿Cosas? ¿Qué cosas?

Jay soltó un suspiro, como si le costara explicarlo.

- Tu visita inesperada levantó sospechas. Hay rumores extraños flotando por ahí, mejor mantente lejos del sector de prisioneros.

- Nadie sabe sobre la propuesta de Jones, ¿cierto?- pregunté, tratando de sondear la situación.

- Claro que no, toda la tropa guardó silencio.

- ¿Y si Jonathan le dice algo a alguno de los prisioneros?

- No lo ha hecho, al menos no se le ha visto hablar con nadie. Despreocúpate, nadie sabrá nada. Pero, insisto, mantente alejada. ¿Puedes hacerlo?- lo miré, suspirando, y asentí con resignación.- Promételo.- añadió, con una seriedad que no dejaba lugar a discusión.

Rodé los ojos antes de responder:

- Lo prometo.

- De acuerdo.- Jayson se inclinó y besó mi coronilla con dulzura, antes de abrir la puerta del cuarto de limpieza y dejarme salir.

Días después.

- ¡Vamos, di que sí!- Cloe insistía por enésima vez, con esa sonrisa que no admitía un "no" por respuesta.

- No va a parar hasta que aceptes.- se rió Jay a su lado.

-Ya convencí a todos, hasta a Kira. Me costó, pero lo logré.- añadió Cloe con aire triunfal.

- Solo accedí porque prometiste que después iríamos a comer.- dijo Kira encogiéndose de hombros.

Cloe había organizado una salida grupal. Estábamos Jay, Torres, Kira, Jennifer, Nathaniel, Luke, ella y yo. Aunque no me sentía con ánimos, mi amiga era imposible de ignorar cuando se le metía algo en la cabeza. Así que terminé cediendo, y pasamos el día haciendo diferentes actividades en un parque famoso de la ciudad.

Primero fuimos de compras porque Jennifer quería mirar ropa, y al final todos terminamos comprando algo. Luego, pasamos por las máquinas de peluches, donde Jay y Nathaniel se enfrascaron en una ridícula competencia por ver quién sacaba más. Sospresa, ninguno saco nada. Después nos metimos en una cabina de fotos, y nos quedaron algunas imágenes bastante divertidas.

Torres, por supuesto, nos arrastró a los autitos chocadores, donde la mayoría terminó riendo a carcajadas al ver cómo Kira no hacía más que chocar con todo el mundo porque no sabía manejar el auto.

Y ahora, a Cloe se le había ocurrido la brillante idea de subirnos a la montaña rusa más alta del parque. Solo mirarla daba vértigo.

- Si todos subimos, luego cenamos algo, ¡y después tomamos helado!- dijo con su tono más persuasivo.

- Ya te dije que no...- comencé, pero me detuve al oír la palabra clave.- ¿Dijiste helado?

Cloe asintió, sonriendo de oreja a oreja.

No podía resistirme al helado.

- De chocolate.- exigí, sin dudarlo.

Eso bastó para que finalmente aceptara subir a esa monstruosidad.

- Está bien, vamos.- suspiré, resignada.

Cloe sonrió triunfante mientras yo ponía los ojos en blanco y nos encaminábamos a la fila.

- Si me desmayo, será tu culpa.- le advertí, no del todo en broma.

- ¡Quién lo diría! La gran agente tiene miedo a las montañas rusas.- se burló Nathaniel.

- No me digas que eres de las que se pone a llorar y gritar.- añadió Torres, sumándose a la burla.

Los fulminé con la mirada, pero no dije nada.

- Déjenla en paz o los arrojaré por la montaña.- intervino Luke, arrancándome una sonrisa.

- ¡Ohh, el novio protector al rescate!.- dijo Kira, haciendo un saludo militar, lo que provocó que todos nuestros amigos la imitaran en un coro de risitas.

Luke y yo los ignoramos, riéndonos de sus tonterías. Le di un beso en la mejilla, y él rodeó mis hombros con su brazo, acercándome más a él.

Cuando la fila avanzó y llegó nuestro turno, no puedo mentir: en mi cabeza estaba recitando cada Padre Nuestro y Ave María que conocía. Las montañas rusas siempre me habían dado pavor. Desde niña, solo había subido unas pocas veces, y siempre porque Cloe me manipulaba... con helado. Algunas cosas nunca cambian.

La fila avanzó lentamente hasta que finalmente llegó nuestro turno. Mi corazón latía con fuerza mientras nos ajustábamos los arneses. Cloe, por supuesto, estaba emocionada, casi saltando en su asiento. En cambio, yo sentía que el estómago se me retorcía de nervios.

- Relájate, será divertido.- intentó animarme Luke, aunque su propia risa contenía una pizca de nerviosismo.

- Si esto es lo último que hago en mi vida, quiero que sepan que los odio a todos.- murmuré, apretando los dientes.- Menos a tí.- miré a mi novio.- A ti te dejaré todas mis pertenencias.

La montaña rusa arrancó despacio, subiendo poco a poco, y con cada metro que avanzábamos, mis manos se aferraban más al arnés. Escuchaba a Cloe y a los demás riendo y bromeando, pero yo estaba demasiado concentrada en el terror que sentía. El ascenso parecía interminable, y cuando llegamos a la cima, no pude evitar cerrar los ojos justo antes de la gran caída.

No supe en que momento clave mis manos y uñas al brazo de Luke, él no emitió alguna palabra al respecto, y creo que estuve con mi mano clavada allí, durante todo el recorrido.

El vagón descendió con una velocidad brutal, y los gritos a mi alrededor eran ensordecedores. Yo también grité, más por instinto que por cualquier otra cosa, mientras nos retorcíamos a través de giros imposibles, caídas vertiginosas y bucles que me hicieron perder la noción de la dirección.

Cuando finalmente terminó y el vagón se detuvo con un brusco frenazo, mi cuerpo se sentía como gelatina. Desabroché el arnés con manos temblorosas y, con un suspiro, bajé tambaleándome un poco. Cloe saltaba de emoción.

- ¡Eso fue increíble!- gritó, con la cara iluminada de emoción.

- Fue horrible.- repliqué, con el rostro pálido.

Luke me sostuvo del brazo mientras caminábamos hacia la salida del juego.

- ¿Estás bien?- preguntó, divertido.- Creo que bajo tus uñas hay piel mía, te me prendiste como garrapata.

- Lo único que puedo decir es que jamás en mi vida vuelvo a subirme a una cosa así.- dije, con toda la seriedad que pude reunir.

Mis amigos estallaron en carcajadas. Jay se doblaba de risa, mientras Kira intentaba respirar.

- ¡Tú cara durante la caída fue épica!- soltó Nathaniel entre risas.

- No te preocupes, la próxima vez te conseguiré doble ración de helado.- bromeó Cloe, guiñándome un ojo.

- Ni aunque fuera una fábrica entera de helado.- le respondí, mientras me unía a las risas generales.

Seguimos caminando, y aunque mis piernas aún temblaban un poco, no pude evitar sonreír. Todos estábamos disfrutando, bromeando y burlándonos de la experiencia, y en ese momento, sentí una cálida camaradería entre nosotros. A pesar del pánico, el día estaba resultando inolvidable, y aunque jamás volvería a subir a una montaña rusa, me alegraba de haber compartido el momento con ellos.

Por un instante habia olvidado todos mis dramas y problemas.

- Ahora sí.- dijo Kira, rodando los ojos.- A lo importante: ¿dónde comemos?

- Antes de eso... vamos hacía allá.- Torres señaló en una dirección, y cuando vi lo que era, me emocioné de inmediato.

Era el clásico puesto de premios, donde si acertabas el tiro en el blanco, podías escoger un premio.

- ¿Te animas, Kiervan?- preguntó él, desafiándome con una sonrisa.

- Por supuesto. Te voy a destrozar.

Como niños pequeños, todos nos dirigimos hacia el puesto, pagamos y cada uno toma un arma de juguete. Aunque todos participamos con entusiasmo, mis amigos no lograron alcanzar tantos puntos como Torres y yo.

No cualquiera puede competir con dos expertos en armas. Aunque Luke estuvo a la par, al final, tanto Torres como yo somos demasiado competitivos. Luke terminó rindiéndose cuando vio que no nos detendríamos.

Torres, finalmente, se cansó de mi insistencia. Aunque aseguraba que se dejó ganar porque tenía hambre y sabía que yo no me rendiría, todos sabíamos la verdad: lo había vencido limpiamente.

- Felicidades, elija un premio, señorita.- me dijo el hombre del puesto, con una sonrisa.

- Quiero esos llaveros de ahí.- le pedí amablemente.

Me los entregó, eran ocho llaveros en total, cada uno tenía forma de una pieza de rompecabezas distinto, que al unirse, formaba una pieza en conjunto. Tomé uno para mí y repartí los otros entre el grupo.

- Para mis perdedores favoritos.- los molesté, agitando los llaveros.

- Ay, cierra el pico, especie de terrorista mundial.- se quejó Jennifer, burlándose de mi habilidad con las armas de juguete.

Finalmente, después de tanto insistir, fuimos a buscar algo de comer. Kira estaba al borde de asesinar a alguien si no nos sentábamos a disfrutar de una buena comida pronto. Encontramos un lugar y nos acomodamos, charlando, riéndonos y disfrutando del momento. Desde que había llegado a Boston, no me había divertido tanto como ese día.

Después de la comida, Jennifer pidió esas galletas de la fortuna que vienen con mensajes dentro. Las repartimos y nos reímos de los mensajes absurdos que nos tocaban. Pero cuando partí la mía y leí lo que decía el papel, tuve que leerlo dos veces para asegurarme.

"Te estamos vigilando."

- ¿Qué dice la tuya?- preguntó Luke, curioso.

Aparté mi mano rápidamente cuando se inclinó para leer. Fingí una sonrisa y respondí con ligereza:

- Está vacía. Ni un solo mensaje.

Intenté desviar la atención, cambiando de tema:

- Pidamos un postre, ¿qué les parece?

Había estado tranquila todo el día, pero esa sensación de persecución regresó en cuanto leí el mensaje. Era el segundo que recibía en la semana; primero el de Jonathan, y ahora este. ¿Qué diablos estaba pasando?

Cuando la salida llegó a su fin y cada uno regresó a su casa, Luke insistió en que me quedara a dormir en la suya. Acepté, sabiendo que su compañía me haría sentir más segura. No me equivoqué, en cuanto nos acostamos y sentí su brazo rodeando mi cintura, me sentí aliviada, capaz de descansar por fin.

Dormí profundamente y desperté solo cuando Luke ya no estaba en la habitación. Me sorprendí al ver el desayuno listo sobre la mesa.

Cuando me acerque a él, noté el olor a cigarrillo mezclado con su colonia. Luke fumaba desde hace ya un tiempo, aunque no me gustaba el olor al cigarrillo y no estaba acostumbrada a él, terminé acostumbrándome al olor, debido a mi novio.

- ¿Fumaste antes del desayuno?- pregunte.

Me beso los labios dulcemente en respuesta.

- Lo sé, lo sé.- dijo defendiéndose.- Sé que debo dejarlo, lo haré, lo prometo.

Desde jóvenes siempre he tenido cierto "rechazo" al tabaco, cuando salíamos a fiestas, a veces me tocaba salir para no ahogarme entre el olor del cigarrillo.

Solo le sonreí en respuesta, se que no es fácil dejar de fumar, pero Luke me había dicho hace un tiempo, que quería hacerlo, de hecho ya fumaba mucho menos que antes. Creo que en parte era porque sabía que el olor no me gustaba, a veces me molestaba demasiado pero lo toleraba por él, y Luke intentaba dejarlo o fumar lejos de mi para no molestarme.

- ¿Tú hiciste esto?- pregunté, asombrada por la variedad de cosas que había en la mesa.

- Claro que no.- dijo con obviedad.- Le pedí a la empleada que lo preparara.

Reí mientras me acercaba para saludarlo con un beso.

- Por un momento creí que habías aprendido a cocinar.

- Habló la experta.- respondió, divertido, pinchándome un poco.

- Deberíamos tomar un curso de cocina.- propuse, todavía sonriendo.

- Coincido totalmente.

Desayunamos entre risas y comodidad. Con Luke, todo era así: tranquilo y divertido. No paraba de hacerme reír, y por un momento, logré olvidarme de las ideas locas y arriesgadas que tenía en la cabeza.

Pero luego, cuando lo observaba más de lo necesario, los pensamientos oscuros volvían ¿Y si vienen a buscarme y lo lastiman? ¿Y si lo pierdo para siempre?

Me forcé en alejar esos pensamientos. Al menos por hoy, quería disfrutar del día, no quería permitir que mi mente se autosaboteara.

Esperaba que el resto de mi día fuera mejor que todos los anteriores, esperaba poder dejar de sentir esas estúpidas emociones que se colaban en mi pecho.

Era una lástima, que de nuevo me estuviera equivocando, porque mi día no sería el mejor de todos. Yo sabía, tenía el presentimiento de que nada estaba bien.

Una inquietud creciente se instalaba en mi mente, como un eco distante. El aire parecía cargarse de una tensión que no podía ignorar.

───── »◦✿◦« ─────

Buenasss, ¡feliz viernes! con una nueva actualización.

Solo paso a decir que, no se aún con exactitud cuantos capítulos tendrá esta historia, pero no faltan muchos, la historia ya avanzó bastante.

Los capítulos comenzarán a ser más largos de lo habitual, ya que ando muy inspirada. En fin, espero que la historia los siga atrapando cada vez más.

Besoss.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top