Capítulo 39

"Tus ojos y los míos"

Adira.

Volví a casa después de un largo día, la jaqueca que me causó Vanessa fue bastante, pero decidí no seguir haciéndome mala sangre y seguí con mi día. Decidí volver a casa a descansar, siempre preferiré dormir aquí antes que en el Comando.

Esta casa es de mis lugares favoritos, está lleno de recuerdos felices, cada rincón cuenta una historia diferente y lo que la hace tan especial para mí, es que anteriormente fue la casa de mi madre. 
Mamá siempre vivió en el Comando, nunca tuvo un lugar propio luego de perder a sus padres, hasta que con su trabajo y dinero pudo comprarse esta casa, ella junto a sus dos amigas, Ada y Madisson, se compraron este lugar y lo hicieron suyo. 

Madisson se casó y fue la primera en tener su casa propia, luego Ada siguió sus pasos y mamá siguió viviendo aquí, no sé si alguna vez pensó en casarse y tener una familia, siempre que pregunté sobre ella y el amor, me respondian que mi madre era bastante independiente, y mientras los demas conseguian un amor único, ella era feliz estando como estaba.

Cuando ella murió, Ada fue quien se encargó de seguir manteniendo este lugar, ya que Madisson estaba demasiado deprimida intentando sobrellevar la pérdida de su esposo y de su mejor amiga, Luke era pequeño y debía cuidar de él. La pérdida de mi madre fue muy dura, tanto para Madisson como para Ada, y al final esta casa era el mayor testigo de la amistad que tenían las tres.

Mi mamá Ada y Madisson, se aferraron demasiado al recuerdo que tenían de mí, madre biológica, supongo que por eso nunca dejaron de visitar esta casa. Madisson me contó que muchas veces después de la muerte de Aurora, cada que Ada o ella tenían algún problema personal, este era el lugar donde sabían que siempre podrían encontrar a la otra. 

A los diecisiete años me obsequiaron esta casa, la habían refaccionado y amoldado para mí y mis gustos, fue un regalo por mi cumpleaños. El mejor regalo que recibí en toda mi vida. 

El día en que le propuse a Cloe vivir conmigo, supe que era porque la apreciaba demasiado. No dejaría que cualquier persona durmiera aquí, ella aceptó gustosa e incluso me obligó a repartir los gastos, aunque yo tuviera dinero suficiente para ambas, tuve que aceptar porque de no ser así, Cloe no habría querido vivir conmigo. 

Cuando deje Boston, le pedí que siguiera cuidando de este lugar, incluso le dije que podía seguir quedándose aquí, y eso hizo. Hasta que se mudó hace un año, y se fue a vivir con Jay; sin embargo, esta casa nunca fue abandonada, siempre estuvo mantenida y cuidada. 

Obviamente, cuando tuve la oportunidad de volver, no busqué otro lugar para vivir, y no es porque no tenga dinero, porque en realidad tengo bastante, esa es la realidad, cuento con dinero suficiente para mudarme a un lugar más grande; sin embargo, nunca se me cruzo por la cabeza, aunque el dinero que gano en mi puesto es suficiente para tener una gran vida. 

Pero la gran vida que quiero, está aquí. Y tampoco es que este lugar no sea bonito, claramente no es del tamaño de la casa de los Wood Black o de la casa de Luke, pero es espaciosa y cómoda. Tiene tres habitaciones, es más espacio del necesario teniendo en cuenta que solo soy yo.

Me enfoco en el portarretrato que hay en la sala. Una foto de mi madre abrazando a sus amigas, se ven felices, solo puedo pensar en como serían nuestras vidas si estuviéramos juntas. 

Me distraigo cuando escucho el sonido de unas llaves en mi puerta. 

Sonrío por inercia "Luke"

Corro hacia la ventana y compruebo que es él cuando veo su coche allí estacionado.

Rápidamente, me escondo detrás de la puerta, y cuando se abre quedo entre el hueco que hay entre la pared y la puerta.

Veo como Luke ingresa a mi hogar y me le lanzo encima rodeando su espalda con mis brazos y piernas. 

- ¿Estabas escondida, esperándome?- pregunta cuando le beso el cuello. 

- Mhhh.- él camina conmigo prendida a él como si no le costará nada.- ¿Sigues teniendo mis llaves?

- Pues obvio.- me deja sentada sobre el sillón antes de darme un beso en los labios.- ¿Puedo meter mi coche en tu garaje?

- Me sorprende que lo preguntes. Adelante, hazlo.- me tumbo en mi sillón.- Ya sabes donde están las llaves del garaje. 

Me gusta que sepa donde está cada cosa, es como si mi hogar también fuera suyo. Ha estado demasiadas veces aquí, las suficientes para saber el lugar de todo. 

Mete su coche en mi garaje y luego de eso vuelve conmigo a mi sala. Se sienta a mi lado y coloca mis piernas sobre su regazo.

- ¿Qué hacías antes de que llegue, bonita?- acaricia mis muslos. 

- Pensaba en nuestras madres.- vuelvo a tomar el retrato que había dejado antes.- Pienso en la amistad que tenían todas.- él me besa el cuello y la mejilla antes de tomar el retrato en sus manos.

- Mamá siempre me ha hablado muy bien de esa época en la que estaban juntas.- habla.- Ella siempre ha dicho que era normal que al lado de una Kiervan, estén un Harkan y un Black.- sé que hace referencia a Luke y Jay.

- Supongo que somos una versión más jóven de nuestras madres. 

- Supongo que la debilidad de un Harkan, es una Kiervan.- deja el retrato sobre la mesa.

- Creía que los Harkan no tenían debilidades.

- La tienen, cuando se trata de una pelinegra con el rostro lleno de pecas.- toma mi rostro con ambas manos y me deja un suave beso en los labios. 

- ¿Así que soy tu debilidad, eh?

- Siempre lo fuiste, incluso cuando éramos amigos.- confiesa con una sinceridad que me hace tambalear.- Aunque siendo sincero, siempre quise ser algo más que amigos.

- ¿Bromeas? - me alejo un poco para mirarlo bien a los ojos, intentando discernir si lo que dice es verdad.

- No, es en serio.- responde con tranquilidad, sus ojos fijos en los míos.- Siempre me pareciste alguien interesante, y aunque me sacabas de quicio, siempre sentí la necesidad de cuidarte.

- ¿O sea que siempre quisiste ser más que amigos? ¿¡Por qué no me lo dijiste!?- le golpeo el hombro con una mezcla de frustración y sorpresa.

- No me atrevía.- admite.- Siempre tuviste bastante carácter y tu pasatiempo favorito parecía ser el de rechazar hombres.

- Yo no los rechazaba.

- Es verdad, los espantabas.- dice, provocando una pequeña risa que me escapa.

- Todos eran muy idiotas para mí.

- Eso no lo niego.- continúa acariciando mis muslos con una ternura que me hace temblar.- Preferí ser tu amigo en vez de otro hombre rechazado, hasta que te me tiraste encima y me besaste. Después de eso, no pude sacarte de mi cabeza.

- Si hubiera sabido de tu interés, me habría lanzado a besarte mucho antes.- me acerco más a él, mi rostro casi rozando el suyo.- Las veces que acepté salir con algún hombre, siempre fueron unos idiotas conmigo, por eso comencé a rechazarlos. Pero tú siempre fuiste el único que me trató distinto, el único que me cuidaba y me hacía sentir segura. Siempre te vi como el ejemplo del hombre que quería a mi lado.- confieso, con la voz temblando por la emoción.- Me gustaba pasar tiempo contigo.

- ¿Bromeas? -esta vez lo pregunta él, como si no pudiera creer lo que oye.

- No. Solo conocía tres hombres que valían la pena: mi papá, mi hermano y tú. Con el tiempo, empecé a creer que tú eras el único hombre bueno además de ellos. Siempre tuve cierto interés en ti, pero jamás creí que pudiera ser posible que me vieras como algo más que una amiga. El día en que me embriagué tanto que apenas podía mantenerme en pie, supongo que el alcohol me ayudó a perder el miedo y me lancé a besarte. No quería morir sin antes haber probado los labios del hombre que me hizo pensar que yo merecía a alguien bueno en mi vida.

- Obvio que te merecías un hombre bueno.- aclara, su tono se vuelve más suave.- Y qué bueno, porque te llevaste la lotería conmigo.- bromea antes de besarme con una pasión que me deja sin aliento.

- Eres un presumido.

- No puedes esperar que no lo sea cuando me acabas de confesar que siempre he sido tu tipo de hombre.

- Aunque no te lo hubiera dicho, seguirías siendo un egocéntrico.

- Un egocéntrico que está loco por ti.- entrelaza nuestras manos, su mirada ardiente.- Me alegra que el resto haya sido un desastre, porque de no ser así, ahora no te estaría teniendo junto a mí.

- Creo que de cualquier forma hubiéramos terminado así, uno junto al otro.- le beso la mano mientras acaricio su rostro con mi mano libre.

- Te tengo una sorpresa.- dice, con una sonrisa traviesa en los labios.

- ¿Una sorpresa? - pregunto, viéndolo levantarse e ir en busca de algo.

- Ten.- me entrega un pequeño cofre.

- ¿No me estarás pidiendo matrimonio, cierto? - bromeo, aunque mi corazón late más rápido.

- No, pero si quieres, voy ya mismo a comprar el anillo.- sigue con la broma.

Abro el cofre, sin comprender del todo el motivo del regalo. Dentro brillan dos collares con colgantes en forma de gotas de agua: uno es azul y el otro verde.

- ¿Son...?

- Un zafiro y una esmeralda.- completa la oración.- Representan tus ojos y los míos.

"Tus ojos y los míos."

- Uno es para ti y otro para mí. Los mandé hacer para que hagan juego entre ambos. Detrás tienen nuestras iniciales.- voltea los collares para mostrar las inscripciones.

A & L

- Me... -mi voz se quiebra, y no puedo evitarlo.- Me encantan... esto es precioso.- levanto la vista hacia Luke.- Es divino, perfecto para ambos.

- Quería ser el primero en darte algo.- dice mientras yo frunzo el ceño.- No me digas que...

- ¡Hoy es mi cumpleaños! - lo recuerdo cuando miro la hora en mi celular.-  Lo había... lo había olvidado.

Vuelvo a mirar los collares en mis manos.

- Nunca estoy pendiente de cuando se acerca esta fecha, me recuerda mucho a Sam... y a mamá. - cierro los ojos al hablar sobre ellas.

- ¿Está bien que te haya dado un regalo? No quiero traerte recuerdos tristes...

- Está bien.- le aseguro.- A ellas les encantaría saber que recibo regalos.

- Podríamos ir luego a comprar las flores que dijiste que eran las favoritas de tu madre, y también llevarle unas a Sam. Podemos comprar esos pequeños remolinos de colores, dijiste que Sam amaba los colores.

Sonrío, conmovida. Recuerda lo que le conté hace años, no solo sobre mí, sino también sobre mi madre y hermana.

- ¿Te gustaría que compremos jazmines?

- Me encantaría.- respondo, antes de besarlo con una ternura que hace que mi corazón se acelere.

Luke toma el collar verde y me pide que me dé la vuelta para colocármelo.

- Para que cada vez que lo veas, recuerdes mis ojos. Los ojos que siempre adorarán verte y admirarte.- prende el broche y deja un beso suave en mi cuello.

Repito su gesto, tomando el collar azul y colocándoselo a él.

- Y este es para ti, para que también recuerdes los ojos que siempre adorarán verte.- susurro, mientras él se voltea para mirarme.

- Me recordarán el color de los ojos que siempre buscaré.- dice, su mirada llena de emoción.

Paso mis manos por su cuello, acercándome más, dejando que nuestras respiraciones se mezclen mientras mis dedos exploran la calidez de su piel. Subo a horcajadas sobre él, sintiendo cómo sus manos se posan con firmeza en mi cintura, como si temiera que me apartara.

Mis ojos recorren cada detalle de su rostro, admirando la intensidad con la que me mira, como si fuera la única persona en su mundo. Me inclino lentamente, presionando un beso en su cuello, disfrutando del temblor sutil de su cuerpo ante mi toque. Sus labios son mi siguiente destino, cálidos y hambrientos, y el deseo que nos consume hace que la ropa se vuelva un obstáculo intolerable.

Mis manos buscan con urgencia los botones de su camisa, mientras las suyas se deslizan por mi espalda, desabrochando mi sujetador con una facilidad que me hace sonreír contra sus labios. Lo empujo suavemente hacia atrás, obligándolo a reclinarse en el sofá, mientras mis dedos hábiles descienden por su cuerpo, despojándolo de sus pantalones.

Su respiración se acelera, y la mía lo acompaña. Él saca mis pechos del sujetador y los toma con una mano, mientras con la otra me da una nalgada que me hace arquear la espalda, dejando escapar un gemido.

- Quiero probar cada rincón de ti.- murmura con voz ronca, y con sus ojos ardiendo de deseo.

Me acomodo para darle acceso, sintiendo su lengua trazando círculos lentos y tortuosos sobre mi piel. Sus labios se ciernen sobre uno de mis pezones, mordisqueándolo suavemente mientras mi cuerpo se arquea hacia él, buscando más contacto. Su erección presiona contra mí, rozándose deliciosamente con mis pliegues húmedos, arrancándome jadeos cada vez más intensos.

- ¿La quieres dentro, bonita?- susurra contra mi pecho, su voz cargada de una promesa peligrosa y placentera. 

- Hazlo.- respondo con un gemido apenas audible, perdiéndome en el momento.

Sin dudar, me penetra de una sola estocada profunda que me arranca un grito ahogado. Mis uñas se clavan en sus hombros mientras él mueve sus caderas con un ritmo que me lleva al borde de la locura. Clava sus dedos en mi piel, besando cada rincón que encuentra, como si quisiera reclamarme por completo. Jadeo en su oído, sintiendo su respiración acelerada mezclarse con la mía.

- Eres perfecta.- dice con una intensidad que me hace temblar.- Todo en ti me vuelve loco.

Su confesión me desarma, pero no me da tiempo para procesarlo. Acelera el ritmo, sus manos recorren mi trasero, masajeándolo y dejando marcas de su pasión en mi piel. Mis pechos se mueven al compás frenético frente a su rostro, y él los captura con su boca, lamiendo y mordiendo juguetonamente, arrancándome más gemidos.

El calor de nuestros cuerpos se intensifica, y la sensación de su piel desnuda contra la mía es indescriptible. Bendigo la decisión de usar anticonceptivos, porque este momento, sin barreras, es puro, crudo, y perfecto. Cada movimiento, cada toque, nos lleva más cerca del éxtasis compartido.

De repente, sus manos toman mi rostro con una suavidad inesperada. Nuestros ojos se encuentran, y el mundo parece detenerse.

- Estos son los ojos de quien amo.- confiesa, con una sinceridad que hace que mi corazón se detenga por un instante.

Las palabras me atraviesan como un rayo, llenándome de una mezcla de alegría y vulnerabilidad que me deja sin aliento. Las lágrimas amenazan con aparecer, pero sonrío, sabiendo que este momento es real.

- Y estos son los ojos del hombre de mi vida.- respondo con voz temblorosa, tomando su rostro entre mis manos.- El hombre que amo y siempre amaré.

- Unidos... -comienza él, con su voz llena de emoción.

- Para siempre.- completo, dejando que una sonrisa llena de amor ilumine mi rostro.

- Tú y yo.- decimos al unísono, antes de que nuestros labios se encuentren nuevamente.

Así, comienza mi cumpleaños: envueltos en amor, pasión y la certeza de que somos todo el uno para el otro. Un momento perfecto, compartido con el hombre que es mi mundo.

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Holaa, oficialmente estoy de vacaciones, eso significa más tiempo para editar capítulos, estuve algo ausente estos días porque quería editar bien los capítulos ya subidos, pero no podía no traerles este capitulo que ame escribir.

Besosss. Lourdes

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