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Las vacaciones siempre habían solido ser solitarias, pero podía con ellas porque la mayor parte del tiempo se la pasaba con sus amigos. Lastimosamente ahora no tenía eso. Sus dos mejores amigos le habían dejado de hablar desde el último incidente, no los culpa, sabe que se portó como un verdadero patan, aún así...

Aún así quería tenerlos alrededor, como siempre había sido, no importaba que, ellos siempre estaban así.

Alguna vez tenía que cosechar todo lo que había sembrado.

Fue a dar una vuelta a una fiesta, se había aburrido antes de lograr ponerse completamente ebrio. Conocía a muchas de las personas en aquella fiesta, muchas de aquellas personas alguna vez habían pasado por su cama y cada vez que lo veían siempre sugerían un nuevo encuentro, pero pasar la noche con alguien más no le apetecía, ya que aquella persona que quería tener entre sus brazos se encontraba a kilómetros de él.

Salió de la fiesta con un cigarro entre las manos, fumaba mientras tenía la capucha de su abrigo en su cabeza, aún no era tan tarde, aún se podía ver a las familias felices reunidas en algún restaurante.

Todos a su alrededor parecían tener la mejor compañía, todos se veían tan felices que solamente le hacían ver lo solitario que era. Era solo alguien que caminaba con un cigarro entre los dedos y una capucha encima mientras los demás la pasaban bien. Y esta bien con eso. Lo estaba hace mucho tiempo. Pero ya no. No cuando había conocido la compañía de Jimin, no cuando había experimentado a su lado muchos sentimientos nuevos, Jimin había logrado que dejara de sentirse solo por las noches, pero ahora que todo entre ellos se había terminado...la soledad era más grande y expresiva.

Suspiro cansado. Se apoyó sobre una pared mientras inspeccionaba su celular, una nueva publicación de Jimin en sus divertidas vacaciones se asomaba en su feed, sonrió al ver el pequeño video que había subido, las únicas sonrisas que se asomaban en su rostro siempre eran gracias a Jimin. Lo tenía tan fuertemente atado en su dedo meñique. No le importaba.

A pesar de todas las complicaciones, a pesar de todo el daño, a pesar de toda la negación, nada le importaba más que permanecer al lado de Jimin. Porque era menos solitario a su lado, porque podía experimentar aquel sentimiento cálido en su pecho, porque al final del día encontraban la forma de volver, no importaba si estaban magullados por los golpes del camino.

Repitió unas dos veces el video, escuchando la risilla de Jimin y memorizando como sus ojitos se hacían dos lineas. Recordando que lo extrañaba mucho.

Guardó su celular para terminar con el cigarro entre sus dedos, le daba caladas mientras miraba hacia el parque frente a él, se encaminó a él y se sentó en un columpio, se balanceó unos cuantos segundos hasta que se aburrió. Frente aquel parque se encontraba un restaurante de comida rápida, seguro uno donde los padres se llevaban a sus hijos después de una larga tarde jugando en el parque. Inconscientemente hizo una mueca, él hubiese querido experimentar aquello, la mayor parte de su infancia la pasó entre paredes o jugando solo en el patio, su madre nunca estaba libre pues siempre trabajaba y su padre...su padre estaba en algún bar gastándose los ingresos de su madre. También su infancia había sido tan solitaria como su adolescencia.

Hay muchas cosas que siempre había deseado, muchas cosas que no se habían cumplido. Uno no puede hacer nada, después de todo. Solamente le puede hacer frente, superarlas y olvidarlas, era difícil, pero se lograba, se lograba cuando lo querías. Jungkook no era tan fuerte, no era tan capaz, las migajas de una infancia solitaria y rota siempre le van a acompañar a donde sea que vaya, siempre se reflejarán en su reflejo y su sombra.

Termino el cigarro y se levantó del columpio, sonriendo de forma melancólica. Hizo su camino hasta estar frente al restaurante de comida rápida y entró, tenía hambre, callar todos sus pensamientos con una hamburguesa seria lo indicado. La fila avanzó rápido y cuando lo menos lo espero ya se encontraba en su mesa con la hamburguesa enfrente suyo. En el restaurante había una televisión que tenía a todos atentos, una película reciente se pasaba por ella, Jungkook al igual que los demás se hipnotizó con la buena actuación y la historia, cuando bajo su vista para alzar una papa a lo lejos vio a alguien conocido. Frunció el ceño y se paró para ver mejor, el aire en sus pulmones era carente y todo parecía haberse detenido.

—¿Papá?—Susurró aún perplejo.

Podría reconocer a su progenitor en cualquier lugar, aunque su madre haya quemado y cortado todas las fotografías de él, nunca se le olvidarían sus rasgos, no importase que pasaran cien años, siempre reconocería a su padre.

El restaurante de comida rápida frente aquel parque tenía un único propósito y ese era atraer a las familias felices después de un día agotador de juegos, por eso su padre se encontraba ahí, sonriendo por las ocurrencias de dos pequeños niños mientras que una mujer le daba de comer a un bebé sentado en una silla alta, reunidos como una familia feliz, eso era lo que eran.

No supo cuándo ni cómo pero sus piernas reaccionaron antes, fue caminando hacia la mesa y se paró frente a ella consiguiendo toda la atención de aquella familia. El alma de su padre parecía que había abandonado su cuerpo al verlo.

—¿Jungkook?—Preguntó perplejo.

—Papá.—No quiso que su voz sonara rota pero la carga de emociones era inmensa. Sus manos y piernas incluso empezaban a temblar.

—¿Qué haces aquí?

—Y-yo estaba comiendo y...te vi.—Respondió nervioso.

—Ya veo.—Murmuró.

Al contrario de Jungkook que sentía una euforia inmensa de haber encontrado a su padre después de muchos años, aquel hombre parecía molesto y frustrado de tener a su primer hijo frente a él.

—Cariño.—La mujer en la mesa habló.—¿No nos dirás quién es nuestro acompañante?

—Oh, cierto.—Suspiró, fingiendo una sonrisa.—Naeun, él es el primer hijo del que te hable, se llama Jungkook. Jungkook...ella es Naeun, mi esposa.

—Mucho gusto.—Sonrió el tatuado.

La mujer frente a él se levantó de su asiento y con una sonrisa le dio un corto abrazo.

—Te pareces mucho a tu padre.—Sonrió.—Dooyoung me ha hablado mucho de ti.

¿Qué podría contar de las pocas veces que lo había visto? Ni siquiera sabía su edad. Pero una mentira piadosa no hace daño, mucho menos cuando los ojos redondos de Jungkook están llenos de estrellas.

—¿Enserio?—Preguntó sonriendo.

—Si.—Asintió.—¿No quieres acompañarnos?

—Naeun...—Susurró Dooyoung.

—Claro.—Jungkook se apresuró a hablar.

La ilusión es más grande que la desilusión, lo sabe muy bien, por eso prefirió ignorar la cara cansada y molesta de su padre, quería tener algo de lo que esos niños tenían, aunque sea una cena que le diese el calor hogareño que tanto anhela.

Naeun trajo una silla para que Jungkook se uniera a ellos, claro, ignorando las protestas de su esposo. Jungkook llegó hacia ellos con la orden que había hecho y se sentó con ellos.

—¿Qué tal, Jungkook? ¿Cómo has estado?—Pregunto Dooyoung.

—He estado bien ¿Qué tal tú?

—No me quejo.—Sonrió.—¿Qué tal los estudios?

—Ya sabes, hay altas como también hay bajas.—Se encogió de hombros.

—Eso es bueno.—Murmuró.

—Y...Jungkook ¿Qué hacías aquí solo?—Preguntó Naeun.

—Estaba cerca, me dio hambre y entre, nada más.—Sonrió.—¿Cómo se llaman?—Preguntó señalando con su cabeza a los dos niños que compartían papas frente a él.

—Yesung es el mayor, tiene diez años y Hyunbin el menor, tiene ocho años.—Habló su padre, con una chispa indescriptible en sus ojos, hablando con todo su corazón.—La bebé se llama Mina, cumplió recién un año.

—Son muy tiernos.—Sonrió Jungkook.—Hola, yo soy Jungkook.—Saludo a los niños frente a él, ambos le sonrieron y correspondieron su saludo.Se parecían a su hermano menor, la misma sonrisa y casi los mismos ojos.

Aquello dio pase a una conversación tal vez no quiso tener, la conversación de las cosas que les gustaba hacer a aquellos niños, era entretenido escuchar a sus padres hablar y a los niños contradecir cada palabra. La forma en cómo su padre hablaba de ellos le hizo un nudo en la garganta, hablaba con tanto amor e ilusión que sus ojos brillaban.

Cuando todos terminaron Naeun ofreció llevar a Jungkook hasta a su casa, el camino era corto oyendo las ocurrencias que cualquier niño tiene, cuando menos lo espero ya estaba frente a su edificio.

—Jungkook ¿Qué te parece ir a cenar con tu padre uno de estos días?—Ofreció Naeun.

Más que un acto de buen corazón era un acto de recompensa, ya que una de las razones por las que Dooyoung había desaparecido de la vida de sus dos hijos era por ella. Quería recompensar aquello, de alguna forma.

—Me parece una buena idea.—Sonrió.—Yo estoy libre todos los días.

—Ustedes contáctense y queden en un día.

—Dame tu número, Jungkook, así lo hablamos.—Exigió.

Jungkook dictó su número con mucha ilusión. Recompensando al niño dentro suyo que había sufrido el abandono de su padre a su corta edad.

Salió del auto despidiéndose de los niños y de la amable mujer, dándole una última mirada feliz a su padre.

Creía que ya no sentiría soledad, la presencia de su padre podría quitarle aquel peso.

Eso esperaba.

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