Nunca supo que tuvo novia
5 de febrero del 2021
4:10pm
La brisa de los primeros días de febrero entra en contacto con mi rostro. Eriza el vello de mi piel y juega con mi cabello. Apoyo los brazos en el mostrador y ordeno el café habitual de todos los días. Espero unos pocos segundos a que me confirmen que tomaron mi orden y luego camino hacia la mesa donde suelo sentarme. Cinco pisadas y a la sexta mi mano tocará la silla. La agarro pero la encuentro demasiado suave.
- ¡Oye! -suelto mi agarre inmediatamente.
- ¡Discúlpame! No sabía que estabas ahí -tomo aire despacio- Nadie suele sentarse aquí, así que la marqué como mi silla favorita -me río por lo bajo.
- ¡Oh! Me parece bastante lógico -se ríe- ¿Quieres sentarte?
- Si no causo molestias, sí
- Ninguna molestia, siempre es bueno compartir una taza de café con alguien -dice y yo asiento.
Me acomoda la silla para que pueda sentarme y por su timbre de voz debe rondar los veinticuatro años, quizás veinticinco. Comienza a parlotear y reconozco que es simpática. Me cuenta que es enfermera y la tarde corre entre risas. Pedimos otro café y en la espera pregunta:
- ¿Qué opinas sobre las personas que tienen como orientación sexual la asexualidad?
- Creo, que como todas las otras personas merecen respeto -lleno mis cachetes de aire y lo expulso al momento- Es solo una preferencia sexual, no influye en ningún aspecto sobre la bondad o maldad de un individuo ¿Por qué la pregunta? -inquiero.
- Hace veinticinco años soy la oveja negra vestida de blanco en mi familia. Vestida de blanco porque soy enfermera como te conté. Y hace tan solo tres años que conocí el amor verdadero en uno de mis pacientes. Un amante íntegro, delicado y consagrado solo a mis brazos. No necesité que sus manos desnudasen mi cuerpo para que mi corazón le perteneciera. Tampoco tuve que rogar por atención porque mi tiempo solo le pertenecía a él. Su piel era tan cálida y durmiendo daba la sensación de tener un ángel al lado. Tiene manos finas, pero que sostenían mis sueños con dureza. Su rostro muestra unas insípidas arrugas, pero son el resultado de horas de risas. Sin embargo, a horas de nuestro mesiversario número treinta y ocho morirá. Morirá porque su familia no puede seguir costeando su tratamiento y mi salario. Morirá porque ellos han perdido la esperanza de que despierte. Morirá sin saber que fue mi gran amor. Morirá porque pocos sobreviven de un coma. Pero estoy tranquila, porque sé que él como otros en el mundo, jamás aceptarían tener como novia, a una mujer asexual -hace una pequeña pausa- Y ellos, no lo entienden.
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