·CAPÍTULO 8·
POV. LEAH
Su aspecto relajado es abrumador, sus músculos tensos lo hacían ver más corpulento y peligroso de lo que es.
Cuando vi las bolsas de basura supe sus intenciones.
El chico ensangrentado le tiene pánico a Jacob pero, ¿quién no?. Fijó su vista en la mía suplicándome con ella que me fuera de allí sin embargo, me quedé allí parada. Lo único diferente es que él ya sabía lo que le venía, pero yo no.
Desvié mi mirada a donde se encontraba Jacob, él a simple vista se ve que es un chico violento, con problemas de ira, aunque yo también los tengo pero no llegaría a matar a una persona a golpes ni nada por el estilo.
Jacob estaba a unos cuántos metro lejos de mí, su mirada estaba fija en la mía era tan intensa que me estremecí. Las piernas me temblaban, no sólo por su mirada intensa sino por lo que se veía en ella.
Avanzó unos pasos hasta estar a escasos centímetros de mí.
Sus ojos son de un azul claro como el agua de la playa, pero en este preciso momento se volvieron de un tono azul oscuro como el océano. Ninguno de los dos apartó la mirada, esto era exactamente una guerra, y ninguno de los dos estábamos dispuestos a perderla.
— Tu cuenta es conmigo, no con ella. —dijo entre dientes el chico ensangrentado, en ese momento no entendí por qué lo dijo, pero esas simples palabras hizo que su furia aumentara, y Jacob desvió su mirada a donde estaba el chico, estrangulándolo con ella. La tensión que había alrededor era notable, él estaba furioso porque no pudo terminar el trabajo que ya había comenzado, se fue a buscar lo que tenía en manos pensando que el chico no podría irse por tan mal estado en el que se encontraba, pero se equivocó. No se le pasó la idea por esa cabezota que tiene que alguien pudiese pasar por estos lados y escuchar los quejidos del chico, pero era algo inevitable viendo el estado en el que se encuentra.
Jacob apretó más la mandíbula si es que eso era posible, cerró los ojos como si estuviera debatiendo en su interior el dejarme ir, o no.
— ¿Por qué siempre te metes donde no te llaman, Leah? —susurró entre dientes con esa voz gruesa y rasposa, mi nombre en sus labios carnosos sonó de una forma condenadamente sexy.
— No tienes por qué hacerle esto, Jacob. — Le dije, con una pizca de suplica en mi voz que creo que pasó desapercibida, no soy de esas personas que suplican para que hagan o no hagan algo, simplemente me da lástima con el chico ensangrentado, ya tuvo una buena paliza y no le hace falta que le den otra.
— Eso a ti no te incumbe. —dijo cortante, y frío como el hielo.
— Es cierto, no me incumbe. Pero de igual manera me voy a llevar a este chico que está casi que muriendo. —le respondí de la misma manera que él, pero con una sonrisa arrogante en mi rostro.
Me acuclille a la altura del chico que aún no sé su nombre, y éste me miró como su fuera una locura lo que estaba apunto de hacer, pasé sus brazos por al rededor de mi cuello y lo ayudé a levantarse con mucho cuidado, sentí la mirada de Jacob en mi nuca pero seguí ayudando al chico a ponerse de pié.
— ¿Como te llamas? —le pregunté en un susurro para que sólo lo oyera él.
— Lucas, Lucas Miller. —susurró al igual que yo y asentí en respuesta.
— Ni se te ocurra dar un paso más. —dice Jacob.
Paré en seco, y volteé para encararlo.
— ¿O qué? —lo desafié.
— O te arrepentirás de haberlo hecho, preciosa. —respondió arrogante.
— Eso ya lo veremos, cariño. —le dije de la misma forma que él y le guiñé el ojo.
— Andando. —le dije a Lucas.
Empezamos a caminar a la esquina del mugroso callejón donde nos encontrábamos, hasta que Jacob me llamó: — ¡Leah! —me volteé a verlo — Ten mucho cuidado. —me amenazó.
— ¿Me estás amenazando, imbécil? —dije entre dientes, el tono de mi voz más frío de lo que esperaba.
— Sólo es una advertencia, preciosa. —respondió.
Luego, cada uno cogió por su lado.
Al llegar a la parada de autobuses nos sentamos en una banca que había allí a esperar el siguiente bus y llevar a Lucas al hospital, este se encontraba muy mal para que se fuera sin más.
— ¿Como te encuentras? —le pregunté a Lucas.
— Digamos que me duele hasta la mierda, pero estoy bien. —los dos reímos ante tal estupidez.
—Sí, claro. Con un par de costillas rotas y te encuentras bien, idiota. —rió —. Ahora vamos a esperar a que se digne a pasar algún autobús para llevarte al hospital y te curen.
— ¡Oh, no. Eso sí que no! —le miré y fruncí el ceño. — Odio los hospitales, maldita sea. De seguro me van a querer inyectar algún analgésico para que no me duelan tanto los golpes de las costillas y yo no quiero que me inyecten. —me miró. — Las enfermeras siempre dicen "Quédate tranquilo, no dolerá mucho. Sólo es como una picada de mosquito y ya está". —dice poniendo voz de mujer — ¡Pero la verdad es que eso duele más que una patada en las bolas! —no aguanté más y me reí a carcajadas.
— ¡Qué exagerado eres! —me limpié una lágrima que salió a causa de tanta risa. — En realidad no duele tanto.
— Cállate. —me miró mal.
— Y además de exagerado, eres bipolar. —volteé los ojos.
(...)
Luego de esperar media hora a que pasase un bendito autobús, y diez minutos más de caminar de la parada hasta aquí ya que Lucas camina a paso de tortuga, estamos sentados en la sala de espera del hospital para que nos llamasen.
— ¿Ya me anotaste para que me llamen? —Lo miré raro.
— ¿Hay que anotarte para que te llamen? —fruncí el ceño y él asintió — ¡Oh, maldición!. Pensé que llamaban así como en las películas
— Que yo sepa siempre llaman por el nombre. —dice un poco confundido.
— Hace días vi una donde una enfermera salía del consultorio y decía "que pase el siguiente" —puse voz fina.
— ¡Oh, Dios santo!, olvídalo. Eres un caso perdido, ve y anótame y listo. —respondió borde y puse los ojos en blanco.
Me levanté de la silla y fui caminando a recepción para anotar a Lucas, y me encontré con una señora ya mayor, cuando me vio me dedicó una sonrisa cálida la cuál le respondí.
— Buenas tardes, es para ver si podrían revisar a un amigo, es que le han dado una buena paliza y casi no se puede ni mover. —le dije a la enfermera.
— Dame el nombre. —respondió.
— Lucas Miller. —anotó el nombre en un libreta que tenía allí.
— Tiene dos pacientes por delante, esperen sentados en la sala de espera y los llamaré. —dijo, y me fui a sentar al lado de Lucas.
Estuvimos varios minutos en silencio, un silencio cómodo. Cada uno estaba sumergido en sus pensamientos. Yo aún no podía terminar de procesar que Jacob tenía planeado matar al chico que tengo al lado, yo sabía que él era peligroso, por todos los rumores que me dijo Nick que corrían por ahí, pero no para tanto. Si yo no hubiese pasado por ese callejón Lucas en este mismo momento estuviera tirado en la orilla de cualquier río de New York envuelto en bolsas de basura, y muerto.
— Eres valiente, Leah.—dice Lucas rompiendo el silencio.
— ¿Por qué lo dices? —lo miro sin comprender.
— Porque nadie se había atrevido a desafiar a Jacob, hasta que tú lo hiciste. —dice con una sonrisa.— ¡Fue impresionante!, el tenía ganas de estrangularte a ti también por haberlo desafiado.
— No está acostumbrado a que una chica lo desafíe.
— Lo sé, y te lo agradezco. Sino fuera por ti ahorita no estuviera vivo. —dice sincero.
— No tienes nada que agradecerme. Pero lo que yo quiero saber es por qué te dio semejante paliza, y estoy segurísima de que no fue porque le hayas robado alguna puta. —lo miré fijamente a los ojos, para ver si se dignaría a decirme la verdad.
—Bu - Bueno, la verdad es q - que...—estaba realmente nervioso, y cuándo estaba a punto de decirme llegó la enfermera que lo revisaría y se lo llevó dejándome con la intriga de saber en qué estaban metidos estos dos.
A los diez minutos salió de la habitación corriendo la misma enfermera que se había llevado a Lucas hasta donde yo me encontraba, tenía los ojos como platos y venía asustada.
— ¡Su amigo en un completo desquiciado!, ¡ese muchacho está loco! —me agarró del brazo hasta llevarme a la habitación donde se encontraba Lucas.
La escena con la que me encontré, fue demasiado graciosa. Lucas tenía a una enfermera en cada extremidad de su cuerpo, y a un enfermero encima de él tratando de que quedara quieto para inyectarle un calmante para los nervios, y un analgésico pero ese se lo dieron en aspirina según me dijo una enfermera.
Pero Lucas parecía más bien y león enjaulado, no se quedaba quieto. Ya los enfermeros estaban perdiendo los nervios, y recordé la conversación que tuvimos en la parada de autobús.
Y volví a reír a carcajadas.
Las enfermeras que estaban en la habitación se me quedaron mirando con cara de "ésta también está loca" y no pude parar de reír. Cuándo Lucas me vio, se tranquilizó un poco.
— ¿Recordaste la conversación que tuvimos en la parada, cierto? —asentí, y traté de regular mi respiración para hablar.
—No pensé que fuera cierto, eres un completo exagerado. —estuve hablando con el unos cinco minutos, y le dirigí la mirada al enfermero para que le inyectara lo que tenía en manos.
— ¡Maldición! —gritó Lucas, y me miró mal. — ¡Duele más que mil patadas en las bolas!
— Es porque el medicamente que le suministramos es un poco fuerte. —explicó el enfermero, asentí.
Luego de media hora más en el hospital, y esperar que le dieran la receta de los medicamentos que tenía que tomar, salimos en busca de un autobús.
— ¿Por qué parte vives tú? —le pregunté.
— A una cuadra y media de aquí, me iré caminando, tranquila. —asentí, me dio un beso en la mejilla, me dio las gracias por haberlo traído al hospital, y se fue.
Yo me dispuse a caminar a la parada que había cerca, tardé como cinco minutos y me senté en la banca a esperar que pasara un bus.
Pero sentí una mirada penetrante en mi nuca, y volteé hacía atrás para ver a quién le pertenecía.
Es Jacob.
¿Me está vigilando?
Cuando se dio de cuenta que lo descubrí vigilándome, me sonrió de lado, volteó y se fue.
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Hola, preciosuras.
Éste es el capítulos más largo que he hecho hasta ahora, qué loco ¿no?
Espero que les guste, vota y comenta mucho, mucho, muchooooo.
Si este cap llega a siete votos y siete comentarios, subo el otro capítulo.
Besopos, L🖤.
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