•CAPÍTULO 3•
POV. LEAH
Me cabrea mucho que las personas se crean más que otras.
Luego de haberle dicho esas palabras al chico éste, me monté en la motocicleta, pero me di de cuenta Nick venía en mi busca. En éste momento no quiero hablar con nadie, pero antes de poder arrancar más tenía agarrada del brazo.
-¿Qué demonios hiciste?, ¿eres loca?-estoy segura que vio mi cara de desconcierto, pero es que no entendía por que lo decía.
-¿Qué? ¿Por qué lo dices?, no te estoy entendiendo nada Nick, así que ve al grano que no estoy de humor.
-Le acabas de amenazar a Jacob, al que le dicen él diablo, Dios, sí que estás loca. Nadie se le ha enfrentado en años, y cuando lo hicieron al otro día apareció todo desfigurado.-Me dice Nick, como si él le tuviera mucho respeto, le escuché con mucha atención, y no me dio miedo en lo absoluto.
-Las apariencias engañan, él a mi no le conoce, que se joda.-Le muestro mi más sínica sonrisa, y antes de que respondiera que estaba en camino a mi casa.
Así que el tío que pateó mi moto se llama Jacob, es Dios Griego.
(...)
Cuándo llego a casa lo primero que hago es tirarme al sofá, es muy cómodo, me quedaría a dormir todas las noches aquí.
Veo el reloj y me doy cuenta que son las tres y quince de la madrugada, mañana será mi último día de trabajo, al fin me libraré de la vieja canosa. Tendré que participar en las carreras y peleas que hagan, así tendré dinero suficiente.
Antes de irme a dormir, me preparé algo de comer, cuándo terminé me fui a duchar, nunca me ha gustado acostarme a dormir sin ducharme, me pongo mi pijama, me acuesto y antes de verlo venir, caí en los brazos de morfeo.
(...)
Suena la alarma a las cinco cuarenta y cinco de la mañana, juro que sigo odiando esa cosa del demonio.
Siempre me levanto a ésta hora para ejercitarme, porque éste cuerpo no toma forma solo.
Troto por la zona como una hora, más o menos, parezco un perrito mojado, estoy muy sudada.
Necesito una ducha se agua caliente para relajar los músculos.
Me adentro a la ducha, no sé cuánto me estuve, pero cuando salí faltaban quince minutos para entrar a mi turno, así que me vestí con lo primero que encontré, agarré las llaves, busqué una manzana que me la comería en el camino, y salí.
(...)
El día pasó súper rápido, faltaba sólo media hora para que mi turno acabara.
Suena la campanilla avisando que ha entrado un nuevo cliente. Y justamente se sienta en una de las mesas que me toca, ¿por qué no se pudo sentar en otra?
Antes de que me digan lo que tengo que hacer, ya estoy caminando hacia la mesa 04.
Y nada más y nada menos, el que está en esa mesa es Jacob, con la chica de anoche. Pensé que era un tío de una sola noche. Que agarraba a una chica, se la tiraba y al otro día la botaba como si fuera un trapo sucio. Una leve sonrisa apareció en mi rostro al darme cuenta que tenía el ojo morado, y parte del pómulo también.
-Buenas noches, bienvenidos a Waffles House, ¿qué desean?-Jacob al darse cuenta que era yo, pasó por sus ojos sorpresa, y rabia, fue muy gracioso.
-Pero mira a quién tenemos aquí, si es la tal princesita-Dijo con una media sonrisa que pareció más bien una mueca-¿Ya arreglasteis el espejo de tu moto?
-Me gustaría quitarte esa sonrisa a puñetazos, y más te vale arreglarlo tú, imbécil.-Ya tenía una idea de lo que podría hacer si no acepta arreglarlo.
-No arreglaré nada muñeca, tú misma lo puedes arreglar, me das un waffle con chocolate y dos bebidas de chocolate-Nunca en mi vida he estado tan feliz, dijo que no, ahorita yo tomaré mi venganza.
Fui a la cocina a llevar él pedido, cuándo estuvo listo fui a llevarlo a la mesa, ya mi turno había acabado, y fui a cambiarme. Antes de irme fui a la cocina en busca de un cuchillo bien afilado.
Luego fui a la oficina de la vieja canosa, entré sin tocar como era de costumbre.
-Ya terminó mi turno, vine por mi pago.-Me dio el dinero, y salí rápidamente de allí.
Cuándo pasé por la mesa de Jacob, él ya me estaba mirando y le di una sonrisa demasiado falsa para mi gusto antes de salir. Cuándo fui al estacionamiento en busca de mi moto vi lo que estaba buscando.
La motocicleta de Jacob.
Antes de darme cuenta ya me encontraba caminando hacia ella, saqué el cuchillo y me aseguré de que estuviera sola.
Pasé el cuchillo por es asiento, haciendo que éste se le hiciera una brecha, luego pasé la punta por la parte del metal haciendo que este se rayara, y por último le partí el espejo, para que supiera que fui yo.
Y para que aprendiera a no meterse conmigo, porque el que me las hace me las paga.
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Hola preciosuras!
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Besopos, L.
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