•CAPÍTULO 13• 3/3


Levanto la vista y lo primero que se hace visible ante mi, son los ojos azul intenso de Jacob, y una preocupación que logré distinguir se fue tan rápido como llegó. 

— No entiendo porqué mi jefe te quiere en sus manos sí o sí,  —susurró asquerosamente cerca de mi oído.— no eres de sus gustos, digamos que... A él le gustan más plásticas. Pero quién sabe, los gustos pueden cambiar rápidamente —dice pasándose la lengua por su labio superior, y su mirada reflejaba lujuria sin vergüenza alguna.

Quita su arma de mi cabeza para rozar mi brazo derecho con ella, las lágrimas se acumulan en mis ojos al pensar que ese hombre pueda llegar a hacerme algo. Pero sé que Jacob no dejará, y mucho menos frente a sus ojos. 

No sé porqué estoy tan segura, pero sus brazos tensos rodeándome completamente por la cintura me hacían sentir seguridad. Y su mandíbula extremadamente apretada lo hacía ver mucho más peligroso de lo que él en realidad era. Sabíamos que saldríamos de ésta, los dos sabemos pelear, y este viejo cuarentón lo único que trae encima es la puta arma, que estoy segurísima de que no va a disparar, porque le tiembla el pulso; y sé que no es exactamente por la vejez, en realidad, es porque tiene miedo de hacerlo. 

Jacob me mira a los ojos, y entiendo perfectamente esa mirada tan desquiciada. Es exactamente la que Marcus me dice que tengo antes de mis peleas. 

 — Muéstrame lo que tienes.—susurra muy bajo para que sólo nosotros dos lo escuchemos. 

Me volteo rápidamente y antes de que el se de cuenta de todo, le doy una patada en el brazo derecho y de inmediato cae el arma al piso. Jacob se agacha y recoge el arma, se la mete por la cinturilla delantera del jeans, como si eso fuese algo normal y rutinario para él. Mientras, el viejo yacía retorciéndose de dolor en el suelo de mi departamento. 

— ¿Como supiste que él estaba aquí?—me echo a un lado separándome del viejo.

 — Sólo lo supe, no preguntes más.—y dicho eso, le da una patada en el rostro al cuarentón y este lo único que hace es soltar quejidos de dolor puro.



(...)



Después de todo lo ocurrido, Jacob se llevó al viejo arrastras de mi departamento. El saber que ese hombre me apuntó con una pistola hace que mis vellos se ericen, quién sabe que quería hacerme. Aunque dejó demasiado claro que su jefe me quería a mi sí o sí pero lo que no entiendo es...

¿Para qué me quiere exactamente a mi

Esa es una pregunta que lleva rondando en mi mente desde todo lo sucedido, que fue hace aproximadamente dos horas. Lo único que he podido hacer es tomar café como una puta adicta. En realidad necesito mucha cafeína en mi organismo, y con todo el café que me he tomado dudo que duerma hoy. 

Recorro el espacio de mi departamento recordando lo sucedido de hace algunas horas, y todo vuelve como si fuese un balde de agua helada. 

Decido alejarme de esa esquina donde exactamente todo ocurrió y al darme la vuelta para irme a mi habitación, me resbalo y logro mantener el equilibrio agarrándome de la columna que estaba a mi lado derecho. Me coloco de cuclillas para ver con qué me resbalé. 

Sangre.

Corro rápido a la cocina en busca de un trapo sucio, abro la llave del fregadero y lo mojo con agua; camino hasta donde se encuentra la mancha de sangre que estoy segura de que cayó cuando Jacob le dio el puñetazo y le partió el labio junto con la ceja cuando cayó al suelo. 


(...)


Miro la pared de mi habitación para ver la hora, y el reloj indica que son las cuatro con cuarenta y ocho minutos de la madrugada. No he podido dormir nada por culpa de la cafeína, de que las pesadillas—que hace aproximadamente una semana no las tengo— vuelvan, y los recuerdos de horas antes. 

Luego de diez minutos, decido levantarme para ir a trotar un rato y luego ir a entrenar con Marcus, si es que podré con este trasnocho que cargo encima, aunque lo dudo mucho.

Me visto con un conjunto deportivo, me coloco las botas a juego, busco mi teléfono y los audífonos, agarro un durazno de la cocina y cierro las puerta detrás de mi enganchando las llaves en el bolsillo de la cinturilla del pantalón deportivo.

Salgo de mi departamento y bajo las escaleras trotando un poco para ir calentando los músculos. Ya estando fuera me estiro un poco y comienzo a trotar hasta el parque a unos veinte minutos; mientas, subo el volumen a la canción que suena en los audífonos de mi teléfono.

Luego de diez minutos al fin llego al parque, me fijo en la hora y veo que son las cinco y diez de la madrugada. Cuando llego; me siento en la grama del parque con solo las farolas de este alumbrándolo, me acuesto boca arriba para poder mirar el cielo y las estrellas   —que en realidad está repleto de ellas— ya que falta poco para que amanezca y trato de regular mi respiración. Que desde que salí de casa no había parado de correr, necesitaba esto, necesitaba correr, salir de mi departamento porque sino estallaría de los nervios acumulados, hacer ejercicios y golpear el saco de boxeo es lo único en el mundo que me tranquiliza, además de una taza cargada de café. 

— ¿Cansada?—doy un respingo en mi lugar y me siento rápidamente, guiando mis ojos al lugar proveniente de es voz. 

— ¡Por poco me matáis del susto!—le reprocho aún sabiendo que no lo conozco—. Y no, no estoy cansada. Sólo descanso un poco para seguir con mi rutina.

— Igual yo, siempre paro y descanso aquí—me dice el, mirándome fijamente como si me conociera de algún lado—. Por cierto, mi nombre es James. James Collins, un gusto. —se presenta estrechándome su amplia mano y yo con gusto se la acepto. 

— Leah Parker.—estrechamos nuestras manos y el me sostiene la mirada, cosa que yo igualmente hago. 

James es un chico corpulento—malditamente sexy—, de un metro ochenta más o menos, con el cabello de color castaño, y unos ojos claros que matarían a cualquiera. Pero lastimosamente a mi me matan unos ojos azules.

— ¿A qué calle te diriges?—pregunta con una sonrisa demasiado simpática en su hermoso rostro. 

— A la del sur.—digo dándole la dirección del gimnasio de Marcus que es a donde voy ahorita a entrenar. 

— Te acompaño, así corro un poco más.

— ¡No!—le grito —. Capaz eres un maldito acosador y secuestrador. Santísimo, ni siquiera sé porque te dije mi nombre.—me regaño a mi misma.

— Me diste tu nombre porque me encontraste demasiado sexy y no pudiste resistirte. 

Doy una gran risotada, burlándome de el.     

— El que eres sexy no te lo puedo negar, porque sí lo eres. Estás demasiado bueno—le digo sin pelos en la lengua—. Pero eso de que no me pueda resistir a ti me parece una completa estupidez, estás equivocado.

Cruza los brazos en su pecho, y sus músculos se tensan al hacerlo por el movimiento.

¡Que bueno está este hombre!

— Y muy equivocado, Collins.—susurro con una sonrisa socarrona.


***


¡Después de unos cuantos meses he vuelto!

Holaaaaaaa chicxssssssss, jajaja. 

Ojalá les guste el capítulo, no olviden votar. 

Y una pequeña noticia que creo que les gustará. He subido una nueva novela llamada "Sueños sobre el hielo" para que pasen a leerla, sólo está la sinopsis, y dentro de muy poco subiré el primer capítulo. Prometo que esta novela será un poco diferente al resto, no habrán tantos clichés. Ojalá que les guste. 

Y por otro lado, ¿Quién será James?

XOXOXO, L.


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