XII
Noam
Tras recapacitar sobre lo que había hecho, tomé la decisión de devolverle el arma a Brid. Fue bastante abusivo de mi parte haberla tomado. Es decir, ¿en qué estaba pensando? Actué de manera desesperada. Incluso teniendo en cuenta que ella no quería seguir viviendo, no podía creerme su salvador con este tipo de acciones. Además, pensándolo bien, si Brid hubiera querido usar el arma, la habría usado muchísimo antes de que yo llegara. A fin de cuentas, a través de un intercambio de mensajes que tuvimos, le dije que nos miráramos en la noche, en el mismo lugar de siempre, para hacerle la devolución.
La tarde se puso más fría que la mañana. Le había dicho a Ángela que la iría a visitar, pero el clima me invitó a quedarme en casa y no hacer nada aparte de estar acostado, viendo películas de misterio, las cuales eran mis favoritas. Por supuesto, estaría en ese plan hasta que llegara la noche.
Por un momento, pensé que mi plan se estropearía cuando mi papá me vino a buscar a mi habitación. Y digo esto porque, en mis últimas visitas a la casa, solo me buscaba si su auto tenía alguna avería y necesitaba que lo llevara al taller en su lugar. Siempre me preguntaba cómo se las arreglaba durante mi estadía en la universidad.
—¿Puedo pasar, Noam?
—Adelante, papá.
Desde llegué a la casa para pasar las vacaciones, no había hablado mucho con mi papá.
—¿Qué tal estás? —me preguntó.
—Estoy bien —le respondí, levantando el dedo pulgar—. Me gusta pasar las vacaciones aquí.
—¿Cómo te está yendo en la universidad?
—Mi rendimiento es bueno —No era mentira. Si bien no sacaba las mejores notas, pasaba las asignaturas sin ningún tipo de complicaciones—. ¿Y tú qué tal estás?
—Yo estoy de maravilla —respondió él con sinceridad—. Me va bien en el trabajo y vivo feliz con tu mamá. ¿Qué más puedo pedir?
—Me alegra mucho, papá.
—Por cierto, miré tu moto en el garaje —prosiguió él—. Me impresiona lo bien cuidada que la tienes.
El mantenimiento que le daba a mi moto la mantenía reluciente, sin importar el tiempo que pasara.
—Sabes que, desde que me la regalaste, hace tres años, la he cuidado como a un bebé.
—Siempre admiré el cariño que le tienes a cosas materiales como esas. Yo no puedo hacer lo mismo con mi auto —Se rio—. Pero dime, ¿hay otros modelos más nuevos que te gusten?
—Si te refieres a las motos, todos los años sacan modelos más atrayentes. Así que te mentiría si te dijera que no me llama la atención uno más reciente.
—Mira, te diré sin tantas trabas a lo que vine. —Apoyó su hombro en la puerta, metió la mano en uno de sus bolsillos, sacó una llave y me la entregó—. Este es tu regalo por haber culminado tu tercer año de universidad con éxito.
—¿Es una nueva m...? —No pude terminar mi pregunta por la emoción.
—Ve al garaje y averígualo.
Corrí al garaje y, al llegar, miré la preciosa moto que estaba aparcada junto a la mía. No lo podía creer. Era un modelo que había salido a la venta hace unos cuantos meses. Mi papá, como siempre, llenándome de felicidad con estos gestos.
—¿Te gusta? —me preguntó mi papá cuando llegó a presenciar mi reacción.
—¡Me encanta, papá! —Le di un fuerte abrazo de agradecimiento.
—Cuéntame —me dijo, señalando mi vieja moto—, ¿qué harás con aquella?
Era una buena pregunta. Nunca me imaginé que, en estás vacaciones, cambiaría mi moto por otra.
—Lo pensaré luego. Ahora mismo solo quiero estrenar esta maravilla. —Me subí a la moto nueva para familiarizarme con ella.
—Disfrútala, Noam. Te la mereces.
Al igual que un niño pequeño con su juguete nuevo, arranqué la moto y me fui a dar una vuelta por toda la ciudad.
Mientras estrenaba la moto nueva, Ángela me llamó y me reclamó por qué no había llegado a visitarla. Según parece, estaba preocupada porque, desde la última vez que hablamos, donde le conté sobre Brid, no había vuelto a saber nada de mí. Traté de contarle todo por llamada, pero ella insistió en que era mejor en persona, así que no me quedó más remedio que tomar el camino hacia su casa.
Cuando por fin llegué, la encontré esperándome afuera.
—¿Ansiosa por verme? —le pregunté, bajándome de la moto.
—Te estaba esperando afuera porque en mi casa hay una reunión familiar —explicó—. Es imposible que hablemos tranquilos adentro.
—Te entiendo —le dije en tono comprensivo—. Las reuniones familiares se vuelven un caos.
—Tal cual —asentí con la cabeza—. Pero cuéntame, ¿cómo te va? ¿Qué pasó con la chica de la que me hablaste aquel día?
—A mí me va bien —le respondí—. Pero a la chica, que, a propósito, se llama Brid, no tanto.
—¿Pasó algo?
—Si te lo cuento, ¿prometes no contárselo a nadie más?
—¿Me ves cara de chismosa o qué? —me preguntó, frunciendo el ceño.
—Tú sabes que no.
—¿Entonces?
—Bueno, te cuento —empecé—. Fui a la casa de Brid y miré que había un arma en el desayunador de la cocina. Me imaginé que la iba a utilizar para ya sabes qué... y, actuando de manera desesperada, la tomé y me la llevé conmigo. Ella me mandó unos mensajes después, preguntándome por el arma. Al final, terminé confesándole que la tenía y que se la devolvería hoy en la noche. No sé si estoy haciendo bien en devolvérsela, pero sentí que lo que hice fue abusivo. ¿Tú qué opinas?
—En mi opinión, estás haciendo lo correcto, Noam. —No sentí mucha seguridad en su respuesta—. Aunque no es buena idea que Brid tenga un arma en su poder.
—¿Lo ves? Hasta tú piensas que no está bien que ella tenga un arma.
—Pero ¿no crees que, si hubiera querido usarla, lo habría hecho hace tiempo?
—Pensé lo mismo —aseguré.
Ángela suspiró, sin saber qué más decir.
—Su situación no es fácil de entender si no has estado en sus zapatos.
Las palabras de Ángela eran tan reales. Aun cuando intentáramos empatizar con los demás, solo entenderíamos por lo que estaban pasando si habíamos vivido lo mismo.
—En fin —le dije, rompiendo el silencio que se instaló por unos segundos—, también tengo que devolverle el arma porque me dijo que era de su papá.
—¿En serio? ¿Te imaginas que su papá pregunte por el arma? Brid se puede meter en un problemón con él por perderla.
—Lo sé —afirmé, dándole la razón—, eso me motiva más a devolvérsela.
—¿No será mejor que le digas la verdad de una vez?
—¿Quieres que le diga que sé que se quiere suicidar?
—Sí...
—Te repito lo que te dije la última vez: si lo hago, se alejará de mí.
—Algún día tendrás que tomar ese riesgo, Noam.
—Algún día, pero no ahora. Ni siquiera puedo considerarme su amigo todavía.
—Trata de ser su amigo, pero no vuelvas a hacer cosas a la desesperada.
—Bueno, hoy la veré de nuevo —le dije, volviendo a mi moto y despidiéndome—. Deséame suerte.
—Todo saldrá bien. —Se despidió ella—. Tú tranquilo.
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