Capítulo VII - No puedo.
Si se podía morir de vergüenza, ella estaba segura de que lo habría hecho en ese mismo instante. El roce se reduce apenas un par de segundos.
Cuando se separó de Edmund, lo único que pudo hacer fue abrir los ojos como platos y luego dar una sonrisa nerviosa.
El Príncipe también estaba estupefacto, rió nerviosamente. Dándose cuenta de las posiciones en las que estaban, Lucy se apresuró a levantarse, él la imitó.
- Este, ehh, bueno - Dijo él, pasando una mano nerviosamente por su cabello.
Sabía que estaba totalmente sonrojada, y no podía ni siquiera mirarlo a la cara. Observó a los caballos que estaban cerca de ahí. - ¿Quieres...bueno...? ¿Damos-un-paseo?- Dijo rápidamente, él no entendió lo que dijo, pero ascendió, con ganas de que ese momento incómodo desapareciera de su memoria.
Después de cabalgar a paso lento, llegaron a un prado, los árboles habían dejado de tapar los cielos. Lucy dejó que los rayos del sol se filtraran en su piel, rió entre dientes cuando se fijó en una de las nubes.
- ¿De qué te ríes? - Preguntó Edmund, mirándola con la cara ladeada. No pude evitar sonreír levemente al verla así.
Señaló hacia el cielo. - Esa nube parece un centauro con sombrero.
El Príncipe levantó la mirada y soltó una carcajada, tenía razón.
Ella bajó la mirada, desde que lo conoció solo lo había visto sonreír, jamas reírse de esa forma, era un sonido grave, pero a la vez reconfortante. Edmund notó que ella lo veía fijamente.
- ¿Pasa algo?
Lucy salió de sus pensamientos y negocios con su cabeza. - No, nada, es solo que nunca te había visto reír así.
Frunció los labios y se encogió de hombros. - No siempre hay motivos para reír - Se limitó a contestar. Instó las riendas del caballo y empezó a seguir por el prado. Lucy lo siguió justo detrás.
El lugar era bastante extenso, y luego de un buen rato el sol empezaba a ser molesto, el linde del bosque se veía cerca. - Hay un arroyo cerca de aquí, será mejor que los caballos beban agua - Edmund avanzando en silencio y la siguió.
Unos diez minutos después, habían llegado. Ambos suspiraron agradecidos de poder encontrar sombra y huir del ardiente sol, los caballos tomaron el agua, sedientos.
- Un poco más y mañana pareceré un tomate - Dijo ella con una sonrisa. Edmund rió entre dientes, Lucy suspiro con pesar, era más difícil de lo que pensaba robarle una risa.
Él se acercó al arroyo también, mojó su rostro varias veces. -Necesitaba esto.
- ¿Sí a? - Preguntó ella, Edmund se volvió sin entender, pero un segundo después sintió como la salpicadura del agua llegaba a su rostro y parte de su túnica. Su mandíbula cayó, las gotas se deslizaron por su barbilla. Al quitar el agua de sus ojos vio que Lucy jugaba con su pelo inocentemente.
Sin decir absolutamente nada, sus grandes manos le salpicaron mucha más agua. Toda la falda de su vestido quedó empapada. - ¡Mi vestido! - No pudo evitar enfriarse.
Edmundo Río. - ¿Ofendió a Su Alteza?.
Lucy alzó las cejas. - Oh si, y lo pagarás muy caro.
Pronto se vieron inmersos en una guerra de agua, los caballos se alejaron de ellos y sus salpicaduras. Para cuando acabaron tanto del cabello de Edmund como el de Lucy caían gotas de agua, y la mitad de sus ropas estaba totalmente mojadas.
- Mis papás me van a matar cuando me vean - Dijo ella escurriendo su cabello.
Edmund tan solo sacudió su cabeza, salpicandole de nuevo a la Princesa, ella alzó una ceja desaprobatoria hacia él. - Y tu padre me matará a mi cuando te vea - Hizo una pausa. -No le faltan ganas. - Ahora que lo pensaba, el Rey Peter y su misión no había estado en su mente desde que habían dejado el castillo.
Lucy interrumpió sus pensamientos. - Quizás no te mate, tan solo te deje en un calabozo hasta que tengas el pelo blanco. -Y río suavemente. Edmund le irrita.
El sol ya empezaba a esconderse detrás de las montañas, y el cielo se pintaba de tonos rojizos y naranjas. Disfrutando del clima que empezaba a enfriar, decidió ir a pie durante un rato. Cada uno llevaba las riendas de sus caballos en las manos.
Para cuando iban acabando de cruzar el prado, ya había anochecido. Lucy suspir profundamente, las estrellas brillaban con claridad esa noche. - El cielo esta hermoso - Dijo en un susurro, sin querer arruinar la calma que reinaba.
Edmund se volvió sobresaltado. - Es cierto, nunca había visto el cielo con tantas estrellas.
- Mi padre dice que cada estrella es cada uno de los reyes del pasado - Y volvió su mirada al cielo.
El Príncipe no pudo evitar decir los siguientes. - ¿Crees que miraz este allí?
Lucy se volvió en seguida hacia él, el pelinegro se dio cuenta de que había hecho el comentario equivocado, desvió la mirada y siguió caminando, pasando por al lado de ella en silencio. La Princesa lo vio con lástima.
Se acerca a él. Puso una mano sobre su hombro. Edmund fijó su mirada en ella. - No lo conocí, pero es parte de mí.
Lucy miró al cielo de nuevo. - Mi padre dice que había cierta maldad en él que no podía esconder.
Desviando la mirada de ella, Edmund la siguió. - Tal vez también en mi haya maldad. - Por supuesto que la había, allí estaba, con la hija del hombre que debía matar, hablando de cosas que jamás habían salido de su mente.
Antes de que pudiera prevenirlo, Lucy había colocado una mano en su cabello, lo acarició hasta que llegó a su cuello, pero se quedó en silencio. El telmarino le sonríe con tristeza. En su vida alguien se había interesado en él de esa forma, ni siquiera su madre había sido afectuosa o cariñosa con él, al menos no sinceramente. Ella llenaba el vacío que había sentido durante tantos años.
Frente a ellos, escondido en el linde del bosque al que se dirigían, Peter estaba sobre su caballo, escondido entre los árboles para que los jóvenes no lo vieran. Suspir pesadamente al ver el intercambio entre su hija y el telmarino.
- Aslan, ayúdame, dime qué hago. -Cerró los ojos con pesar. - Edmund es un enemigo, el hijo de Miraz. ¿Como aceptarlo?
- Peter - La voz de Susan lo hizo abrir los ojos, había guiado a su caballo hasta su lado.
La observada. -Pedía consejo a los grandes reyes.
- ¿Dijeron algo bueno?
Él negó con su cabeza. - Las estrellas callan. - Susan miró hacia delante de ellos, donde Edmund y Lucy caminaban hacia su dirección, iban tomados de la mano. - Aslan no hubiera querido...
La Reina lo interrumpió. - Peter, intentas hacer tantas cosas por no defraudarlo. Pero quizás Edmund no es como ellos.
- ¿What? ¿Cómo es que sabes...?
Ella suena levemente. - Yo también los veo desde aquí, Peter. Piensa antes de juzgar. - Con eso le dio media vuelta a su caballo, y él sabía perfectamente que su esposa esperaba por que él la siguiera. Con una última mirada a los jóvenes, la siguió.
Lucy estaba a punto de hablar cuando Edmund soltó su mano y se alejo de ella. - ¿Edmund, qué pasa? -Preguntó.
Él suspendió de nuevo. La culpa y el remordimiento lo estaban matando, se sintió un ser horrible. Porque se estaba dando cuenta de que iban muy lejos, y él no debía permitirlo, él estaba ahí para matar al padre de ella. -Nada.
- Ed...
Se volvió hacia ella, sus ojos brillaban por la culpa. - Toda mi vida fui entrenado para... - No pudo terminar la frase, no era algo que podía decirle. Negó con su cabeza.
- Será mejor que regrese - Acerco su corcel para montarse.
-Espera. - Caminó hacia él, justo antes de que pudiese impulsarse para subir a la silla de montar, Edmund, que había vuelto la atención hacia ella, cerró sus ojos al sentir que volvió a sentir sus labios sobre los de él. Estuvo a punto de ceder ante ella, a dejar todo atrás por la sensación de sentirse querida por Lucy.
Pero había sido demasiado tiempo, demasiado tiempo había sido entrenado para algo, demasiado tiempo había escuchado a su madre diciendo que el Rey Peter era el culpable de la muerte de su padre, demasiado tiempo había esperado por aquello. Desvió la cara. - Lo siento, Lucy, no puedo - Fue lo último que dijo antes de empezar a galopar hacia el bosque.
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