6. Ofrenda.
Se toma su tiempo mientras observa los regalos que venden en uno de los muchos puestos, acaricia la figura lentamente con los dedos intentando percibir aquellos detalles que para alguien como el, cuyos siempre permanecen abiertos, no son realmente importantes, pero para la persona a quien se lo iba a enviar, era más que obligatorio ser capaz de percibir todo con el simple tacto, así que una vez más, como ha venido haciendo desde hace media hora, sigue buscando un buen regalo que cumpla con sus expectativas; suave, pequeño, que pueda ser usado como decoración y sin un olor propio, para evitar problemas al momento de ponerle un perfume propio.
Este no es el primer obsequio, regalo... Ofrenda que compra, es el doceavo puesto que ha visto durante el largo trayecto que realiza y apenas es la cuarta ofrenda que conseguirá, de estar en el santuario las cosas solían tornarse más sencillas, bajar a Rodorio al mercado era la mejor opción, ahí siempre tenían todo lo que necesitaba y si nada lo complacía, solo bastaba por adentrarse en los alrededores del santuario para encontrar algo a su gusto, después de todo, Shaka no era la clase de omega que le ponía un pero a los extravagantes regalos que le conseguía.
Paga por la nueva ofrenda conseguida para el omega que le espera en el santuario, observando con cierto gusto el ejemplar que consiguió en esta ocasión ¿Shaka estaría cómodo recibiendo sus regalos? Al menos esperaba que fueran agradables a su tacto.
[...]
Guarda absoluto silencio cuando Aioria se sienta a su lado en Virgo, apretando los labios no solo por la felicidad de volver a tenerlo a su lado, sino porque sabe que ha ocurrido una estupidez que no se puede remedir, los regalos por los que su Alpha pregunta si fueron de su agrado, no llegaron a sus manos.
Jamás le ha gustado tener que pensar demasiado en los regalos que recibe de otras personas, está consciente de su singular belleza, aunque no se vea frente a un espejo diariamente, las sirvientas son suficientes para hacerle ver porque tantas cosas llegan a la puerta de su templo, cosas que no le importan, porque, aunque su lugar en la jerarquía debería de ser, justamente, esperar sentado a ser llenado de regalos para elegir un Alpha que lo crie con un montón de niños. Por supuesto, no solo el sino también muchos otros en el santuario, jamás desarrollan un interés en seguir las "normas" que gritan los instintos, porque hay cosas más importantes que dedicarse a eso, como proteger el mundo, por ejemplo.
—¿Shaka?
Aprieta los labios con fuerza, recordando la orden que había dado cuando era mucho más joven y que aún se seguía, porque no tenía ninguna clase de esperanza de que Aioria se quedara a su lado con las limitaciones que ponía entre los dos, conocía al león y no lo percibía como la clase de fuego que ardería por alguien tan estoico y carente de sentimientos como el, independientemente de lo cómodos que se sintieran el uno con el otro, en algún momento se aburriría de él, se marcharía...
—Oye, si no te gusta recibir regalos solo-... Solo tienes que decirlo.
Su afinado oído reconoce la vergüenza en su vecino, su sincera preocupación ante estar haciendo algo mal que lo incomode.
—Debo decirles a los sirvientes, que reciban tus regalos.
No tiene esperanzas en sí mismo, tampoco en la paciencia del león, pero tal vez, dejarse cortejar, por este Alpha, no estaría tan mal.
—¿Seguro? Si es difícil que te lleguen regalos, los puedo seguir trayendo por mí mismo, justo como la dulce fruta que consigo para ti de vez en cuando.
.... ¿Qué?...
.... Esos obsequios no... ¿Eran sus primeras ofrendas?
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