Capítulo 8

¿Cuánto dura la memoria del odio? La venganza: ¿tiene fecha de caducidad? ¿Puede la tormenta de los siglos apagar el fuego de la ira, el dolor y la traición?

****************

Me siento sobre una gran manta que se extiende en la colina de las flores amarillas. Mi Nana decidió quedarse en mi habitación terminando de preparar mi ajuar para el famoso baile.

Por mi parte, hoy tendré que afrontar un día muy largo. Un carruaje llegará al mediodía y tengo que ir a recibirlo, creo que es una comisión de Burgundia, con quién hemos estado intentando afirmar una alianza sólida por años, pero el asedio de los aliados de Laurassia los mantienen cautelosos acerca de sus relaciones con Trondheim. No sé exactamente quién viene en él. Además de eso debo revisar el primer borrador del edicto que abolirá "La caminata". Sentada en la manta y con el manuscrito en mi regazo, es lo que me propongo y se supone que debo entregarlo a mi padre en tres días... Pero no he pasado del primer párrafo... Algo me carcome, como si esperara que algo pase, pero no sé qué es ese algo.

Un pequeño saco con un montón de flores cae junto a mí y miro hacia arriba, aunque me deslumbra la luz matinal, puedo ver el brillo de sus ojos al encontrarse con los míos.

—¿Cómo estuvo la misión de recolección? —pregunto mientras se acomoda a mi lado y se sacude de las manos algunos pétalos.

—Pues, no es de las más emocionantes que me han asignado.

—Oh, eso me suena a que se aburre usted de su asignación especial, soldado.

—¡Cómo no tienes idea! —ríe, lanzando a mi cabello pétalos de flores minúsculas. Las doncellas tardarán horas en sacarlas.

—¡Ahhh! Eres un impertinente.

Dejo de lado el pergamino, que no he podido terminar de leer, para comenzar a quitar las pequeñas flores.

—¿Te ayudo con eso?

—Oh, qué amable eres —digo con sarcasmo.

—Eso ya lo sé. Deberías tener más cuidado con tu cabello, después de todo eres la princesa.

Sus dedos comienzan a recorrer mi cabello, se deslizan lentamente, casi con reverencia. Es una sensación inesperadamente agradable.

—¿Estás tratando de hacerme enojar?

—¿Por qué haría eso? —Su pregunta cargada de fingida inocencia.

—No me contestes con otra pregunta.

—Mira que desastre... —se ríe mientras saca las pequeñas molestias una por una. — Te ves horrible.

—¿Lo estoy?

—Claro que no —Vuelve a reírse de mí, ¡que grosero! —En realidad estás... tan hermosa...

El cambio en su tono y la vehemencia con que pronuncia la última palabra me toma por sorpresa. Lo miro sorprendida esperando que diga algo más, pero, como siempre, ignora el momento. Retira sus manos de mi cabeza, una lástima porque estaba disfrutándolo.

—¿Estás segura de poder soportarlo? —pregunta, con la mirada perdida a lo lejos. Miro en la misma dirección, hacia las lejanías del sur. Me han contado que el sur son tierras cálidas donde se cultivan frutas y vegetales y el invierno no es una larga noche de tres meses.

—¿Soportar qué?

—El baile... con todos los Guardias ahí, ya sabes.

—No les tengo miedo a los Guardias, sólo a sus uniformes y en el baile no llevan uniforme. La dispensación de sus obligaciones incluye llevar el traje de su familia.

—Yo llevo uniforme ahora.

—Es diferente.

—¿Por qué es diferente?

Porque eres tú. Porque me agrada pasar tiempo contigo y me haces sentir segura, porque me he llegado a acostumbrar tanto a tu compañía que ya ni me doy cuenta de nada que no sean tus ojos en los míos, tu cercanía y más que nada, a esos tímidos acercamientos de los que después te arrepientes.

—Digamos... que eres tolerable.

—Vaya, ¿es tu mejor cumplido?

—Por ahora, sí.

Se comienza a sentir la llegada del verano. La claridad de las horas de sol se siente cada día un poco más. Guardamos silencio mientras dejamos pasar los minutos y disfrutamos de un cielo inusualmente despejado. Cuando el sol va llegando a su cenit, su voz interrumpe mi descanso.

—Es tarde, ¿no crees? —Se levanta para recoger las famosas flores.

—Si —murmuro de mala gana —, debo recibir ese carruaje.

—Eso sí suena a una misión aburrida —. Emprendemos el regreso. Me ofrece su mano para ponerme de pie y así, tomados de la mano, caminamos hacia donde hemos dejado a los caballos. Si pudiera disfrutar de paseos como este por el resto de mi vida, no me quejaría.

De todos modos cabalgamos despacio hacia el palacio y llegamos a las caballerizas por una vereda que se asoma desde el bosquecito. Cuando me ayuda a desmontar, sus manos se quedan en mi cintura un momento más del necesario para luego apartarse, con esa mirada de auto-reproche. ¿Tan malo sería que surgiera algo entre los dos? Es un noble después de todo, heredero de un buen apellido entre el Círculo de los Diez y goza de la confianza de mi padre. ¿Estoy imaginando algo que no es? Pero no, no puedo ser sólo yo, lo he visto: cómo me mira, cómo acaricia mi cabello y me toma de la mano como si no quisiera soltarme jamás y tengo que admitir que yo tampoco quiero que me suelte.

—Jason, dime ¿Qué significa todo esto?

Finge atender los caballos tranquilamente, sin embargo, alcancé a percibir la sorpresa que mi pregunta le causó.

—¿Exactamente, a qué te refieres con "todo esto"?

Trata de evadirme, pero no lo dejo. Se aparta de mí y va detrás de Vengador, pero yo lo sigo y me planto frente a él sin dejarle salida. 

—¡Sabes a lo que me refiero! Tú y yo... —Su arrebato repentino corta mis palabras. Estoy en sus brazos de nuevo; pero esta vez es diferente, el temblor en su cuerpo y su voz despierta dudas y anhelos que no sabía que tenía dentro de mi pecho.

—No olvides quién eres —susurra en mi oído.

Quién soy es la razón por la cual yo no puedo elegir. Eso es cierto, mi corazón jamás tendrá la última palabra, es el consejo del rey quién toma esa decisión y si yo me atrevo a dar un paso en falso estaría comentiendo traición. Y aún así...

— Ariana... Nosotros no...

—¿Y qué tal si yo...

—No, no lo digas —Me abraza con más fuerza. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo ni siquiera decirlo? —. No creas que no soy consciente de mi posición y de la tuya. "Todo esto" es algo que sabes que no puede pasar.

Entonces, sí sabe a lo que me refiero. Le devuelvo el abrazo rodeándolo con mis brazos y escondiendo mi rostro justo al lado del emblema de Trondheim en su pecho.

—Ya está pasando... —susurro. Y es entonces cuando me atrevo a buscar sus labios, y por primera vez no retrocede. Ignoro todas las voces que me gritan que me estoy metiendo en problemas y a él también, que esto es imposible, que voy en contra de mi propio reino y su mirada torturada me grita que él también lo sabe, pero en este instante nada de eso importa y sigo acercándome despacio. Apenas comienzo a sentir su calor...

—¡Ariana, querida prima! —La voz chillona fuera de las caballerizas hace que nos separemos.

En menos de una fracción de segundo ha recuperado toda su seriedad. Antes de que la voz llegue a mí, se ha apartado lo suficiente y parece encargarse de los caballos de lo más tranquilo. Yo en cambio siento que todo dentro de mí se estremece.

Emily irrumpe en las caballerizas con la cara encendida y corre a abrazarme exultante.

¡Esto no me gusta!

—¡Te tengo una maravillosa sorpresa! —dice mientras tira de mí hacia afuera, se para detrás de mí y me sostiene de los hombros, al mirar en la dirección en que señala, mi corazón decide hacerse piedra y  todo mi mundo da un vuelco.

—¡Ariana, mi dulce diosa! —Alto, cabello rubio, ojos negros y sonrisa hechizante, luce impecable traje noble, de porte impresionante y gallardo. Camina hacia mí mostrando su acostumbrada seguridad en sí mismo y con los brazos abiertos y Emily aprovecha para empujarme hacia él, provocando el efecto que ella buscaba. Chocamos y Adrian Hemdal me toma en sus brazos con entusiasmo levantándome y haciéndome girar en sus brazos mientras ríe con felicidad. ¡Esto de verdad no me lo esperaba!

—Hey, hermosa pareces asustada, ¿no te da gusto verme?

¿Hermosa? ¿Su diosa? ¿A que está jugando Adrian? No me extraña que me trate con confianza y cariño cuando estamos solos, hemos sido amigos por demasiado tiempo para acatar el protocolo, pero se está excediendo, además que nunca lo había hecho en público.

—Por supuesto —digo sin mucha convicción—. Es sólo que me sorprendiste, no tenía idea de que eras tú quién venía en ese carruaje de Burgundia —Al parecer Emily sí lo sabía y me lo ocultó a propósito—, se suponía que yo iba a recibirte.

—Sí, debo disculparme, llegué antes de la hora, no podía esperar para verte.

¡Tierra, trágame!

—¡Sorpresa! —canta Emily absolutamente complacida de mi desorientación y va a colgarse del brazo de Jason, para empeorar la situación.

—Adrian, te presento a Sir Jason Borchgreving, fue asignado para ser escolta de Ariana.

Por primera vez los ojos de Jason y Adrian se encuentran y no puedo creer lo que veo. Hay un reto implícito en sus miradas, como si estuviera a punto de comenzar un verdadero duelo a muerte. ¿Es en serio?

—Lord Hemdal —dice, frío, por todo saludo. Se estrechan las manos de una manera tan tensa, que pienso que quieren romperse los huesos.

—¿Escolta? ¿Desde cuándo mi diosa necesita protección?

Adrian se comporta como si fuera mi dueño y no para de pavonearse. Lo miro interrogante pero me ignora por completo y presiento que algo nada bueno está a punto de desatarse.

—Es una medida de seguridad, como otras, adoptada por el rey. Esperamos que sea sólo temporalmente.

—Eso esperamos —responde Adrian y puedo sentir la tensión creciendo, tensión que Emily parece saborear —. No queremos que estas... "medidas" se prolonguen más de lo necesario. También está la opción de que Ariana venga a Burgundia, ya sabes, para estar más "segura" conmigo.

Su mano alrededor de mis hombros me hace sentir deseos de golpearlo, bastante fuerte. Me deslizo un poco para liberarme y respondo con una sonrisa evidentemente forzada mientras sacudo mi hombro con intención.

—El reino de Trondheim agradece su oferta, Lord Hemdal, pero declinamos, gracias.

—¿Por qué? Lo pasamos muy bien juntos en mi château.

Su insinuación casi me hace darle una cachetada, pero la discreción y el recato son la marca de la realeza por lo que me contengo. Estoy a punto de aclarar que la última vez que estuve en Burgundia tenía ocho años y lo pasamos bien entrenando con espadas, pero Emily se cubre la cara con su abanico y finge estar escandalizada.

—¡Lord Hemdal! Por favor, no necesitamos saber esos detalles.

Ambos se ríen mientras yo busco desesperada dónde esconder mi cara encendida de ira y vergüenza. Mi prima deja de reírse y viene a tomar mi mano con todo el descaro del que he sido testigo en mucho tiempo. 

—Bueno, mis señores—dice gozosa—, nos gustaría seguir esta deliciosa plática, pero debemos presentarnos en el salón. ¿Vamos, prima?

Vamos a tomar el almuerzo y no sé a quién odio más, si a Emily por provocar esto o a Adrian por seguirle el juego.

Al entrar al gran salón ya está todo preparado. Al fondo, junto a la chimenea se encuentra la gran mesa regia, donde solo se sienta la familia real, los familiares más cercanos, la gente más importante o de confianza, como son los consejeros reales o invitados de la alta nobleza como Adrian y naturalmente los sacerdotes de Gaoth, cuando la ocasión amerita su presencia. Luego están las otras tres grandes mesas rodeadas de bancos, las cuales se montan para las comidas con grandes tablones y caballetes y son retiradas al finalizar para dejar espacio libre en el gran salón, donde también se celebran los bailes.

Frente a la mesa regia se encuentra la mesa donde se sientan los miembros de la Guardia de Honor que no se encuentran de servicio, a la derecha están las mesas destinada a las damas y caballeros de la corte y a los invitados que no son tan importantes como para compartir la mesa con el rey. A la altura del piso superior hay una balaustrada, que rodea todo el interior del gran salón a la cual se accede por estrechas gradas medio ocultas en cada esquina. Esta se creó con el único fin de poder apostar arqueros en una estratégica posición de defensa.

Normalmente solo se asigna arqueros en bailes con invitados diplomáticos, aunque no paso por alto que hay varios y Jason se dirige hacia allí, seguramente para controlar las rondas de los arqueros. Por el refuerzo de la seguridad, cualquiera diría que habrá una magna sesión de reyes aquí.

Mi padre, naturalmente ocupa el sitio de honor al centro de la mesa en su gran silla de respaldo alto, yo a su izquierda, sitio que quedó vacío al perder a la reina y los consejeros reales a la derecha, aunque el rey y los consejeros suelen venir al salón solo para las cenas.

Hoy el salón está más concurrido de lo habitual, debe ser que todo el mundo quiere escuchar las alucinantes historias de Adrian. Pierdo de vista a mi escolta cuando sube hacia la balaustrada, no sin antes dirigirme una profunda mirada.

"... Nosotros no... "

Ya lo sé, ya sé que no, pero saber no me impide desear que sí. ¡Y cómo deseo que sí! Al mismo tiempo tengo que aceptar lo que eso implicaría... ¿Un amor clandestino? ¿Ir en contra de la voluntad de mi padre? De todos modos ¿Cuál es la voluntad de mi padre respecto a mi matrimonio? Él jamás ha dado ningún pronunciamiento al respecto, pero por la reacción de Jason diría que algo entre nosotros sería un crimen contra el reino. ¿Por qué?

Adrian y yo nos dirigimos a ocupar nuestros respectivos asientos. Por suerte, con la ausencia de mi padre y el consejo, la mesa regia no está muy concurrida, lo que nos da algo de rpivacidad para hablar más libremente sin ser escuchados.

—¿Se puede saber a qué debo esta "agradable" sorpresa? —Le lanzo la pregunta a Adrian con amargura—, no te esperaba tan pronto.

—Sí, se nota que no me esperabas —contesta entre dientes mientras no deja de sonreír a un joven que lo saluda desde la mesa de los nobles. No pierden la ocasión para ganar el favor de uno de los hijos favoritos de la próspera Burgundia.

—Tu prima me envió un mensaje hace tres días, estaba muy cerca de aquí por asuntos de mi padre y pensé que sería hermoso acompañarte en la Noche de las Hogueras.

Bebo un sorbo de mi jarra  de plata grabada con el sagrado escudo de Trondheim, tratando de no lanzar su contenido a Emily, sentada a dos asientos a mi izquierda. ¡Esto es el colmo! ¿Cómo ha podido ocurrírsele esta treta tan maligna? Adrian vuelve a hablar mientras yo rezo fervientemente para llegar a tener la habilidad de convertir a mi prima en piedra con la mirada.

—Me han contado que hay una nueva danza más acorde a lo que acostumbro, ¿cuándo ensayaremos?

—¡Nunca! Deberías acompañar a Emily, después de todo, fue ella quien te invitó. Yo ya tengo acompañante para ese baile.

—Ah, sí, gracias, muchas gracias —responde a un aburrido brindis que uno de los caballeros ha hecho en su honor, las jarras chocan y los amigos se palmean con fuerza. Se vuelve hacia mí para contestarme destilando rencor.

—Lo sé, ya he sido informado de más de lo que crees, pero no te preocupes Ariana, por suerte soy un excelente bailarín, así que practicaremos y yo seré tu pareja de baile como corresponde.

Respiro hondo y tomo otro pequeño sorbo de mi jarra para calmarme. Decido que tal vez pueda ceder un poco para complacerlo y aun así seguir con mis planes.

—Puedes acompañarme en las danzas tradicionales, pero La Danza de las Flamas lo bailaré con Sir Jason. Ha practicado muchas horas conmigo, aun sin disponer de apenas horas libres, y no pienso cambiar de pareja ahora.

—Dispone de bastante tiempo, tanto como para entretener a la princesa.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Y a qué viene esta escena de celos? Sabes perfectamente que lo nuestro es solo un engaño que acordamos para que nuestros padres se olvidaran por un tiempo de buscarnos un compromiso.

Por primera vez olvida a los nobles, olvida los flirteos y manda al diablo toda su pose de perfecto galán mientras retiene mi mano.  Disimulo lo mejor que puedo ante las miradas que se vuelven hacia nosotros.

—¿Celos? ¡No te equivoques, preciosa! —ruge con los dientes apretados—. Me importa un maldito comino si tu escolta televanta la falda por los rincones, sabes perfectamente que todo el mundo da por hecho que en cualquier momento confirmaremos y haremos público nuestro compromiso. ¿De verdad crees que me voy a quedar de brazoscruzados mientras tú me conviertes en el hazmerreír de la corte? ¿Eh? 

Risas estallan en el salón y Adrian, sin soltar mi mano, responde a un florido brindis que le dedica Lord Talleyrand, exultante de haber adulado al invitado de honor.

—Deja el asunto ahora mismo. No sé de qué estás hablando, estás sacando las cosas de quicio, ¿todo esto por un baile?

—¿Solo un baile? El bran de la corte es solo un baile, el hallingdansom es solo un baile, ¡La Danza de las Flamas es casi un maldito acto de amor! Emily tenía razón cuando me contó sobre los rumores sobre ti y tu... soldadito.

Emily. Esa maldita arpía es la culpable de esta situación. Nosotros apenas hemos tocado el tema hace unos minutos y ella ya armó toda una historia alrededor. Además, Jason es muy discreto cuando estamos en público, incluso si alguien hubiera captado alguna mirada, está encargado de mi seguridad, no tiene nada de raro; es Emily quien ha exagerado todo, estoy segura. 

—¿Cómo has dejado que Emily te manipule de esa manera? ¿Acaso no la conoces? Sir Jason es solo mi escolta, es normal que estemos siempre juntos, no hay nada más —Por ahora.

—¿Crees que soy ciego? ¿Viste cómo me miraba en el patio? Parecía que estaba esperando la oportunidad para rebanarme el cuello. Reconozco la mirada de un hombre cuando defiende su terreno. Te escoltaré esa noche y pondré a ciertas personas en su lugar.

—¡Tú no harás nada de eso!

Se ríe mientras mece su jarra de vino y me dirije una mirada triunfante.

—Preciosa, pero si ya lo hice —recalca sus palabras mostrando su mano entrelazada con la mía y dejando sobre el dorso un beso. ¡Eres un imbécil!

Instintivamente dirijo mi mirada a la balaustrada buscando a Jason y lo encuentro junto a un arquero, mirándonos fijamente. Y entonces suelto un jadeo de horror y sorpresa: con un movimiento, tan rápido que apenas fue perceptible, arranca el arco de las manos del arquero y lanza una flecha hacia nosotros.

—¡Adrian! —grito, tan fuerte que todos se voltean a mirarnos.

La flecha pasa silbando entre nosotros, tras lo cual caigo sobre la mesa, aplastada por el peso de un cuerpo que se desploma sobre mí y luego se desliza hacia el suelo, mientras un líquido espeso y caliente me recorre la espalda. Me levanto, aun temblando, y lo veo junto a mí: un Adrian blanco y con la cara desencajada y, en el suelo, tumbado encima de un charco de sangre que va creciendo...

—Es... Kristoff... —murmuro, ahogadamente, sin poder creerlo del todo.

Kristoff era un chico de la granja. Cuando tenía diez años vino a servir al palacio. Ha servido mi mesa durante años, era casi un niño y ahora está frente a mí con un charco de sangre creciendo debajo de su cuerpo y una flecha clavada en el corazón. ¡Una flecha de un Guardia de Honor!

Jason viene hacia nosotros, evadiendo a la gente que corre hacia la salida y a los soldados que tratan de poner orden en medio del caos, con el arco aún en su mano. Se agacha y con toda naturalidad, como si matar un niño fuera lo típico de todos los días, le da vuelta al cuerpo que había quedado de lado y le saca de la mano una hermosa daga plateada que aún empuña en su pequeña mano.

—Saque a la princesa de aquí —dice a Adrian, quién me sostiene entre sus brazos con fuerza como si pensara que voy a desplomarme de un momento a otro. Tal vez tenga cara que voy a hacerlo.

—¿Por qué...? —No logro articular el resto de la pregunta.

—¡Llévesela! —repite, tan áspero que me parece mentira que sea el mismo que hace unos minutos me abrazaba en las caballerizas.

—Ariana, vámonos.

Adrian tira de mí mientras los otros Guardias se reúnen alrededor del cuerpo de Kristoff. Me conduce a mi alcoba donde mi Nana nos alcanza en unos minutos. 

Kristoff intentó matarme. Un niño, uno de mis sirvientes más leales intentó matarme.

Mi Nana coloca entre mis manos temblorosas una taza de algo humeante y se sienta a mi lado, me envuelve con su brazo para consolarme, pero yo lo único que puedo pensar es: "¿Por qué?" Algo se remueve en mi interior y sé que tengo que buscar las respuestas. Así que de un salto me pongo de pie y dejo la jarra a un lado.

—¿A dónde vas? Aún no te repones de ese... episodio.

—Vuelvo enseguida —digo mientras salgo disparada hacia el salón privado del rey, donde es más que seguro que más de uno de los Guardias habla con él sobre este asunto. ¡Cómo pude ser tan estúpida y ciega! Las medidas de seguridad, sus viajes hacia Castle Falls, porque sé que fue más de uno. Escoltas, reuniones secretas con esas personas que vi, aumento de ronda de vigilancia, informes de las personas que estarán a mi alrededor en todo momento. Sólo puede significar una cosa y yo fui tan ciega que no lo vi. Y esa cosa es: guerra.

Irrumpo en el salón sin ser anunciada, todos los rostros se vuelven hacia mí, pero yo avanzo hacia mi padre sin mirar a nadie, hago la reverencia y mi padre abandona la mesa para venir hacia mí.

—Hija mía, me da gusto verte tranquila después de lo sucedido —dice pareciendo tranquilo. Su abrazo es tenso y su mirada se esquiva de mí, lo que no es correspondiente con su porte seguro y contundente.

—Le agradezco, padre —contesto, en el mismo tono formal—. Deseo que me permita quedarme en esta reunión.

El silencio es tan denso que pienso que podría aplastarnos. Los Guardias miran las ventanas, sus botas, las mesas... todo, menos a mí. Murmuran entre sí y más de alguno tose quedamente.

—No creo que sean asuntos de tu interés...

—¿No están hablando del niño que murió sobre mi mesa hace unos minutos? Porque si es así, debo decir, padre, que me interesa sobremanera.

Ignoro el aumento de los murmullos que se levantan a mi alrededor y mantengo la mirada fija en el rey. Nunca le hablé así a mi padre antes, pero estoy segura que él entiende que en este momento hay protocolos que salen sobrando. Hace un ademán a los Guardias y ellos se levantan y se despiden con una inclinación, esta vez no desfilan delante de mí con reverencias. Pero uno de ellos, en lugar de salir, se dirige desde su lugar al final de la mesa hacia la cabeza donde permanezco de pie al lado de mi padre.

—Sir Jason, informe a la princesa lo ocurrido en el gran salón.

Jason comienza a explicar lo sucedido en un tono tan monótono que me parece más una línea memorizada que una verdadera explicación de lo ocurrido.

—Esta tarde el sirviente Kristoff Dust fue sorprendido empuñando una daga en contra de la princesa, con evidentes intenciones hostiles y fue... detenido. Encontramos en su habitación un mensaje con el detalle de los cambios de ronda del castillo y la muralla exterior.

—¿Qué? Eso no puede ser. Era un sirviente... ni siquiera sabía leer...

—Lo más probable es que no supiera exactamente de qué se trataba, pero es evidente que sabía el propósito final era...

—Asesinarme.

Espero que continúe, pero no lo hace ¿Qué espero que diga? ¿Detenido con una flecha que atravesó su corazón causándole la muerte inmediata? No sería difícil de procesar si no hubiera sido precisamente él quien disparó la flecha, quien mató al muchacho frente a mí... Mi raciocinio se impone: no tuvo otra alternativa. Nadie a mi alrededor se había percatado de las intenciones del chico, sencillamente porque era un simple sirviente al que ni siquiera miramos a los ojos, por eso, quien sea que me quiere muerta, lo eligió a él: siervo, joven, de aspecto inocente y con acceso incuestionable a la princesa.

—¿Por qué? ¿Matarme con qué propósito? Quiero saber qué está pasando y me refiero a todo.

Intercambian miradas y ahora me doy cuenta de que, sea lo que sea que está pasando, estaban de acuerdo para ocultármelo. Algo se despierta en mi interior y a medida que voy comprendiendo las cosas, ese algo se vuelve pesado, doloroso, y aún no sé por qué.Quizá no quiero saberlo.

—Ariana —Comienza mi padre y no me invita sentarme por lo cual me doy cuenta que el asunto es grave—, lo que probablemente ya sospechas acerca de una posible guerra con Laurassia es cierto —Siento el impulso de dejarme caer sobre la silla cerca de mí, pero eso pondría fin a esta conversación y necesito saber, así que hago justo lo contrario, me enderezo y lo miro fijamente. Él continúa después de evaluar mi reacción—. Hace años Trondheim estaba en desventaja contra las tribus nómadas que se habían unido en nuestra contra. Cedimos terreno en el norte para aplacarlas, pero no bastaba para ellos. Pedimos ayuda, pero, ninguno de nuestros aliados estaba en posición de ayudarnos, así que tuvimos que acudir al único reino que podía ofrecernos su apoyo.

—¿Laurassia? ¡Ha sido nuestro peor enemigo por generaciones!

—Por eso se determinó que debíamos esperar algún tiempo, para que los súbditos de los dos reinos olvidaran las antiguas rencillas antes de hacer pública la alianza.

—¿Cuáles eran las condiciones de esa alianza?

—En aquel entonces Trondheim había firmado la alianza con el reino de Marbella, pero faltaban tres años para confirmar mi matrimonio con su princesa: tu madre. El padre de, en aquel entonces príncipe Breoghan, lo prometió a la primera hija nacida de mi matrimonio con Anna, la cual se casaría con él al llegar a los quince años, consiguiendo así, el tiempo suficiente para comenzar a afirmar una alianza entre los dos reinos.

Por supuesto, esa primera y única hija soy yo.

"No creas que no soy consciente de mi posición y de la tuya". Mi posición... no mi posición como princesa, sino como prometida de Breoghan.

—Pero no me entregaron.

—No contaba con tener sólo una hija, si te vas a Laurassia, Trondheim quedaría sin heredero, por eso desde hace años yo... rompí el acuerdo.

No creo que el reino de Laurassia se lo haya tomado muy bien. Pero, esas cosas pasan todo el tiempo: las alianzas terminan, los acuerdos se rompen y las guerras comienzan.

—Por supuesto, Breoghan no está de acuerdo.

—Laurassia te declaró su reina por acuerdo y no darán marcha atrás. Exigen que te envíe a ellos o vendrán por ti.

—Estoy comprometida con Laurassia —murmuro. Al final, me dejo caer en la silla.

—Breoghan ya te considera su esposa.

"Es algo que sabes que no puede pasar..."

Guarda silencio al llegar a este punto. Mi padre nunca puso objeciones a las pretensiones de Adrian, pero tampoco las confirmó; como no confirmó ningún compromiso con otro reino, porque si lo hacía Laurassia se consideraría ofendido. Quisiera salir corriendo, pero no puedo, no debo. Aún hay cosas que no entiendo y tengo que saber.

—Si el rey Breoghan quiere cumplir con ese matrimonio me necesita viva... ¿Eso cómo explica lo de Kristoff?

Jason habla desde el ventanal, aún sin mirarme. Ahora sé por qué ha estado evitando mi mirada y me alegra que lo haga porque si me mira a los ojos, no podré evitar gritarle el veneno que tengo atorado en el pecho y que sube rápidamente queriendo escapar por mis labios.

—Tenemos sospechas de un grupo, tal vez de la nobleza, que buscan acelerar el enfrentamiento con Laurassia, una guerra puede representar ciertas ventajas para algunos grupos inconformes. Para ello se han unido con los nómadas del norte y han convencido a gente del pueblo de que es posible evitar la alianza con Laurassia...

—Con mi muerte.

—Al parecer.

Así que ese grupo de nómadas venía por mí.

—Así que todo se resume así: es por mí. Todo esto es por mí, una amenaza de guerra, nobles rebeldes, una alianza secreta... y me lo ocultaron.

Me pongo de pie nuevamente. ¿Cómo pudieron ocultarme esto por tanto tiempo? Ese "algo" pesado y doloroso ha cobrado vida dentro de mi pecho y me aprieta la garganta.

—Sólo queríamos protegerte...

—¿Protegerme? ¿Con mentiras?¿Soy sólo un estorbo en tu camino? ¡Soy tu hija! Heredera de este reino, tú lo dijiste... Me escondes la verdad y encima de eso me asignas un... "protector", que aparte de cuidarme debía desviar mi atención para no darme cuenta de lo que estaba pasando a mi alrededor. ¡Niégalo!

—Hija, consideré que lo mejor era mantenerte apartada de esto.

Todo está claro... las personas que vi saliendo, no supe quiénes eran porque estaba con él. Las reuniones con la Guardia sobre mi seguridad y los viajes a Castle Falls, no supe de qué se trataban porque siempre, siempre estaba con él, ¡maldita sea! Él sabía cada detalle de las rondas nocturnas, sobre cada medida de seguridad, sobre la alianza, la amenaza de guerra y lo que hizo en lugar de decirme la verdad fue... Distraerme.

"Pidió voluntarios y yo estaba ahí".

"Sólo quería... protegerla".

"Nosotros no..."

No, por supuesto que no.

—Espero, hija, que entiendas mis motivos. Pensaba que se resolvería el problema antes que llegara a este tamaño... nos equivocamos.

—Si... se equivocaron.

Comienzo a salir sin siquiera pedir el permiso del rey, no lo pedí al entrar, así que creo que es apropiado. Escucho distintamente los pasos detrás de mí, padre nunca revocó la orden acerca de mi seguridad por lo que tiene que seguir cumpliendo con su deber. Subo casi corriendo las escaleras hacia el Pabellón Real, el pasillo está un poco oscuro porque las cortinas no se han abierto, me dirijo hacia el pasillo solitario que lleva hacia nuestro túnel secreto pero antes de llegar a él me detengo y giro sobre mis talones. Me he detenido tan bruscamente que retrocede unos pasos mientras mis palabras golpean el aire a nuestro alrededor rebotando en las paredes.

—¡Me mentiste!

Creo que trata de mantener la calma, pero lo que yo quiero es que pierda esa maldita postura de "Nada-puede-perturbarme", y me estoy preparando para ocasionar el mayor daño posible usando la única arma que tengo a mi alcance en su contra: palabras.

—Sólo intentaba...

—¡Protegerme! Ya me sé esa parte de la historia, ahora cuéntame la parte en la que me llevas a esa ridícula choza para "distraerme" ¿Ese fue tu plan desde el principio?

—Eso no fue parte de ningún plan —Respira hondo antes de seguir y su calma me irrita hasta la exasperación—, eso... lo nuestro... no tiene nada que ver con lo otro.

—¿Me puedes explicar qué es "lo nuestro"? Porque lo que yo entendí, es que era algo que no podía pasar.

Le sostengo la mirada y cuando da dos pasos para acercarse, yo vuelvo a abrir la brecha alejándome.

—Sólo quería decir que no era posible, yo sabía que Laurassia tenía los ojos en tí, no podíamos... yo no debí...

—Tienes razón. No debiste. Me mantuviste apartada mientras esto crecía en mi reino y yo, que soy la causa de todo, andaba por ahí jugando a los enamorados contigo como una estúpida.

—Hasta donde sé, no era conmigo con quien jugabas a los enamorados.

—¿Qué? —Supongo que debí esperarme esto, aunque si antes estaba dispuesta a darle explicaciones sobre mi relación con Adrian, las cosas han cambiado —Eso... no es de tu incumbencia.

—Ariana... escucha...

—¡No!... No me llames por mi nombre otra vez.

Puedo ver claramente su postura decaer como si de pronto cargara una tonelada sobre sus hombros, yo me siento igual y si hay algún nervio de orgullo dañado, estoy lista para pisotearlo hasta el final. Así que no me queda más opción que seguir hasta que esto lo destruya a él, me destruya a mí o a ambos.

—No me mires a los ojos y nunca más me dirijas la palabra a no ser que sea necesario, eso... lo que sea que haya habido... se acabó. Si eres tan consciente de tu posición y de la mía no te atrevas a mirar más allá. ¡Nunca más! —Hago una pausa para recuperar mi voz que ya ni siquiera reconozco como mía. Me mira como si no me conociera, como si de pronto me hubiera convertido en otra persona

—Alteza... —Su tono suplicante ya no toca nada dentro de mí más que la ira creciente que sigue golpeando cada parte de mis entrañas.

—Ya no quiero oír más mentiras. No me interesan tus respuestas, ni nada que venga de un advenedizo... ¡Tú no eres nadie, no significas nada para mí! —grito, implacable, avanzando y haciéndole retroceder. Retira la mirada de la mía, pero no responde. Si fui demasiado lejos ya es muy tarde para dar marcha atrás—. ¿Entendido, soldado?

—Entendido, Alteza.

Tampoco reconozco su voz y así, hemos llegado a ser completos extraños el uno para el otro.

Paso por su lado y me voy a mi habitación. Es el único lugar del reino donde puedo escapar de él y me refugio ahí el resto del día. ¡Como quisiera poder hacerlo el resto de mi vida!

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