Capítulo 7
"Y un, dos, tres, cuatro. Un, dos, tres, cuatro. Un, dos, tres, cuatro..."
Reverencia. Vuelta. Junta palmas. Vuelta, cambio, junta palmas. Doble vuelta y cambio de pareja y todo vuelve a empezar. Reverencia, vuelta, junta palmas...
El eco se repite por el Gran Salón, rebotando en las paredes. "Y un, dos, tres, cuatro. Un, dos, tres, cuatro. Un, dos, tres, cuatro..."
No está permitido hablar durante el baile, miras a tu pareja, la cual cambia en toda la ronda. No hay contacto físico, apenas rozas las palmas de la mano y saludas y sonríes recordando cada paso. Y al final, reverencia y ya está. Repetitivo pero seguro. Lo de la pareja siempre ha sido puro formalismo, es la persona que te escolta a la entrada del salón, pero luego vas por turnos bailando una ronda con todos los demás, así que no hay tiempo ni siquiera para un intercambio de saludo, a menos que, quien escolte a la dama a la entrada, esté dispuesto a brindar sus atenciones durante el resto de la noche. Básicamente es lo que Adrian ha hecho por mí durante años, para evitar que nuestros respectivos posibles pretendientes nos coarten la libertad.
Este es un evento muy especial, muchos compromisos se han formalizado en esta fiesta ya que es la única ocasión en que las doncellas se presentan con un acompañante, mostrando así su interés de manera "discreta" para que las demás se hagan a un lado, aunque no significa nada oficial, yo he bailado con Adrian durante años y aunque en toda la corte se hable de eso, no es que uno se comprometa a nada en realidad.
Mientras Fátima, mi instructora de baile desde la infancia, aplaude con entusiasmo, los demás la imitamos. Alrededor de ella se encuentran, para el primer ensayo del baile, los veintidós Caballeros de la Guardia de Honor con sus respectivas parejas. Como siempre Sir Gowen, el mayor de los caballeros y capitán de la Guardia de Honor, luce flamante en su uniforme y le hace los honores a una más que molesta Emily que no deja de mirarme con resentimiento. Su plan se derrumbó en sus narices, pobre de ti, querida prima.
Fátima: madura, jovial, de rostro luminoso y sonrisa contagiosa, este día parece doblemente entusiasmada.
En cambio yo estoy al borde de un colapso nervioso. Después de lo sucedido en la cabaña del bosque creí que mi pánico hacia los Guardias estaba superado, pero en el instante que puse un pie en el salón, y la vista de los uniformes de color negro me inundó, di un traspié y casi me caigo de bruces. Terminé en los brazos de Sir Jason quien tuvo que sacarme del salón nuevamente para que pudiera tomar un poco de aire. Lo miro de reojo, pone atención a la instructora como todos los demás, sigo preguntándome si hice bien en pedirle que fuera mi acompañante en el baile.
— ... Y por esta razón este año he decidido que abriremos el baile con la hermosa "Danza de las Flamas''.
Todos aplauden y me miran, sonrío mecánicamente y saludo sin saber de qué estaba hablando Fátima.
—Ha traído un nuevo baile en tu honor, es de la tierra de tu madre —susurra Jason a mi lado, disimuladamente.
Me muerdo los labios mientras agradezco a Fátima su gesto y ella celebra con saltitos.
—Gracias —murmuro entre dientes y me propongo poner más atención.
No fue fácil confesarle que son los uniformes de la Guardia de Honor los que me provocan los episodios de miedo, pero tuve que hacerlo, como la noche que fuimos a la granja, para que confiara en mí y me ayudara con esto. Al menos funcionó porque sabe cómo me siento y está tratando de hacer más fácil este trance.
—Tú puedes hacerlo... —dijo cuando nos disponíamos a entrar nuevamente.
—Puedo hacerlo... —respondo casi mecánicamente sin poder creerlo del todo. ¿Puedo hacerlo?
—Solo concéntrate en el baile y estarás bien. —Esa parece una buena recomendación, no pensar en nada, concentrarme en el baile.
—Me concentro en el baile.
Y fue así como tuve el valor de adentrarme en una sala llena de uniformes que hacen que mi mente se pierda en los laberintos del pasado. Aferrada de su brazo, volvimos a entrar al salón, luciendo muy digna y derrumbándome por dentro.
El baile es algo que domino, es mi elemento, me hace sentir segura su naturaleza repetitiva y fácil una vez que se han memorizado los pasos. Sólo tengo que concentrarme fuertemente en el baile, el mismo que hemos bailado por años en la corte y todo saldrá bien.
Una pareja nueva hace su aparición. Cierto, ¿Qué dijo de un nuevo baile?
—Ellos son Fernando y Carmen, y nos mostrarán los nuevos pasos.
¿Nuevos pasos?
—Durante siglos mi pueblo ha emigrado a tierras extrañas, en todo ese tiempo su amor, su pasión y sensualidad ha sido plasmada en esta danza de mi gente sin pueblo. —Su explicación ha atravesado un túnel vacío de mi mente dejándome completamente en el aire.
Fernando parece frágil, pero a juzgar por su forma de levantar a Carmen del suelo, creo que no lo es. Carmen es una chica delgada, pequeña y ahí termina toda su similitud conmigo: el cabello negro y salvaje vuela a su alrededor y sus ojos de un verde intenso parecen atravesar a su compañero mientras este sostiene su mano firmemente y luego la hace dar varias vueltas sobre su propio eje. Al final, después de vertiginosas vueltas y miradas de fuego, Carmen se lanza hacia atrás con fuerza y Fernando la atrapa por la cintura terminando el baile con sus rostros a pocos centímetros, sin aliento, jadeantes, palpitando el cuello y el pecho. ¡Esto sí es para preocuparse!
—¡Ampárame! —murmura Lady Hendersson a mi lado. "Ampárame" repito mentalmente. La mayoría de las damas parecen nerviosas.
Nuestros bailes requieren un mínimo de contacto físico. Esto es diferente... esto es...esto es...
—¡Maravilloso! —estalla, por fin, Emily y, animadas por su entusiasmo, todas parecen vencer su timidez.
Bueno, adiós a la seguridad de lo repetitivo.
—Alteza, ¿le gustaría intentarlo?
¿Qué? ¿Yo? ¡Claro que no! ¿Por qué yo? Siento claramente cómo todas las alarmas se encienden dentro de mí. Hora del pánico. No, no puede haber pánico aquí, ahora delante de todas. ¡Tranquila! ¡Respira! Es sólo un baile, sólo un baile. ¡Maldita sea, respira! Mis pasos me llevan hacia el centro del salón sin ser realmente consciente de eso y justo cuando me giro para hacer la reverencia inicial y encuentro unos expresivos ojos marrones delante de mí, el corazón me da un latido de más y siento cómo la sangre huye de mi cara.
—¿Estás bien? —Creo que Jason está listo para sacarme de aquí, cargada si es necesario, pero eso sería un desastre.
"Cuando no sepas qué hacer, asiente y sonríe" Dice mi Nana todo el tiempo. Asiento y sonrío. Asiento y sonrío.
—Es sólo un baile, ¿verdad? —Mi voz se asoma entre mis dientes apretados y el calambre de rostro que me provoca estar sonriendo tanto.
—Muy bien, muy bien. La primera parte es un Bran normal. Reverencia... Y un, dos, tres, cuatro... Y un, dos, tres, cuatro... Y es justo aquí donde... Sir Jason, por favor, su mano aquí.
Su mano en mi cintura quema y puedo sentir la hostilidad de Emily desde el otro extremo del salón, eso me reconforta... un poco. Puedo entender sus indicaciones sin muchos problemas y las llevamos a cabo paso a paso.
Una vuelta, un salto y sus manos me alzan como si yo fuera apenas una muñeca. Giro, giro, giro y siento que vuelo, dos amplias vueltas alrededor del salón siguiendo sus pasos atados en una combinación de brazos que no sé cómo he sido capaz de lograr, en realidad esto no es tan malo, me río tontamente. Avanzamos y retrocedemos, parece más una pelea de enamorados que un baile, pero Fátima está feliz. Con la inercia de una vuelta me lanzo hacia atrás apretando los ojos para soportar el mareo, si no me atrapa caeré sobre mi espalda en el duro piso de piedra pulida, pero esa posibilidad no cabe en mi mundo, sus brazos se cierran alrededor de mi cintura, atrayendo mi cuerpo hacia sí mismo mientras nuestras miradas se encuentran... ¡Se encuentran de verdad! Sus ojos tienen algo distinto.
—¡Bravo! ¡Bravo! Simplemente perfecto —celebra Fátima con entusiasmo.
Nos incorporamos y hacemos la correspondiente reverencia. Todos aplauden y mis ojos captan la mirada de Emily, no está feliz, aplaude sin entusiasmo, pero tiene un brillo en la mirada y sé que algo está pensando y no es nada bueno.
—Felicidades, alteza —murmura Jason a mi oído con un brillo juguetón en la mirada.
—Gracias. Igualmente, Sir Jason. Parece que sí asistió a las clases de baile después de todo.
—No eran agradables entonces.
—¿Ah, no? ¿Y la de hoy?
—No sé cómo explicarlo... ¿Se imagina cómo es volar?
—¿Cómo dices?
En ese momento todas toman las manos de sus parejas con entusiasmo y se dirigen a la pista atosigando a preguntas a Fátima. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto toda esa algarabía, me siento nueva, diferente, más liviana.
Mientras hacemos un par de prácticas más, veo a Lucrecia y Sir Kyle al otro lado del salón. Ella se ve tan feliz, su sonrisa parece irradiar luz en todas direcciones. Pero su alegría durará muy poco. En pocos días ella se irá y no se volverán a ver jamás. No debería ser así, apenas un momento de felicidad robado a la vida ¿No los hará más infelices después al recordar en la soledad lo que pudo ser y no fue? ¿Podrán encontrar otras personas con quienes poder ser felices? O ¿Aceptarán estar con alguien más, sólo para no estar solos? Y la pregunta persiste, después de todo ¿Qué es el amor?
—Estás triste por ellos, ¿verdad?
—Es sólo que, no está bien separarse queriéndose tanto.
—Bueno, no todos pueden disfrutar de una última noche como lo será para ellos la Noche de las Hogueras. Kyle te lo agradece.
—¿Ah, sí? ¿Cómo lo sabes?
—¿No lo sabes? —Otra vez esa manía de contestar mis preguntas con otra pregunta— Kyle y yo somos amigos desde que llegué a Gaoth, es casi como un hermano, y sé que ha idolatrado a Lucrecia casi desde que eran niños.
—Diles que siento mucho no haber podido hacer más.
Asiente y creo que también piensa que es injusto, pero cada quién tiene que enfrentar sus propias pruebas en este mundo.
Comienzo a sentirme cansada. Este día ya fue demasiado largo y todavía no es mediodía, primero mi encuentro con la Guardia de Honor, luego Emily y ahora esto del amor, comienzo a sentir mareos ante tantas emociones.
Siento un gran alivio al abandonar el salón y caminar por los pasillos.
—Y bien ¿Qué sigue en la agenda? —Jason pregunta de improviso y siento como si retornara a la tierra de un lugar distante donde mi conciencia se había recluido para evitar el remolino que tuve que enfrentar.
—¿En la agenda? No sé, sólo quisiera desaparecer —digo sin pensar, en el fondo me gustaría mucho alejarme de los protocolos de la corte y respirar sin risillas simuladas y adulaciones.
—Tengo el lugar perfecto... pero hay un problema...
—¿Qué problema?
—Está afuera de la muralla.
Me detengo de golpe y lo miro ilusionada. Sólo de pensarlo me dan ganas de dar saltitos como Fátima.
—Si a su alteza no le parece demasiado osado, claro.
Con las manos en las caderas pongo la cara más determinada que puedo y sonrío.
—¿Demasiado y osado? No son palabras que suelo usar en la misma frase, ¿sabes?
Usamos el mismo túnel secreto que nos lleva atrás de las caballerizas, pasar la ronda de la muralla interior nunca es problema, pero cada vez es más complicado evadir los guardias de la muralla exterior, aún así logramos salir y minutos después Estrella y Vengador, su caballo azabache, galopan como exhalaciones a través del campo, por la ribera del temido río, los prados y más allá, mucho más allá... ¡Cómo me gustaría seguir adelante y alcanzar las montañas! El aroma fresco de los árboles y el aire frío me invaden como un bálsamo que alcanza mi alma y me reconfortan desde dentro hacia afuera.
En la carrera mi cabello se suelta nuevamente y baila a mi alrededor, mis mejillas arden y mi pecho galopa al mismo ritmo de Estrella. Al desmontar jadeo por el esfuerzo y la emoción.
—¿Dónde estamos? —pregunto mirando a mí alrededor mientras trato de poner orden en la cascada dorada alrededor de mi cabeza.
—¿No lo reconoce?
—¿Por qué siempre me contestas con otra pregunta?
Contiene la risa mientras toma mi mano y me conduce por un sendero bordeado de flores de todos colores, una cerrada cúpula cantarina de hojas verdes y alas oscuras nos sirve de techo, me siento como flotando en un mundo de paz. Los rayos del sol atraviesan la humedad del bosque.
—¿Sabía que puede tener una conversación completa con preguntas?
—¡Ni lo intentes!
Al tiempo que digo eso, él aparta unos arbustos frente a nosotros y me quedo sin habla. Estoy segura que la sangre ha dejado de correr en mis venas, puedo sentir el frío extenderse desde mi pecho hacia mi cabeza.
—¿Por qué...? — Doy unos pasos al frente — Pero esto es...
Toma de nuevo mi mano y caminamos hacia la pequeña cabaña: hay humo en la chimenea y la entrada ha sido limpiada de la maleza que encontré la primera vez que la vi. Al entrar mi estupor se vuelve consternación.
Si, es la misma cabaña. Pero ha sido reparada, limpiada y provista de pesadas cortinas para conservar el calor, las pieles del banco están limpias y en la chimenea, que aún crepita con el remanente de un fuego reciente, hay un cazo con un líquido humeante y que huele a gloria. Nos desprendemos de las capas ante el cálido ambiente.
—Tú no pudiste hacer esto.
—¿Por qué no?
—Estás conmigo todo el tiempo, ese fuego se apagó hace sólo algunas horas ¿Cómo podrías? ¿En qué momento? ¡No es posible!
Parece que mi desconcierto le divierte y se cruza de brazos apoyándose en la pared de madera, eleva los hombros y dibuja una media sonrisa.
—Debe ejercitar su imaginación, princesa.
—¿Planeabas...? —Mi voz se extingue en un hilo y siento cómo mi estómago se retuerce. "Traerme aquí" era el resto de la pregunta, pero muere en mis labios al darme cuenta de lo estúpido de la pregunta ante la evidencia de lo obvio. Ahora surge otra interrogante que toma el lugar de la primera—. ¿Por qué?
Se separa de la pared y camina hacia mí, me mira como la noche que nos escondimos detrás del tapiz y la sensación en mi pecho es la misma, me tiemblan las piernas mientras sostengo su mirada y él toma mis manos entre las suyas.
—¿Debe haber una razón?
Vuelve a sonreír y suelta mi mano para sacarse los guantes. Ahora toma mi rostro con ambas manos, están tibias y ponen mis mejillas al rojo vivo. Posa su frente sobre la mía y se queda ahí. Es un acercamiento impensable y sin embargo lo dejo seguir adelante mientras me sumerjo en una marea de emociones desconocidas.
—Es el lugar perfecto para desaparecer, ¿verdad? Nadie sabe que está aquí. Sin protocolos.
Ya ni siquiera me sorprende que sus palabras sean un eco de mis pensamientos, a veces parece que me lee la mente, y por extraño que parezca, eso en lugar de atemorizarme, me reconforta. Me viene a la mente mi estúpido sueño y eso me provoca un temblor.
—Tengo algo para ti —susurra, mientras se separa de mí. Después de ese baile tan atrevido, dejarlo que me trajera aquí y que me tocara de forma tan familiar, ya no tiene sentido reclamar si me habla de manera informal; de todos modos, se supone que lo conozco hace años, aunque yo no lo recuerde.
—¿Algo como qué?
—Ya lo verás —Me siento en el banco con respaldo bajo cubierto por pieles distintas a las que vi tiradas por aquí la última vez. Están algo raídas, pero están limpias, no se ve muy elegante, pero es cómodo y caliente. Pone una jarrita entre mis manos y se sienta a mi lado. Veo el líquido con precaución: caliente, aroma dulce, espeso... dudo un momento y lo acerco a mis labios. Con cautela doy un pequeño sorbo. ¡Nunca he probado nada más exquisito en mi vida!
—¿Qué es esto?
—Se llama chocolate.
—¿Chocolate?
—Ahora podrás beber algo más que los brebajes de Lady Amalia, que tanto te desagradan.
Doy un pequeño salto. Yo jamás le dije eso a nadie. Mi Nana se siente orgullosa de sus brebajes y alardea que su sabor es agradable y reconfortante, así que nunca le he dicho a nadie que me parecen asquerosos.
—¿Cómo sabes eso?
—Cuando los bebes se te hace una pequeña arruga aquí —toca mi frente con la punta del dedo— y luego esperas a que se enfríe para poder tomarlo rápidamente.
Me siento avergonzada, todo eso es cierto, pero nunca pensé que lo hubiera notado. ¿Qué tanta atención ha estado poniendo en mí? Bueno, es su trabajo ¿No? Se supone que debe cuidarme, pero notar mi forma de tomar el té es algo... Más que eso... "¿Qué es el amor?" vuelvo a temblar y esta vez lo nota.
—¿Tienes frío?
Sin esperar respuesta toma la capa negra y la coloca alrededor de mis hombros frotándolos al mismo tiempo.
—Espero que no se lo digas —Bebo otro sorbo de chocolate. Hace que una sensación de felicidad recorra mi cuerpo.
—Sabes de sobra que no lo haría —Yo sé que no lo haría. Luego, sigue con cautela—. Ariana... ¿Puedo preguntarte algo?
—Puedes, eso no garantiza que te responderé.
Se ríe, seguramente recordando nuestro primer encuentro, cuando le dije esas mismas palabras. Vuelve a ponerse serio y se gira un poco en el banco para quedar frente a mí.
—¿Por qué te perturba tanto el uniforme?
Doy otro sorbo y lo pienso un momento. ¿Cómo se lo puedo explicar?
—No lo sé, ya te lo dije... cuando veo los uniformes siento mucho miedo...
—Entiendo, pero ¿desde cuándo pasa eso?
Esa pregunta me altera, sí sé desde cuando, pero ¿puedo decírselo? No quiero pensar en eso, ponerlo en voz alta sería como aceptar que es real, aunque nunca llegue a entenderlo del todo.
—Desde... desde que murió mi madre.
Veo su expresión, sólo me mira esperando que se lo explique. Sigo hablando despacio, decidiendo en cada palabra si seguir o no, no sé si podré.
—Quizá sea porque es el único recuerdo nítido que tengo de ese día. Todo lo demás son sólo imágenes confusas: recuerdo un poco el desfile, las flores y el rostro sonriente de mamá, aunque esas imágenes podrían ser de cualquier otro año... no recuerdo cómo llegué a ti o cómo salimos de en medio del estampida, o cómo llegué a casa...
Me detengo al ver que desvía la mirada y su rostro, por un breve instante, se altera en un gesto de angustia. Rápidamente vuelve a adoptar una expresión nula, como si fuera una estatua.
—Tú sí recuerdas todo, ¿verdad?
Baja la vista y coloca las jarras vacías en el suelo junto al banco.
—Un poco.
Subo mis pies para abrazar mis rodillas.
—¿Cómo me salvaste?
—No fui yo, tu madre te apartó de la estampida y te puso a mi cuidado, después... llegaron los guardias y te llevaron a casa.
Finaliza hablando muy rápido, como si todo lo que pasó en ese lapso fuera algo sin importancia. Presiento que no lo fue, pero el tema es complicado, quiero saber y al mismo tiempo no quiero. Decido que podemos darle un descanso a ese asunto.
—Y decidiste convertirte en Guardia ¿antes o después de salvar a la damisela en apuros?
Me dedica su mirada arrogante y la sonrisa de suficiencia, mi mirada, mi sonrisa.
—Digamos que las cosas tomaron ese rumbo, aunque no se si lo hubiera hecho de haber sabido que me asignarían para protegerte.
—¿En serio? ¿Es una tarea tan dura?
—No siempre, sólo cuando te escapas por la noche y bailas de manera seductora.
—¿Ah, si? A mí me pareció que lo disfrutabas.
—Por eso es duro... —Se detiene, como quien se da cuenta que ha dicho algo incorrecto y nos miramos de repente sin saber qué decir. Sin darnos cuenta nos fuimos acercando el uno al otro y ahora nuestros rostros están a menos de un palmo, igual que al final del baile de las flamas. Se acerca un poco más y evalúa mi reacción. Yo no retrocedo, clavando mi mirada en la suya en una clara invitación y controlando cuidadosamente mi respiración, sus ojos me envuelven con su calidez y ternura. El sonido de gruesas gotas de agua comienza a oírse como música de fondo. Justo en el instante en que comienzo a acortar la distancia entre nosotros, el brillo de su mirada se apaga, su expresión es la de alguien que ha recordado algo, algo muy desagradable, y retrocede.
Un incómodo silencio se extiende entre los dos y hago un esfuerzo por recuperar el tono desenfadado que tenía la conversación.
—Así que... ¿yo bailo de forma seductora?
Se ríe y responde mientras recoge las jarras vacías.
—Supongo que es el espíritu de ese baile. ¿Quieres más?
—¿Qué?
—Chocolate —Levanta la jarra y me la muestra divirtiéndose a mis expensas.
—Impertinente —Mi risa le resta importancia a la acusación. La lluvia se intensifica y comienzo a sentir más frío, el chocolate me reconforta. Cierro los ojos y me dejo llevar por la sensación de calidez mientras me adormece el crepitar del fuego en la chimenea, el aroma del chocolate y un acompasado y rítmico latir que me arrulla.
Hace muchos años que no he visto el mar. La brisa tibia roza mi cara y trae el olor del agua salada hasta mí. Muevo los dedos de los pies y la arena me hace cosquillas. El retumbar de las olas me arrulla mientras levanto mis brazos y abrazo el aire.
Mientras camino por la playa me doy cuenta que el sol se pone a lo lejos, pronto hará mucho frío y comienzo a buscar un abrigo, una capa, algo con que protegerme, pero no veo la capa donde la dejé junto al fuego, ni en el armario de mi cuarto... Un jinete viene hacia mí desde la lejanía, pero no es uno, son muchos, los cascos de los caballos resuenan sordos sobre la arena, pero no es la playa, es mi cuarto, miro en todas direcciones y no puedo distinguir de donde proviene el repiqueteo de los cascos sobre el suelo de piedra, sobre la arena, sobre la madera de la cabaña, sobre el suelo de tierra suelta del ruedo... las capas negras, las insignias oscuras al lado del corazón, sus miradas hostiles, me miran y dan un paso atrás... La dejaron morir... No hicieron nada para salvarla...
Entonces comienzo a correr, levanto el revuelo de mi falda y corro hacia ella, corro al compás de mi alocado corazón y la alcanzo justo a tiempo, logro empujarla, pero entonces ella soy yo, una pequeña niña asustada y llorosa... y me miro en sus ojos, en mis ojos... "No me dejes sola... no quiero estar sola".
—¡No! —Escucho mi propio grito, jadeo y lucho por desprenderme del agarre fuerte que me impide caer del banco... tela negra, el escudo oscuro al lado del corazón ¡Tengo que salir de aquí! Unos dedos se hunden en mis brazos mientras sigo pateando.
—¡No me toques! ¡Aléjate de mí! —le grito en la cara y me suelta al fin, con lo que consigo alejarme del banco, me arde la cara como nunca y me duelen los brazos donde los estuvo sosteniendo para que no cayera. Me dejo caer en medio de la pequeña habitación, ¿dónde estoy? No puedo respirar, me duele el pecho... ¿voy a morir?
—¡Fue solo un sueño! Cálmate, estás a salvo.
Sigo jadeando, la habitación da vueltas a mi alrededor, me cubro la cabeza con los brazos... es sólo miedo... es sólo miedo...
—Fue sólo un sueño, Ariana... Respira, despacio, todo está bien... —Se acerca con cautela, por la forma como me mira debo tener el aspecto de un animal salvaje. Toma mi mano—. Estás a salvo.
Me duele el pecho, pero trato de respirar más despacio, es tan difícil, pero intento concentrarme: "Estoy en una cabaña en el bosque, no corro peligro, es sólo miedo... no puede lastimarme...". Logro, al fin, enfocar su rostro.
—¿Eso... lo hice yo?
Se lleva una mano a un arañazo en la mejilla, pequeñas gotas rojas se desprenden y quedan en sus dedos. Me miro la mano y veo la sangre en mis uñas. ¡Es horroroso!
—No es nada, tranquila.
No quería que él viera esto. Me siento avergonzada.
—No vayas a llorar, me asusta cuando lloras.
—¡Asustado! ¿Tú? No suena como algo que aprendes de los entrenamientos, soldado.
—Ah, Ariana —suspira y tira de mí para abrazarme. Me acurruco en su regazo dejándome llevar de su calidez mientras mi corazón va recuperando su ritmo normal. Trato de respirar despacio, como me lo ha dicho el médico real por años. Es sólo miedo, no puede lastimarme, el miedo pasa.
—Respira, todo está bien, sólo respira. — Trata de calmarme, pero se oye alterado, supongo que no fue nada bonito verme en ese estado y comienzo a avergonzarme de nuevo.
—¡Oh, por Hela! ¡Me quedé dormida! Tengo compromisos... tengo...
—Tranquila, solo fueron unos minutos.
Sí, eso parece, el chocolate todavía estaba tibio y la chimenea humea. Mientras nos preparamos para regresar miro mis manos una vez más, están tibias a pesar de no tener mis guantes puestos. Debe habérmelos quitado él mientras yo dormía. Al revisar alrededor veo uno sobre el banco, entre las pieles, y el otro tirado más allá. Voy a recogerlos y me los calzo despacio. Realizo todo mecánicamente centrándome en las acciones para que mis pensamientos no deriven sin rumbo otra vez.
—¿Lista?
Pregunta en la puerta sosteniendo mi capa y yo asiento tratando de sonreír, obligándome a permanecer en calma. Desliza la capa sobre mis hombros y nos miramos un momento en silencio, mis pensamientos vagan al día en que le dije que bailaríamos juntos en La Noche de las Hogueras y nos quedamos así, en silencio, por una eternidad.
De pronto su mirada cambia, me dedica una sonrisa triste. Recorre mi mejilla con el dorso de la mano, cierro los ojos, no quiero que la retire, pero, nuevamente, retrocede ante su propio gesto. Sin decir más, sale de la cabaña.
Durante la tarde sigo con el ir y venir de cada día. Jason sigue a mi lado, como siempre, aunque no es exactamente como siempre. Intercambiamos miradas y sonrisas de complicidad y alguna que otra vez mi Nana me preguntó porqué me reía. Estoy segura que, en la cabaña, su intención era besarme, y también estoy segura que la mía era permitírselo, no fue algo en mí que lo detuvo, hay algo más.
En cierto momento veo un grupo de personas con ropas extrañas, todos de negro, caminando por un pasillo en silencio y uno de ellos me confronta la mirada con... ¿Qué? ¿Desafío? ¿Odio? No sabría decirlo, estoy a punto de preguntar quiénes son, pero justo entramos en al salón de las damas, atestado de cortesanas ansiosas de escuchar detalles sobre la Exhibición de la Guardia de este año y me olvido de lo que iba a preguntar.
Esa noche, mientras me ayuda a vestirme para dormir, mi Nana se desahoga de las pláticas atrasadas, estuvo con un poco de fatiga y se quedó dos días dentro del palacio, lo que ha provocado una acumulación inaudita de información.
—...todo un escándalo, aunque no me sorprende en realidad, ya que las jóvenes hoy en día parece que se sienten cada vez más liberadas, no me puedo ni imaginar qué vendrá después, sólo espero que al menos piensen un poco más en su pudor, aún no me has explicado cómo es que te dejaste convencer de Fátima para llevar a cabo ese baile tan atrevido...
Le explicaría si se detuviera a tomar un poco de aire, pero como siempre, las divagaciones de mi Nana van de menos a más en un segundo y yo me quedo en el aire tratando de seguir el hilo de sus alocuciones. Pero ella sigue y sigue y sigue, mientras me desviste, intercalando los hechos con sus opiniones al respecto, echa todo un lío por el baile, como todo el mundo de una u otra forma.
Entonces recuerdo a qué se debe mi participación en el baile de este año. Lucrecia y su separación de Sir Kyle. Tal vez, sólo tal vez su madre no se opondría de esa manera si la caminata fuera abolida. Me siento más ansiosa porque me doy cuenta que yo también tengo mis razones para impedirla.
—¿Crees que sea muy tarde para tener una audiencia con mi padre?
—Podrías esperar hasta mañana, ya te estoy desvistiendo.
—Lo siento —digo, poniendo la mejor cara de súplica que tengo—, debo verlo ahora mismo.
A regañadientes me vuelve a vestir y murmura en tono de resentimiento.
—Espero que por lo menos me cuentes luego como llegaron esas marcas a tus brazos.
—¿Marcas?
Me quedo pretificada al ver los moretones en mis antebrazos. Es claro que son las manos de mi escolta marcadas en mis brazos. Sólo pudo pasar cuando desperté echa un tornado, me siento avergonzada y tendré que contarle a mi Nana lo que pasó... pero no ahora.
—Yo te explicaré luego, ahora debo hablar con mi padre.
Mientras camino por los pasillos trato de decidir cómo le contaré a mi Nana lo ocurrido, pero temo que no se lo tome muy bien. Ella, la doncella, el médico real y mi padre eran los únicos que estaban enterados de mis episodios de miedo.
Cuando me acerco al salón privado me sorprende escuchar voces, a esta hora suele estar sólo como parte de un ritual diario antes de descansar, esto parece una reunión con muchas personas. El centinela me anuncia y cuando pongo un pie dentro me quedo petrificada. Una sensación de deja vu me invade, tuve que afrontar esto hace menos de doce horas y ahora aquí están de nuevo, los veintidós Caballeros de la Guardia de Honor reunidos alrededor de la mesa del Salón Privado del rey, si no estuviera tan impactada tal vez me daría cuenta de que esta reunión a tan alta hora de la noche significa algo importante, pero Sir Gowen ya viene hacia mí para saludarme.
—Alteza, a sus pies.
Extiendo mi mano y pretende besarla con delicadeza, aunque sus manos recias y ásperas no le quitan lo meritorio al gesto, la sensación que me produce es como la sombra de un miedo antiguo, aunque no se puede confiar en mis emociones relacionadas con los Guardias de Honor.
—Sir Gowen, un placer siempre.
—Confío, alteza, en que mi pupilo más joven realice un buen trabajo a cargo de su seguridad.
Me parece que ser muy entusiasta resultaría un poco chocante, sin mencionar que delataría ciertos sentimientos por mi parte, así que contesto amable y respetuosamente.
—Muy buen trabajo, Sir Gowen. Agradezco y reconozco el esfuerzo de la Guardia de Honor, y alabo su desempeño en nuestro reino.
Se inclina ante mí y luego se despide de mi padre con una reverencia. Uno a uno, hacen lo mismo y abandonan el salón. Él se despide de mí al último acompañando la reverencia de una imperceptible y significativa mirada. Trato de mantener la seriedad, pero creo que algo se me escapó porque mi padre tose un poco para llamar mi atención y recuerdo mis razones para haber venido en primer lugar.
—Perdona, padre. De haber sabido que estabas ocupado no te habría interrumpido.
Creo ver una sombra en sus ojos, pero como siempre, mi padre es un misterio insondable para mí.
—La reunión estaba terminando. Ahora dime, ¿en qué puedo ayudarte?
Le explico lo que pienso de la "La caminata" sin dejar de notar su distracción.
—Me imagino que te das cuenta que hay más en esto de lo que piensas. Los nobles esperan este evento para probar su valía...
—¡Los nobles envían a sus representantes! Ninguno de ellos pondría un pie en el infierno de hielo por nada del mundo.
Es una asquerosa costumbre y a ellos lo único que les importa es su honor... ¡Otra vez el honor!
—Habrá una reunión solemne del Consejo Real en unos días. Les pediré que escuchen tu proposición de abolir "La Caminata".
¿Cómo? ¿Yo?
—¿Puedo hacer eso?
—Has resumido para mí muchos documentos desde que eras casi una niña y te he mantenido al tanto de los cambios entre los nobles. Ariana, tú eres la única heredera al trono, tal vez sea hora que comiences a enfrentarte a tu consejo.
¡Mi consejo! Mi padre nunca antes había mencionado nada al respecto. No ha habido reina en el trono desde Hilda "Única" y eso fue porque sus dos hijos eran casi unos bebés cuando murió el rey. No sé cómo demonios convenció al consejo para que la coronaran como reina estando sola.
—¿En verdad piensas que estoy preparada para esto?
—Espero que para más...
¿Para más? ¿Qué más?
Mi padre no dio ninguna explicación sobre eso y me envió de vuelta a mi habitación. Mientras mi Nana me ayuda a meterme en la cama no puedo evitar preguntarme si ese "más" tiene algo que ver con Laurassia y los problemas que hemos tenido con ellos. Sea lo que sea, mi padre confía en mí y espero no defraudarlo.
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