Capítulo 6

¿Será verdad que puedes encontrar a tu verdadero yo en los demás? Las personas pueden ser espejos donde descubrir quién eres realmente, quién está escondido en lo más hondo de tu alma, quien te has negado a ser toda tu vida por temor a no ser lo que los demás esperan.

****************

Una vez mi madre me contó de Orvand: un gran guerrero cuyas hazañas fueron tan impresionantes, que los dioses padres le otorgaron vivir para siempre en el cielo, en un grupo de estrellas que lleva su nombre. En verano no hay noche, no se puede ver la constelación de Orvand, por eso mamá me la mostró en un libro y me contó la historia, de cómo una doncella en apuros siempre puede confiar en un guerrero que la salvará. Aunque ella no me miraba cuando hablaba de la doncella, sino del guerrero.

Envuelta en mi larga capa gris, salgo sigilosamente al pasillo del Pabellón Real y me quedo un momento esperando a que mi corazón desacelere sus latidos, para no desmayarme. Respiro hondo y sigo caminando despacio y, mirando sobre mi hombro a cada momento, avanzo hacia la escalinata que da a un pabellón abandonado donde, en un estrecho pasillo, hay un pesado tapiz, detrás de él, mi objetivo: la entrada de un túnel secreto que me llevará a la parte trasera de las caballerizas. Me lo mostró mi madre hace años y me hizo prometer que nunca le diría a nadie de su existencia. Ni siquiera a padre.

Aprieto mi pequeño hatillo contra mi pecho para evitar que mi corazón salga huyendo despavorido. La primera vez que hice esto sola casi me echo a llorar de puro miedo, han pasado dos años, ahora he aprendido a dominarlo... un poco.

Unos cuantos pasos más, solo un poco más...

—Tarde para un paseo, princesa.

Me quedo petrificada con un grito atorado en el pecho, el lío de ropa cae a mis pies y me quedo contra la pared respirando atropelladamente.

La luz de una antorcha me ciega mientras se acerca a mí.

—¿Se puede saber cómo pensaba eludir la ronda de medianoche?

No puede ser, ¿acaso este hombre nunca duerme?

—Yo... yo... ¿Eludir? ¿Por qué querría...? Sólo iba a... ¡la capilla! Suelo ir cuando no puedo dormir...

¿La capilla? ¿Es en serio? No puedo creer que sea lo único que se me ocurrió.

Sir Jason me mira con una indescifrable expresión. Incluso cuando discutimos, nunca me miró de esta manera. Un escalofrío me recorre la espalda.

—Abrigada y con un cambio de ropa. Muchas preparaciones para ir a la capilla. ¿No le parece?

Estoy a punto de gritarle que se guarde su opinión, pero no quiero ser descubierta aquí, si los guardias vienen mi padre lo sabrá.

—Es sólo... un pequeño paseo. Puedo ir sola si me place.

Su mirada se hace aún más dura.

—Será mejor que la acompañe a su alcoba, alteza.

—No me acompañarás a ninguna parte. He dicho que quiero estar sola.

—Puede venir por su propio pie o puedo ayudarla.

¡Qué insolente! Pero ya se está agachando para levantarme...

—¡Aah! No, espera... caminaré, caminaré... —Se detiene y me mira, esperando que regrese sobre mis pasos. No puedo regresar ahora, tengo que hacer algo para que me deje ir. No me dejará ir, es su trabajo mantenerme a salvo y dejarme salir sola no es precisamente cumplir con su deber...a menos que...

—Realmente tengo que salir, por favor, ayúdame.

—El rey ordenó que se quedara en las tierras del castillo.

—No saldremos de la muralla exterior, es totalmente seguro...

Se vuelve hacia mí y me acorrala con sólo la fuerza de esa mirada. Retrocedo hasta golpear la pared con la espalda. Mis latidos van a mil por hora y mi mente también. La furia refulge con un tono extraño en sus ojos, pero hay algo más que no puedo descifrar. Por más que trato, no puedo entender a este hombre, a veces parece que yo fuera para él algo tan frágil que podría romperse en cualquier momento, pero al momento siguiente me está pinchando con sus comentarios, como si lo que quisiera fuera romperme él mismo.

—¿Ayudarla a escapar del palacio a escondidas del rey? No gracias, me gusta mi cabeza en su lugar, mi lady. —Sus palabras salen disparadas con un sarcasmo que quema. No es nada gracioso que intente escabullirme así, pero no tiene porqué estar tan enojado.

—Antes mentiste para ayudarme.

—Eso fue diferente. ¡Vuelva a su alcoba, ahora! —me toma del brazo y trata de hacerme volver, pero yo me resisto. No me suelta y yo no dejo de tirar con fuerza, mis intentos por liberarme hacen que aumente la fuerza de su agarre.

Me encojo por el dolor en mi brazo y trato de sonar tranquila aunque hiervo por dentro, si no lo necesitara en este mismo instante lo mandara echar del castillo.

—Jason... me haces daño. —Inmediatamente me suelta y da un paso atrás, se pasa la mano por los mechones oscuros que caen en su frente y parece controlarse con mucho esfuerzo. Mira a la oscuridad a nuestro alrededor, temo que en cualquier momento aparezca el guardia haciendo su ronda.

—Se lo ruego, alteza, tiene que volver.

—Por favor... no puedo volver ahora.

—¡¿Tan importante es eso que debe hacer fuera del palacio?!

¡Me levanta la voz! ¡Qué osadía! Ya no me importa saber qué está pensando o sintiendo, le respondo también gritando.

—¡Es lo más importante de mi reino!

Nos quedamos mirando un segundo. La vacilante luz de la antorcha baila haciendo danzar las sombras en las duras y frías paredes de piedra. Aprovecho su vacilación para recoger mi pequeño equipaje.

—¿Lo más importante?

La ira, poco a poco, parece evaporarse, un halo de alivio empieza insinuarse en sus ojos.

—Ayúdame —Me atrevo a tomar su mano libre y él me mira interrogante—, ven conmigo y lo verás.

Mira perplejo mis manos envolviendo la suya. Si, bueno, no es la situación más cómoda del mundo, pero si logro que confíe en mí y me ayude, me hará las cosas más fáciles.

Al cabo de unos minutos salimos por el pasaje secreto hacia las caballerizas. Me reconforta no estar haciendo esto sola, no es ni de lejos agradable andar por los caminos sola a medianoche, pero es algo que tengo que hacer... se lo debo a mi madre. Llegamos a las caballerizas y para mi horror comienza a preparar dos caballos que no son los nuestros.

—Espera, ¿qué estás haciendo? Debo montar a Estrella.

—Todavía hay suficiente oscuridad por las noches para que el blanco de Estrella resalte, si alguien la ve, sabrán que se trata de usted.

Me muerdo el labio inferior. Las otras veces no pensé en nada de eso, no había tanta seguridad en el palacio y pude escapar con relativa facilidad, esta vez las cosas no serán tan fáciles.

—Pero pasa que yo... es que yo no puedo...

¡Voy a tener que hablar de eso con él! No puedo creerlo, es como si todo me empujara en esa dirección. ¿Cómo se lo voy a explicar? Los caballos me hacen sentir igual que los uniformes de la Guardia de Honor... miedo, un miedo extraño, irracional, incontrolable.

—¿Qué es lo que no puede?

—Yo no puedo... no puedo montar otro caballo. —Me arriesgo a verlo a los ojos y veo la confusión reflejada en su rostro, de pronto parece que entiende lo que quiero decir y no hace más preguntas.

—Ya veo.

Lo piensa un momento, pero sigue ensillando un caballo café oscuro. El silencio en las caballerizas es profundo. Apenas el sonido de las bestias en sus corrales interrumpe el fuerte latido en mis oídos.

—Entonces montaremos ambos a Guerrero.

—¿Ambos?

—Probaremos si puede montar un caballo distinto si va acompañada.

No es lo que esperaba, pero él no lleva uniforme y me doy cuenta que puedo soportarlo, además que no hay tiempo para probar otras soluciones.

Termina de ensillar al tranquilo Guerrero y me señala la montura, invitándome a montar. No me ofrece su mano como ayuda, se limita a mantener a Guerrero en su lugar. Me quedo petrificada un momento, pero me recuerdo a mí misma que es sólo un caballo, no va a lastimarme... Respira, Ariana, tú puedes... Extiendo mis manos hacia él y Guerrero ni siquiera emite algún sonido de reconocimiento, Jason sigue sosteniendo las riendas con paciencia. Cierro los ojos con fuerza y me obligo a montar rápidamente. Me quedo agarrada de la montura con fuerza, controlando el temblor en mis manos, no quiero poner al caballo nervioso.

—¿Todo bien? —pregunta mi escolta ya a mi lado. Sólo logro asentir con algo de rigidez, así que comenzamos la marcha.

Cabalgamos a media luz evitando los puntos de control, hasta salir al poblado alrededor del castillo y lo abandonamos también. Me doy cuenta que las otras veces no había tantos soldados en las murallas, pareciera que esperan algo, pero Sir Jason sabe muy bien cómo eludirlos.

—Después de salir del pueblo sigue ese camino. —Le indico hablando a susurros. Asiente y toma la dirección que le he mostrado. Su cercanía aminora mucho el frío de la noche, pese a eso, no puedo dejar de temblar. Poco después llegamos a una pequeña granja en las afueras del pueblo y desmontamos.

—¿Qué hay aquí? —pregunta y, antes que yo pueda contestar, un eco de voces infantiles sale en algarabía por la puerta de una casa de techo bajo de paja, cubierto de lodo para mantener el calor. Dentro hay una sola estancia donde se amontonan los chicos en un rincón, las chicas en otro y las herramientas de labranza colgadas de las paredes. A veces también lo comparten con los pocos animales que tienen para evitar que mueran de frío en invierno. Detrás de la casa un pequeño campo de cultivo les provee algo de alimento y hierbas medicinales.

—¡Oigan todos! ¡Lady Diana está aquí! ¡Lady Diana ha venido!

—¡Diana! ¡Diana ha venido!

—Lady Diana, que linda está.

—¿Recordaste mi vestido?

—¿Por qué tardaste tanto?

—Diana, Diana mira cuánto he crecido, mírame, mírame.

—¿Quién es él? ¿Por qué lleva espada?

Quince chicos y chicas de todas las edades nos han rodeado y gritan y saltan a mi alrededor sin que pueda entender a ninguno, de pronto una dama madura, pero con el rostro radiante sale por la puerta detrás de ellos llevando una tea para alumbrarnos.

—Niños, niños... dejen en paz a Lady Diana, ¿no ven que está helando? ¡Adentro, ahora! —De mala gana entran a la casa y ella viene a recibirme.

— ¡Lady Diana! Bienvenida. Creímos que no la veríamos este año.

—Señora Learning, se me ha dificultado un poco viajar, pero no podía dejar de venir.

—Oh, y no ha venido sola, ni mal acompañada.

—Señora Learning, Jason Borchgreving, a sus órdenes. —saluda con una galante inclinación y la señora Learning se ríe con nerviosismo. Si, así es mi escolta, deslumbrando a las damas por donde pasa.

Adentro se oye el escándalo de los chicos llenos de entusiasmo a pesar de ser pasada medianoche y ella entra gritándoles y riendo, al mismo tiempo que nos invita a entrar con un gesto de la mano.

Los chicos arman prácticamente una fiesta. En mi pequeño bulto he podido traer algunos pequeños regalos y el vestido prometido a Astrid, quién cumplirá la mayoría de edad y se casará con otro joven que también creció en la granja de la señora Learning. Seguramente se quedará en la granja para ayudar a cuidar a los demás niños. Hay mucho trabajo aunque la retribución es escasa.

—¿Se encuentran bien de salud?

—Oh, sí mi lady, afortunadamente fue una buena cosecha, mis pequeños han tenido lo suficiente para alimentarse.

Los campos en esta zona son lamentables y el de ella apenas sobrevive y con mucho esfuerzo. Los grandes señores emplean a decenas de campesinos para labrar y obtener una cosecha decente. El trabajo de desnudar la tierra de la dura capa de nieve es muy arduo, pero en la pequeña granja todos ayudan. Para ella "suficiente" es no morirse de hambre.

Sentadas junto al hogar, me ofrece una jarra con una bebida caliente a base de granos y miel. No cuenta con mucho de esto, pero la acepto para no ofender su hospitalidad. Los niños hablan conmigo, pero mantienen la distancia, son muy respetuosos como les ha enseñado la señora Learning. Una niña de unos diez años, sin embargo, se acerca a Jason.

—¿Por qué traes espada? ¿Eres soldado?

—Algo así —responde. Ella lo mira interrogante con sus brazos cruzados.

—¿Me la dejas ver?

Él se sienta en el suelo frente a ella y le besa la mano. Es un gesto que los Guardias sólo se permiten conmigo, la niña no lo comprende y sólo le sonríe. Jason desenvaina la impresionante espada de los Guardias de Honor. Su espada es el orgullo de los caballeros. A la pequeña se le ilumina la mirada y otros chicos se reúnen para verla. Ninguno se atreve a acercarse al arma.

—¿Para qué la usas?

Adrian me dijo una vez, cuando le pedí que me enseñara a pelear: "Recuerda esto: las espadas son para matar".

—Para proteger a las personas que amo.

Los chicos están muy impresionados y yo también. Proteger, no matar. "Sólo quería... protegerla". Los otros también se sientan y comienza la lluvia de preguntas: ¿Cómo la obtuviste? ¿Quién te enseñó a pelear? ¿Has estado en el campo de batalla?¿Me enseñas a pelear? No responde toda la verdad, les cuenta las cosas procurando no asustarlos y los chicos se ríen y gritan y él ríe junto con ellos. Nunca lo había visto reír como no fuera para burlarse de mí. Esto es diferente, mientras los pequeños fingen que lo ataquen y les muestra cómo desviar el golpe, realmente parece que lo pasa bien.

—¡Lady Diana! ¿Me escucha?

—Oh, perdone. ¿Me decía?

Ella me mira con picardía. Me habla sobre la próxima boda de Astrid y las andanzas de los chicos más pequeños, sus brebajes y de algunas personas de buen corazón que la ayudan. De vez en cuando no puedo evitar desviar la mirada hacia la amena reunión de los niños que disfrutan el momento, las risas estallan con regularidad.

Nos despedimos un par de horas después, tengo que llegar al castillo antes que mis doncellas y mi Nana lleguen a mi alcoba a buscarme. Nos despedimos y veo cómo algunos niños rompen a llorar. Jason les promete volver, aunque yo no estoy tan segura que podamos hacerlo.

Regresamos en silencio y ya recorremos los pasillos del palacio cuando Jason se decide a hablarme.

—¿Quién es la señora Learning? ¿Por qué va en secreto a la granja y con un nombre falso?

—La señora Learning es una sanadora . Solo eso me contó mi madre.

—¿La reina también hacía visitas a la granja?

—Si. Mi madre no creía mucho en los médicos y sus técnicas, ella confiaba más en las sanadoras, las costumbres antiguas y brebajes de hierbas, igual que mi Nana. —Sonrío al pensar que a pesar de ser familia, no se parecía físicamente a mi Nana —. Un día me escapé con madre y vinimos a verla. Me contó que la señora Learning era una sanadora venida de Marbella, aunque no sabía exactamente de dónde. Me explicó que la señora Learning decidió ir haciéndose cargo de todos los huérfanos y los alimentaba y cuidaba como bien podía, gracias a lo que ganaba como sanadora y con las pequeñas ayudas que le daba la gente del pueblo, aunque eran insuficientes, por eso mi madre la visitaba siempre que podía y le traía alguna ayuda, hasta que poco a poco se construyó la granja y todo el mundo empezó a llamar a los huérfanos "los chicos de la granja". Como comprenderás mi madre me advirtió de que nunca le revelara a nadie que íbamos a la granja y que siempre teníamos que ir con un nombre falso.

—¿Por qué?

—Imagina qué pasaría si en la corte o en el pueblo se hubieran enterado de que la reina o la princesa de Trondheim confiaban más en la sanadora que en los médicos reales. Además sabes que la realeza no se puede mezclar con el pueblo, solo podemos acercarnos a nuestra gente rodeados de guardias y guardando estricto protocolo. Si alguna vez se hace público, se acabarían las visitas clandestinas.

Me mira y por primera vez en toda la noche aparece nuevamente esa mirada insolente. No sé si alegrarme, ya que al menos ya no está enojado o preocuparme por lo que viene.

—Espero que no cultive el gusto por la clandestinidad, alteza.

¡Ahí está! No podía faltar el comentario punzante. Sorpresivamente, no siento irritación ni enojo. Él me ayudó cuando no tenía que hacerlo y se portó encantador con los niños, ¿cómo podría seguir alimentando mi odio ahora? En cambio, decido seguirle el juego.

—Pues te prometo que, si lo hago, no serás el primero en enterarte.

—Eso sería una pena, hacen falta más noches rompiendo las reglas para hacer la vida interesante, ¿no cree?

Estoy a punto de reírme cuando el sonido de pasos nos pone en alerta y nos quedamos callados. Jason me empuja detrás de un tapiz y nos quedamos muy quietos y demasiado cerca en el estrecho espacio entre la pesada tela bordada y la pared. Siento que los latidos de mi corazón se oyen a veinte leguas y me preocupo en serio. Los pasos se detienen cerca de nosotros y Jason me silencia con el dedo en los labios. ¿Acaso piensa que pretendo iniciar una conversación ahora? Y entonces me doy cuenta que estoy jadeando, me tapo la boca para tratar de controlarme, el soldado va hasta el final del pasillo pero en lugar de continuar al siguiente, regresa sobre sus pasos y vuelve a pasar frente al tapiz.

"Tranquila".

Susurra a mi oído tan bajo que presiento más que escucho su voz , y tan cerca que su aliento me roza el cuello y tiemblo. Alzo los ojos y encuentro los suyos, leo en su mirada lo que yo misma estoy pensando: "Esto no debería estar pasando". Mi corazón golpea mi pecho con tanta fuerza que duele, quiero apartar mis ojos de los suyos, pero no puedo, me hipnotizan y me quedo ahí, petrificada y muda. Los pasos se alejan por fin y desaparecen al fondo del pabellón. Pero yo todavía no puedo moverme, inmovilizada contra la pared y perdida en sus ojos.

Algo desde un lejano rincón de mi consciencia despierta, como si se encendiera una vela en medio de una densa oscuridad. Es un sentimiento cálido y agradable... y ¿conocido? ¿De dónde?

—Ya se fue.

Ninguno de los dos se mueve. Sólo nos miramos interminablemente y mi corazón comienza a latir más fuerte, anhelante.

Aunque parezca imposible hacer un solo movimiento en el estrecho espacio, doy un paso al frente, él parece tener la intención de retroceder, pero no lo hace, y entonces me pongo en puntillas y coloco mis manos en sus anchos hombros. ¿Qué estoy haciendo? Acerco mi rostro y él separa sus labios para recibir mi beso.

—¡No!

Me incorporo de un salto en mi cama. Jadeo incontrolablemente y miro alrededor como loca. "¡Fue un sueño! ¡Fue un sueño!" Una risa convulsa se desprende de mi pecho, invade mi garganta y sacude mi cuerpo. ¡Fue solo un sueño! Mis labios hormiguean aún y los toco buscando el recuerdo del beso, pero no puede haber un rastro de algo que nunca pasó. Me dejo caer y me cubro la cara con el cojín relleno de plumas y el bordado de ninfas. Fue sólo... un sueño.

Me quedo en mi alcoba esa mañana leyendo algunos documentos, dictámenes, discursos, resoluciones... aunque estoy cansada por las andanzas de la noche anterior, mi mente se halla en las nubes. No quiero pensar en las razones de mi mente para armar toda esa historia del beso. Lo que más me intriga es que yo fuera capaz de hacer algo así... ¡Nunca!

—Alteza, Lady Lucrecia Solberg solicita ser recibida en su habitación. —La interrupción de la doncella es muy oportuna.

—¿Cuándo? —pregunto ocultando mi sorpresa, eso es poco común, aunque no debería ser extraño recibir a una amiga en mi alcoba privada, nunca he considerado a ninguna de ellas una verdadera amiga, aunque si tuviera que elegir una que merezca ese nombre, probablemente sería Lucrecia.

—Eh, está esperando ahora en la antesala, alteza.

—¿Ahora? —Me levanto y voy hacia la pequeña antesala, ubicada en una salita al lado del dormitorio. Al entrar al saloncito la veo sentada muy derecha, con las manos cruzadas sobre el regazo, me mira y se pone de pie.

—¿Lucrecia? Que agradable sorpresa. —Se inclina con respeto, bajando la cabeza. ¿Está temblando?

—Alteza, me disculpo por mi impertinencia. Yo... mi madre... desea solicitarle un favor.

Toma asiento después de mí y le indico a la doncella que nos sirva te.

—Continúa, por favor —. Ella se ha saltado el protocolo y ha ido al grano sin rodeos, pláticas de entrada ni adulaciones, así que le hago saber que comprendo su inquietud.

—Mi Lady... —Entonces colapsa y comienza a llorar lastimeramente limpiándose las lágrimas con la punta del pañuelo. Recuerdo a Emily fingir esa congoja y me da náuseas pensar que ella no se detuvo a preocuparse por el dolor genuino de Lucrecia, sólo le importó sacar partido del rumbo que había tomado la conversación para sus planes. ¡Planes de cazar a mi escolta como si fuera una presa!

—Perdón, alteza —Se rehace. Me parece muy valiente con su actitud digna, sobreponiéndose a lo que sea que la atormenta—, quería que supiera que mi madre ha decidido enviarme a Lyon una temporada, y desea saber si usted tendría la amabilidad de... recomendarme en la casa de Madame De la Rose.

—¿Por qué en una casa de damas? ¿Y tu familia? —Una "casa de damas" es un eufemismo, Madame de la Rose es una monja que dirige una especie de refugio donde padres de doncellas que han cometido alguna indiscreción son relegadas hasta que se olvide el escándalo. Podría ser el Castle Falls de Lyon, su madre en verdad quiere poner distancia entre ellos. Si, yo también estaría llorando.

Se ríe nerviosa, lo hace para no seguir llorando delante de la princesa.

—Es que ella piensa que allí estaré más aislada.

—¿De Sir Kyle?

¿Por qué tuve que decir eso? Se pone pálida. ¡Piensa que creo los rumores sobre ella! Pero no los creo y quiero hacérselo saber.

—Por favor —Alargo una mano y la poso sobre la de ella —, si quieres, puedo hablar con tu madre... si ustedes se aman...

—¿Sabes, Ariana? —dice en un susurro, se siente incómoda, pero ha interpretado mi gesto como una autorización de confianza—. A veces creemos que dos personas que se aman deben estar juntas, o que dos personas están juntas porque se aman... pero he aprendido que ninguna de las dos cosas son siempre correctas, yo diría que eso sería la excepción, es más bien... un milagro. Ya he aceptado que Kyle y yo nunca podremos estar juntos.

No puede renunciar así como así. ¿No se supone que el amor es lo más importante de todo? ¿No dicen todas esas canciones de juglares y trovadores que el amor triunfará al final? Mi mente es un remolino de pensamientos. ¡Vaya lo que son las cosas! Emily quiere mi ayuda para llevar a efecto una sucia treta y Lucrecia, cuyo amor es limpio y genuino, la rehúsa.

—¿Y qué hay del amor?

Se encoge de hombros.

—¿Qué es el amor? Mi padre me apoya porque ama, mi madre se opone porque me ama. Sir Kyle quiere estar junto a mí porque me ama. No se puede evaluar el amor. Muchos tratan de redimir sus acciones proclamando que son en nombre del amor, pero la verdad es que el amor es una redención a la que no todos tenemos derecho.

Me quedo pensando en eso, ¿qué es el amor? ¿Cómo evaluarlo? Más tarde, mientras se retira con una carta firmada con mi sello para Madame De la Rose, lleva una dulce y triste sonrisa en el rostro.

—Mi madre no estará estos días —dice bajito mientras caminamos del brazo hacia el pasillo del Pabellón Real—, y mi padre me ha autorizado a asistir al Baile de la Noche de las Hogueras antes de partir a Lyon, pero no sé si Kyle estará ahí. —Se sonroja. Seguramente así me veo yo sonrojada: frágil, tímida, insegura. No me gusta.

—Estará. Te lo prometo.

Esa misma tarde paso el comunicado y el pregonero lo anunciará a las puertas. Los Guardias de Honor son requeridos para abrir el Baile de la Noche de las Hogueras este año. Me muerdo el labio inferior con rabia. Emily estará encantada.

Esa misma tarde mi Nana insiste en que quiere ir al campo de flores amarillas, le hacen falta para sus horribles brebajes. Me alegra que al menos sea un día soleado y trato de disfrutar la vista de los campos que florecen después del invierno, aunque la nieve nunca se va del todo, un poco de color tiñe el paisaje. Mientras cabalgamos por el campo pienso en algo que Lucrecia me dijo y me siento inquieta.

A veces creemos que dos personas que se aman deben estar juntas, o que dos personas están juntas porque se aman... pero he aprendido que ninguna de las dos cosas son siempre correctas... es más bien... un milagro.

¿Un milagro?

Yo nunca me he puesto a pensar en esa clase de cosas. Mi matrimonio se decidirá en función de quién sería el mejor rey para Trondheim, así de simple. Es la primera vez que me pregunto, ¿qué hay más allá de compartir la cama con alguien? ¿Se trata sólo de traer hijos al mundo y preparar a los futuros reyes y reinas? Compartir con alguien tus más sinceros pensamientos y emociones es algo que ni siquiera pasó con mis padres, ¿cómo se hace para abrirse a otra persona? ¿A quién le confiaría mis más íntimos secretos? Me gustaría llegar a ver dentro de los ojos de alguien la profundidad de sus emociones, conocer ese anhelo por ver a alguien y ver en sus ojos también su anhelo por mí. "El amor viene con el tiempo" me dijo mi madre una vez... pero, ¿qué es el amor?

—Está muy callada, princesa.

Me sobresalto con las repentinas palabras de Jason porque he estado demasiado tiempo metida en mis propios pensamientos. Lo miro y recuerdo nuestro viaje a la granja de la señora Learning, los dos muy cerca detrás de la cortina y luego mi sueño. ¡Seguramente me estoy poniendo roja otra vez! Cómo me odio por eso. Pero Jason no parece darse cuenta, me mira preocupado.

Cuando llegamos a nuestro destino, mi Nana insistió en quedarse a la sombra de un árbol. Dice que ya no tiene edad para dar paseos tan largos, pero yo no le creo. Es un embuste para hacernos subir a la colina a recolectar sus flores.

La voz de Lucrecia sigue martillando en mi mente. ¿Qué es el amor?

—¿Tú sabes qué es el amor? —Le suelto de repente y él se para en seco y me mira sorprendido. Recuerdo el brillo en sus ojos anoche mientras jugaba con los niños. Me pregunto si podría sonreír así para mí. ¿Cuántas emociones podría descubrir? ¿Cuántas emociones podría yo compartir con él? ¿Podríamos llegar a conocernos realmente? Luego recuerdo que lo más seguro es que Emily logre que la escolte al baile y me abruma un sentimiento que ni siquiera puedo identificar, es como una piedra dura y pesada en el pecho. Un sentimiento en contra de mi prima.

—¿Alguna razón especial para esa pregunta?

—Todas las novelas y las gestas hablan de amor, pero ninguna explica qué es exactamente ese algo que hace que los héroes cobren fuerza y embistan a un dragón como si nada.

—Dudo mucho que sea algo así —dice en medio de una risa burlona.

—Entonces, ¿cómo es en realidad?

Se pone serio de nuevo. Parece buscar algo entre sus recuerdos, mirando más allá del paisaje que tenemos delante, a un lugar lejos de aquí. Entonces sí lo conoce.

—Es... como ver dentro del alma de alguien más.

—¿No tienes algo menos poético?

—¿Acaso quiere una lección práctica?

Sonrío. Bien, me empieza a gustar esto de las puyas y su descarada insolencia, es como un lenguaje sólo de los dos.

—¿No le enseñaron en la "Escuela de la Arrogancia" a no contestar una pregunta con otra, soldado?

Hemos caminado colina arriba recogiendo las molestas flores amarillas para mi Nana y ambos llevamos grandes ramos en los brazos.

—Supongo que debe haber sido después de la clase de baile, pero no asistí a ninguna de las dos.

Recuerdo nuestra pequeña aventura hacia la granja... la seguridad que sentí cuando conseguí su ayuda, la profunda calma que me transmite su mirada desde aquel primer momento en la cabaña. Tomo una decisión.

—Bueno, más vale que eso no sea cierto, no quiero que pises mis pies en el Baile de la Noche de las Hogueras.

Espero con el corazón hecho un puño que diga algo. Siento como si estuviera al borde de un precipicio, sólo esperando que alguien me empuje.

No dice nada. Parpadea un par de veces y creo que espera que diga algo sarcástico, pero yo tampoco digo nada y nos quedamos ahí, sosteniendo ridículas flores en medio del campo sin apartar nuestras miradas mientras la brisa hace que mi cabello baile alrededor de mi cabeza.

No sé qué es el amor, pero no moriré antes de enterarme.  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top