Capítulo 28
Camino junto a mi madre a una prudente distancia del gentío. Me siento muy feliz y desearía reírme a carcajadas de los bufones y los danzarines, pero sería impropio de una princesa. Mi madre ha vuelto a ser la misma de siempre, pero por alguna razón siento que algo ha cambiado entre nosotras. Me ha prometido que iremos a Marbella juntas y me siento emocionada de hacer un viaje tan largo con ella. ¿Este maravilloso día puede ser mejor?
—Mis disculpas, su Majestad.
Interrumpe uno de nuestros Guardias mientras miramos a unos danzarines. Sir Wilhem es uno de los caballeros más antiguos de la Guardia de Honor. Es muy alto y grueso, creo que ni mis dos brazos juntos son tan anchos como uno de los suyos. Me quedo viendo al guardia embelesada. Cuando era una niña soñaba con casarme con un Guardia de Honor, pero mi padre se enojó cuando se lo dije. Me dijo que eso no favorecía los intereses del reino. Aún así, no dejo de admirar su fuerza y su valor.
—Diga, Sir Wilhem.
—Un mensajero de Lord Oswald Borchgreving solicita ver a la princesa para presentar su obsequio de cumpleaños.
No nací en esta fecha, pero es tradición celebrar el nacimiento del primogénito del rey en la Noche de las Hogueras.
—Oh, qué amable de su parte. Ve, Ariana.
—Como diga, madre —. Hago una reverencia para retirarme de la presencia de la reina y Sir Wilhem me acompaña a las caballerizas reales.
Lo primero que veo frente a la entrada de las caballerizas es un hermoso caballo completamente blanco. Me quedo embobada al ver al hermoso animal, pero me invade una inmensa alegría al ver quién es el mensajero de los Borchgreving. Viste un traje muy formal y, lo más importante de todo, ¡me sonríe! El alivio que experimento al ver que su hostilidad hacia mí se ha ido es un error, pero no me importa. Llego hasta él, también sonriendo y me entrega las riendas del caballo ceremoniosamente, después de saludar muy correctamente a la princesa.
—¿Para mí? —digo, riendo nerviosamente, respiro a bocanadas para calmar el loco galopar de mi corazón. Acaricio al hermoso animal para que se familiarice con mi aroma.
—Es de parte de los Borchgreving —dice, bajando la cabeza, parece avergonzado por algo.
—¿Cómo se llama?
—Eh... Se... Se llama Estrella.
"Rionnag no es un nombre.
Si lo es, significa estrella".
Mis ojos se llenan de lágrimas y deseo con todas mis fuerzas abrazarlo para darle las gracias. Quisiera poder darle el baile que desea, y más... Muchos más. Sin embargo, no quiero dañar más su vida.
—Gracias —susurro, tan bajo que creo que ni siquiera lo escuchó. Se inclina como corresponde a mi posición, pero me sigue sonriendo. Oh, debe ser la sonrisa más maravillosa que me han dedicado en toda mi vida. Lastimosamente, no tengo excusa para permanecer mucho tiempo aquí, sin embargo, hago lo que puedo.
—¿Está entrenada? —Obviamente, no le regalaría un potro indómito a la princesa, pero no sé cómo alargar este momento.
—Yo mismo la entrené —dice con orgullo—, nació en nuestro... En los establos de los Borchgreving. Estrella es arisca, pero una vez que le tome confianza será su amiga más fiel.
—¿Ah, sí? —digo en tono juguetón.
Baja la mirada de nuevo. Sonrisa. Sonrojo. ¡Tan adorable! Ojalá Sir Wilhem no estuviera tan pendiente de mí, podríamos hablar como cuando nos veíamos en el bosque. Pero esta charla ya fue demasiado larga.
Me despido agradecida por haber podido verlo, aunque solo fuera unos minutos y porque, en adelante, tendría a Estrella para recordarme siempre nuestra amistad.
Me reúno con mi madre y esperamos a la entrada de la arena la Exhibición de la Guardia. Cada año se esmeran en preparar una muestra de sus maniobras más elaboradas. La de este año debe ser excepcional, porque han pedido acceso a todos los caballos del rey. Estoy ansiosa por verla.
De pronto escuchamos gritos desesperados y el atronador ruido de cascos. Mi madre me abraza y los Guardias hacen un cerco a nuestro alrededor.
—¿Qué está pasando?
—Madre... ¿Qué ocurre?
—Majestad, hay que sacarlas de aquí. Rápido.
Los Guardias nos escoltan en medio del caos. La gente ha comenzado a correr y parece que ni siquiera saben qué dirección es segura. Entonces los veo: los caballos, todos los caballos, corren en estampida justo hacia nosotros. Comienzo a gritar, pero mi madre me sacude y me pide que me calme. Los Guardias nos llevan por los callejones, hasta llegar a una calle cercana a la plaza. Alrededor hay un muro como de unos dos metros y arriba, se extiende la explanada que llevan hacia la entrada del palacio.
—¡Espere! ¿A dónde nos llevan? ¿Dónde está el rey? ¡Deben llevarnos ante el rey!
—Lo siento, mi reina, nuestras órdenes son otras.
Mi madre me empuja detrás de ella.
—Sir Wilhem, ¿Qué significa esto?
—Laurassia reclama a su reina.
¿Reina? ¿Laurassia?
—¿Madre? ¿Madre, qué dice? ¿De qué está hablando?
—Aléjese de nosotras o le juro que lamentará el día que puso un pie en mi palacio, asqueroso mal nacido.
No creo haber escuchado nunca una palabra así salir de la boca de mi madre antes. Sus ojos parecen las puertas del infierno y hasta yo siento miedo. Tira de mí y corremos por el callejón, pero al poco nos encontramos con la estampida. Por un lado la estampida y por el otro los Guardias de Honor vienen tras nosotras.
—¡Princesa!
Al escuchar el grito, ambas miramos sobre el muro que rodea la plaza, Jason está al borde haciendo señas para que nos acerquemos. Mi madre corre hacia él, llevándome a rastras.
—¿Lo conoces?
—Sí.
—¿Confías en él?
—Sí.
—¡Rápido, sube! —. Me ofrece sus manos entrelazadas. ¿Ella podrá con mi peso? —Hija, rápido.
Hago lo que me pide y me impulsa hacia arriba, Jason me ayuda a subir y cuando ambos estiramos las manos hacia mi madre, Sir Wilhem y dos Guardias más llegan hasta ella. Grito de horror cuando uno de ellos tira de su cabello y la hace caer. Lo siguiente pasa tan rápido que no tengo tiempo de asimilarlo. Sir Wilhem: el escolta de mi madre, uno de los sagrados caballeros de Trondheim, quien juró protegernos a costa de su propia vida si era necesario, el que jugaba conmigo cuando era niña, el que me dejaba jugar con sus medallas y me enseñó a cargar un arco, saca su reluciente espada y veo cómo atraviesa el corazón de mi madre. Ella abre mucho sus hermosos ojos negros y los clava en mí. Sus labios forman una palabra en su lengua natal: "Huye". La sangre brota de la herida y el caballero saca la espada de su cuerpo.
Mi madre se desploma y cae al suelo. Aún está viva y otro de los Guardias le da una patada, haciéndola rodar y luego la apuñala varias veces para asegurarse de que no se levante más. Veo su cuchillo hundirse en el cuerpo de mi madre una y otra vez.
Wilhem me mira desde abajo y veo su hermoso e impresionante uniforme negro manchado con la sangre de la reina.
Yo no he dejado de gritar y luchar por bajar de nuevo para ayudarla, pero Jason no me deja. Me lleva como puede con él, internándonos en los callejones.
¡La mataron! ¡Los Guardias de Honor nos traicionaron! La confusión nubla mi mente, mis piernas flaquean y por más que Jason intenta hacerme correr a su ritmo, no puedo. Después de no sé cuánto tiempo de correr, llegamos a un callejón sin salida.
—Miren nada más lo que encontré —La voz del escolta de mi madre me provoca arcadas. No puedo respirar, mis piernas flaquean.
Han dado con nosotros, no hay nada que hacer. Nos dejamos caer abrazados ante la alta pared que impide nuestra huida.
Jason me suelta e intenta ponerse de pie, pero yo sujeto su ropa.
—No, no me dejes sola... No quiero estar sola.
—No te dejaré... ¡Jamás!
Se pone de pie y se interpone entre ellos y yo con los brazos abiertos. ¿Qué puede hacer él en contra de ellos? Aún así, trata de cortarles el paso hasta mí. Ellos se ríen de sus esfuerzos, pero él no da marcha atrás. Hasta que dos de ellos lo sostienen de los brazos, completamente inmovilizado y el otro se ensaña a golpes en su contra. ¡Por Hela! Es sólo un niño.
—¡Basta!... por favor...
—¿Mande, mi reina? —pregunta uno con sarcasmo. No puedo enfocarlo, las lágrimas no me dejan ver nada.
—Por favor, no le hagan más daño... Iré con ustedes, haré lo que quieran, pero... Por favor...
—No... No... Vayas... —gime, aún sostenido por los dos Guardias. ¿Te están matando y sigues intentando protegerme?
—¡A ti nadie te preguntó! —grita Wilhem y le propina un fuerte puñetazo en el estómago.
—¡Dije que basta! —No sé ni cómo, pero me pongo de pie firmemente. Una ira ciega comienza a apoderarse de mí.
—Bien, pequeña majestad, no quiero ser el objeto de su ira —dice entre carcajadas y yo intento correr a él, pero me detiene con una sola mano. Lanzo patadas, pero su largo brazo me mantiene demasiado lejos.
—¡Mátenlo! —ordena con voz de trueno y mi alma se rompe en mil pedazos.
—¡Noooooo!
Me suelto y corro hacia ellos, esquivo una espada que se mueve hacia mí, estiro mi mano para detenerlos, los gritos son ecos confusos en mi cabeza, me impulso con más fuerza, pero mis piernas no me llevan a tiempo.
Sus ojos encuentran los míos por un instante y me traspasa toda la devoción y el amor que veo en ellos. No miedo. No dolor. No terror. Solo me mira a mí y justo entonces veo la rodilla de un Guardia golpear su rostro con tanta fuerza que lo arrebata del agarre de los otros dos, que lo sueltan haciendo que se derrumbe en el suelo de piedra con un manantial de sangre brotando de su frente.
Se produce un momento confuso cuando llegan otros Guardias y soldados del ejército regular y luchan contra los traidores. Recuerdo haberme arrastrado hacia él y abrazar su cuerpo inerte. Sus ojos estaban abiertos, pero no se movía, no hablaba... Yo lloraba y gritaba su nombre, pero era en vano. No me respondía.
—¡Jason! ¡Jason! Por lo que más quieras... ¡Responde!... ¡Por favor!... Dime algo... Por favor... No me dejes... No quiero estar sola... Por favor...
Lo último que recuerdo es que me lo arrancaron de los brazos y luego sólo oscuridad.
Desperté, días después. Sin recordar nada. No había tristeza ni dolor. Sólo miedo. Un miedo irracional que me devoraba, un miedo sin rostro y un gran vacío lacerante en mi pecho.
Lo olvidé. Olvidé cómo murió mi madre. Olvidé nuestros encuentros en el bosque. Olvidé nuestra huida y su supuesta muerte. Porque ese día, mi mente se convenció que él había muerto y no pudiendo soportar dos pérdidas tan grandes, las borró. Lo borró todo, dejándome con un gran hueco sangrante en el corazón. Sin saber qué me faltaba, sintiéndome incompleta, rota y sola... Muy sola.
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